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sábado, 28 de mayo de 2016

TAHÚRES POLÍGLOTAS

La lectura además de ser una fuente de conocimiento, también sirve como rastrillo que remueve imágenes, vivencias u otras lecturas vividas. Eso me ha pasado a mí en estos días de re-lecturas. He vuelto a "Solsticio" de José Carlos Llop. Buscaba un lugar de tranquilidad, de sosiego, y este libro me lo da. Es como leer el diario de un chaval que acaba de volver de sus vacaciones de verano. Un verano que lo pasaba con sus padres en la costa mallorquina.  En su día lo comenté en este blog. 

"El Carro del Tio Junier"
De Henri Rousseau

Hace unos días me enteré por un comentario en la radio, que la BBC ha hecho una serie basada en la novela de Gerald Durrell: "Mi Familia y Otros Animales", titulada "Los Durrell". La pena es que la han puesto en un canal televisivo de pago, canal al que yo no tengo acceso. Es sabido el cariño que la BBC suele poner a las series basadas en obras literarias. Ponen el máximo cuidado en el reparto, los escenarios, el vestuario, y el resultado suele ser de lo más atractivo. En este libro, su autor también nos narra sus veranos junto a su madre y sus hermanos. Veranos que los pasaban en la isla griega de Corfú. Se trata de una novela autobiográfica. El señor Durrell desde pequeño tuvo un gran interés por los animales, lo que le llevó a ser, además de escritor, naturalista y zoólogo. La novela está escrita en un tono irónico que la hace todavía más interesante. Hace una especie de paralelismo entre el comportamiento de algunos animales con el de los miembros de su familia.  El escuchar la noticia sobre la versión televisiva de la novela del señor Durrell, me remontó a su vez a una escena de uno de mis felices veranos familiares.  Era habitual que en alguna de esas calurosas tardes de Agosto, después de la tan venerada siesta, nos reuniéramos alrededor de una mesa de campo, colocada estratégicamente bajo una buena sombra, para jugar a las cartas. Siempre he admirado a esas personas que son capaces de memorizar tanto las cartas que ya han salido, como las que faltan por salir, a la vez que controlan el juego. 
Reconozco que yo soy bastante torpe para disimular si tengo buenas cartas o no. Debe ser porque, en el fondo, nunca me han gustado ese tipo de juegos.
Me puse a la mesa a jugar con ellos. Como una de mis primas, la más pequeña, quería estar conmigo, decidí sentarla en mi regazo para que me "ayudara" en el juego. Así a la vez que la tenía entretenida, le daba su momento de protagonismo.
Estábamos en una de esas partidas en las que el juego estaba muy reñido. Era importante controlar donde estaban los triunfos porque de ello dependía ganar o perder importantes puntos. Una de mis tías estaba preguntándose dónde estaría el caballo que faltaba, (habían salido ya el de oros, espadas y bastos). Faltaba el caballo de copas. 
Mis cartas las sostenía, en forma de abanico, mi pequeña ayudanta. Cogí una nueva carta del montón situado en el centro de la mesa. Era el caballo de copas. Contuve el aliento, intenté no pestañear. Con sumo cuidado coloqué la nueva carta entre las otras que sostenían las pequeñas manos. Justo entonces, en mitad del silencio, se oyó un relincho que parecía salido de la boca de un joven potrillo. Mi tía no perdió la pista que se le acababa de dar, y dijo con un tono de sorna: ahora ya sabemos donde estaba el caballo . Ni que decir tiene que la pequeña tahúr políglota y yo, perdimos la partida.
Gerald Durrell en su novela trata con especial cariño al personaje de su madre. José Carlos Llop en su libro, dedica también uno de los capítulos más bellos, a su madre. Debe ser porque las madres son esa isla, ese rincón lleno de sol, de paz,  al que siempre queremos regresar. 
Les copio aquí un retazo del capítulo titulado "Ella":
"Aunque sepa que en su paisaje de verano -el que se encierra en la infancia y permanece -hay palmeras, frutales, tierras de cultivo sembradas de almendros, acequias y huerto; casa con frescos en la logia, fotografías de grupo familiar, automóvil, grandes estanques y un pozo donde su tío encontró cestos de ampollas de morfina, restos oscuros de su anterior propietario. Ella sabe que la memoria también es una forma de literatura. Como sabe que posee un territorio particular, inaccesible a todos los demás. No ha leído a Virginia Woolf, pero en su interior es dueña de una habitación independiente y propia. Una habitación donde también reside el desapego del mundo".

No dejen de buscar el sol, incluso entre las páginas de un libro.

  

sábado, 21 de mayo de 2016

LAS HOJAS SECAS DE LA PRIMAVERA

Imagen sacada de Internet


Ayer en algunas calles de Burgos había mucha actividad. Idas y venidas de furgonetas llenas de flores. Esta mañana temprano el aire  traía su olor. Todo lo impregnaba  un aroma que parecía transportar también el color de las flores que lo desprendían. 
Se acerca el fin de Mayo. Altas temperaturas, libros llenos de subrayados y esquinas de hojas dobladas. Mayo mes de repaso de apuntes, nervios de exámenes. Las carteras de algunos estudiantes parecen ahora más pesadas. Como pesadas resultan las prendas de abrigo. Mes de Mayo y las golondrinas ya han llegado. Como todos los años nos anuncian el verano que está, como quien dice, a la vuelta de la esquina. Los mirlos, tempraneros como ellas, hacen de agradable despertador anunciando que amanece.
Todos los años se repiten, como un ritual,  los cambios del paisaje. La tierra se cubre de verde. Las flores extienden, en un ejercicio de explosión, los vivos colores que han estado preservando del frío invierno.
Esta mañana temprano la ciudad olía a flores y a poco que mirases a tu alrededor, descubrías alguna de ellas colgadas de fachadas de antiguos edificios. Otras, colocadas en forma de centros de jardín zen alrededor de alguna que otra fuente.
En un céntrico paseo de la ciudad había también una exposición de múltiples colores. Éstos impresos en papel con forma de libro. Es la Feria. Los libreros exhiben desde sus casetas, aquellos títulos que creen pueden ser atractivos para cualquier persona con ojos avizores de lector. 
Escritores que esperan que se acerquen a ellos "fans" de su obra literaria, o posibles futuros admiradores que han comprado ese primer título para intentar conocerles a través de su historia escrita.
Esta tarde he estado paseando por la Feria del Libro. De una de las casetas he visto que salía un conejo que perseguía a un reloj, ¿o era al revés? y que decía que llegaba tarde, siempre tarde.
En otra se asomaba la figura sombreada de un Quijote por el que parecía no haber pasado los años. Desde un templete salía la voz de una mujer que escenificaba, verbalmente, un cuento para los niños que tenía frente a ella. Todos parecían atentos, con ganas de colaborar cada vez que la mujer les pedía que repitiesen alguna de sus frases. Y lo hacían, a grito pelado, con todas las fuerzas de sus pequeños corazones.
Jardines urbanos, pájaros, libros. Mes de Mayo. Luz, calor, colores, olores. Gente, mucha gente. La ciudad  llena de vida. 
Esta mañana temprano una leve y fresca brisa traía consigo olor a flores. El aire perfumado se ha llevado el resto de los tonos otoñales. Las únicas hojas secas que se ven, son las de los libros. Libros llenos de historias que esperan volver a tomar vida a través de la mirada de los curiosos y apasionados lectores.

sábado, 14 de mayo de 2016

MAR DE DUDAS

Imagen sacada de Internet


Aprovechando que esta noche parece que en mi casa nadie quiere dormir, me he puesto ante el ordenador y he buscado por Internet "imágenes de gente feliz". Al apretar el ratón me han salido varias, entre las que he elegido la reproducción del cuadro que encabeza esta entrada. La pintura me ha llevado al blog de la artista que lo ha hecho: Watermarycolors.
Si he elegido esta pintura es por la luz que en ella hay. Luz y movimiento. Es decir, vida. En ella podemos ver tres personajes: dos mujeres y un hombre. La primera fémina se cubre con una sombrilla blanca. Su brazo izquierdo separado del cuerpo y el movimiento de la tela de la falda de su vestido hacen pensar que se está dejando llevar  por el viento, como una especie de  Mary Poppins. La segunda mujer, a quien preserva del sol el hombre que está detrás de ella, con una sombrilla, parece más apegada al suelo, quizás por el propio peso de la caja que porta. Los indiscretos rayos del sol que se han posado en la parte inferior de su vestido, dejan al descubierto la forma de sus muslos.
Centrándome en el mar que se ve al fondo, me ha dado por pensar el significado tan diferente que puede tener algo según para qué personas. Para los tres personajes de esta pintura el mar es sin duda, agradable, bello. Para los emigrantes que salen de sus países en pateras buscando una oportunidad en otro lugar, ese mismo mar puede ser una amenaza, un peligro al que tienen que enfrentarse.
Siempre me he preguntado si el fin de la vida, como decían los antiguos pensadores griegos, es la felicidad del hombre, por qué hay tanta gente infeliz en el mundo. Quizá sea porque la vida no otorga siempre aquello que se desea, o quizá porque sí lo hace. 
Si preguntáramos a varias personas qué es para ellas la felicidad, cada una nos diría una cosa diferente. Lo mismo sucedería, supongo, si les preguntáramos qué es para ellos la vida. 
Una de las cosas que más me llama la atención es el apego que algunos tenemos a la vida, incluso en los momentos más difíciles, más duros. Y eso les sucede incluso a aquellos que dicen que todo es una mierda.
Desgraciadamente durante ya mucho tiempo los noticiarios nos informan de la, cada vez más, complicada situación de los cientos de miles de refugiados que vagan de un lugar a otro del planeta porque ningún país quiere acogerlos. Son personas que lo han perdido todo, que son rechazados en todos los lugares hacia donde se dirigen. Sólo encuentran fronteras, barreras, muros que les impiden acceder a un lugar porque otros se creen los dueños de él. Sin embargo, no pierden la esperanza. Siguen caminando, buscando. No se rinden. ¿De dónde sacan la fuerza? Supongo que del único lugar donde pueden encontrarla: del amor a la vida. 
En la otra punta están los que se quieren ir, como es el caso de aquellos a los que  una enfermedad les hace insoportable la existencia. Éstos lo tienen mucho peor porque nadie les escucha. En cuanto alguien pide la muerte, siempre hay un equipo cerca dispuesto a ayudarle a que viva lo más posible, a alargarle la agonía. Si el enfermo en cuestión es joven, se alega que está depresivo o incluso loco. Si es mayor, se dice que pide la muerte porque está senil.
¿Por qué a los que quieren vivir, a los que intentan encontrar, aunque sea lejos de su lugar de nacimiento una nueva oportunidad, no se les ayuda y sin embargo, a los que deciden que no quieren o no pueden dar un paso más, se les obliga a seguir caminando? ¿Por qué tanta tenacidad , o debiera decir hipocresía, en darle a la gente justo lo contrario de lo que pide, dando por hecho que son incapaces de saber lo que quieren?
Si el fin de la vida es la felicidad, ¿no debería ser cada cual quien eligiera su camino a esa felicidad? Y en el caso de que la vida le haya arrebatado la oportunidad de serlo, ¿no debería ser también cada cual quien decidiera si quiere seguir sufriendo o no?
Quizá estos pensamientos sean demasiado profundos o complicados para la noche de un sábado. 
En todo caso, los tres personajes del cuadro que he elegido para encabezar todos estos pensamientos, están ajenos a mis elucubraciones. Ellos sólo tienen mar, aire y sol. Y quizá también buena compañía. En esas circunstancias ¿qué clase de tonto se pararía a reflexionar filosóficamente sobre temas tan aburridos?
Mar, aire, sol  y, buena compañía... ¿se puede pedir más a la vida? Pues sí, que quiten barreras para que aquellos que quieran seguir andando puedan hacerlo. Igualmente para aquellos que hayan decidido no dar ni un paso más. 

domingo, 8 de mayo de 2016

EQUILIBRISTAS

"CLASE DE BALLET 1881"
De Edgar Degas



Siempre he admirado a los bailarines de ballet. Son una especie de equilibristas sobre las puntas de sus pies, con la dificultad añadida de hacerlo guardando una estética. Cada movimiento además de precisión, tiene que ser realizado de una manera bella. 
Muchos son los que empiezan ya desde niños, normalmente por decisión de los padres. De ésos algunos descubrirán que realmente les gusta, otros acabarán dejándolo. Hay que reconocer que tiene que ser duro, sobre todo cuando se va avanzando. Ensayos, posibles caídas, alguna que otra fractura. Pero cuando hablas con alguno de ellos, no te mencionan esa parte, hablan con ilusión de lo que están aprendiendo y hasta dónde quieren llegar. Incluso te mencionan algún bailarín ya consagrado al que querrían parecerse.
Al contemplar el bello cuadro de Degas, me ha venido a la mente la hija de unos familiares que, con a penas seis añitos, comenzó a dar clases de ballet. Me gustaba mirarla mientras bajaba las escaleras. Solía ponerme detrás de ella sólo para poder contemplar con qué arte lo hacía. Extendía su corta pierna, luego estiraba su pequeño pie, dejándolo en el aire durante unos segundos y lo posaba después, con tanto cuidado, que parecía caminar sin tocar el suelo. El cuerpo erguido. La cabeza en alto, mirando al frente, los brazos un poco separados del cuerpo. Era como un pequeño cisne en su plenitud. Cuando se integraba al grupo de los que la acompañábamos, parecía aterrizar de un lugar inalcanzable para nosotros. Allí sólo podía estar ella y los que como ella, eran capaces de levitar.
En la danza, como en la vida, lo difícil es mantener el equilibrio.

Hace unos días, por casualidad, descubrí una serie en la Sexta titulada "Merlí". Éste es el nombre de un profesor de filosofía en un instituto, papel muy bien interpretado por el actor David Solans. 


"Merlí"
(Imgen sacada de Internet)

Un profesor bastante atípico que revoluciona a sus alumnos con su peculiar estilo de dar las clases. Él despierta sus mentes pensantes, aunque para ello tenga que remover viejas doctrinas, viejos miedos. 
Parece de carácter tosco. Casi siempre va ceñudo por la vida, pero en cuanto se le trata, aparece el hombre comprometido, honesto que es. Capaz, incluso, de esbozar una sonrisa.
Su verdadero problema es que no tiene miedo a decir lo que piensa y eso, en un principio, choca en sus alumnos, aunque con quien realmente le enfrenta es con los padres que, a su vez, le enfrentan a sus superiores con sus quejas.
El señor Merlí está en las Antípodas de los bailarines de ballet. Él no camina posando levemente sus pies, lo hace con tanta firmeza y seguridad, que parece que quisiera aplastarte. No se para en estéticas, tiene la suya propia. Pero cuando habla, en cada palabra que dice hay mucha verdad.
Los jueves a las 22,30. No se lo pierdan.