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domingo, 31 de agosto de 2014

APRENDIENDO A CAMINAR

"REGRESO DE LA COSECHA 1878"
De William-Adolphe Bouguereau



Tal día como hoy del año 2013, comenzaba mi andadura en este blog. Hoy cumple por lo tanto un añito. Esto no hubiera sido posible sino fuera por el ánimo y los consejos de un grupo de amigas, que conociendo mi afición a la escritura, siempre estaban ahí, alentándome  para que comenzara esta aventura. A todas ellas gracias. Gracias porque me despertásteis la curiosidad, el hambre de aprender.
Gracias también a las personas que alguna vez me han hecho saber que el leer mi blog les pone las pilas. Eso me da aliento para intentar seguir haciéndolo cada vez mejor.
El entrar en el mundo de Internet no me ha servido sólo para exponer una serie de opiniones, sensaciones o sentimientos en este blog, también  me ha dado la oportunidad de conocer a otras personas que, desde los suyos, me han aportado conocimiento, serenidad y belleza.
Cuando comencé no aspiraba a alcanzar ninguna cifra. Me bastaba, y aún me basta, con que lo que escribo pueda, sino enseñar, porque creo que para eso hay personas con mucho más conocimiento que yo, al menos mostrar una visión de las cosas que pueda servirles para no sentirse sólos o raros, como me ha sucedido a veces a mí. El compartir opiniones crea un acercamiento. A veces puede también ser causa de distanciamento, pero ello puede igualmente ser positivo, desde el momento que nos hace pensar a ambas partes.

Septiembre está a la vuelta de la esquina. Un nuevo curso está por empezar. El estrenar un grado más supone una aventura. Nuevas experiencias, nuevos conocimientos, nuevos retos. A los que vuelvan a sus trabajos, a los que empiecen en uno nuevo, a los que están buscando su oportunidad de comenzar, les deseo muchísima suerte y sobre todo mucho ánimo.
Hace un par de años por estas fechas, leí en una revista que a una empresa se le había ocurrido la genial idea de crear un Kit para combatir el estrés post-vacacional. Entre otras monerías, el Kit contenía una bolsita con un puñado de arena de una playa, para que la persona que se sintiera agobiada por el regreso al trabajo, pudiera, mediante la contemplación de dicho elemento, evitar caer en un exceso de melancolía.
Me van a perdonar que me lo tome a guasa. Y lo hago porque, sinceramente, no puedo creer que a alguien le entre un bajón por volver al trabajo o a sus estudios. Sobre todo cuando he sabido que en Irán hay mujeres que se están atreviendo a quitarse el velo impuesto por los ayatolás, jugándose con ello nada menos que la vida.  O que en África un grupo de mujeres con coraje han decidido ponerse en contra de la ablación del clítoris de sus hijas, y de las hijas de otras mujeres. Y que en ese mismo país, mujeres igualmente valientes, están luchando para que acaben las guerras civiles, que están destrozando generaciones enteras. Y lo hacen sin la ayuda de ningún Kit. Con su valor y su tenacidad como únicas herramientas.
No puedo entender que en nuestro país a alguien le suponga una carga insoportable levantarse por la mañana temprano para ir a trabajar o a estudiar, cuando hay gente que desde distintas organizaciones humanitarias, o independientemente, se levantan todos los días muy temprano y se acuestan todas las noches muy tarde, después de haberse dejado la piel en ayudar a los demás.
Es verdad que laboralmente nuestras condiciones han sufrido un retroceso brutal. Por eso mismo no podemos quedarnos en el eterno verano. Los que tan mal están rigiendo nuestra política y nuestra economía no han descansado ni un minuto. Han seguido con sus recortes sin que las altas temperaturas les haya producido el más mínimo problema de sudoración. Sobre todo porque tienen siempre a su servicio fieles "dobermans" dispuestos a llevarles trozos de carne fresca arrancada de donde sea, a cambio de un trozo de pan. Y éstos tampoco descansan. Al contrario, volverán en Septiembre con sus incisivos más afilados. Así que, como para quedarse a contemplar un puñado de arena dentro de una bolsita de plástico.
En lo que a mí se refiere, me he propuesto empezar este nuevo curso, esta nueva etapa, con ánimo, con ganas de defender lo que tenga que defender. Con ilusión y, sobre todo, sin miedo. Ése se lo dejo para los que desde sus puestos de responsabilidad, han decidido ser serviles en lugar de serviciales.

¿Qué tal si empezamos esta nueva etapa con una buena lectura? Hoy les sugiero un libro, no sé si denominarlo de poesía o de pensamientos poéticos. Se trata de "Gotas Sobre El Polvo" de Alberto Pérez Ruiz, Editorial DosSoles. Este libro lo descubrí hace unos meses. Con motivo del Día de la Poesía, me acerqué por la librería de dos buenas libreras-amigas, y allí estaba esperándome. Fue el libro el que me escogió a  mí porque  ese mismo día no lo compré, pero al día siguiente no pude evitar ir en su busca. Y no me arrepiento. Su autor, mediante breves versos, nos hace pensar a lo grande.
Con este verso que saco del libro arriba mencionado, les deseo un buen comienzo.
Soy tan libre que elijo repirar.
(Alberto Pérez Ruiz)


viernes, 29 de agosto de 2014

P A G A N I N I S



"EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS"
De Marinus van Roejmerswaelen



Una vez siendo yo una cría, mi padre me explicó que la sociedad en la que vivíamos se dividía en dos grupos: los que mandan, y el resto. A éstos últimos, él los llamaba los "Paganini". Le pregunté qué significaba esa palabra, y él me contestó que un "Paganini" era aquel que pagaba sin rechistar. Creí que mi padre se había inventado esa palabra pero, para mi sorpresa, la palabra sí está contemplada en el Diccionario de la Lengua Española, y la definición que éste da de dicha palabra es, y copio textualmente: El que paga los gastos que se originan entre varios.
Otra de las cosas de las que me advirtió mi padre es que cuando mueves un papel de la administración,  lo que te "mueven" es el dinero del bolsillo.
Estos días que ando de gestiones a raíz de su muerte, me he dado cuenta que mi padre, dentro de los límites a los que su falta de formación académica podían atarle,   era un sabio.
Cada papel que he solicitado, me ha costado dinero. Y son capaces de cobrarte verdaderas burradas. Por citar un ejemplo: un simple certificado bancario 80€. Claro que la imaginación de la banca puede llegar al infinito.  Porque a ver si no hay que ser imaginativo, a parte de cara dura, para cobrarte hasta por hacer un ingreso, si no eres cliente de la entidad. No me digan que cobrar por llevarles dinero, no es de lo más ingenioso que se ha podido urdir en mentes tan retorcidas.
En esto de cobrar la imaginación no tiene límites. Aún recuerdo la cara que se me quedó cuando una empleada de Correos me dijo que el mandar una carta con un sobre de color, costaba más dinero que mandarla con sobre blanco. Porque el color impedía que el cartero viera correctamente el nombre y la dirección a los que iba dirigida, y le suponía un esfuerzo extra el intentar leerlos.
Al final deduzco que mi padre tenía razón, se trata de pagar y callar (si el genio te deja). Los impuestos toman formas diversas, y pueden ser directos o indirectos. Si buscamos en el diccionario el significado de "Impuesto",  hay entre ellas, estas definiciones:
-P.irreg. de impostor.
-Tributo. Carga.
Hay palabras que me recuerdan a otras, como si fueran la forma sustantivada de ellas. Éso me ocurre con la palabra "Impuesto". Cada vez que la pronuncio, me viene a la mente esta otra: "Impostor", cuyas definiciones, entre otras son:
-Que engaña con apariencia de verdad.
-Suplantador, persona que se hace pasar por quien no es.

Para finalizar, creo que el "Óscar a la Creatividad" se lo daría a los que crearon las ETTs, y se inflaron a cobrar dinero a los que necesitaban desesperadamente encontrar un trabajo, que podríamos ser cualquiera de nosotros. Que tengas que pagar por ir a trabajar, es lo más de lo más que en la ciénaga en la que algunas mentes se han convertido, puede flotar.

El que haya elegido para esta entrada el cuadro de Marinus van Roejmerswaelen, no es casualidad, como me temo que tampoco lo es la palidez que la dama de dicho cuadro luce en su rostro. Como para no palidecer cada vez que se tiene que pagar un impuesto o una comisión que se supone injustos, además de abusivos. Por muy damisela que una sea. 

martes, 26 de agosto de 2014

CONFESIONES A RITMO DE ROCK

Elvis Presley
(Imagen sacada de Internet)



Cuando se habla de Rock and Roll, cada uno tiene sus ídolos. Para mí el rostro que primero me viene a la mente es el del Rey del Rock, Elvis. La llegada de sus canciones a nuestro país, me pilló demasiado joven quizás, apenas era una cría, pero fue como un vendaval en mi vida. Canciones como el Rock de la Cárcel, me hacían dejar lo que estuviera haciendo, y ponerme a bailar como una loca. Y el movimiento de cada parte de su cuerpo, provocaba que una corriente de electricidad se apoderara de mí.
Por aquel entonces yo estaba aún en el colegio. Un colegio religioso. Recuerdo que quien celebraba la misa y nos confesaba era un sacerdote muy mayor. Tenía un acento que a mí me parecía alemán, por la fuerza que ponía al pronunciar las consonantes.  Hay una frase que no he podido olvidar, por la peculiar forma que tenía de pronunciarla. Sonaba algo así:
-Crrristo está entrrre nosotrrros.
Dicho de esa manera, nadie se atrevía a ponerlo en duda.
Su acento, además de su aspecto físico en el que resaltaban dos cosas: una considerable calva y unos ojos negros, pequeños, de mirada fría, hacían que más que respeto, sintiéramos miedo. Fue entonces cuando apareció un sacerdote joven, recien salido del Seminario. Cuando llegó nos quedamos todas patidifusas. Era el mismísimo doble de Elvis. Pelo negro, peinado con un tupé, que caía descuidadamente sobre su frente. Sus ojos no eran claros como los del Rey, sino negros, pero tenían un brillo que cegaba. Y la sonrisa, ¡qué sonrisa!, con esos dientes tan blancos. Cuando le vi por primera vez, me dieron ganas de gritar ¡Aleluya!.
El sacerdote veterano perdió público en ese mismo instante. Cuando llegó el día de la confesión, junto al confesionario donde estaba el sacerdote joven, había una larga fila de niñas de diferentes cursos, esperando a ser confesadas por "Elvis".
En el otro confesionario no había ningún problema de "atasco". Tanto es así que el sacerdote veterano salió de inmediato, y con contundecia dijo, partiendo en dos la fila con un firme gesto de su mano:
-De la mitad de esta fila, hacía la derecha,  todas conmigo.
Y miren por dónde, en ese "todas" estaba incluida yo. ¡Qué mala suerte!.
 Cuando me llegó el turno, y después de contarle a trompicones las cuatro faltillas que había cometido esa semana, el sacerdote veterano me mandó rezar una oración en alto. Me había puesto tan nerviosa el hecho de que me tocara con alguien que no había entrado en mis planes, que fui incapaz de recordar la oración. Como penitencia por no saber las oraciones que eran mi obligacion conocerlas al dedillo, me mandó rezar diez avemarías y dos padrenuestros. ¡Ah, y para la semana siguiente, me esperaba con la oración causante de mi desdicha, bien aprendida!.
Ni que decir tiene que no volví con él nunca más. Y que desde entonces, las canciones de Elvis fueron mucho más que simple rock and roll, fueron un grito de rebeldía.

sábado, 23 de agosto de 2014

LA VIDA COMO INSPIRACIÓN


"FANNY AUSTEN-KNIGHT"
De Cassandra Austen



Cada momento que vivimos, cada situación, cada persona que encontramos en nuestro camino, va llenando nuestra mochila, la de nuestra vida, poniendo en ella buena cantidad de experiencia. Los libros que leemos añaden a esa experiencia el conocimiento. Son dos buenos ingredientes para forjar nuestra personalidad.
En el caso de los escritores, parte de esa personalidad se ve reflejada en alguno de sus personajes, en alguna de sus historias. Para bien y para mal.
Se ha hablado sobre si es posible crear unos personajes, una historia, independientes totalmente de quien los crea. Hay quien va más lejos y asegura que los personajes de sus libros, tienen vida propia. Que no tienen nada que ver con él.  Pero no hay más que leer las opiniones de algunos escritores para darse cuenta que no son tan independientes, como a lo mejor quisieran, de sus propias experiencias. 
En el libro titulado "Dickens" de J.B. Priestley, editorial Biblioteca Salvat de Grandes Biografías, se nos cuenta cómo marcó al escritor el que su padre acabara arruinado y él tuviera que ir a trabajar a una fábrica de betunes, teniendo que abandonar su, hasta entonces, plácida vida de estudiante. Es difícil creer que sin esta experiencia, Charles Dickens hubiera podido crear obras como la de "Oliver Twuist", que habla de la pobreza golpeando con más fuerza a los más débiles: los niños. O "La Tienda de Antigüedades", donde además de la pobreza, denuncia lo difícil que es que una persona sin medios,  tenga derecho a la justicia.
En el primer título mencionado, las palabras del propio escritor, dan cuenta de la huella indeleble que la vida dejó en su personalidad:
"Durante muchos años he defendido un concepto subversivo del periodismo y la literatura. El afán provocador que ello comporta me parece esencial al hálito de cualquier intento de creación, y no digamos si éste lucha primordialmente por la belleza".
La belleza que, durante un tiempo, la vida le arrebató sin compasión.
Otro caso lo podemos encontrar en un libro que leí hace un tiempo. Un libro que sorprendentemente pertenece a una de esas colecciones denominadas juveniles, pero que me parece que puede ser interesante para cualquier adulto. Estoy hablando de "Boy (relatos de la infancia) de Roald Dahl, editorial Alfaguara Juvenil. En el capítulo titulado: "El Director", refiriéndose a los malos tratos que sufrió el señor Dhal durante sus años de estudiante dice:
"Seguro que a estas alturas ya os estaréis preguntando por qué doy tanta importancia en estas páginas a la cuestión de los castigos corporales en las escuelas. La respuesta es que no puedo evitarlo. Durante toda mi vida escolar me aterró el hecho de que a maestros y alumnos mayores se les permitiera herir literalmente a otros niños, y a veces de gravedad".
Leyendo este libro entiendes que en la mayoría de las historias de este autor aparezcan niños que se salen de las normas establecidas, atreviéndose, en algunos casos, incluso a retar y llevar al ridículo a los adultos que las representan. Como ejemplo podríamos mencionar: "Matilda" o "Las Brujas".
Como lectora, me resulta difícil imaginar que J.R.R. Tolkien hubiera podido escribir "El Señor de los Anillos" sin haber pasado por la triste experiencia de una guerra. Y si lo hubiera hecho, no sería la misma historia.
Siempre habrá alguien dispuesto a negar esta influencia de la que hablo. Recuerdo que hace ya bastantes años, estando en una tertulia literaria a la que asistía, se me ocurrió decir que Salinger parecía tener algún tipo de desorden interno porque, a mi entender, no le hubiera sido posible de no ser así, crear una psicología tan complicada como la del protagonista de su obra cúspide "El Guardián Entre El Centeno". La que se lió fue gordísima. Una "horda" de iracundos seguidores de Salinger se me echaron encima verbalmente, para reprocharme que se me ocurriera pensar tal cosa. Cómo era posible que no entendiera que estaba hablando de un genio de la literatura.
Años más tarde, cuando a raíz de la muerte del escritor, aparecieron amplios reportajes sobre su vida y sobre el libro que su propia hija había escrito, me eché más de un sonrisita recordando aquella escena. 
Cuando hice esa declaración no estaba en mi mente ofender al escritor, lo único que quise expresar es que,  a mí me resultaba muy difícil creer que alguien creara una psicología tan complicada como la del protagonista de "El Guardián Entre El Centeno", desde fuera. Sólo sintiendo o pensando de forma parecida a dicho protagonista, se podía hacer, a mi entender, un retrato tan minucioso.  Desde ese día me cuidé muy mucho de decir lo que realmente pensaba. Una pena, porque se supone que en una tertulia literaria lo que debería reinar es la libertad de expresión. Bueno, una experiencia más para mi propia mochila.
Otro caso curioso que me ocurrió sobre este tema, fue a raíz de la presentación de un libro de poesía de una persona que conozco y admiro.
Como dice el refrán: el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Pues ahí estaba yo para hacer realidad el dicho, con mis propios actos. Por si fuera poco la experiencia con mi comentario sobre el señor Salinger, se me ocurrió decir a la persona que presentaba su libro, en un instante que pudimos hablar después de la presentación, que, habiéndo leído sus poemas, había reconocido en algunos de ellos a su creador. ¡Menudo chaparrón que me cayó!. Al parecer se lo tomó casi como una ofensa, pues la persona en cuestión defendía que  sus poemas eran exclusivo fruto de su duro trabajo y no tenían nada que ver con quien los había escrito.
No sé si la imagen que tiene de mí esta persona se habrá devaluado desde entonces. Yo sigo leyendo su poesía, sigo admirando su obra,  y sigo viendo en ella gran parte de quien la ha creado. No es tozudez, es pura lógica, creo yo. ¿Conocen alguna otra forma de ser poeta, que no sea desde dentro? Pues eso. Que el trabajo en la creación es necesario, que las Musas pueden visitar al escritor en cualquier momento, pero no me negarán que la mejor Musa, la mayor inspiración, suele venir de la vida misma.

miércoles, 20 de agosto de 2014

UN CUENTO CON ALAS

Imagen Sacada de Internet




Hoy quiero compartir con ustedes un relato que escribí hace un tiempo. Lo envié incluso a un concurso literaro, pero no gané ningún premio. Eso ahora no tiene importancia. He pensado que sería bonito ponerlo aquí y que pudieran leerlo. Se lo dedico a todos los niños del mundo, pero sobre todo, a aquellos que por el hecho de nacer en un país del, tan mal denominado tercer mundo, tienen el día a día mucho más difícil  Y a aquellas personas de buen corazón que luchan día a día, para que estos niños tengan la vida que se merecen.


"Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro"
(Emily Dickinson)



MARY POPPINS ATERRIZA EN NAIROBI

Hoy es un día muy especial para Sarah, es su primer día de colegio. Ha estado toda la noche en vela, pensando en cómo será aprender a leer y escribir.

Desde que llegaran a Nairobi, donde ella vive, un grupo de personas de una ONG, las cosas han ido cambiando. Mejorando, para ella y para los demás niños. Ahora vienen a visitarles de vez en cuando unas personas que enseñan a los más mayores cómo pueden tener el lugar más limpio. Otras les traen alimentos. pero lo mejor fue el día que llegó una señora alta y con pelo de color dorado y piel muy, muy blanca, a anunciarles que iban a abrir una escuela para que aprendieran a leer y a escribir. Esa señora no paró de hablarles de lo importante que era conocer las letras y los números. Venía con tía Clara, la mujer que hasta entonces les había estado ayudando como podía.
La señora de pelo de oro les enseñó un libro, lleno de colores y signos, que ellos no entendían.
Mirad -les explicó-. Voy a presentaros a una vieja amiga mía. Se llama Mary Poppins. La señorita Poppins no es como los demás. Ella posee poderes mágicos.
-¿Qué son poderes mágicos? -preguntó uno de los más pequeños.
-Son aquellos que te permiten hacer cosas que la mayoría de la gente no puede hacer. ¿Lo entendéis?
Nadie dijo nada, pero por las miradas de asombro y alguna que otra boca abierta, la señora se dio cuenta que no, no lo tenían muy claro.
Veréis -continuó-. Uno de los poderes mágicos de Mary Poppins es que puede volar, simplemente abriendo un paraguas. Y puede hacer que las personas y las cosas que están cerca de ella, vuelen igualmente.
Sarah no había dicho nada en todo el tiempo que aquella señora estuvo hablando, pero sus ojos azabache no se pudieron apartar, ni un momento, de las páginas abiertas del libro que les había enseñado.
Una mujer que puede volar. ¡Eso sí que era magnífico!.
Ya se iba a marchar, cuando la señora de pelo de oro, la detuvo.
¡Hola! -le dijo con una sonrisa. ¿Podemos hablar?
Sarah apenas pudo mover un poco la cabeza afirmando, pues le pilló de sorpresa que esa mujer se dirigiera a ella.
-He visto que no quitabas los ojos del cuento. ¿Te gusta leer?
No. Bueno, no sé -contestó tímidamente.
-Que no sabes si te gusta, o que no sabes leer.
Sarah se sintió molesta por esa pregunta, algo le decía que de la respuesta podía depender lo que ocurriera despues. Así que decidió quedarse callada.
Tia Clara, acudió a su rescate.
Sarah es una chica muy inteligente, pero ha tenido que hacer muchas labores. Algunas para ayudar a los más pequeños, otras, obligada por las circunstancias.
La mujer de pelo dorado intuyó por la mirada que le dirigió tía Clara, que era mejor no ahondar más en el tema, por el momento. Se despidieron de Sarah y se fueron.
Las dos mujeres caminaban despacio, con la cabeza gacha.
Clara con pasos cortos pero rotundos, como su corpulencia le exigía. Sus facciones estaban bien marcadas. Ojos grandes y rasgados, labios carnosos que en cuanto te descuidabas, lucían la mejor de las sonrisas. Y tras ellos, unos dientes blancos que parecían añadir luz a su piel negra.
Sarah es una niña muy especial -empezó a explicar a la mujer que iba con ella-. Ha sufrido mucho, pero es muy inteligente. Sé que puede aprender y llegar muy lejos.
La mujer de pelo dorado no se atrevió a interrumpir a tía Clara, sospechando que ella iba a seguir hablando sobre la niña. Como así fue.
Sara -continuó tía Clara, no conoció a sus padres. Creció con un tío, pero éste se casó de nuevo y su segunda mujer la echó y la llevó a casa de un hombre que se presentó como otro tío suyo. Aunque tenía mujer, abusaba de Sarah. Así que la niña decidió escapar. Estuvo vagando por las calles, hasta que llegó aquí.
Se hizo el silencio entre las dos mujeres. Ambas se detuvieron a la par, sin mediar palabra. Los ojos azules de la mujer de piel blanca y pelo dorado, se inundaron de agua.
-¿Cómo podéis soportar todo esto?
Tía Clara cogió del brazo a la mujer que tenía frente a ella, y la hizo reanudar la marcha.
Si Mary Poppins puede volar, esos niños también. Sólo hay que recordarles que, por mucho que alguien intente obligarles a arrastrarse por el suelo, como reptiles, ellos tienen alas. Tienen que aprender a abrirlas y despegar. Y para eso estamos aquí tú y yo. Para enseñarles cómo hacerlo.

Apenas tiene que recorrer unos metros para llegar hasta la chabola de hojalata donde han construido la escuela. Al entrar, se  encuentra con unos tablones largos que hacen de asiento y otros, colocados frente a ellos, a más altura, donde algunos niños que ya han llegado antes que ella, posan sus manos. Son los pupitres.
En la pared de enfrente a las mesas, hay una especie de cuadro grande, hecho de pizarra, y dándole la espalda, descansa una silla. Frente a ésta, una pequeña mesa.
Los niños se van colocando según entran, cada uno donde le parece bien, o donde está algún conocido suyo.
Sara, instintivamente, se coloca en el pupitre que está en el último lugar.
Acaba de sentarse, cuando se hace el silencio. Al dirigir la mirada hacia la puerta, la niña se queda boquiabierta, pues ve que por ella acaba de entrar una mujer rubia, de piel muy, muy blanca, y ojos azules. Adornándole la cabeza lleva un sombrero negro con unas florecillas de colores. Un paraguas del mismo color que el sombrero, en una mano, en la otra, un libro. Y una amplia sonrisa en su bonita boca.
¡Mary Poppins! -grita Sarah sin poder contenerse.
Cuando se fija mejor, se da cuenta que en realidad es la mujer que estuvo días atrás con tía Clara, anunciádoles que iba a abrirse la escuela.
No -dice sonriendo-. No soy Mary Poppins. Pero voy a enseñaros a conocerla mejor. Y para eso, tenéis que aprender a leer. Conocer las letras de este libro donde se explica quién era la señorita Poppins. ¿Queréis conocerla?
¡Síiiii! -gritaron todos a coro.
-Pues bien, vamos a empezar.
La mujer fue hacia la mesa que estaba frente a los pupitres de los niños. Dejó el libro sobre ella, y se dirigió hacia la pizarra. Allí empezó a escribir unos signos que ningún chico sabía qué eran.
-Éstas son las letras del abecedario. Con ellas se forman las palabras y con las palabras, haremos frases. Cuando aprendamos todo ésto, podremos reconocer lo que está escrito en el libro de Mary Poppins.
¿Y entonces podremos volar? -preguntó uno de los niños que se había sentado en las primeras filas.
-Sí, pequeño. Cada vez que leas ese libro y otros más, podrás volar.
En la cara de Sarah se esbozó una sonrisa. Algo le decía en su interior, que éste iba a ser el principio de un largo y maravilloso viaje.







Autora: Mª Concepción Saldaña Alonso.

domingo, 17 de agosto de 2014

AZUL CIELO

ROBIN WILLIAMS
(Foto sacada de Internet)




Hace muy poco que te fuiste, y ya te echo en falta. Como actor conozco bastante de tí, por eso quería darte las gracias. Gracias por el regalo que, como espectadora, he recibido en cada una de tus maravillosas interpretaciones. Gracias por darme esperanza y sobre todo, alegría.
Te recordaré siempre como el intrépido reportero radiofónico en "Good Morning Vietnam",  capaz de poner en jaque, a base de ironía y valor, a todos los que querían seguir engañando a los jóvenes, para que se alistasen en una guerra inútil y cruel, cual corderillos directos al matadero. O como el profesor del colegio inglés en "El Club de los Poetas Muertos", que hizo salir de sus tumbas a un grupo de poetas, hacía siglos desaparecidos, para que sus jóvenes alumnos despertasen del letargo en el que vivían.
Imposible olvidar el regalo de interpretación con el que me obsequiaste en "El Rey Pescador", de un hombre atormentado por el dolor de la pérdida de su amada. No sé la de veces que he visto esta película. En ella me parecías el hombre más fuerte y más frágil de la tierra. Recuerdo cuando sacabas pecho y hacías que tu varonil torax, cubierto de vello, se inflara y retara a cualquier viento huracanado que se le cruzara por medio. Pero también recuerdo el miedo que sentías cuando aparecía el dolor punzante de la pérdida de un ser muy querido,  en forma de mortal pica llevaba por un jinete venido del mismísimo infierno.
Como persona, la imagen que tengo de tí es la de un buen ser humano. Tengo grabados en la retina varios de los momentos en los que estuviste al lado de tu amigo Chirstopher Reeve, para mí, el único Superman, dándole ánimos.
No tengo que hacer uso de mi imaginación para saber lo que tu mujer y tu hija ahora estarán sufriendo. En circunstancias tan duras como las que a ellas les está tocando vivir, siempre hay gente dispuesta a ayudar de verdad. Y lo hacen discretamente. Luego están los torpes, los que en el momento menos oportuno, sueltan la tontería más grande, sin anestesia. Y por último, están esos a los que yo denomino las "hienas", cuya presencia se nota enseguida por el sonido de sus sonrisitas.  Sí, he dicho "sonido" porque tienen una sonrisa que "chirría". Son esos que están esperando a verte en el suelo, para ir directos a tu yugular.
Donde tú ahora estás, ya nadie ni nada puede hacerte daño. Las hienas los saben, por eso van a por tu familia, porque ellas siguen siendo de carne y hueso. Siguen siendo vulnerables. Así que, si puedes, échalas de vez en cuando una mano, porque lo van a necesitar.
Al principio he dicho que de tí como actor conozco bastantes cosas, tú de mí como espectadora, no sabes nada. Yo era aquella chica que se sentaba en la butaca-pasillo, de la séptima fila. La que nunca compraba palomitas para tomar durante la proyección de tus películas, por temor a que el mascar le hiciera despistarse, y perderse alguno de tus movimientos en la pantalla. Soy la que lloró cuando te expulsaron injustamente del colegio inglés. La que temblaba contigo cuando tenías frío o miedo. La que reía cuando le soltabas una de esas frasecitas irónicas a cualquier militar o civil que intentase venderte una mentira como verdad. Soy a la que, para qué engañarnos, le volvía un poco loca esa mezcla de hombre-niño que tenías en cada una de tus apariciones, y que, instintivamente, iba buscando en cada una de tus películas. Pero sobre todo soy la que, acurrucada en su butaca, se sentía especial cada vez que parecías dirigir tu preciosa mirada azul hacia ella. Esa preciosa mirada azul, cielo.

viernes, 15 de agosto de 2014

T I E R R A


"ALMUERZO DURANTE LA COSECHA 1875"
De Daniel Ridgway Knight




 "¿Me preguntáis por la sabiduría de la tierra? Creo que esta sabiduría sólo puede resumirse diciendo que se deriva de la total complicidad entre el hombre y su entorno, de la intimidad constante entre el individuo que habita un determinado lugar y todos los componentes de dicho lugar. El hombre de la tierra llega a conocer tan bien su medio natural que evita tanto como puede entrar en conflicto con éste, y conoce todas las lecciones que puede extraer de dicho entorno para todo tiempo  y circunstancia de la vida". 
(Sacado del libro "Palabras Celtas" Seleccionadas y presentadas por Jean Markale)


Muchas veces me he preguntado: Si la tierra pudiera hablar, ¿qué diría del paso del hombre por ella? Me temo que no saldríamos muy bien parados.
Desde el principio ella nos acogió. En sus bosques encontramos la sombra, el cobijo de los árboles. De ellos sacamos la leña que nos dió el calor y la luz, y algunos frutos. En sus montes encontramos animales con los que alimentarnos.
 Tiempo después, preñada de semillas, agua y rayos de sol, su vientre se abrió  y cubrió los campos de trigo, cebada... nuestro alimento. Así año tras año, estación tras estación. Hasta que llegaron hombres que no tuvieron suficiente con lo que la tierra les daba a cambio de su esfuerzo. Se les ocurrió que podían arrancarle, no sólo lo que ella les ofrecía para saciar el hambre de su estómago,  que podían exprimirla más, hasta "engañar" su insaciable hambre de dinero. Hundieron sus garras más profundamente en ella, arrancándole sus minerales, exprimiendóle hasta la sangre, que brotó en forma de petróleo. Quemaron sus bosques, contaminaron sus ríos. Expulsaron con violencia de su lado, a aquellas tribus que habían conseguido vivir en comunión con ella.
Ella cada vez daba más y algunos seres ¿humanos?, a cambio, cada vez la cuidaban menos.
Si la tierra pudiera hablar... Quizás sólo brotaría de su cascada garganta un enorme, profundo grito de dolor.



"ENCUENTRO CON LOS NATIVOS HOSTILES 1855"
De Thomas Baines 


lunes, 11 de agosto de 2014

POLVO DE ESTRELLAS


"PARQUE MONCEAU POR LA NOCHE"
De Mihaly Munkacsy



"Toda revolución fue una vez un pensamiento que cruzó la mente de una persona; cuando ese pensamiento se le ocurrió a una segunda persona se abrió una nueva era. Toda reforma fue un día una opinión privada y cuando vuelva a serlo resolverá el problema de su tiempo." 
(Frase de María de Maeztu, sacada del libro "La Conspiración de las Lectoras" de José Antonio Marina y Mª Teresa Rodríguez de Castro).






En estos días se habla de las Perseidas. Esas estrellas fugaces que parecen desprenderse del cielo a toda velocidad. El verlas caer es todo un espectáculo de belleza. Pero en realidad hay algo de dramático en ello. Lo que se contempla en ese momento, es la muerte. Algo que se convierte en polvo, y que en su último instante, nos regala su más bello brillo. Para poderlo contemplar en todo su esplendor, hay que alejarse de los lugares excesivamente iluminados por luces artificiales.

Ayer estuve viendo el programa Millenium en la segunda cadena de la televisión pública. Me quedé porque, por casualidad, me había enterado que el tema del programa de ayer era: La Deshumanización.
Entre los invitados del programa, todos ellos, personas de amplio conocimiento, (había una historiadora, un científico, un humanista), estaba Lluis Duch un teólogo y antropólogo, además de religioso. Se definió como un defensor del espíritu crítico. Entre otras cosas dijo que había que estar alerta de ciertas sombras perturbadoras tales como los totalitarismos.  De ahí, declaró, la importancia de defender las Humanidades, que se han ido haciendo desaparecer en favor de conocimientos más técnicos. Y defendió valores como la tolerancia y la ética.

Hace unos días me encontré en una céntrica calle de Burgos a dos jóvenes de Greenpeace con los que estuve intercambiando opiniones. Me hablaron de los lugares donde miembros de esta organización estaban haciendo oir sus protestas, en contra de todos los abusos y ataques por parte de políticos de diferentes ideologías, y multinacionales,   que están destrozando la naturaleza, y la salud de muchas personas que habitan este planeta. Entre otras cosas me informaron de lo importante que es que la gente haga oir su voz. De lo importante que es unirse en las protestas pacíficas para que el poder, que al fín y al cabo, en países como el nuestro,  se lo hemos dado nosotros, no se ejerza con abuso.
Me hablaron también de las dos reformas legislativas que ha puesto en marcha nuestro Gobierno para limitar la protesta pacífica. Y me dieron una revista de su organización, que he estado leyendo con interés.

Cuado vi el programa de la dos arriba mencionado, me acordé de estos dos jóvenes. De su ilusión, de su coraje. Me acordé de la gente que, como ellos, en lugar de estar en sus casas cómodamente sentados viendo una peli, o en la playa tomando el sol, están a pie de calle o en un barco, recorriendo lugares donde los poderosos se han pasado por debajo de la nariz, leyes como la Ley de Costas. O colgando alguna pancarta reivindicativa en algún edificio. Y pensé que había hecho bien en escucharles y hacerme socia de Greenpeace. Porque la conservación de este planeta por la que ellos están luchando, también es cosa mía. Y aunque yo ya no esté para colgarme de ninguna fachada, ni pueda ir con un barco de un lado a otro, porque el navegar me marea, puedo ayudar de otra manera. Uniéndome a ellos, uniéndonos a ellos, seremos uno más, y otro, y otro... Y muchos unos, harán un todo más fuerte.
Y me acordé de lo que había dicho el señor Duch, de lo importante que es defender valores como la tolerancia y la ética, de lo valioso que es tener un espíritu crítico, de lo necesario que es el Humanismo.  Para no acabar siendo como esas luces artificiales, que no dejan ver la belleza del brillo auténtico de las estrellas.

viernes, 8 de agosto de 2014

F U E G O

"FUEGO"
De Félix Ziem


Ayer en Burgos llegamos a los 30º de temperatura. Eso me hizo recordar una frase que siempre decía mi padre, cuando llegaba a casa en uno de esos días a los que al agotamiento del trabajo diario, se le había añadido una temperatura demasiado alta para su naturaleza de hombre del norte.
Hoy es un día criminal -decía-. Cae fuego.
La primera vez que vi un verdadero fuego de cerca, fue en Galicia. Los bosques gallegos están llenos de eucapliptos. Unos árboles que además de aportar un olor peculiar al aire, refrescándolo, tienen la desdicha de arder como antorchas. Y eso bien lo sabían los que se dedicaron a quemar más de un bosque de esa zona.
Estábamos en casa de una de mis tías, cuando alguien gritó: ¡Fuego!. Salimos corriendo y al fondo del paisaje,  del bosque que estaba más allá del maizal de mi tía, surgían unas enormes llamas, envueltas a veces en humo gris, a veces negro.
Me quedé mirándolo, como hipnotizada. No veía sólo las llamas. Veía sus colores. Afortunadamente los bomberos pudieron sofocar el fuego, y no llegó a alcanzar ninguna casa. Aunque el paisaje quedó destrozado.
No sé si ha sido el calor de estos días lo que me ha hecho volver a recordar esas imágenes. Entonces me he puesto a buscar poemas que hablasen del fuego, de los colores en el que éste se despliega como una paleta de un pintor. Y me he acordado de dos poetas: Rafael Alberti, que en su libro "A la Pintura", dedica varios poemas a los distintos colores: "Verde",  "Amarillo",  "Rojo", "Negro". Y otro poeta que un buen amigo me descubrió, y a cuyas composiciones vuelvo una y otra vez, Fermín Heredero Salinero,  en cuyo libro "Al Son de Tu Llamada" incluye un poema titulado, precisamente, "Fuego". Y se me ha ocurrido que podía hacer una especie de diálogo con los poemas de ambos escritores, sacados de los libros que les he indicado anteriormente. Y de esa "mezcla", me ha quedado esto que ahora les muestro:


13 Aunque soy verde, tengo
muchas veces el alma de amarillo.
 
14 Cuando sueño ser gris le quito un poco
al negro y al azul de su hermosura.
 
18 El verde solitario de la muerte.
 
 
*Lengua que siegas todo cuanto lames,
persigues el olvido y el destierro
del agua y su condena, mas tus huestes
se aplacan y calcinan en su cerco.
 
 
30 Me tuesta el ocre. El rojo
me excita y me suspende hasta la altura
naranja de la llama.
 
31 El amarillo cromo, satinado.
 
32 Un  ordenado esférico amarillo
naturaleza muerta.
 
 
*De la tierra en su vientre te cobijas
y surges congregado lo estruendos,
arrasando la faz de quien te aguarda,
moldeando su imagen y su gesto.
 
 
5 Me llamo excitación, cólera, rabia,
estallido del día de la ira.
 
6 Me violento y subo
hasta de pronto reventar en sangre.
 
10 Pluma en alas de Luzbel, ardiendo.
 
 
*Y así, cuando tu llama unce la muerte,
renace un nuevo ciclo de tu incienso
y tú mueres también en brazos mustios
 de aquello que mataste con tu vuelco.
 
24 El alma negra junto al rojo, en llamas.
 
 
*No esgrimes la guadaña con que el hombre
te contempla, ni cubre un velo negro
tu semblante, ni siempre deja luto
tu presencia, ni ardor, ni cruz, ni duelo.
 
 
26 Tú eres la luz con antifaz. Lo quitas.
Pero sus ojos siguen siendo negro.
 
 
 
Ahora que visitamos más los bosques, cuidémosles. Son nuestros pulmones. La herencia que nos dejaron los que pasaron por aquí antes que nosotros. Y tenemos la obligación de cuidarlos, para que los que vengan detrás, puedan encontrárselos, como poco, igual que los hemos encontrado nosotros. Destrozar la naturaleza por descuido o por especulación a la larga, no es rentable.
Esta entrada se la dedico a la gente que tiene como profesión y, a veces como pasión, cuidar de nuestros bosques.



Los versos señalados con este símbolo (*), pertenecen al poema "Fuego", sacado del libro "Al Son de Tu Llamada" de Fermín Heredero Salinero.
Los que tienen un número, están sacados de los poemas dedicados a los colores: Verde, Amarillo, Rojo y Negro, del libro "A la Pintura" de Rafael Alberti.

martes, 5 de agosto de 2014

LOS CUADROS ESCRITOS



"UNA VISTA DE TOLEDO"
De El Greco



Como en mi entrada anterior les di reseñas de una autora y un libro que ya había leído hacía tiempo, me ha parecido que sería bueno darles otra opción de una lectura más reciente.
El libro que quiero comentarles se titula: "El Poeta y El Pintor" de Ana Rodríguez Fischer. El título de este libro me llegó gracias a un comentario que leí en la prensa. A raíz de ese comentario, no se me iba de la cabeza, así que lo busqué.
Para ser sincera tengo que decirles que es una lectura que no me resultó fácil al principio. Tuve que adaptarme al lenguaje de la época. Pero según iba avanzando me daba cuenta de dos cosas: estaba ante el trabajo de una autora culta, que además había creado un historia de ficción llena de belleza y conocimiento, no sólo de literatura. Porque eso es lo que rebosa este libro: belleza y cultura.
La autora relata un supuesto encuentro entre dos artistas: Luis de Góngora y Domenikos Theotokopulos (El Greco, en el libro llamado El Griego). Un encuentro que lo sitúa nada menos que en la ciudad de Toledo, en la primavera del año 1610.
La novela empieza relatándonos el viaje que Góngora hace hasta esa ciudad. A través de ese recorrido en el espacio, vamos conociendo más al escritor, y por medio de la información que éste va obteniendo de El Greco, también nos va abriendo una ventana hacia la personalidad del pintor.  Pero a la vez conocemos la situación social, religiosa, política e incluso económica de la época.
Cuando ambos personajes se encuentran y van abriéndose en las conversaciones que tienen, se dan cuenta de que cada uno, en su forma de expresión, está buscando lo mismo.
Hay varias páginas en las que la autora a través de los ojos y la voz de Góngora, que va mirando los cuadros y bocetos que El Greco le va enseñando, nos pone al alcance esas maravillas pictóricas. Y les juro que se pueden ver a través de la palabra, con todo detalle. Cuadros como el del rapto de Proserpina, hija de Júpiter y de Ceres, o el de San Martín de Tours y El Mendigo.
Las reflexiones que llevan al escritor los cuadros de El Greco, crean un intercambio de opiniones entre ambos hombres que, aunque a veces vean la cosas desde distinta perspectiva, llegan a conclusiones parecidas.
De las páginas 128 a la 131, se habla de la fuerza de los colores. Es simplemente MARAVILLOSO.  Les copio aquí unos extractos para que se les abra el apetito:
"La naturaleza es una palpitación eterna, afirma El Greco. No hay más que fijarse en el arco iris, que no es otra cosa más que la fusión íntima de dos colores". (Página 128).
"El Griego juega con los colores como un niño tantea y va probando hasta ver hacia dónde se derraman, desde la claridad débil del primer rasguño a la densidad última, cuando ya anuncian otro tono y reclaman mezclas y alianzas y transformaciones sin meta ni límite que él aceptará con entusiasmo o rechazará nervioso e insatisfecho para precipitarse de nuevo hacia el fondo del color y arrancarle su secreta armonía. Y así hasta el agotamiento. Hay desgarro y nostalgia en ese empeño, impulsos insensatos, lazos desatados que se reanudan y cadenas rotas que se restauran, contradicciones y contrastes. Es una desarmonia fecunda en la que hay choque e imposición y dominio y realce y freno, pero nunca hay renuncia".
La contemplación de esos colores dará pie al escritor a evocar algunos de sus versos: "el rojo paso de la blanca Aurora... claveles del abril, rubíes tempranos... fuego que su humo envía al ámbar  su llama al oro... oro bruñido el sol relumbra en vano...".
Como artistas que son, son rompedores de viejos moldes. Hombres que no temen expresar lo que piensan, y eso, ellos lo saben, tiene su precio. Ya lo dice El Greco:
"Tener personalidad es poder elegir".
"Hay que afirmarse a través de las rivalidades polifónicas, salirse del orden y desoír  las viejas reglas para que nazca una belleza nueva y no marchita, una obra que nos sorprenda y nos conmueva. Hay que caminar por lo difícil, azuzar el ingenio y adentrarse en la oscuridad.
Y caso que fuera error; aún podremos holgarnos de haber dado principio a algo, pues es mayor gloria empezar una acción que consumarla". (Página 119).


Aprovechando que es verano, hagan un viaje a la ciudad de Toledo a través del tiempo. Vayan con "El Poeta y El Pintor", disfruten de la belleza en todas sus expresiones. Quizás no vuelvan más morenos, pero seguro que volverán un poco más sabios.

domingo, 3 de agosto de 2014

EL INICIO


"LA BIBLIOTECA EN ANYHOE"
De Julia Cartwright




Todo tiene un principio. Todo tiene un comienzo. Un chaparrón empieza por una gota. El desierto empezó, posiblemente, por un grano de arena, y así sucesivamente.
Hoy he estado recordando cómo empezó a ser lo que es hoy, mi pequeña biblioteca. En qué preciso momento la única estantería de dos baldas que tenía en mi habitación, comenzó a hacerse pequeña para los libros que iban aumentando en número.
Si echo la vista atrás, veo a una niña que empieza a comprar sus primeras lecturas en forma de tebeos. El Botones Sacarino, Las Hermanas Gilda, Pepe Gotera y Otilio, Zipi y Zape. Pero mis historias preferidas eran las que acontecían en la Rue del Percebe nº 13. En ese bloque que carecía de fachada, podías colarte y ver lo que ocurría en cada uno de los pisos, empezando por la portería. Había varias historias que eran fiel reflejo de la España de aquellos años y que, ahora, paradójicamente, volverían a estar de actualidad. Como la del vecino que habitaba el último de los pisos, una casa abuhardillada. Era tan pobre, que lo único que a veces se veía dentro de su plato, era la suela de un zapato.
Como me daban muy poca propina los domingos, si quería leer, tenía que bajar la ración de chuches. A más tebeos para leer, menos caramelos y gominolas para comer. Pero a mí eso no me importaba. En aquella época en algún portal cerca de mi casa, había una pequeña tienda o kiosco en el  que vendían desde las golosinas y juguetes que buscábamos los niños, hasta la prensa que querían los adultos.  Allí había oportunidad de cambiar tus tebeos ya leídos, por otros que estaban por descubrir.
Más tarde llegaron "Los Siete Secretos" sobre las andanzas de un grupo de chavales, cuyos veranos estaban siempre llenos de aventuras e incluso peligros. El primer volumen me llegó en uno de mis cumpleaños. A partir de ahí, fui dejando los tebeos y empecé con los libros. Fue entonces cuando la cosa empezó a complicarse, porque mi propina dominguera no subía, pero el precio de los libros era mayor al de los tebeos, y aunque tenía también las lecturas del colegio, a mí no me bastaban porque éstas las veía como una tarea, no como un placer. Fue entonces cuando alguien me habló de la Biblioteca Pública, y allí que fui a hacerme mi carnet.
En uno de esos días, hice con unas compañeras de clase lo del amigo invisible. Yo tuve la enorme suerte de que me tocó una chica que me regaló un libro que cambiaría completamente mi percepción de la vida y de la lectura. El libro se titulaba: "Los Curas Comunistas", de Jose Luis Martín Vigil. Lo primero que me impactó fue el título. Luego, cuando pasé sus páginas de una manera rápida, me sorprendió que no tuviera ningún dibujo o fotografía.  Aún así lo leí. Algo se revolucionó dentro de mí. Después de ese libro, busqué otros del mismo autor.  El "veneno" había entrado en mis venas y ya fue imparable.
Lo siguiente fue buscar más libros, de más autores, de más temas. La propina de los domingos se quedó obsoleta. Así que la Biblioteca Pública fue el lugar donde empecé a saciar mi sed de saber más.
Cuando empecé a trabajar, una ventana al mundo se me abrió. Por fín tenía un dinerillo mío para gastármelo en lo que más me gustara. Y lo que más me gustaba era leer.
Recuerdo que todos los finales de mes, mi madre siempre me decía lo mismo: Ahora que vas a cobrar, aprovecha para mirarte ropa, que vas siempre con lo mismo. Y yo ponía todo mi empeño en hacerle caso, pero una fuerza susperior me llevaba siempre a los escaparates de las librerías, y casi nunca, a los de las tiendas de ropa. En aquellos tiempos, yo era la chica más pasada de moda en su vestimenta y, quizás, la más actual en sus lecturas.
Tanto cuando iba a la biblioteca como cuando iba a las librerías, me dejaba llevar por mi instinto. Eso posiblemente me hizo perder grandes títulos y autores. Pero en contra, me hizo descubrir verdaderas joyitas.
Según iba creciendo, mis tendencias lectoras se dirigían más a los autores contemporáneos que a los clásicos. Esto se debía, posiblemente, a que a los clásicos los asociaba más con la lectura obligada de estudios.
El aprender un nuevo idioma, el inglés en mi caso, volvió a abrirme otra ventana. Empecé a conocer nombres de autores británicos, y en versión original.
En algunos casos no me bastaba con leer los libros, quería tenerlos. No como objeto fetiche, sino para subrayarlos, llenarlos de comentarios en sus márgenes. Leer y releer cada una de las frases, de las páginas que me llenaban la vida de belleza a veces, o de inquietud otras. La inquietud que te crea el hacerte preguntas que te llevan a buscar respuestas, que a su vez te llevan a nuevas preguntas.
Entonces tuve que colocar más estanterías en mi casa. Y según las colocaba, las iba llenando de mis preciadas posesiones: mis libros.
A menudo, cuando he leído entrevistas que han hecho a escritores y confiesan que tienen una biblioteca de tres o cuatro mil volúmenes en su casa, la primera pregunta que me hago es: ¿Los habrán leído todos?
La mía no llega a tanto. Ni puedo, ni quiero que llegue. Para mí lo importante no es acumular títulos en casa, sino algo de conocimiento en mi cabeza.
Ha habido momentos que no he podido leer. Hay días, incluso meses, que la realidad se impone con tal violencia, que no te deja ni aire para respirar. En esos días me ha ocurrido que al acercarme a la estantería para buscar un libro que me aliviara de tanto dolor, lo que me ha producido es una especie de naúsea que me ha impedido leer. O si leía, era incapaz de asimilar lo que entraba por mis ojos. Entonces tuve que ir al principio. Buscar dentro de mí a esa niña que quería leer solamente por pasarlo bien. Y tuve que buscar libros del tipo de  los de la colección "El Barco de Vapor", porque mi cabeza no asimilaba lecturas más fuertes. Como cuando tienes el estómago mal y no puedes comer carne, sólo purés. Pues lo mismo.
Y así ha sido como poco a poco mi bliblioteca se ha convertido en eso, una pequeña biblioteca llena de libros, llena de historias que han ido llenando una vida. La mía.
Es verano. En verano la gente dice que lee más, a mí me pasa lo contario, pero en fín. 
No puedo dejar esta entrada sin recomendarles algún autor, algún título.
Hay una autora que yo quiero recomendar, a la que yo suelo volver,  curiosamente, durante los veranos. Se llama Joanne Harris. Sí, es la autora de la novela "Chocolate". Ya sé lo que estarán pensando, ¡vaya, literatura de verano para mujeres!. No se llamen a engaño. No es nada de eso.
Me gustaría que leyeran la novela "Chocolate" sobre todo aquellos que no la conocen, pero han visto la película. Verán que no tiene nada que ver. A menudo cuando se hace la versión cinematográfica, se piensa en hacer una versión que llegue al mayor número posible de gente. Para ello, se deciden por una versión más o menos "familiar". Lo más agradable posible, lo menos polémica posible. Y si hay que cambiar la historia "levemente", se cambia y ya está. El problema es que esos cambios no suelen ser tan leves para el conjunto de la historia. Porque, no nos engañemos, no es lo mismo que una determinada acción la haga un personaje que la haga otro.
Cuando lean la novela, sabrán por qué lo digo.
Ésta es una autora que es capaz de contar sus historias con un lenguaje sereno. Creando una atmósfera de aparente tranquilidad, pero cuando las vas leyendo,  cuando vas conociendo a lo largo de la novela a sus personajes, te das cuenta que son historias mucho más profundas de lo que en principio parecían, y las psicologías de sus personajes, mucho más complicadas de lo que a priori anunciaban. Y todo ello envuelto, como digo, en un ambiente de aparente tranquilidad.
Quizás les pase como a mí, que después de leer ese primer título, que arriba les recomiendo, tengan que buscar más títulos suyos.
Otro de los títulos que el director de la versión cinematográfica se ha encargado de destrozar, es "Soldados de Salamina" de Javier Cercas. Lean la novela si no la conocen aún, y disfruten de la buena versión de la historia.

Ya que estoy lanzada, les voy a hacer otra sugerencia: Si les interesa el humor corrosivo, como envoltorio de una buena historia, busquen: "Dos Historias Nada Decentes" de Alan Bennett. Se van a tronchar.

viernes, 1 de agosto de 2014

A I R E


"CHICA EN EL BORDE DE UNA CANOA..."
de John La Farge




Siempre me ha gustado acercarme a la orilla del mar o de los ríos. Quedarme quieta escuchando el sonido del agua. Mimetizándome con su lento transcurrir. Todo se detiene. No existen los ruidos, ni la gente.
Me gusta especialmente en esos días en los que el aire se embravece. Aire, agua. Aire... Respirar por cada poro de la piel. Hacer que los pulmones absorvan toda su fuerza, purificándome el cuerpo y la mente.
Cuando me asomo a las aguas cristalinas de cualquier rio, es como si volviera a ver a todos aquellos que formaran parte de mi niñez o adolescencia, en esos días en los que la tranquilidad, era parte importante de nuestra existencia.
Me acuerdo especialmente de mi tía María. Cuando la vi por primera vez ya era mayor. Lo era al menos para mí, desde la mirada de mis diez añitos. Me llamaron la atención sus manos. Grandes. Ensanchadas por el duro trabajo de arañar la tierra para sacarle todo lo que pudiera alimentar. María era la mayor de los siete hermanos que tenía mi madre. Era la más callada. La más tranquila. Cuando nos reuníamos todos, apenas hablaba. Y cuando lo hacía, parecía una de esas mujeres indias, sabias, pero casi invisibles. Su rostro estaba surcado por los rayos del sol.
No sabría decir de qué color eran sus ojos. A veces parecían castaños claros, otras, parecían envueltos en una especie de neblina que les daba un tono gris.
Solía llevar su cabeza cubierta por un pañuelo de tela más bien gruesa, incluso en verano. Atado en la parte de la nuca.
De todos los hermanos, era la única que se había quedado soltera. Un día le pregunté si no había conocido a nadie que le hubiera gustado. Evadió la respuesta con ese arte que tenía para hacer como que no había oído. Así que se lo pregunté a mi madre. Me contó que sí había habido un chico que le gustaba, hacía muchos años, pero su padre había pensado en otra persona para ella. Cuando rechazó la "sugerencia" de su padre, y le dijo a éste que a ella le gustaba otra persona, el padre no dejó lugar a dudas: tenía que casarse con quien él le exigía.
Entonces María se atrevió a hacer lo que muchas mujeres de su época no hicieron, simplemente dijo: NO. Eso la condenó a una vida de soledad, alimentada por la incomprensión, incluso de algunas mujeres, que no entendían que se hubiera atrevido a contestar de esa manera.
Desde que supe de esa historia, la quise y la respeté aú más.  Me parecía una auténtica heroina.
Callada. Con su mirada en alguna otra parte. Su cuerpo algo tullido de aguantar lluvias, fríos y calores, siempre en exceso. Pero valiente, contundente, libre. Sobre todo cuando quería defender una postura.
Todo lo que a mí me atraía del agua,   a ella le espantaba.
Un día me acompañó hasta el río de la aldea porque le dije que quería pasear por ahí. Yo me acerqué enseguida a la orilla, y ella, enseguida, me dijo que no me metiera en el agua. Basta que me lo dijera, para que hiciera todo lo contrario.
-Mira tía, mete los pies en el agua como yo. ¡Está fresquita!.
Ella aterrorizada contestaba:
Sal de ahí rapaza, que el río es muy falso, y puede llevarte.
Y yo venga a incitarla:
-Que no, que me voy a meter, que el agua está muy rica. Ven conmigo.
- * Deixa, deixa.
Y yo me reía al ver la cara de susto que ponía.
Luego me explicó que ese río se había llevado hasta sus profundidades, llenas de pozos, a unos cuantos hombres.
Cuando fueron pasando los años y yo volvía a Galicia sin novio oficial, alguna vez me dijeron: Como sigas así vas a ser como tu tía María.  Y yo pensaba: ¡Ójalá fuera como ella!. Ojalá tuviera como ella, conocimiento de los distintos árboles que poblaban los bosques. Ojalá conociera el nombre de todas las hierbas, como ella los conocía. Y fuera, como ella, capaz de distinguirlas sólo por el olor. Ojalá reconociera a los pájaros sólo por su canto.
Y sobre todo, ojalá fuera capaz de defender mi libertad, como ella, con la valentía de decir NO.
Siempre que me acerco a un rio, veo el reflejo de su rostro en las aguas tranquilas. La veo con sus ojos pequeños, avizores, capaces de ver lo que muchos no captan. Y la veo con su sonrisa socarrona, o con su cara de susto, advirtiéndome: no te acerques a las aguas falsamente mansas,  rapaza, que pueden arrastrarte  hasta sus  hondos pozos, para siempre.
Aire, agua.  Aire... Libertad.





* Deja, deja. (traducción del gallego)