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jueves, 22 de junio de 2017

SILENCIO, HABLA EL MAR

"BAÑISTAS"
De Camille Nicolas Lambert


El mar, la mar, tiene algo de curativo. Su susurro atrae como canto de sirena. Primero te acercas a la orilla desconfiando de su temperatura y fuerza, pero al poco, ya tienes un pie dentro, y luego va el otro. Y es entonces cuando te viene la pequeña ola que despierta cada uno de los nervios de tus piernas... y del resto del cuerpo. El tono de tu piel cambia. Se hace más transparente. Te convierte en un ser acristalado, más frágil. Pero eso no logra tu rechazo, al contrario, quieres más. Necesitas su frescura. Vas avanzando con pequeños pasos al principio, dando saltos después , cuando notas que el agua va apoderándose de más partes de ti. Y ya no puedes resistirte, y te metes hasta el cuello. Entonces te das cuenta de su poderío y de la falta del tuyo. Te dejas mecer, qué otra cosa podrías hacer en medio de su inmensidad. Su humedad te arrulla, su sonido te relaja, y ya eres totalmente suya. Si decidiera arrancarte de la tierra definitivamente, sólo tendría que alzar una de sus olas y tú, como un frágil barquito de papel, acabarías flotando sin rumbo hasta ir hundiéndote, llena de agua por todas partes.
El mar, la mar, tiene algo de purificador. Con sus pequeños arañazos, sus húmedos mordiscos, va desprendiéndote de tensiones. Te va desnudando poco a poco, quitándote cada una de tus capas. Esas que llevas encima, como una pesada carga, para que nadie pueda llegarte al fondo, a tu fondo, tan profundo como el suyo.

Ayer en un programa de radio hablaban sobre los beneficios del silencio. El silencio ayuda a estar con uno mismo, que es una forma de fortalecerse para saber estar con los demás. El silencio es el mejor aliado para la creatividad. Quizá por eso hay gente que se empeña en bombardear con diferentes ruidos. Como seres incapaces que son de crear cualquier cosa que posea belleza. Una manera de tortura como otra cualquiera. 
El silencio es alimento para el espíritu y para el cuerpo, que también se fortalece con él. Quien hacía estas declaraciones aseguraba lo rodeados que estamos de ruidos. Constantemente. Ahora con la nueva tecnología más. No nos damos cuenta por ejemplo, cuando utilizamos un ordenador, la cantidad de ruidos que vamos absorbiendo.
El agua del mar también hace "ruido", pero en su caso es susurrante, no estridente.

Contemplar cualquiera de los cuadros de Camille Nicolas Lambert, como el que he elegido para encabezar esta entrada,  es acercarse a la luz, al agua salada, al sonido de sus olas, y dejar que se te quede grabado en el disco de vinilo de tu cerebro. Mirar cualquiera de los cuadros del señor Lambert es envolverse de color, de fiesta, de vida. Luego, cuando ya tienes su imagen tatuada en la retina de tus ojos, los cierras,  para seguir viéndolos. Mar, sol, luz, agua. Y su música mecedora, ¿la oyes?
El mar y tú.  



P.D. Esta entrada no se la dedico a esos "buenos vecinos" que, desde la distancia, me "deleitan" constantemente con sus ruidos. No cejéis en el empeño, quizá algún día consigáis que deje de oír el sonido del mar. 

viernes, 16 de junio de 2017

SUTIL VENENO

Fotograma de la película
"Arsénico Por Compasión"
(Imagen sacada de Internet)

En la divertida comedia dirigida por Frank Capra "Arsénico por Compasión",  protagonizada por Gary Grant, quien según aseguró disfrutó mucho en su rodaje, se nos cuenta la historia de dos tiernas ancianitas, tías del protagonista, que se dedican a aliviar el sufrimiento de los mayores, añadiéndoles en sus copas un "condimento", arsénico para ser más exactos, que además de no alterar el sabor de la bebida, apenas les deja tiempo para notar sus efectos. 
Una manera sutilmente amable de llevarse a la gente al otro barrio. Y es ese modo sutil lo que cambia totalmente la percepción que tenemos de las dos ancianas. Sin esa sutilidad, sin esa amabilidad, sin ese envoltorio de candidez de los dos personajes femeninos, estas mujeres serían vistas como lo que en realidad son: dos simples asesinas. 
En realidad, el creador de esta historia, que se engendró como obra teatral, lo que hace es utilizar la psicología. Condensa en los dos malévolos personajes esas cualidades que más pueden gustar,  para ganarse la simpatía del espectador.
Detrás de una palabra amable, tras un gesto de aparente cariño, puede esconderse la más terrible de las maldades, la más fría de las venganzas. 
Hace un tiempo una mujer me contaba que tras haberse enterado de la traición por parte de una amiga suya, que mantenía relaciones con su marido, decidió que debía hacerla notar que ella lo sabía, y darle de paso su merecido. En lugar de armarle una bronca en medio de la calle, o protagonizar cualquier otra escena de celos, lo que hizo fue regalarle un libro, una novela  en la que se relataba precisamente eso, una historia de infidelidad, de traición. Escogió tan bien el título, que cuando la traidora amiga leyó la historia, casi le da un soponcio.
La venganza no sería completa si la amiga traicionada no supiera el resultado de su regalo-veneno, así que le preguntó a la condenada qué le había parecido el libro en cuestión. El rostro de la traidora en ese momento, fue impagable para la mujer traicionada. Tan entusiasmada estaba con la escena, que se le olvidó inmortalizarla en la cámara de su móvil. 
Pero lo que más desazón le produjo a la traidora en cuestión, y que no se lo hizo saber a la amiga traicionada, es que el libro que le había regalado tenía un defecto de edición, y faltaban las últimas páginas de la historia. Ese no saber cómo iba a terminar la historia, hizo que la mente de la traidora creara por su cuenta el final, y como comprenderán, en esos momentos en los que se vio pillada casi in fraganti, la mente de la díscola mujer no estaba para crear buenos augurios.
Lamento no recordar el título de la novela en cuestión, aunque quizá sea mejor así, evitando que se vuelva a utilizar como arma arrojadiza.
En la película de Frank Capra, el veneno era colocado dentro de una copa.  A veces puede también mezclarse con elementos no materiales, como la palabra hablada. En el caso de la palabra escrita, ni siquiera tiene que haber veneno en ella, lo que la convierte en venenosa es la mente del lector, al equiparar la escena que la palabra escrita describe, con su propia realidad. Es la conciencia  del lector, agitada por la palabra impresa,  lo que consigue un imposible: unir unas historias que hasta entonces eran dos líneas paralelas. 
Hay regalos veneno, hay palabras que son puro cianuro. Una de las historias más terribles que conozco es la de un hombre que estuvo literalmente envenenando a su socio durante su convalecencia de una grave enfermedad,  con mentiras que dañaron la reputación de uno de sus empleados. Al creerse traicionado por uno de sus empleados favoritos, el hombre enfermo fue apagándose poco a poco. Lo que no hizo más que añadir una razón más para aumentar la "culpabilidad" del empleado.
Como la maldad no tiene límites, después de encargarse de su socio,  fue a por el empleado en cuestión, poniendo a toda la opinión pública en contra de él, llegando incluso a crear pruebas falsas.  Y es curioso la facilidad que tiene la gente de creerse una mentira. Eso sí, envolviéndolo todo en ambas ocasiones, con constantes gestos de amabilidad y simpatía. Ni el mismo Lucifer lo haría mejor.
El veneno tiene una extraña propiedad y es que es un elemento, que cuanto más se le mezcla o envuelve con otros, más aumenta su efectividad.