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miércoles, 30 de diciembre de 2015

PREPARADOS, LISTOS...

"El Maestro del Pueblo, 1881"
De Charles West Cope


El viejo año ya tiene casi llena su cartera. En ella van los apuntes de cada una de nuestras vivencias. Nuestros llantos, nuestras quejas, nuestras buenas y menos buenas acciones, nuestras alegrías, también nuestras tristezas. El viejo año, como viejo sabio que es, ha sabido tomar nota de todo. Pero no se limita a eso porque, si así fuera, ¿de qué serviría todo lo vivido? El viejo año, como un viejo maestro de escuela, exprimirá la experiencia de todo lo anotado y se lo transmitirá a los nuevos días, que están a punto de iniciar su recorrido. Les dará instrucciones, les regalará buenos consejos. Sin olvidarse de  advertirles sobre los peligros a los que, seguro, tendrán que enfrentarse. Aunque como viejo, más que como sabio, sabe de antemano que nada de eso será suficiente, que lo que realmente les será útil a los jóvenes días, serán sus propias experiencias en forma de tropezones a veces, e incluso caídas otras, salpicados con algún que otro acierto.
El viejo año está a punto de despedirse. Los nuevos días ya están a la puerta para comenzar su ruta. La despedida será natural, sin ñoñerías, porque cada uno sabe  su misión. Los días más cortos se pegarán a los que están ya más crecidos para intentar capturar parte de su luz. Los días más largos también intentarán estar cerca de los más pequeños porque saben que, a pesar de su corto tamaño, tendrán cosas que enseñar. Y cuando unos y otros hayan hecho el recorrido que están a punto de iniciar, recogerán otra cartera llena de todas sus vivencias, y se la traspasarán a otros nuevos días, de otro año nuevo venidero. Y así, día tras día, año tras año, se nos irá pasando la vida...

Que el Año Nuevo esté lleno de Paz, de oportunidades de vivir realmente la vida para todas las buenas personas. Que los niños de todos los rincones del mundo, puedan ser niños. Y que las malas intenciones tengan sus días contados.

¡FELIZ AÑO NUEVO A TODA LA BUENA GENTE DEL MUNDO!  

sábado, 26 de diciembre de 2015

HOMBRES FIRMES

Acabo de terminar  un libro que me ha sorprendido: "Una Letra Femenina Azul Pálido" de Franz Werfel (Praga, l890-Beverly-Hills, 1945). Digo que me ha sorprendido porque cuando leí el resumen de la historia en su contraportada, me hice la idea de que el autor relataba en él la "tranquila" historia de un triángulo amoroso. Mi sorpresa fue muy grata al comprobar, según iba avanzando, que había mucho más.
Estamos en Viena, año 1936. Un alto funcionario del ministerio, casado con una bella y rica dama vienesa, descubre entre su correo una carta, cuya letra femenina en tinta color pálido, le hará regresar a una historia de amor,  que él no supo  cerrar en el pasado. Pero alrededor de esta historia principal hay otras escenas, otros personajes, que nos van descubriendo la vida cotidiana de su protagonista pero también la social, incluso la política de ese época, y lo hace a través de la voz de ese protagonista, Leónidas, un personaje que según se va conociendo, va gustando cada vez menos.
El señor Werfel ha creado en esta historia un protagonista muy incómodo, de esos que hacen revolverse al lector en el asiento. Y eso ocurre porque según vamos descubriendo la verdadera personalidad de Leónidas, vamos viendo en él nuestras propias miserias: El egoísmo, la hipocresía, el acomodaticio auto-engaño. Capas y capas de defectos que encubren la verdadera raíz del problema: la cobardía. Todo ésto nos lo dice el propio Leónidas, cuando en un momento determinado explica su personal táctica para medrar en la vida:
"Yo personalmente, por ejemplo, no debo mi meteórica carrera a ningún atributo excepcional, sino a tres talentos musicales: un oído muy fino para detectar las vanidades humanas, un gran sentido del ritmo y -éste es el más importante de los tres- una capacidad de imitación extremadamente acomodaticia que, sin duda, tiene sus raíces en la debilidad de mi carácter".
No es extraño que con ciudadanos así, la política de la época estuviera como estaba. Juzguen por ustedes mismos:
"Encumbrados o barridos por la resaca de los partidos, los ministros parecían en general nadadores sin aliento que se aferraban a las tablas del poder. No poseían una visión exacta de los laberintos de la administración ni la sensibilidad adecuada para captar las sagradas reglas de juego de una burocracia que no tiene otra finalidad que ella misma. Con excesiva frecuencia eran simplistas de poca monta que sólo habían aprendido a fatigar sus ordinarias voces en mítines multitudinarios y a intervenir de forma engorrosa, por las puertas traseras de los despachos, en favor de sus correligionarios y familiares".
Si a pesar de estos personajes, el mundo sigue en pie es gracias a personas que están justo en el otro extremo. 
Hace días fui a ver una interesante película: "El Puente de los Espías", dirigida por Steven Spielberg y con guión, nada menos que de mis admirados hermanos Cohen. Basada en una historia real situada en los años 60, plena Guerra Fría. Rudolf Abel, (interpretado por un genial actor inglés llamado Mark Rylance, que tiene a sus espaldas 50 producciones teatrales de obras de Shakespeare, y eso se nota en su magnífica interpretación), espía ruso a la espera de un juicio en una cárcel norteamericana, se enfrenta a la máxima pena. Se le asignará a un abogado llamado James Donovan, (interpretado por Tom Hanks). Aunque al ciudadano ruso se le ha asignado uno de los mejores abogados, en realidad todo es una estrategia política norteamericana para hacer creer, dentro y fuera del país, que la justicia llega a todos por igual, independientemente del delito que el acusado haya cometido.  Con lo que no cuentan quienes han perpetrado este maquiavélico plan es  con que el encuentro de estos dos hombres, lo cambiará todo. 
El arresto de un piloto de aviones de espionaje por un lado,  y el de un estudiante de economía capturado por la Stasi, acusado de ser un espía en Berlín por otro, ambos americanos, no harán sino que complicarle un poco más la vida al abogado Donovan. Sobre todo porque, desobedeciendo las órdenes de sus superiores, él no va a estar dispuesto a dejar abandonados a ninguno de los tres.

Fotograma de la película 
"El Puente de los Espías"
(Imagen sacada de Internet)

A través de los diferentes encuentros del abogado con el acusado, el primero irá conociendo al segundo y descubriendo que es precisamente lo que no sabía de él, lo que es más interesante. El espía ruso irá descubriendo a su vez que el abogado que tiene enfrente, es de los que tienen un profundo sentido de la justicia. Ambos están condenados a entenderse, lo que provocará no pocos nervios a su alrededor. Quien más nervioso se pondrá será el juez encargado de dirigir el juicio. Un juez que ha decidido hacer política. Y ya se sabe que cuando un juez hace política, pierde toda objetividad.
Cada una de las escenas en la que el espía ruso y el abogado norteamericano se encuentran, son una verdadera joya de interpretación. Los diálogos son para no perderse ni una sola palabra. En uno de esos encuentros el ciudadano ruso le contará a su abogado la historia de su padre, un hombre perseguido por el régimen dictador de su país. En uno de los interrogatorios a los que tuvo que enfrentarse, le golpearon una y otra vez. Cada vez que caía al suelo, se volvía a levantar. Fue tanta su resistencia, que se ganó el apodo de "hombre firme". No cabe duda de que el hijo heredó parte de esa firmeza. Su propio abogado viendo que nada de lo que está ocurriendo parece inmutarle, le pregunta: 
-¿No está nervioso?
A lo que el ruso le contesta:
-¿Éso ayudaría?
Una aparente sencilla filosofía de vida, pero que resultará ser una sólida herramienta de resistencia.

Si van a ver la película, no se levanten de la butaca hasta haber leído los títulos de crédito. En ellos verán la impresionante labor del verdadero abogado Donovan.

Si he puesto en una misma entrada historias y personajes tan diferentes es porque son las dos caras de una misma moneda. Mientras que hay personas a las que parece no importarles nada ni nadie, excepto ellos mismos, hay otras que se juegan el prestigio, incluso la vida, por defender unos ideales.

No importa en qué año esté situada cada una de estas historias. El que en ellas se hable de los verdaderos valores, las convierten en intemporales. No se las pierdan.



martes, 22 de diciembre de 2015

LA MEJOR CENA DEL AÑO

"INVIERNO 1586"
De Lucas Van Valkenborch


Hace ya unos cuantos años, coincidí en un curso de inglés con una chica con la que enseguida conecté. Era de ese tipo de mujeres que son como un cascabel. Alegre, activa, con unas inmensas ganas de aprender todo lo que pudiera. Cuando fuimos intimando y pasamos de ser compañeras de clase a ser amigas, comenzamos a compartir historias familiares. Un día cercano a las vacaciones de Navidad, me sorprendió diciéndome que esa  Nochebuena, como había sucedido ya en otras anteriores,  no sabía con quién iba a compartir la cena. 
Es que -me contó- tengo un hermano que cada año invita a casa a una persona que se encuentra sola, o que está pasando una mala racha. Este año no sé quién nos tocará.
Pero,  ¿al resto de la familia no os importa? -me interesé.
-El primer año su mujer le montó una bronca, pero como vio que no le sirvió de nada porque al año siguiente insistió en el tema, al final ella y los demás nos hemos acostumbrado.
¿Y no tenéis miedo de dejar entrar a un extraño en vuestra casa? -insistí.
No sé cómo lo logra -me respondió-, el caso es que consigue hacerse amigo de todo el mundo, y no hemos tenido problemas con nadie. Es como si mi hermano tuviera una antena para captar a la buena gente.

Al terminar ese curso y por circunstancias de la vida, mi amiga y yo dejamos de vernos durante un tiempo, cuando volvimos a reencontrarnos, ambas teníamos muchas cosas que contarnos. Nuestras vidas habían cambiado en varios aspectos. Uno de ellos, era la pérdida de seres queridos. Ella me comentó que su hermano, el captador de buena gente, había fallecido. Me lo contó con un doble sentimiento de pena y rabia. La pena era lógica, siendo como era su hermano. La rabia le venía cada vez que pensaba que era una injusticia que alguien de buen corazón como su hermano, se hubiera ido para siempre. No hay que decir que desde su ausencia, ya no habían compartido la cena de Nochebuena con ningún otro desconocido.
Al hermano de mi amiga se le salía el corazón del pecho de bueno que era. No soportaba que hubiera gente que lo pasara mal, mientras él y los suyos tenían comida de sobra. Pero lo que compartía en realidad no era sólo eso, sino compañía, risas, calor de hogar. Se ganaba a la gente  no sólo hablando con ella, también escuchándola.
Supongo que para el extraño que entraba en la casa de mi amiga,  sería igualmente una situación un tanto atípica, y que sobre todo al principio, se encontraría como fuera de lugar. Pero conociendo a mi amiga, como tiempo después conocí a alguna de sus hermanas, doy por hecho que conseguirían entre todos que el extraño se sintiera como en su casa.
Cada vez que se acerca la Nochebuena, me acuerdo de esta historia. Me parece tan bonita que he querido compartirla con ustedes. 
Qué diferente sería el mundo si de vez en cuando mirásemos con atención a la gente que nos rodea. 

Como esa noche tan buena está también llena de magia, y en muchos hogares se recibe la visita de ese hombre vestido de rojo con larga barba blanca y ojos de pillín detrás de sus gafas de redondos cristales, voy a sugerirles algunas lecturas, por si a última hora se deciden a pedirle a Papa Nöel que les traiga algún libro.

"Cuentos de Fantasmas" de Edith Wharton. Esta escritora americana es una de mis debilidades literarias. Su maestría a la hora de contar relatos es sorprendente. En estas historias cortas sobre casas encantadas, logra mantenernos en tensión. No sé cómo lo hace, pero tiene una manera de escribir, que es capaz de hacer que el lector se sienta amenazado, incluso por el aire.

"Las Gafas de Oro" de Giorgio Bassani. Éste ha sido el primer título que he leído de este autor, pero creo que no será el último. En esta novela corta el señor Bassani nos cuenta la historia de un médico rural, Fadigati, cuya atracción por los jóvenes, va a ser utilizada en su contra, no sin crueldad, incluso por alguno de ellos. Todo ello sucede además cuando empieza la persecución de los judíos en Europa. 

"Una Chica en Invierno" de Philip Larkin. Éste autor inglés nos narra la historia de Katherine una refugiada que trabaja como bibliotecaria en una ciudad inglesa. Nos cuenta también el reencuentro de ésta con un antiguo amor. Eso hará que los recuerdos vuelvan a la mente de la protagonista y en su recorrido por ellos, los lectores iremos sabiendo más sobre ella, sobre el joven de sus desvelos y la, un tanto extraña, relación de éste con su hermana. Es curioso que este triángulo me ha recordado por momentos la novela de Patricia Highsmith "El Talento de Mr. Ripley".
Las descripciones que hace de la biblioteca donde la joven trabaja, me han hecho sentirme como en casa.

Estos libros se pueden encontrar también en la Biblioteca Pública. El verdadero regalo es poder leerlos.

Aprovecho para desearles a todos una muy Feliz Navidad. 





viernes, 18 de diciembre de 2015

ESTE LOCO DICIEMBRE

"La Primera Carta, 1857"
de R.W. Chapman

En una de mis anteriores entradas comentaba que, según una amiga mía, Noviembre era un mes raro. Si yo tuviera que definir este mes de Diciembre que le ha seguido, diría que está siendo un tanto loco. Un Diciembre con exceso de temperatura y escasez de  nieve. Con fachadas cubiertas de andamios, en lugar de contar con las figuras de Santa Klaus  o los Reyes Magos de Oriente, intentando colarse por las ventanas. Un Diciembre  con buzones llenos de papeles pidiendo un voto. Sí, realmente está siendo un mes rarito. Menos mal que entre esa correspondencia aburrida y llena de frías palabras , el cartero ha dejado otro tipo de cartas, más a tono con el mes en el que estamos: las postales navideñas. Este año he recibido también unas cuantas. No puedo evitarlo, cada vez que encuentro uno de esos sobres y lo abro, todo a mi alrededor cambia. En alguno me decía quien me escribía que aunque todos en su casa estaban bien, ella tenía de vez en cuando algún dolor de huesos. En otro, me contaban que sus niñas estaban preciosas. Hay quien incluso me ponía los dientes largos con el menú que pensaba preparar para la cena de Nochebuena. Pero en todos ellos había, sobre todo, muchos buenos deseos y una ráfaga de verdadero amor, que notaba  me envolvía nada más abrir los sobres. 
Aunque hay quien prefiere los nuevos métodos de correspondencia, yo en ésto sigo siendo una clásica. Me gusta escribir y, sobre todo, recibir cartas de todos los rincones del mundo. Al hacerlo puedo ver los rostros de quienes las han escrito, y eso me llena de gozo.
Entonces me he acordado de un libro que leí hace no muchos años: "La Navidad Para Un Niño en Gales" de Dylan Thomas, y me han venido a la mente estas palabras que he buscado entre sus páginas:
"Nuestra nieve no solo caía a cubos del cielo, sino que cubría el suelo como un chal y flotaba, y se acumulaba en los brazos, las manos y el cuerpo de los árboles; la nieve crecía de la noche a la mañana sobre los tejados de las casas como un musgo puro y viejo; cubría minuciosamente los muros como hace la hiedra, y se depositaba como una muda y entumecida tormenta de blancos pedazos de postales navideñas sobre el cartero que abría la verja."

Realmente estaba resultando un tanto loco este Diciembre. Menos mal que esta tarde se me ha ocurrido pasar por la librería a la que suelo ir, y he empezado a ver qué podía encontrar para posibles futuros regalos. Según iba trazando en el aire, con apenas unas palabras, lo que podría irle bien para Fulanito o para Menganita, mi amiga librera iba arrancando a sus estanterías las historias que podían sentar a cada destinatario, como anillo al dedo. Entonces todo se ha empezado a poner en orden. Comenzó a aparecer el verdadero espíritu de este mes. Ha sido fantástico. Por mis manos han pasado historias mágicas envueltas en un formato de libro, alguno de ellos incluso ilustrado. Libros que me ha gustado tocar y oler. 
Cuando he salido de la librería, me sentía ligera y feliz. Casi me daban ganas de romper con el orden generalizado y gritar ¡Feliz Navidad!. No sé si me hubieran tomado por loca.
Luego he ido a la presentación de un libro. Un libro de poesía en la que su autor, junto con una bailarina que daba cuerpo a sus poemas, han dejado la *"Piel" en el escenario. 
Sí, realmente un Diciembre un tanto loco. Pero, ¡caray, qué bien me siento!.




* Me refiero a la presentación que, esta misma tarde, Pedro Ojeda ha hecho en el Museo de la Evolución, de su libro de poemas "Piel".



domingo, 13 de diciembre de 2015

TRANSPARENCIAS PELIGROSAS

"TRANSPARENCIA,ATHENAIS "
(1908)
De John William Godward


Hace unos días comentaba un amigo su pasión por el cine de terror. Yo le confesé que era un género al que no le tenía especial admiración. Las películas en las que se exceden de sangre y escenas violentas, no me gustan. En cuanto a ésas en las que salen seres de ultratumba, las perdí el respeto el mismo día que vi una  sobre la maldición de una momia. Debía de ser una de esas películas de bajo presupuesto, por la escasa cantidad de vendaje que llevaba la momia. Eso permitió que se transparentara el slip  que el actor que interpretaba el papel, llevaba debajo del vendaje. Es una pena que ya haya desaparecido el cine donde se proyectó esa película porque, de existir, todavía conservaría entre sus paredes las carcajadas que los espectadores soltamos al darnos cuenta de ese fallo.

Anoche me quedé, el rato que el sueño me permitió, escuchando un programa de Onda Cero que, desde que lo descubrí, intento seguir: "La Rosa de Los Vientos". Hablaban sobre el espionaje político. Tratando de este tema no podía dejar de mencionarse el caso Watergate.  Como recordarán, este escandaloso caso salió a la luz durante la década de los años setenta, cuando unos jóvenes periodistas comenzaron a investigar el robo de unos documentos de las oficinas Watergate de Washington D.C., sede del Partido Demócrata en los Estados Unidos. En el punto de mira estaba el que sería poco después de iniciar las investigaciones,  Presidente del país mencionado, Richard Nixon. Cuando la justicia le solicitó al señor Nixon que entregara unas cintas grabadas que tenía en su despacho de la Casa Blanca, él dijo que esas grabaciones eran "privadas", a lo que el Juez que llevaba la investigación, le respondió que nada de lo que había en la Casa Blanca, era privado. La información que de esas cintas salió a la luz, le costó al presidente Nixon su carrera política.
En el programa arriba mencionado se habló igualmente del espionaje político que, en nuestro país, también se ejerce. Al parecer la práctica de espiarse unos partidos a otros es casi ya un deporte nacional. Hablaron de casos en los que un político de un determinado partido ha llegado a tener copia del discurso que otro político de un grupo opositor iba a dar, antes de que éste lo diera. Pero lo que me dejó de piedra fue oír que cada vez que hay un cambio de Presidente en nuestro país, se borra toda la información de los ordenadores que el Presidente anterior ha ido acumulando.
¿Ésto es normal? -  pregunto. Si la información depositada en esos ordenadores es Pública, como debiera ser, ¿no debería estar al alcance del nuevo ocupante del despacho de la Presidencia, independientemente de los colores de su partido? Y si es privada, ¿por qué la tienen ahí?
Ahora entiendo por qué se dan vueltas y vueltas alrededor de leyes que ya deberían estar cerradas y funcionando a la perfección desde el principio.
Lo que menos comprendo es que tanto desde la Banca como desde la Administración Pública, los políticos exigen cada vez más, una transparencia a los ciudadanos. Los ciudadanos de a pie, estamos cada vez más controlados y, a cambio, no recibimos ninguna información de lo que ellos hacen con lo  Público, que es lo todos nosotros. Al final, puede que les ocurra como a la ridícula momia de la película que les mencionaba al principio de esta entrada, que de tanto quererse cubrir su verdadera personalidad, se les va a acabar por transparentar hasta los paños menores.



miércoles, 9 de diciembre de 2015

SOBRE CORAZONES Y MAREAS

Hace un tiempo, durante un viaje en tren, conocí a un hombre que llevaba muchos años trabajando en el mar. No me atrevo a especular sobre su edad. Su cabello castaño claro parecía tan áspero como esos estropajos que antaño se utilizaban para fregar los platos. La piel de sus brazos y de su rostro parecía acartonada, como si el sol les hubiera absorbido toda la humedad. No tenía ni un gramo de grasa. Puro nervio. Durante todo el viaje llevó unas gafas de sol que cubrían sus ojos,  así que me fue imposible saber de qué color eran. 
En el tiempo que duró el viaje, se formó un grupo de personas de varias edades,  que hablábamos y reíamos jovialmente. Él permaneció durante un rato sin decir una palabra. Cuando empezó a hablar conmigo, me contó que el suyo era uno de los trabajos más duros que podía hacer un hombre. Había trabajado en el fondo de un barco. Donde las máquinas. Pero cuando digo "máquinas", me refiero a aquellas que había que alimentar con palas de carbón. Quizá de ahí venía su reticencia a hablar con la gente. Estaba acostumbrado a pasar mucho tiempo sólo. Y de ahí también sus características físicas. El fuego, el aire, el agua y la sal, habían curtido su cuerpo, lo habían cincelado hasta el límite de la existencia. Cuando el domingo pasado fui a ver la película que quiero comentarles aquí, la imagen de ese hombre me vino a la mente. 
Hay veces que haces planes y no salen como hubieras querido. Eso me pasó a mí cuando decidí ir al cine. Tenía en mente ver una película, pero por problemas técnicos de última hora, no pudieron proyectarla. Puesto que ya estaba allí, miré la cartelera, y fue entonces cuando descubrí: "En El Corazón del Mar".
Fotograma de la película 
"En el Corazón del Mar"
(Imagen sacada de Internet)

Vaya por delante que no soy muy aficionada a las películas de tema marítimo, y no sé el porqué. Además en esta ocasión vi que, encabezando el reparto, estaba el actor Chris Hemsworth,  que no es uno de mis preferidos. Fueron las palabras que estaban impresas en la parte superior derecha del cartel anunciador de la película, las que me "picaron" la curiosidad: "Basada en la historia real que inspiró Moby-Dick". ¿Quién podría resistirse?
La historia comienza cuando un hombre llamado Herman Melville, interpretado por el magnífico Ben Whishaw, al que parecen irle como anillo al dedo los papeles de escritores, como ya demostró en esa bellísima película titulada "Bright Star", en la que daba vida, nada menos, que al poeta Keats, "contrata" los servicios de un hombre que había sido grumete en un barco ballenero, para que le relate unos hechos que ha mantenido en secreto durante toda su vida. Hechos que acontecieron durante el intento de captura de una enorme ballena blanca. Quien da cuerpo a ese personaje no es otro que mi admirado Brenda Gleeson, al que no hace mucho pude disfrutar en otra película que también comenté: "Calvary". A través del relato del marinero Thomas Nickerson, que es como se llama su personaje, iremos conociendo al resto de la tripulación.  Y es en ese momento cuando, para mi sorpresa, apareció el magnífico elenco de buenos actores británicos con el que cuenta el reparto. A destacar Cillian Murphy en el papel de Mathew Joy, Michelle Fairley como la esposa del personaje que interpreta Brenda Gleeson. Y un actor que me llamó la atención, aunque no es británico sino americano, en su interpretación del capitán George Pollard, cuyo nombre es Benjamin Walker.
Lo que ha hecho que el hombre surcara mares, más allá de los límites conocidos, han sido principalmente dos razones: Las ansias de conocer nuevos mundos y, el hambre, que digo hambre, gula más bien, de conseguir fortuna. Es decir, la ambición.
Cuando a Owen Chase, papel que interpreta el señor Hemsworth le prometen el patronaje de un barco a cambio de llevar a puerto una determinada cantidad de captura ballenera, no duda en hacer lo que sea y llegar hasta los confines del infierno, si fuera necesario, para conseguirla. Y es ahí donde precisamente le lleva su, casi, obsesión. Obsesión encendida por la rivalidad que surge entre  el capitán del barco y él. Llegando a una zona del mar donde el agua parece estancada y el sol cae tan de plano, que es capaz de secar la consciencia de un hombre, y todo por conseguir atrapar una ballena de unas proporciones nunca vistas antes. La ballena blanca que, durante siglos, conocerían lectores de todas las edades y condiciones con el nombre de Moby-Dick. Serán esas aguas, parecidas a un desierto, donde un muchacho se convertirá en adulto en lo que tarda en tomar una decisión que cambiará el curso de su vida y el de la de los demás marinos.
Estamos hablando de unos tiempos en el que el hambre y la miseria, cuando no la huida de la justicia,  obligaba a niños y adultos a embarcar y tenérselas que ver con mares y  criaturas desconocidos. Y contando con unos medios bastante limitados. Esas circunstancias eran propicias para que los especuladores, que quedaban siempre en tierra esperando el fruto del duro trabajo de los marinos, sacasen el máximo provecho. En medio de ese pulso entre explotados y explotadores, estaban las especies marinas más cotizadas, entre las que resaltaba la ballena.
Justo el día anterior a ir al cine, pude oír en un programa de radio la mala noticia de que Japón reanudaba su actividad de captura de ballenas. 
Lo malo del ser humano es que nunca se ha parado a pensar que si realmente él fuera superior a la naturaleza, ya habría podido dominarla, (al paso que vamos no sé si al final se conseguirá), pero hasta ahora, no ha sido así. Las especies también evolucionan, se hacen más fuertes, más crueles cuando es necesario, para su defensa. En esta loca carrera de ver quién puede más, el único que debe ceder es el hombre, porque es el que más tiene que perder. Y es ése precisamente, creo yo, el mensaje que esta bella película transmite. A veces, perdiendo, se gana. A cambio de no diezmar aquello que no necesitamos para el sustento, la naturaleza se renueva,  y nos ofrece lo que sí necesitamos, en mejores condiciones. 
Owen Chase, el capitán Pollard y quien relata a Melville la historia, Thomas Nickerson, aprenderán la lección en el momento en que se encuentren con la gran ballena.
La distancia entre una decisión acertada y una equivocada, es tan delgada como un simple hilo. El mismo hilo que separa la vida de la muerte.


sábado, 5 de diciembre de 2015

REALIDADES A LA CARTA

Había quedado con una amiga para charlar un rato. El tiempo se nos pasó enseguida y antes de darnos cuenta, ya era hora de despedirse. Decidí acompañarla hasta donde tenía aparcado su coche. Justo enfrente de él, vimos a un hombre que parecía mayor, aunque quizás era su aspecto lo que le hacía aparentar una edad que tal vez no tuviera. Llevaba una prenda de abrigo que le quedaba bastante holgada. Lo mismo ocurría con sus pantalones. Era como si se hubiera puesto la ropa cuando estaba más fuerte y después de vestido, se hubiera ido encogiendo, dejándola casi vacía. Los zapatos le quedaban también grandes, y parecían pesarle al andar pues en lugar de levantar los pies para dar cada paso, los arrastraba. Llevaba un sombrero del que sobresalía su pelo ya un poco largo y cano y cuya amplia ala, cubría parte de sus gafas. Estaba sacando cosas de un contenedor de la basura. Lo que otros habían desechado, el hombre lo cogía y lo ponía, con movimientos lentos, cuidadosamente, encima de lo que parecía el esqueleto de un coche de bebé. 
Nos quedamos mirándole durante unos minutos sin decir una palabra. 
Cuando iba ya sola hacia mi casa, seguía con una bola en la garganta. Pensé que ese hombre bien podía haber sido mi padre.
Días después volví a quedar con esa misma amiga para tomar un café en el centro. La calle estaba llena de gente. Bares, mesones y lugares de picoteo estaban a rebosar. Fue entonces cuando mi amiga saltó la frase:
-Vaya, dicen que hay crisis pero aquí no se nota.
No pude evitar contestarla, no sin ironía:
Mira a ver si entre toda esta gente ves al hombre que estaba el otro día rebuscando en el contenedor.
Mi tono no me debió salir tan irónico como hubiera deseado, pues mi amiga se quedó sorprendida, y tan sólo pudo balbucear:
-Es verdad. Él seguro que no está.
En un espacio reducido, pueden convivir realidades muy opuestas y cada persona decide  hacia cual de ellas dirigir su atención. Pero el hecho de que una determinada realidad no esté siendo observaba por nadie, no la hace desaparecer. Sigue ahí, hasta que alguien la vea y decida, en el caso de que sea una realidad horrible, que hay que cambiarla.

"Cuando el Profesor da la Espalda"
de Jacob Taaumann



Cuando se acerca un período de vacaciones o fechas señaladas, como ahora ocurre con la Navidad, se empeñan desde diversas fuentes en darnos una versión de la realidad edulcorada. Y no digamos si encima la Navidad coincide con unas Elecciones Generales.  De repente no existen problemas económicos ni de ninguna otra clase. Todo está bien para todos. ¿Crisis? ¡por favor!, eso pertenece al pasado. 
Hace un par de días una entusiasmada reportera anunciaba, desde uno de los telediarios, que en estas navidades se calcula que el gasto medio de cada familia española aumentará en un diez por ciento.
Igualmente no han hecho más que repetir que durante este largo puente de la Constitución, los aeropuertos, las carreteras y los hoteles, verán aumentada la circulación de personas. Lo dicho, nuestra economía está floreciendo por momentos. 
Lo que no dicen es que algunos de los que van a aumentar este año el gasto navideño son los mismos que lo hicieron el año pasado, y el anterior. Son los únicos que pueden hacerlo, aquellos a los que la crisis les enriqueció más de lo que ya estaban. Pero hay otra parte de la población, otra realidad de la que no hablan, no sé si porque no la ven o, simplemente porque no les da la gana  mirarla de frente y denunciarla. La realidad de aquellas familias que no tienen ingresos suficientes ni para lo más básico. Como para que aumenten su gasto navideño en regalos y viajes. 
El verdadero buen político no es el que ignora los problemas, y mucho menos el que falsea la realidad, sino el que la ve, la reconoce, la denuncia y pone manos a la obra para cambiarla. Porque el cambiarla no es imposible. Basta voluntad y valentía. Pero en lugar de eso, nos dan discursos de falso positivismo. ¿Recuerdan la teoría del vaso medio lleno o medio vacío? Nos han querido convencer de que el ver el vaso medio vacío es de pesimistas, derrotistas, gente negativa sin futuro. No estoy de acuerdo. Si el vaso está medio vacío hay que decirlo claramente  e informar de si quien se ha llevado la mitad de ese agua que falta, lo ha hecho porque realmente tenía necesidad de saciar su sed, o lo ha hecho por especular con ella. 
¿De verdad puede alguno de ustedes creer que el profesor del cuadro que he elegido para adornar esta entrada, habrá permanecido eternamente dando la espalda a todo lo que acontecía en su clase? 
Las realidades a la carta, no existen. 


miércoles, 2 de diciembre de 2015

A U T O R R E T R A T O

JOHANN BAPTIST REITER,AUSTRIA 1813-1890
(AUTORRETRATO 1842)


Hace unos siglos, cuando no existían las cámaras de fotos, y mucho menos los móviles o las tablets, si alguien quería tener un retrato suyo acudía a un pintor para que le inmortalizara con sus pinceles. 
En el caso de los pintores que estaban bajo la protección de la realeza, su trabajo tenía además una dificultad añadida: la de retratar al monarca de turno de una manera que a éste le satisfaciese. Esto es, debía realzar todas sus cualidades tales como  su buen porte, aunque no siempre coincidiera con la realidad.
Siempre he pensado que de todos los temas que un artista puede plasmar en su lienzo, el del autorretrato es el más difícil de crear, sobre todo en la época que he mencionado al principio. ¿Cómo lo harían sin una fotografía que les sirviera de modelo? Una respuesta lógica sería: mirándose al espejo. Pero si una persona se mira al espejo varias veces seguidas ¿puede conseguir siempre la misma expresión, la misma mirada, la misma luz? Memorizar tu propio rostro debe resultar además de dificultoso, un tanto extraño. Y cuando ese rostro, que es el de uno mismo, va creciendo, tomando forma, extendiéndose por el lienzo ¿qué sensación tiene que dar? Mirarse uno desde fuera debería  ser un buen ejercicio de humildad, si se es honesto como artista en ese momento, y se retrata tal cual es. Pero ¡ay, el ego! siempre alerta para colarse en cuanto nota un segundo de debilidad. ¿Por qué retratarse con defectos pudiendo "moldear" un "yo" perfecto?
Otra cosa a tener en cuenta son los sentimientos, las sensaciones que el artista puede tener en los diferentes momentos de su creación. No siempre se está igual anímicamente. Lo que habita su pensamiento puede variar de un momento a otro, y esa variación puede transformar la expresión de su  cara por completo.
Recuerdo  la época en que asistí a unas clases de dibujo y pintura, de ésto ya hace muchos años. Mi tema favorito solía ser los rostros de diferentes etnias. Siempre me atrajeron los de personas de África, o los de los indios norteamericanos. Sus pómulos, sus bocas, sus ojos, la fuerza que irradiaban, hacían que me quedara mirando las fotografías que nos servían de modelos, durante horas. 
En una ocasión mi profesor me dijo que eligiera un modelo de los muchos bocetos que tenía. Yo preferí escoger el rostro de un jefe indio norteamericano, de los que tan bien retrató Edward S. Curtis, (he intentado localizarlo en Internet para incluirlo en esta entrada, pero no lo he encontrado). Lo que me llamó la atención de ese hombre en concreto era el porte de seguridad, serenidad, diría yo, que tenía . Sus ojos eran como dos pequeñas brasas de las que podías esperar que en cualquier momento surgiera una llama. No me gustaría tener que enfrentarme a él -pensé. Y, sin embargo, no era miedo lo que al contemplar ese semblante sentía, sino un inmenso respeto.
Comencé a dibujarle. Fue uno de los trabajos más gratos que hice. Me sentía muy bien mientras lo dibujaba a carboncillo. En un momento concreto, se me ocurrió preguntarle a mi profesor qué le parecía como me estaba quedando. Entonces él se acercó, cuando le vi que cogía un carboncillo, un resorte interior me hizo advertirle: Retoca todo lo que quieras de su rostro, menos los ojos. Todavía hoy me pregunto qué parte de esa frase que le dije, no entendió, porque se dirigió directamente a ellos. No dudo que lo hizo con el único propósito de mejorar lo que yo hasta ese momento había hecho. Y estoy segura de que técnicamente lo consiguió. Pero yo había depositado toda la fuerza que sentí en el momento de contemplar ese rostro, en esos ojos. Así que cuando vi que con un simple retoque, el profesor me había cambiado la expresión de la mirada de ese hombre, me enfadé como nunca me he enfadado con un profesor. Él, como es lógico, intentó defender su postura. Lo había hecho para corregir los defectos que, como entendido en la materia, había captado. Pero a mí eso no me importaba. Yo no estaba hablando de técnica, sino de sensaciones, las que los ojos de ese hombre me habían transmitido y que yo, posiblemente sin mucho acierto, había intentado plasmar. Recuerdo que casi le grité al profesor:
-Éste ya no es "mi" indio es "tú" indio.
Aún  puedo ver la cara de sorpresa que se le puso al  oír lo que le acababa de decir.
Aquel día me fui de la clase, muy, pero que muy enfadada. Tardé días en intentar "recuperar" la mirada que yo había querido plasmar. 
Todavía conservo ese dibujo, como un pequeño tesoro. Y cada vez que lo contemplo, me acuerdo de mi osadía. 

Volviendo al autorretrato, dibujarse uno mismo ¿no es una forma de poesía y, como ella, una manera de desnudarse?









viernes, 27 de noviembre de 2015

EL EXTRAÑO NOVIEMBRE

Hace unos días me comentaba una amiga que a ella siempre le ha parecido el mes de Noviembre un tanto raro. Tiene algo que hace que no le termine de gustar. Y quizá tenga razón. En Noviembre los árboles están más desnudos que en Octubre, que cubre las hojas con los tonos ocres, tan cálidos. Como si las lenguas de una fogata cercana las hubiera lamido, cubriéndolas de color. La luz de Noviembre es más fría. El cielo suele estar cubierto de un tono blanco- apagado, aunque he de confesar que a mí las nieblas que a veces cubren toda la ciudad, me gustan. Añaden un toque de misterio. 
Es un mes ideal para recogerse, adentrarse en uno mismo, pensar, recordar. Es un tiempo ideal para la lectura. 
Siempre que puedo, veo el programa que presenta Sánchez Dragó, en la segunda cadena, los domingos, sobre la una del mediodía: "Libros con Uasabí". Es un programa en el que se habla de libros, de escritores, de lecturas, de lectores. Tiene tres colaboradoras, entre ellas su propia hija, que unas veces le hacen rabiar con las sugerencias literarias que dan,  porque no coinciden con las suyas propias. Otras, con las opiniones que tienen de los autores o del tema de alguno de esos libros. Son tres mujeres cañeras, que no se callan lo que piensan. Otra de ellas es  Anna Grau, y de un título que ella sugirió hace unos días, y que acabo de terminar de leer, voy a hablarles hoy:
"Salir a Robar Caballos" de Per Petterson, un escritor sueco,(Oslo-1952), que antes de dedicarse a escribir fue librero, traductor y crítico literario. En esta novela el autor nos cuenta, a través de la voz de su protagonista, Trond Sender, un hombre de sesenta y siete años, que vive aislado en una casa de un bosque, lo que le aconteció en el verano de 1948. Hay un recorrido paralelo en esta historia. Por un lado el que hace con las personas que acompañan al protagonista. Por otro, el recorrido a través de la naturaleza que le rodea, y que por las descripciones que hace, es maravillosa. Vean si no en estos extractos de la novela.
"Principios de noviembre. Son las nueve. Los paros carboneros se estrellan contra la ventana. Unas veces salen volando, aturdidos por el choque, otras caen y quedan tendidos sobre la nieve reciente, pugnando por echar a volar de nuevo. No sé qué tendré yo que quieran ellos. Miro por la ventana hacia el bosque. Una luz roja brilla sobre los árboles que bordean el lago. Empieza a correr el aire. Veo la forma del viento sobre el agua."

"Me encontraba en medio de todo. Olía a resina, me olía la ropa y me olía el cabello y por la noche, notaba que la piel me olía a resina cuando me iba a la cama. Me quedaba dormido con ese aroma y me despertaba con él y me acompañaba durante todo el día. Yo era bosque."

Pero en esta historia no todo es belleza, también hay drama, como en la vida misma. Un chaval amigo del protagonista en esos años cuarenta, deja una escopeta cargada, apoyada contra una de las paredes de su casa. Se le olvida poner el seguro y se va a sus cosas. Sus dos hermanos menores, gemelos, ven aquel arma que nunca han podido llegar a tocar, y que ahora tienen a su alcance. Uno de ellos la coge, el arma se dispara y mata a su hermano, a su igual. A partir de ahí todo cambia. El paisaje, el paisanaje, se convulsiona, parece que levemente. Como el agua de un río cuando se ve perturbada por la caída de una piedra. Ésta es una de las historias de las que el bosque que rodea a los personajes, es testigo. Pero no es la única. 
Trond hará también un recorrido por la relación que tuvo con ese padre que les abandonó. La vida puede ser dura para algunas personas, y cambiante. Como la naturaleza, que se viste de diferente manera según la estación que la visite.
Una de las cosas que averiguamos a través de la novela sobre el padre del protagonista es que es un buen lector de Dickens. Sobre este autor nos dice Trond:
"...pero cuando lees a Dickens, lees una larga balada procedente de un mundo que ha desaparecido, en la que al final todo se resuelve como una ecuación, y el equilibrio perturbado se restablece para regocijo de los dioses." 
A través de las confesiones de Trond conoceremos también sus miedos. Uno de ellos es el  de llegar a parecerse al hombre del cuadro de René Magritte. Éste cuadro:

(Imagen sacada de Internet)

"aquel que se mira  así mismo en el espejo y solamente ve su propia nuca, una y otra vez".

Confieso que yo no conocía este cuadro, pero en cuanto lo vi mencionado en la novela, lo busqué. Y desde hace unos días le estoy dando vueltas a lo que nos ha querido decir el autor de la pintura, a través de ella. 
Un hombre frente a un espejo ve su espalda, su nuca. Lo primero que me vino a la cabeza es que la imagen real no es la que está en primer plano, sino la más alejada. Pero ¿cómo hizo el autor para pintar la parte trasera? ¿con un segundo espejo, que no aparece en el cuadro? Un poco complicado.
Los tonos que ha elegido son agradables, incluso serenos. Sin embargo, hay algo que al mirar el cuadro, hace que sientas un cierto repelús. El hueco que se ve en la parte superior del cabello, no ayuda a quitar esa sensación. Es como si de esa separación del  pelo, fuera a surgir un agujero, una especie de pozo, del que no se ve el fondo. La sombra del cabello que cubre en parte el cuello, oculta también una cierta tensión, que llega hasta los hombros.
 En la repisa que sostiene el espejo, hay un libro. No he logrado leer el título, pero algo me dice que no es sugerente el tema que esconde entre sus páginas. 
La forma de vestir de ese hombre, le hace parecer uno de los personajes de las películas de Hitchkock, ¿"Vértigo", quizá?
Lo que más incomoda es no poder ver el rostro. ¿Qué expresión tendrá? ¿Y si no tuviera rostro y la parte oculta fuera igual que la de la nuca? ¡Uff, qué agobio!
En la novela, Trond que cree conocer a su padre, averiguará que también posee un rostro desconocido para él.
El título de esta novela lo da la invitación que, con esta frase, le hace el padre de Trond cada vez que quiere que vayan a pasear juntos: ¿Salimos a robar caballos?
En uno de esos paseos ecuestres, Trond se caerá del caballo. Ésto le dará pie a su padre a hablarle sobre los golpes que, a veces, puede atizarle la vida. Y le transmite un mensaje, quizá consejo, que le servirá para saber recibirlos, incluido su abandono por parte de ése que ahora le habla:
"somos nosotros quienes decidimos cuándo nos duele".

Afortunadamente también decidimos nuestras lecturas. No se pierdan esta buena novela y, si pueden, disfruten también de "Los Libros con Uasabi".


lunes, 23 de noviembre de 2015

LLUVIA DE LETRAS

El sábado por la noche pude ver, en un reportaje, la historia de unos niños en la India. Eran niños que iban a la escuela, como cualquier niño de su edad en otros países, pero con varias  circunstancias que les diferenciaba de esos otros niños. Una de ellas era que en sus mochilas de estudiantes, llevaban un peso añadido al de sus libros y cuadernos. El peso de su dura historia personal. Me llamó la atención la historia de dos niños en concreto. Uno de ellos, el que parecía más pequeño, iba a la escuela cada día con el firme propósito de aprovechar al máximo el tiempo que pasaba allí. Quería aprender para que su madre, trágicamente  fallecida, (se auto-inmoló), se sintiera orgullosa de él. 
Otra de las historias era la de una niña cuyo sueño era llegar a ser futbolista.  Para ello, además de estudiar, se entrenaba todos los días con el fin de que la seleccionaran. Cuando llegó el día de la selección de chicas, ella se presentó con su humilde conjunto deportivo y unas sencillas zapatillas de deporte. Para su sorpresa, el resto de las chicas iban equipadas con conjuntos deportivos mucho mejores que el suyo, y por si esto fuera poco,  eran más mayores que ella. 
Si en nuestro país el llegar a ser futbolista, siendo chica,  tiene más de una dificultad, se pueden imaginar lo que tiene que ser en la India. Pero a la protagonista de esta historia eso no la acobardó. Puso todo su empeño e ilusión para compensar la carencias materiales que tenía y,  consiguió ser seleccionada.

Imagen sacada de Internet

Si les digo que al salir de clase estos niños iban de vuelta a su hogar, ustedes pensarán que como todos los niños. Pero es que en su caso la palabra "hogar" no tenía el mismo significado que podría tener en nuestro país. Ellos no habitaban en una casa, más o menos confortable, con su calefacción, su agua caliente, y otra serie de cosas que les facilitara la vida. Su "hogar" consistía en una chabola hecha de chapas. El agua que necesitaban para su uso diario, lo tenían que sacar,  con un cubo, de un riachuelo que corría por debajo de unos escombros. No tenían luz. 
Alguna de las "paredes" de sus "casas" estaban adornadas con dibujos que los propios niños habían hecho.
Los profesores les recordaban que si querían gozar de una beca que les permitiera seguir estudiando, debían esforzarse. 
Lo que más me llegó al corazón fue la enorme dignidad que esos críos demostraban, al igual que sus madres, cuyo mayor deseo era que sus hijos, sobre todo en el caso de las niñas, llegaran a adquirir los conocimientos a los que ellas no habían podido tener acceso. En un momento determinado del reportaje, se veía a una de las madres que peinaba a su hija, mientras ambas cantaban una canción a la lluvia. Y lancé un deseo: que lloviese copiosamente en ese lugar. Que cayeran millones de gotas de letras, para que todos esos niños pudieran construir con ellas bellas canciones, poemas, historias, sueños que pudieran hacer  realidad. Entonces pensé en la enorme capacidad que tienen algunas personas, desde pequeños, de esforzarse para conseguir aquello que más desean. A pesar de lo difícil que se lo ponen.  Es impresionante la fuerza de algunos seres humanos para superar las barreras que, una y otra vez, parece querer imponerles la vida. Y pensé también en la paradoja que se da en el mundo. Mientras que unos en una parte del planeta se dedican a despilfarrar dinero y medios, sin orden ni conciencia, en la otra punta, hay gente que con humildes herramientas de trabajo, son capaces de ir avanzando. Y reflexionando, me acordé que el próximo día 25, se celebra el Día Internacional de la Violencia Contra la Mujer y me pregunté, como muchas veces hago, ¿por qué hay individuos que se dedican a matar a las mujeres? Las respuestas que se me ocurrieron fueron las siguientes:
Porque son inteligentes
Porque son trabajadoras
Porque son estudiosas
Porque son tiernas 
Porque son fuertes
Porque son valientes
Porque pueden reír y llorar
En resumen, porque están vivas. En el más profundo significado de la palabra. Y al mirarlas, esos individuos ven en ellas todo lo que ellos no tienen, porque su odio, su ciega obsesión por dominarlas, les ha convertido en muertos-vivientes. Seres sin alma. Y entonces llegué a la conclusión de lo importantísimo que es que todos los niños del mundo reciban una buena educación.
Para todos esos pequeños héroes de la India, y de otras muchas partes del mundo, que son capaces de levantarse cada mañana rodeados de miseria y avanzar a través de ella, directos hacia cualquier punto que les lleve al conocimiento, transcribo aquí el poema de Juan Carlos Martín Ramos, titulado:
PAISAJE EN EL TINTERO

Miro por la ventana
y escribo en mi cuaderno.
El paisaje está fuera
y a la vez aquí dentro.
La luz mancha la página
debajo de mis dedos.
Los pájaros son letras
escritas en el viento.
Las huellas del camino,
palabras que me dicen
si estás cerca o vas lejos.
Un arroyo murmura
dentro de mi tintero.
De pronto, cae la lluvia.
Borrón y cuento nuevo.
(Sacado del libro "Las Palabras que se Lleva el Viento)





jueves, 19 de noviembre de 2015

D E P E N D I E N T E S


"Un Rincón Soleado en Holanda"
de Charles William Bartlett


Una de las acepciones que el Diccionario de la Real Academia da para la palabra Depender es: Vivir de la protección de uno. Cuando se habla de Dependencia todo el mundo piensa en ancianos, o en personas con alguna discapacidad.   Pero si piensan detenidamente en el significado de esta palabra  ¿ustedes conocen a alguien que, en algún momento de su vida, no haya dependido de alguien? Veamos: Nada más nacer dependemos de nuestros padres, o en caso de perderlos a tan temprana edad, de cualquier adulto que nos alimente, vista, asee. En fin, que cuide de nosotros. Cuando tenemos unos añitos, vamos al colegio y dependemos de nuestros profesores para que nos guíen por el camino del conocimiento. Más tarde, dependemos de quien nos da un trabajo con el que ganarnos la vida. Según nos hacemos mayores, los achaques de la edad nos obligan a depender, cada día más, de alguna persona que cuide de nosotros. Eso, sin contar las enfermedades que podamos contraer a lo largo de nuestra vida. En cuyo caso, dependeremos de médicos, enfermeras, cuidadores, y una largo etcétera. Pero es que, además, dependemos continuamente, nada más salir de casa, de unos cuantos profesionales que nos vayan solucionando problemas o cubriendo necesidades cotidianas. Dependemos del que nos hace el pan. Del que nos lleva el butano. Se depende de la persona que va a algunos hogares para hacer las labores. Entonces yo me pregunto ¿por qué no se da la verdadera importancia, el verdadero protagonismo, por qué no se pone interés y medios suficientes para llevar a una realidad eficiente  las leyes que tienen que ver con la Dependencia?
No entiendo que se reserven miles de millones de euros en algunas partidas totalmente secundarias,  y no se trate, con seriedad y eficiencia, de cubrir esa  necesidad de primera que todos hemos tenido, tenemos o tendremos en algún momento de nuestras vidas: la de depender de otros. ¿Cómo desde los cerebros de algunos políticos se puede, siquiera imaginar, que otorgando una hora u hora y media diaria se puede atender a una persona mayor, o con una discapacidad física?
La primera vez que hablé con un hombre con un puesto de cierta responsabilidad en los Servicios Sociales, me defendió la teoría de que diez minutos eran suficientes para que una persona mayor desayunase. 
Claro que sí -le dije yo con toda la ironía que en ese momento pude sacar- y con menos tiempo, también, si se le mete el café con leche y las galletas por vena.
Por si esto fuera poco, en el tema de la Dependencia también se da la picaresca. ¿Sabían que si una persona dependiente tiene, pongamos por ejemplo, derecho a que se le atienda durante una hora, se hará de manera diferente si esa persona es obesa o delgada? Les voy a explicar: Si una persona es delgada, se entiende que un sólo cuidador podrá manejarla. En el caso de que sea gordita, se da por hecho que harán falta dos personas, así que en lugar de una hora, se le atiende sólo durante media hora. Es decir se divide la hora entre las dos personas que le cuidan. Con lo cual, esa persona dependiente, por el simple hecho de tener unos kilos más que otras personas con sus mismos problemas de movilidad,    está recibiendo, sólo, media hora de atención. ¿A ustedes ésto les parece lógico?
Imagínense que a un joven con deficiencia auditiva se le dijera que, como su tutor tiene que esforzarse más con él para que le entienda correctamente, en lugar de recibir clases de una hora, como el resto de alumnos, sólo tuviera derecho a recibir clases de media hora. ¿No les parece de locos?
Ya se huelen las Elecciones Generales, por eso la palabra Dependencia se oye más a menudo. Se habla de crear nuevas leyes para cubrir todas las necesidades de las personas dependientes. Me pregunto cómo no lo han hecho ya con el tiempo y, sobre todo, con las enormes cantidades de dinero que han estado manejando. 
Antes he dicho que, todos, en algún momento de nuestra vida hemos sido, somos o seremos dependientes de alguien. Teniendo en cuenta lo mucho que ustedes, señores  políticos, dependen de los votos de los ciudadanos, ¿no les parece que ya va siendo hora de que dejen de jugar con la palabra Dependencia, se pongan las pilas de una vez, y empiecen a poner el dinero, el que ustedes mangonean sin ser suyo, y lo utilicen para cumplir, como es debido, con la tan maltratada Ley de Dependencia?






domingo, 15 de noviembre de 2015

LO QUE NOS PARTE EN DOS

El viernes pasado quedé con unas amigas para celebrar el cumpleaños de una de ellas. Estuvimos charlando y riendo. La protagonista abrió regalos envueltos en papeles de bonitos colores. Después seguimos hablando y disfrutando de una velada agradable. Llegué a casa con una sonrisa en los labios. Al acostarme decidí poner la radio para oír un programa de cine que suelo escuchar las noches de los viernes. Fue entonces cuando me enteré de lo que había pasado en Francia. Todo el bienestar que me envolvía en ese momento, se calló al suelo, como derrumbado. En ese instante me acordé de lo que había escrito en mi entrada anterior: "No todos los días nos deparan cosas buenas..." . Este viernes trece de noviembre, parecía ser uno de esos días para mucha gente.
Puse la televisión y cuando empecé a ver las imágenes, no fui capaz de seguir viéndolas. Me fui a la cama y en lugar de dormir, me dio por hacer una serie de reflexiones. Reflexiones que quiero compartir aquí, por si a alguien le sirven de algo.
Muchas veces me he preguntado ¿qué es lo que separa a unas personas de otras en el mundo? ¿qué es lo que nos hace enfrentarnos unos contra otros? Yo no creo que lo que nos distancia sea el pertenecer al judaísmo, cristianismo, islamismo o budismo. Ser blanco, negro, indio o mestizo. Haber nacido en el Norte o en el Sur. Para mí lo que realmente abre una brecha entre unos y otros es una única diferencia: la de ser buena o mala persona. Y es de esa diferencia, de la que manan otras, convertidas en causas de enfrentamientos. De la maldad mana la miseria que hace que personas que podrían vivir con dignidad, como el resto, tengan que vivir reptando. Del ejercicio de la maldad de unos pocos, brota la pobreza, la ignorancia, el sufrimiento de muchos. 
Con frecuencia he oído decir que en el interior de cada ser humano hay un ángel y un demonio, y que el problema que tienen algunas personas es que no saben mantener atado a éste último. Tal vez el verdadero problema sea que es a ese ángel interno al que han encadenado.



"EL ÁNGEL ENCADENADO"
De Odilon Redon


Siempre he pensado que ser malo no conlleva demasiado esfuerzo. Basta con ir dejándose caer poco a poco en un pozo de ambición. Rodearse de personas que carezcan de escrúpulos y, que estén dispuestos a hacer lo que sea por unas monedas, o por cualquier falsa promesa de alcanzar lo que sólo con buenas obras podrían alcanzar, y esperar que todo se vaya destruyendo alrededor. Es para ser buena persona para lo que se requiere un esfuerzo. Ser capaz de mantenerse en el camino correcto, cuando hay otros caminos menos largos y duros, que prometen resultados más inmediatos, parece cosa de tontos, pero no lo es. Porque sólo lo que se gana con el esfuerzo, con la honradez, con el trabajo diario, merece la pena.
Ser malo, lo puede ser cualquiera, independientemente de la actividad profesional que realice. Es el alcance de esa maldad lo que varía según el puesto que ocupe en la sociedad cada cual. Las malas obras de un político, por poner un ejemplo, tienen un alcance y unas consecuencias superiores a las malas obras que pudiera realizar cualquier otra persona sin el poder, la información y los medios que ese político tiene a su disposición.  De la corrupción de un político puede nacer la miseria de muchas personas, de muchos países. Pero el político corrupto solo, no puede conseguirlo, necesita la "colaboración" de más gente. Y es ahí donde entra en juego el equilibrio, el sentido común de cada uno de nosotros, necesario para dejar suelto al ángel que llevamos dentro. Que su voz, liberada de toda cadena, se oiga fuerte cuando alguien nos proponga hacer algo incorrecto, por pequeña que parezca esa acción, al pronunciar, con contundencia, un simple NO.

Hay un poeta que he descubierto hace poco, Juan Leyva, que desde su libro titulado "Caja de Resistencia", con unos sencillos versos bajo el título de "Derramas", lo dice mucho mejor que yo. Ya saben como son los poetas, capaces como ellos solos de decir las verdades sin rodeos, envolviéndolas en una capa de belleza.

Hoy amo al mundo
quizá sólo sean diez minutos
pero son tremendos.

(Juan Leyva)


miércoles, 11 de noviembre de 2015

LA LUZ HECHA ARTE

Pintura de Concha Díez Valcabado
(Imagen sacada de Internet)



No todos los días nos deparan cosas buenas, por eso cuando se te  cruza en el camino una oportunidad de disfrutar de algo bello, no hay que desaprovecharla. Eso es lo que hice yo al ver el cartel en la fachada del Teatro Principal, que anunciaba la exposición de Concha Díez Valcabado hasta el día 15 de este mes de Noviembre. Allí que me fui, sin dudarlo. 
Al entrar me encontré con viejas viñas, con valles, con páramos, pero lo que más me impresionó fueron los bosques. Estaba contemplando uno de ellos, cuando me fijé en una mujer que estaba sentada en una silla, al fondo de la sala de exposiciones. Hablaba por el móvil. Cuando acabó su conversación, comenzó a pasearse por la sala. Al pasar junto a mí le pregunté:
-¿Es usted la artista?
Eso de "artista" me ha gustado -dijo esbozando una sonrisa.
Y entonces surgió el diálogo. Le señalé uno de los cuadros que representaba un bosque y que nada más mirarlo, me había dejado prendada con su luz. 
Parece uno de esos lugares mágicos de Irlanda -me atreví a decir-. Da la impresión que en cualquier momento, pudiera salir de detrás de alguno de esos árboles, algún duende.
Bien pudiera ser -me contestó con ironía-, aunque la mayoría de mis paisajes son de la zona de la Ribera del Duero. Este  trozo de bosque -continuó-, cuando lo vi por primera vez parecía uno más, sin embargo,  guardada en su fondo una sorpresa. Justo en su centro se posaba un foco de luz  que lo iluminaba todo, cambiando su aspecto por completo. Y ahí está.
Seguimos charlando un rato más y luego nos despedimos.
Poco antes de comenzar esa grata conversación, había leído en el folleto que de la artista tenían a la entrada de la exposición, que su trayectoria profesional es de más de cuarenta años. Viéndola nadie lo diría, pues no parece tan mayor. Ha ganado varios premios y tiene en su haber más de 150 exposiciones.
Al marcharme eché una última mirada a ese bosque mágico del que habíamos estado hablando. Según iba hacia la calle pensé que quizá la luz de los cuadros de la señora Díez Valcabado no estaba en los paisajes que ella había pintado. Tal vez manaba de su persona. Y dejando que mi imaginación fuera un poco más lejos, me pregunté:  ¿Y si en realidad ella misma fuera un duende?
Al llegar a casa busqué instintivamente el libro que Rafael Alberti dedica  "A La Pintura". Pasé rápido por sus páginas hasta llegar al poema titulado "A la Luz" (Impresionismo). Poema que copio aquí como broche de oro al recorrido por los paisajes de Concha Díez Valcabado. Lugares donde la luz se hacer arte. 
No se lo pierdan.

A LA LUZ
(Impresionismo)

A Ti, temblor y halo del paisaje,
recortadora del perfil y ciega
para el pincel abierto que disgrega
la mancha de la mar y del celaje.

A tí, lavado, líquido lenguaje;
dura al color que su color restriega
contra el árbol preciso que doblega
a imprecisión la copa del ramaje.

A ti, mano de sol, cono perfecto, 
denunciadora, igualadora, efecto
desvanecente de la línea pura.

El ala de la sombra en ti se afila.
Te quema el ser que tu cristal destila.
A tí, espejo y fanal de la Pintura.

(Rafael Alberti, de su libro de poemas A La Pintura).