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jueves, 27 de febrero de 2014

¡ C A R N A V A L!





Frente a lo que la mayoría cree, el carnaval no es para vestirse de tal o cual personaje, sino para desnudarse. Para quitarse de encima el disfraz que llevamos puesto el resto del año. Para hacer caer las máscaras múltiples que nos ponemos al salir de casa cada día, y dejar que salga nuestra verdadera personalidad. Porque, seamos sinceros, ¿quién no se ha puesto alguna vez sobre la boca una sonrisa que no le apetecía en un momento concreto esbozar? ¿hay alguien que pueda afirmar que siempre lleva puesto lo que le apetece, que nunca ha tenido que "vestirse" como obligaba la ocasión?
¿Cúantos de nosotros podrían decir que son quienes quieren ser, las veinticuatro horas del día? Pues eso es el carnaval. Un  streptease en toda regla. Y en ese desnudarse unos sacan la fiera que llevan dentro, otros, su lado más sensible. Los hay que aprovechan el maquillaje para reirse de todo lo que se menea. Y los que se pintan una lágrima sobre el rostro, como símbolo de la tristeza que les ha estado anidando dentro.
Las calles parecen un patchwork de múltiples colores.
Todo es movimiento. Saltos, risas, bailes.
Por aquí aparece una marquesa. Por allí, un león de impresionante melena. Apoyado en una farola vemos a Superman, deseando quizás  que se despeje la plaza, para alzar el vuelo. Y controlándolo todo, está doña Parca. Con su  guadaña bien afilada, esperando que algún descuidado le mire a la cara, le reconozca, y del susto, se valla con ella al otro barrio.
Cada uno lleva el disfraz que puede y como puede. Todo vale. Para lo único que hay que tener profesionalidad es para llevar la máscara. Llevarla con tanta naturalidad, que parezca nuestro propio rostro. De eso quienes mejor saben son los miembros de la clase política. Aunque bien podrían decir que ellos nunca han usado una máscara. Y no mentirían. De lo que ellos hacen uso cada día es de más cara. Y de la dura, además.
¡Feliz Carnaval!.

domingo, 23 de febrero de 2014

CIUDADES MUSEO





Hace unos días una amiga me decía:
-Estamos en la era de la cultura de la nada. Nos están vendiendo el vacío, a precio de obra de arte. 
Y pensando luego a solas, me dí cuenta que tenía razón. Pero no sólo en cuestión de arte, sino en todo lo que debiera estar al servicio de la gente. A poco que uno se fije en la transformación de la ciudad donde vive, se da cuenta de que muchos cambios que se han hecho, han sido a espaldas de sus habitantes, más bien diría yo, que se les ha ignorado completamente. Como si las ciudades fueran museos donde cada uno de sus elementos estuvieran de mero adorno. Como algo merecedor de una eterna contemplación y no para uso y beneficio de las personas que habitan esas ciudades, que sería lo lógico. A veces da la impresión de que los profesionales encargados de esa transformación dan por hecho que las ciudades que están transformando están vacías. Y así desde que a nuestras autoridades incompetentes les diera por rehabilitar nuestras calles,  se ha dado una situación que no sé si definir como surrealista.
 Centrándome en la zona del casco viejo de mi ciudad como ejemplo, empezaron por las casas. Es verdad que había que mejorar elementos, como tejados que estaban ya en malas condiciones, o quitar cableado que además de antiestético no era bueno ni para la salud. Además se arreglaron y  pintaron las fachadas. Y, ¿a quién no le gusta ver su casa pintadita y arreglada? Pero eso tenía un precio. Y no me refiero sólo al económico, que ha sido bastante considerable. Al empezar a quitar elementos, anularon algunos que sí eran necesarios, como por ejemplo los tendederos para poner a secar la ropa recién lavada. Aprovechando que mucha gente había solicitado ayudas oficiales para la rehabilitación del edificio donde vivía, se decretó por ley que una vez rehabilitadas las fachadas, no se podía colocar ningún tendedero. Esta ley hubiera estado bien si se hubiera dado otra alternativa, sobre todo para las casas que no tenían patio interior donde poner a secar la ropa. Pero como dan por hecho que en las casas no vive gente, no se les ha pasado por la cabeza tener en cuenta este detalle. Convirtiendo algo como la rehabilitación de un edificio, que debería hacerse para mejorar la calidad de vida de los que habitan dicho edificio, en una pesadilla. Ahora esos ciudadanos tienen que tender la ropa mojadita dentro de sus casas. Con lo cual tienen la humedad en sus viviendas y, además, el tener el tendedero en el interior, les quita espacio que debería estar a disposición del habitante de la vivienda.
Los que ignoran todo esto se limitan a la contemplación,  y así ya tenemos grupitos de gente que se dedica a visitar nuestra calle, como si de una nueva exposición pictórica se tratara. Y se les oye repetir hasta el aburrimiento:
- ¡Oh, qué bonitas fachadas!, ¡Oh, qué colores tan bonitos!.
Pero es que en las calles, la cosa no mejora. Según se iba transformando el aspecto estético de las mismas,  iban reduciendo los elementos al servicio de los ciudadanos. Ahora tenemos calles con un suelo nuevo y brillante, pero que cuando llueve o hiela resbala como una pista de patinaje. Si la calle además tiene cuesta, se pueden imaginar lo que es bajar y subir por ellas y, si usted necesita muletas o una silla de ruedas, mejor ni se le ocurra pasar por esas calles.
¿Se han dado cuenta de la cantidad de asientos públicos que han quitado? Los que han puesto nuevos, los han colocado en sitios donde no hay ni una sombra. Será para que cuando el ciudadano de a pie se siente en una de esas tardes de verano de treinta y tanto grados de calor, se quede bien tostadito. Imáginese en el caso de las personas mayores que necesiten sentarse cada pocos metros. Pero como las personas mayores tampoco existen ...
Y de las nuevas estatuas que han ido salpicando por doquier ¿qué me cuentan?  Para algunas de ellas, como la de la foto que adorna esta entrada y que he sacado de internet, sí que han tenido la consideración de ponerlas debajo de una de las pocas sombras que hay en la ciudad,  será para que no le dé una insolación.
En cuanto a las fuentes públicas, ¿me  quiere alguien explicar para qué sirve una fuente que no da agua? De esas hay unas cuantas en mi ciudad.
Se emocionaron tanto rehabilitando edificios y fachadas, que se atrevieron incluso con los edificios antiguos. Para lo que han hecho con la fachada del Palacio de Justicia aquí en Burgos, no tengo palabras.
Y puestos a hacer obras, tiraron el edificio antiguo de la Biblioteca Pública, y ahora tenemos uno nuevo, cuya fachada ignora totalmente el concepto de armonía con todo lo que le rodea. Se emocionaron tanto a la hora de romper y romper, que cuando tuvieron que reconstruir se les olvidó algún que otro detallito. Por ejemplo, volver a poner, al menos, el mismo número de plazas para que los estudiantes pudieran quedarse en la biblioteca. Plazas que han reducido considerablemente. Claro que bien pensado, ¿dónde se ha visto una biblioteca pública que permita a la gente sentarse a estudiar?
Otro nuevo edificio emblemático donde los haya es el Hospital Universitario de Burgos. Edificio que prometía muchas más camas que los antiguos hospitales, y se ha quedado en eso, en una promesa que nos ha costado un ojo de la cara a los ciudadanos. Ojo que puede ir a pedir que le repongan al servicio de Urgencias de dicho hospital. Claro que la espera puede ser eterna.
Y si me permiten seguir con el tono irónico, para ceguera la de los que han premiado a los arquitectos que han rehabilitado alguna de las calles de mi ciudad.
Como doy por hecho que soy una más de esos ciudadanos que no habitan las ciudades, lo único que me queda es unirme a ese coro de peregrinos locales que he mencionado al principio de esta entrada, y repetir con ellos al unísono:
¡Oh, qué bonitas fachadas!, ¡Oh, qué bonitos colores!.

jueves, 20 de febrero de 2014

EL PRECIO DE LA IGNORANCIA

LA ESTUDIANTE
DE MARIA DIXON




Hace un tiempo vi un documental en el que se contaba una historia que, todavía hoy, llevo tatuada en la retina. Se situaba en una aldea de Africa, donde habían estado grabando la vida cotidiana de las mujeres que vivían allí. Se pueden imaginar que la vida de estas mujeres era todo menos fácil. Además de cuidar de los hijos y de la casa, que incluía una larga caminata diaria para conseguir un poco de agua, se dedicaban a labrar el pequeño trozo de tierra que tenían, intentando arrancar con sus manos, el poco alimento que ésta les daba. La historia se centraba en una de ellas. Después de un duro trabajo para conseguir, pongamos por ejemplo, unos granos de maíz, la mujer iba a venderlos. El que solía comprarle el fruto de su duro trabajo, se encargaba de hacer la operación. Y lo hacía, más o menos, de esta manera:
-Hoy me has traído cuatro kilos de maíz, a tres chelines, son siete chelines en total. ¿Estarás conforme? Ya sabes que yo no voy a engañarte.
La mujer respondía con una leve gesto de afirmación con la cabeza. No podía hacer otra cosa porque desconocía los números y la letras. Era analfabeta.
Cada vez que vendía su pequeña cosecha, lo que hacía en realidad era regalarla.
No quiero ni pensar cómo continuaba la historia, cuando la mujer llegara a su casa con los siete chelines, en lugar de los doce que debería llevar, y se lo dijera al marido.
Casi le venía  a cuenta no sembrar más. 
Estarán pensando que eso es algo cotidiano en un país del, tan mal denominado, tercer mundo (como si dentro del planeta tierra hubiera dos planetas más). Pues resulta que el tercer mundo debe andar más cerca de lo que pensamos.
Hace unos meses, una señora me paró en una de las calles de mi ciudad, una ciudad situada en el continente Europeo, ya saben, el primer mundo, para pedirme que le indicara dónde había una farmacia. La mujer, europea, que rondaría los cincuenta años, antes de que pudiera responderle, se acercó a mí un poco más, y con tono de voz entre tímido y vergonzoso, me dijo:
-Es que no sé leer.
Le indiqué dónde había una farmacia, justo a sus espaldas. Y le dije que una manera de identificarlas era por la cruz de color verde que tienen todas en su fachada.
La mujer se despidió agradecidísima.
Una de las novelas que más me ha impresionado en mi vida es "El Lector" de Bernhard Schlink.
Para los que aún no la conozcan haré un pequeño resumen.
Se sitúa en Alemania. Un estudiante adolescente conoce, por casualidad, a una mujer ya en la treintena, de la que se siente inmediatamente atraído. Acaban haciéndose amantes. Lo que a él le atrae de ella es su belleza, lo que a ella le atrae de él, además de su físico, es que sabe leer. Y en cada una de sus citas, ella le pide que le lea cualquier libro que tenga a su alcance. El muchacho ignora que ella es analfabeta, y un día le pide que le lea algo como él ha estado haciendo hasta entonces para ella. La mujer, muy hábilmente, se escabulle de esa situación, y siguen cada uno en su papel.
 Un día dejan de verse.
Cuando el nazismo se apodera de parte del mundo, la mujer, que trabajaba como revisora en el tranvía, acaba sirviendo al sistema en un campo de concentración, como vigilante de las prisioneras. Pero algo ha surgido en su interior. Ha conocido el veneno de la palabra escrita. Necesita su dosis de literatura diaria y a falta del amante, no se le ocurre mejor manera de seguir pudiendo disfrutar de esos momentos de éxtasis que las historias leídas en alto le proporcinaban, que pedirles a las propias prisioneras que, durante su turno de vigilancia, lean para ella.
Al final de la guerra, siendo Alemania derrotada, la protagonista de esta historia tiene que enfrentarse con lo que ha hecho, y es encarcelada, mientras espera a ser juzgada.
El muchacho, convertido ya en un hombre, se entera del juicio y asiste a él. Cuando ve a la mujer que fuera su amante, aparece en él un doble sentimiento. Por un lado, aún parece haber alguna brasa del fuego que ella encendiera en su corazón hace años. Por otro, el paso de esos años y el tiempo en la cárcel, han dejado huella en el cuerpo de la mujer, convirtiéndola en una vieja.
Me llamó poderosamente la atención el hecho de que ella no intenta utilizar al que fuera su amante, para que le saque de la situación. Lo único que le pide es que vaya a visitarla. En su pensamiento siguen los momentos de lectura, que aún estando en la cárcel, quiere recuperar.
Para él ya nada es lo mismo. La que fuera su objeto de deseo y pasión, ahora le produce un sentimiento de rechazo, incluso de asco. Y no atreviéndose a decirle que no va a verla más, empieza a enviarle cartas a la cárcel.
Ella vuelve a sorprendernos. Utiliza las letras, las palabras, las frases escritas en las cartas de su antiguo amante, para iniciar el aprendizaje de la lectura de forma autodidacta. Y lo consigue. Consigue aprender a leer.
¿Quieren saber cómo acaba esta historia? Busquen la novela en la biblioteca o en alguna librería, y léanla. Dejen que el veneno de la buena literatura se apodere de ustedes. Hagánse adictos a los buenos libros. No deterioran la salud, al contrario, fortalecen la mente y aligeran el cuerpo. Será como levitar. Aunque estén encerrados en cualquier situación difícil, se sentirán libres.
Y si tienen oportunidad de leérselo a alguien que no sepa leer,   no duden en hacerlo. Los buenos libros hay que compartirlos. Seguro que esa persona buscará la forma de poder disfrutar por ella misma, de ese elixir que es la buena literatura. Y si no es así,  siempre pueden echarle una mano. Sólo hace falta un papel, un bolígrafo, y un libro. Se empieza con las vocales, luego las consonantes. Se van haciendo combinar unas con otras para formar sílabas. Con éstas construyan palabras. Mezclen estas palabras hasta hacer frases. Cuando hayan conseguido que pueda leer unas cuantas frases, sumerjánle en un primer libro y, ya no habrá quién le pare.

sábado, 15 de febrero de 2014

EL ENGAÑO





Siempre he pensado lo fácil que es engañar a la gente. Y mucho más fácil engañar a toda una sociedad. Basta con extender una idea resumida en una frase sencilla, para que no se olvide fácilmente, dejarla caer entre los miembros de una generación, esperar a que éstos se encarguen de extenderla entre sus descendientes, como si de un mantra se tratara y, ya tenemos a varias generaciones atadas a esa idea, que en la mayoría de los casos sirve para esclavizarles en cuerpo y mente. Una de las que más me han molestado, por lo letal, es esa de : "Primero el deber, luego el placer". Pasados los años, la he comparado con esa otra, nacida de una mente retorcida, como no se ha conocido otra posteriormente. Ésa que decía: "El trabajo os hará libres".
Recuerdo de niña, alguna tarde que estaba jugando, y mi madre me llamaba diciendo que tenía que ayudarla con alguna labor de casa. Yo le contestaba diciendo que me dejara jugar un poco más. Era entonces cuando me soltaba la frasecita de marras. Y encima, como broche de oro, me decía aquello de : Ya tendrás tiempo de jugar más tarde.  Y así una y otra vez, y ese "más tarde", no llegaba nunca. Cuando me di cuenta, ya se me había pasado la edad de jugar, y entonces la frase adquiría mayor fuerza, pues ya era una persona adulta, de la que no se podía esperar otra cosa que cumpliera con mi deber en cada momento, posponiendo siempre el placer, el disfrute. En suma, el vivir.
Pero lo que más rabia me daba era ver que había niños que sí podían estar todo el rato jugando. Niños a los que nadie les imponía el deber como algo prioritario.  Niños a los que se les dejaba ser eso: niños.
Crees que al hacerte adulto la cosa va a cambiar, pero ¡qué va!. Si hay algo de lo que pueden presumir los que se consideran "maestros" de los demás, es su tenacidad. Y así nos encontramos, en mi caso, que estando sentada leyendo un libro, siempre había alguien que me soltaba: "Ahora que no estás haciendo nada, podías echarme una mano en ésto".
El leer un libro ¿es no estar haciendo nada? ¿por qué consideran algunos que lo que ellos tienen que hacer, es más importante o interesante que lo que están haciendo los demás? La respuesta es muy sencilla: porque están tan bien adoctrinados con ciertas ideas, que exteriorizan en las frasecitas a las que hacía anteriormente mención, que no les cabe la menor duda de que eso debe ser así y punto.
Claro que en ésto como en todo, siempre hay alguien que rompe las normas. Para eso están precisamente.
Recuerdo, también de la época de mi niñez, que hubo algún caso de hombres que se iban a por tabaco, y no volvían. Olvidaban sus deberes de esposo y padre de familia, y se largaban a un destino desconocido. Las lenguas viperinas que en todo barrio que se precie hay, se ponían entonces a vibrar, esparciendo su veneno por doquier.
A quién se le ocurre -decían-. El muy miserable, dejar a su suerte a su mujer y a sus hijos.
Si en lugar de ser un hombre el que lo hacía, era una mujer, ni les cuento las lindezas que se le lanzaban, cual flechas igualmente envenenadas:
- Adónde habrá ido, la muy zorra.
Nadie se paraba a pensar si esas personas tenían alguna razón para actuar así o no. Y si la familia abandonada, realmente no sabía nada sobre lo que les había hecho decidir marcharse de esa manera.
Yo, interiormente pensaba: "Ole, ole, y ole". Porque lo que veía en su decisión era valentía. Habían decidido romper con la vida que otros habían diseñado para ellos. El modelo de sus antepasados no les valía, y habían decidido crear otro.
Yo les veía como águilas de enormes alas hambrientas de libertad.  Y sabido es que las alas de un águila son demasiado grandes, como para poder abrirse entre un grupo de gallinas.
Mientras, los que les criticaban, que en su mayoría lo hacían con una mezcla de rabia y envidia, seguían fieles a las doctrinas que habían recibido desde pequeños. Siempre dejando el placer, el vivir para "más tarde". Hasta que llegó el día en que se hicieron viejecitos y, cuando alguién, cogiendo su testigo de controlador de vidas ajenas, les preguntó:
-Ahora que está jubilado, abuelo, tendrá tiempo para divertirse, para disfrutar.
Ellos contestaron, con un triste hilo de voz:
¡Uy, divertirse!, ¡eso queda para los niños o los jóvenes!.

miércoles, 12 de febrero de 2014

CUPIDO Y LAS NUEVAS TECNOLOGIAS




¡Pish, pish!, ¡oye!. Sí, es a tí, al de las alas de algodón y rizos dorados. ¡Ey, escúchame un momento!. Ya, ya sé que tienes que estar harto, pero es que ahora más que nunca necesito de tu ayuda. ¿Estás dormido o sólo disimulas?
Me supongo que estarás agotadito de intentar año tras año que los humanos consigamos querernos un poco. Cada vez te lo ponemos más difícil. Y ahora encima con la nueva tecnología, el dar en el blanco, bueno, en el corazón, es misión casi imposible. Porque a ver quién es el listo que acierta. Entre lo encogida que va la gente por el frío, y que nos pasamos el día mirando que si el móvil, que si la tablet, parece trabajo de milagrero. Mas que al corazón, donde debieras apuntar es al cuello, como los vampiros.
Ya sé que no me vas a creer, pero yo te entiendo. Llevo tiempo intentando dar con una mirada que comprenda la mía. Hace mucho que mi boca luce una sonrisa que está deseando encontrar otra con la que dialogar. Y no hay manera. ¿Por qué es tan difícil? Cuando hablas con la gente de este tema, parece que todo el mundo coincidimos. Lo único que queremos es encontrar a alguien a quien querer y que nos quiera. Entonces ¿por qué nos escondemos entra cacharros, ruido y aparentes prisas? ¿De qué nos guardamos tanto?
Hace poco leí en un libro esta frase: * "Los enamorados rezan con una sola palabra, un nombre". Como ese no es mi caso, no tengo ningún nombre que declamar como oración. Así que he pensado que debía invocarte a tí, para pedirte que me ayudaras. 
He  decidido dejar de tener miedo, por eso me he puesto en contacto contigo. Y tú estarás pensando, a ver qué quiere esta pesada. Pues nada en particular. Lo único que quiero es, aprovechando que tú controlas los cuatro puntos cardinales del planeta, que estés alerta, por si vieras a alguien que pudiera encajar conmigo. No busco a nadie que me proponga matrimonio ni cosas así, es mucho más sencillo. Sólo quiero un compañero de camino. Alguien con quien conversar. Para mí conversar significa que unas veces habla él y yo escucho,  y otras hablo yo y escucha él.  Porque si sólo habla el uno y escucha el otro,  y siempre es el mismo el que hace lo primero y el mismo el que hace lo segundo, eso no es un diálogo, es un monólogo.
Me gustaría encontrar un hombre al que no se le pusiera la cara de color camomila cada vez que me parase delante del escaparate de una librería. Por mi parte, intentaría no resoplar si me hablara de la liga o de la champion.
Sería estupendo encontrar a alguien al que no le dieran miedo las mujeres de carne y hueso. O lo que es lo mismo, que no temiera los michelines, las canas o las arrugas de la cara cuando aparecieran.   Ya, ya sé que yo también tengo que poner de mi parte e intentar cuidarme. Arreglarme más a menudo, pero es que se va tan cómoda con una camiseta y unos vaqueros...
Ahora que si hay que ponerse alguna vez tacones, pues me los pongo y ya está.
Lo que te estoy proponiendo descaradamente es tráfico de influencias. Tú que te mueves bien en las alturas, podrías echarme una mano y poner en mi camino a alguien que cuando las cosas vayan bien, se ría conmigo, icluso se carcajee. Hace tanto tiempo que no oigo una carcajada de las de verdad, de ésas que salen de las tripas. Y que cuando se tuerzan, que no eche a correr. Tampoco quiero cargarle a él con todas la responsabilidades, pero sería bonito que fuera capaz de decir: oye,  que sepas que estoy aquí, para lo que quieras. Y que llegado el caso, estuviera realmente.
Haz este pequeño milagro de que pueda cruzarme con alguien así. Y que nuestras miradas se crucen también y se entiendan. De lo demás ya nos encargaremos nosotros.
¿Eso que acabo de ver en tu boquita es el esbozo de una sonrisa? ¡Ay, pillín, si ya decía yo que te estabas haciendo el dormido!.




P.D. Texto dedicado a todos los que creen en el milagro del amor y día a día lo hacen posible con los que les rodean.



*frase sacada de la novela: "Tú, mío", de Erri de Luca.

domingo, 9 de febrero de 2014

FALSOS ENEMIGOS



Cada día se esfuerzan más los políticos que nos toca sufrir en hacernos ver las cosas, y sobre todo a las personas, de manera diferente a cómo son. Se empeñan en convencernos de que los emigrantes son delicuentes, y como tal se les está tratando más a menudo.
Un emigrante no es más que una persona como usted y como yo,  con la diferencia de que no tiene nada, lo ha perdido todo, debido en muchos casos al comportamiento de los políticos corruptos que hay en su país, que les ha sumido en la completa ruina. Eso le ha obligado a salir de su patria, y buscarse la vida en otro lugar. Le ha pasado a él, como nos puede pasar a usted y a mí. Porque la corrupción política también se ha globalizado.
Se empeñan en separarnos creando barreras y fronteras a veces físicas, otras, psicológicas.
Quieren crear en nuestras mentes unas diferencias que no existen. De haber algún enemigo, es el miedo que nos quieren inyectar. Y lo hacen desde diferentes ángulos.
Desde lo legal, moldean las leyes según sus intereses privados. Lo hacen con los pobres emigrantes, pero también lo hacen con los pobres autóctonos. Leo en El País de ayer, 8 de Febrero, que el gobierno español estudia las leyes contra los escraches. Copio literalmente del periódico citado:
"El ministro de Justicia, Alberto Ruíz-Gallardón, llegó a decir que estudiará la legislación sobre este asunto, aunque cree que con la actual se podría condenar. Responde asi a la petición de Esperanza Aguirre, que reclama cambios legales para penar los escraches".
Así de fácil, primero te quitan la casa, luego, si decides quejarte, te apalean. Y ya tenemos un nuevo tipo de delincuente. Que la legislación vigente no lo permite, no importa. Se "moldea" la ley que corresponda, y ya está legalizado el aplastamiento de un derecho constitucional como es el de la manifestación pública. Últimamente están utilizando los "moldes" con tanta frecuencia estos señores, que más que políticos, parecen maestros pasteleros. Con la diferencia de que éstos últimos se dedican a endulzar la vida a sus semejantes, mientras que los primeros hacen más bien todo lo contrario.
Leo en el mismo artículo arriba mencionado, que la señora Sáenz de Santamaria sigue pensando que el domicilio de los políticos, donde está su familia, debe ser inviolable.
¿Sólo el de los políticos? ¿En el de los demás ciudadanos sí se puede entrar hasta la cocina,  e incluso quedarse con él?
Otro de los ángulos desde donde se trabaja para inyectar el miedo a los ciudadanos, es el personal.
A raíz de las manifestaciones que ha habido en Burgos en contra de las obras que se pretendían hacer en el barrio de Gamonal, la gente ha empezado a despertar, a querer hablar, y eso por lo visto, también se debe perseguir. En uno de los salones de ocio que una de las Cajas que hay en esta ciudad, ponen al servicio de gente, principalmente jubilada, para que puedan desarrollar actividades tales como jugar a las cartas, se les ha prohibido hablar de política, instándoles a preocuparse sólo de sus asuntos. Y yo me pregunto ¿qué asuntos son los suyos? ¿El tiempo atmósferico?
O sea, que está prohibido ser emigrante, o pobre, o persona mayor con pocos recursos, o manifestante, porque siempre habrá en algún lugar,  y si no se busca, una ley con la que le puedan perseguir. Si usted tiene la suerte de no pertenecer a ninguno de éstos grupos, ni se le ocurra acercarse a ellos a ayudarles, a apoyarles, aunque sólo sea verbalmente, porque eso le convertirá a usted en lo mismo que están intentando convertirlos a ellos, es decir, en un delincuente. Ni siquiera han sido originales en el método, pues a poca memoria que tengamos ¿no es ésto lo mismo que hicieron algunos alemanes con los judíos? Claro que siempre nos queda un recurso. El mismo que utilizan los políticos con nosotros: hacer oídos sordos de lo que dicen y, en ésto ser totalmente diferente a ellos, actuar como debemos actuar: como seres humanos. Construyamos una cadena humana de solidaridad, de caridad, de bondad hacia los que lo están pasando peor que nosotros, y al final los que se quedarán apartados serán estos insensatos que se denominan políticos, pero que no tienen ni idea de lo que su profesión significa. Un político no es más que un servidor público. Y todo su trabajo y esfuerzo, debe dirigirse a ese fín. Para ello tiene unos presupestos astronómicos que en lugar de gastar en fínes privados, deben usarlos para fínes públicos.  Luego se enfadan si la gente les insulta, y también el insulto lo penalizan. Si un ciudadano ve que un político se está quedando con lo que no es suyo, o está utilizando un dinero público para un fin privado, y el ciudadano, enfadado, como no podía estar de otro modo, decide llamarle corrupto, o ladrón al político, ésto no debería tomarse como un insulto, sino como dice un amigo mío, es más bien un diagnóstico.
Dejen ya de abusar de su poder, porque no es suyo, es de sus votantes, y los mismos que se lo han dado, se lo pueden quitar.

Leí hace tiempo que la vibración de las alas de una mariposa en un lugar de nuestro planeta,  puede ocasionar un cambio en un punto situado al otro extremo. Se acerca San Valentín, me pregungo si las vibraciones de las alas del pequeño Cupido, podrán obrar el milagro de cambiar algo en la política que estamos sufriendo en nuestro país. Si no es así,  tendremos que ir pensando en contratar otro arquero para el próximo año. Alguien, digamos, más curtido, ¿qué tal Robin Hood?

jueves, 6 de febrero de 2014

LO QUE NOS SALVA




Me gusta en cada entrada variar de tema, por evitar, más que nada, que los que se acerquen a mi blog, se aburran. En la entrada anterior les sugerí el título de una novela y ahora vuelvo a hacerlo. La culpa la tiene el autor de "Resistencia", Owen Sheers, que tiene una manera de escribir, que te envuelve.
La historia comienza cuando una mujer de una pequeña aldea galesa, se levanta como cada día, y descubre que su marido no está en casa. La cosa no tendría mayor importancia sino fuera porque están en plena segunda guerra mundial. Cuando se da cuenta de que el resto de los hombres de la aldea también ha desaparecido, la cosa se pone peor. Estas desapariciones coinciden con la llegada de una patrulla alemana.
Tenemos en el mismo escenario un grupo de mujeres sólas y un grupo de alemanes que han ocupado el lugar donde las mujeres viven.
Estarán pensando que es una novela más, de las muchas que hay, en las que se nos cuenta un episodio de la ocupación alemana. Lo que para mí hace especial esta novela son dos cosas: La sensibilidad de los personajes, capaces de captar la belleza incluso en una situación límite como es estar en un período de guerra, y el lenguaje con que nos describe el autor todo eso.
El señor Sheers va dibujando cada uno de los personajes femeninos, con toda la riqueza que tienen. A la par nos muestra las diferentes reacciones que tiene cada una de las mujeres ante la situación que les ha sorprendido.
Por otro lado, y mediante la voz del oficial responsable de la patrulla alemana, iremos conociendo a los hombres que la forman.
En esta novela se ve claramente que la gente está muy por encima de las circunstancias. Y eso es lo que ha evitado que la raza humana se destruya totalmente.  En ella hay espacio para el arte. En todas sus expresiones. Y es esa capacidad de captar y valorar ese arte, incluso en una situación que incita más bien a destruir que a crear, lo que convierte a estos personajes destinados a ser enemigos, en iguales. Lógicamente no se baja la guardia totalmente, pero hay momentos en que la belleza que son capaces de valorar, les redime.
Parece tradición entre los que ejercen el poder a la fuerza, intentar, para menoscabar las fuerzas de aquellos a los que intentan someter, alejarlos de todo lo que pueda producirles placer, deleite, de todo lo que les pueda aportar conocimiento.
Dictan normas para prohibirles el acceso a los libros, a la música, a la pintura, al teatro. Se les prohíbe disfrutar porque es en esa actividad, el disfrute, donde el ser humano más se desarrolla como tal.
En tiempos de guerra se quita, por las armas,  el derecho a la belleza en todas sus expresiones. Menos mal que siempre hay alguien que se olvida del rol que le han asignado. Lo que hace que esto ocurra no es otra cosa que su propia atracción hacia esas expresiones de belleza, y el  ver que aquellos que debería considerar sus enemigos, sienten esa misma atracción, ese mismo deleite. Es entonces cuando ambos contrarios, se reconocen como iguales.
En tiempos de paz los dictadores siguen haciendo de las suyas. Lo único que cambian son sus métodos, que se vuelven mas sibilinos. En lugar de dictar normas que prohíban la cultura para un determinado grupo social, suben las tasas académicas y con ello se les pone difícil, por no decir imposible, acceder al conocimiento. Y lo mismo se hace con el precio de las entradas de cine, de treatro, de conciertos y óperas. Que suben, mientras el poder adquisitivo de ese mismo grupo social se baja en forma de salarios que rayan la pobreza extrema. Y ya tenemos a un montón de gente teniendo que pasar las veinticuatro horas del día trabajando por unas migajas, y de disfrute y deleite, ni hablar, que eso no está hecho para ellos.
En uno de los capítulos se menciona la Suite para Violonchelo Número Cuatro de Bach. La descripción del momento en que dos de los personajes están escuchando esta música en un gramófono, (ella galesa, él alemán), es una  verdadera preciosidad. Como son varias páginas,  les pongo aquí un trocito, como aperitivo:
"Cuando Sarah volvió la cabeza lo vio junto al gramófono, con las manos prestas a ambos lados del disco que giraba, como si se dispusiera a abalanzarse y atrapar la mortecina nota final antes de que cayera en el silencio. No lo hizo, y en lugar de ello esperó hasta que se extinguiese la última resonancia antes de levantar con un dedo la aguja del vinilo, del modo que alzaría la barbilla de una niña llorosa."
Busquen el libro en una biblioteca o librería, leánlo, y disfruten.

sábado, 1 de febrero de 2014

SOBRE PERROS Y SERES INHUMANOS




El ser humano es una constante caja de sorpresas, a veces para bien y otras para mal.
Hace unos días, mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde para los peatones, pude oir una conversación que, todavía hoy, me da vueltas en la cabeza. Justo a mi lado estaban tres chicos jóvenes. Uno de ellos sujetaba la cadena a la que estaba atado un perro, cachorro, de piel color marrón oscuro, y del que parecía ser su dueño. En un momento determinado, refiriéndose al perro, el muchacho dijo:
-Voy a pegarle desde pequeño, para hacerle malo.
Se me heló la sangre.
Dirigí la mirada hacia el perrillo, y vi que, ajeno totalmente al plan malévolo que se estaba maquinando contra él, estaba olisqueando el suelo,  moviendo la cabeza de un lado a otro. Movimientos que hacían ondear sus blanditas orejas, similares a dos pequeños filetes de hígado de cordero. Un cordero que, al parecer, había sido elegido para el sacrificio.
No entiendo, pensé, como alguien puede llegar a tal punto de crueldad. ¿Por qué lo hace?  Si no le gustan los perros, ¿quién le obliga a tener uno? y, si realmente le gustan ¿cómo puede hacer algo así con un animal que, estoy segura, de ser necesario, haría lo que fuera por su dueño? ¿Qué puede pasar por la mente de un joven para llegar a llenarla de tanta basura?
Días después en la radio, uno de esos brillantes tertulianos que suelen soprendernos con sus sesudas conclusiones, afirmaba, sin cortarse un pelo, que lo que hace falta en este país es aumentar la presión fiscal. Y me pregunté ¿a quién hay que aumentar la subsodicha presión, a los que ya declaramos a Hacienda o a los que no lo han hecho en su vida y van a seguir sin hacerlo a pesar de poseer riquezas a lo largo y ancho de este planeta?
Para rematar la fiesta, hoy he leído en la prensa que Christine Lagarde, (directora gerente del Fondo Monetario Internacional), opina que, para afianzar la llamada mejoría española, hay que bajar más los sueldos y acabar con tanto empleo fijo.
Entonces volvieron a mi mente las palabras del joven dueño del perro: "Voy a pegarle desde pequeño, para hacerle malo". Y pensé si será ése el mismo método que están utilizando los políticos que nos toca sufrir, contra nosotros. Nos están continuamente dando como si fuéramos sus perros-cachorros, para convertirnos en lo que ellos son.
Sospecho que hay dos cosas que les molesta especialmente a nuestros dirigentes políticos. Una es que a pesar de su constante acoso con nuevas leyes que disminuyen, cada vez más, los ya diminutos derechos de los ciudadanos, éstos son capaces de defenderlos e incluso reconquistarlos de una forma civilizada y dentro de la legalidad.
Otra cosa que no pueden soportar los políticos que nos están tocando sufrir es que la gente tenga tiempo para el disfrute, para el deleite. Para eso abren dos vías de ataque. Una: se suben los precios de los artículos que tengan que ver con la cultura, llaménse entradas de conciertos, obras de teatro, etc. .  Otra: se bajan los sueldos, con lo que se obliga a la gente a que tenga que trabajar más horas, por menos. A este método que ya es tan antiguo como la humanidad, le ponen un término de lo más civilizado y políticamente correcto: "afianzar la mejoría de un país", cuando en realidad se podría describir con una sola palabra: esclavitud.

Hay perros que dan miedo por sus colmillos,  otros atemorizan con su mirada.  Los hay que asustan con un sólo ladrido. Pero lo que de verdad da miedo de algunos perros,  son sus dueños.


Al hilo del tema que trato en esta entrada, les recomiendo que lean una maravillosa novela escrita por Penelope Fitzgerald: "La Librería". En ella se relata la historia de una mujer que decide abrir una librería en un pequeño pueblo inglés. Decisión que pondrá en guardia a todos los poderosos del lugar.
Le ayudará en su intento una niña de diez  años.
Como aperitivo les dejo esta frase sacada de la mencionada novela:
"Igual que seguía considerando que la gravedad es una fuerza que atrae las cosas hacia sí, y no una simple cuestión que se encarga de las que menos resistencia opongan a ella, estaba segura de que el carácter era una lucha entre las buenas y las malas intenciones."