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domingo, 28 de febrero de 2016

COMO LA NOCHE Y EL DÍA

"LA NOCHE ANTES DE  NASEBY"
De Augustus Leopol Egg



Hay días oscuros como  boca de  lobo y noches largas, como un desierto. Momentos en los que te encuentras tan sólo, tan frágil, tan acorralado, que sientes cada uno de los nervios de tu cuerpo, como estalactitas a punto de quebrarse. Son esos días que te toca decidir en plena marcha. Decidir en nombre de otro más frágil que tú. Tirarte al vacío sin paracaídas. Son épocas de batalla diaria, sin escudos protectores, con tu instinto como única arma de defensa. Entonces doblas la rodillas que hasta entonces creías de hierro, agachas la cabeza, y dejas que de tu boca salga una oración, una plegaria a cualquier Dios que quiera escucharte. Declamas aquel Padrenuestro que creías olvidado. Suplicas que te dé valor, resistencia, serenidad y, sobre todo, equilibrio para seguir manteniendo la cabeza en su sitio. Sabes que los enemigos son varios y surgen  de cualquier rincón. La maldad siempre goza de avituallamiento mientras que tú careces de cualquier punto de refresco. Pero sin saber cómo, sigues. Quizá tus pasos cada vez sean más lentos, más pesada la carga de tu mochila, pero sigues. Hasta que un día suena el teléfono, con voz amiga, y el peso se aminora un poco. O alguien se te cruza y te sonríe, y el peso vuelve a perder parte de su volumen. Así, a base de pequeños regalos que la vida pone en tu camino,  la mochila  queda vacía. Entonces echas a correr, veloz, casi etéreo. Y es cuando  gritas: ¡Por fin, libre!

















martes, 23 de febrero de 2016

TRAS LA SOMBRA DE LAS AVENTURERAS

Teatro de Sombras
(Imagen sacada de Internet)


Recuerdo la vieja casa abuhardillada en una calle céntrica de Burgos, donde viví hasta los doce años. Tenía una estructura un tanto curiosa. Una de las peculiaridades de su distribución era su largo pasillo. En él mi hermana y yo jugamos y corrimos más de una vez, para disgusto de los vecinos del piso inferior, un matrimonio mayor, que mostró bastante paciencia con nosotras.  Ese pasillo fue testigo de nuestros juegos y trastadas, y del despertar artístico de mi hermana, que siempre adornaba una de sus paredes con sus pintadas hechas, para enfado de mi madre, con unos rotuladores de resistente tinta. Pero es que además, la parte que pintaba era la que estaba justo enfrente de la puerta de la calle. Así que cada vez que alguien llamaba a nuestra casa, se daba de morros con el "cuadro" del día. Mi madre siempre decía: mira que es largo el pasillo, pues tiene que pintar justo frente a la puerta, para que todo el mundo lo vea. 
Pensándolo bien, ¿de qué hubiera servido crear una obra si no hubiera podido exhibirla?
Uno de los juegos que más nos gustaba era el que compartíamos con las nietas de los vecinos del primer piso (nosotras vivíamos en el quinto). Era un juego que se me ocurrió uno de esos días en los que aquellas niñas y mi hermana, que eran más pequeñas que yo, estaban especialmente revueltas. Para intentar que se calmaran, les dije que se sentaran en unas sillas, que íbamos a ver una representación de sombras. Aquel anuncio les resultó tan sorprendente, que obedecieron sin rechistar. La representación consistía en apagar la luz del pasillo, encender una linterna dirigiendo su luz hacia la pared del fondo y,  poniendo mis manos delante de la luz, hacer figuras cuyas sombras, se reflejaban en la pared. La que mejor me salía era la de la cabeza de perro. Mientras hacía diferentes figuras,  iba contando pequeñas historias. Así conseguí mantener entretenidas a aquel grupo de traviesas niñas,  durante más de una tarde. 
Todo ésto me ha venido a la memoria al ver un programa que ponen en la segunda cadena, los sábados por la tarde: "Mujeres Viajeras", cuyo primer capítulo titulado "Madam Tíbet", pude ver mediante los postcads en Internet, con un bastante defectuoso sonido, por cierto. Lo que hago saber aquí por si le llegase a alguno de los responsables de su distribución, para que solucione dicho problema. 
Mezclando imágenes hechas con sombras, de los personajes correspondientes a cada biografía de las mujeres que en su día fueron pioneras en  recorrer el mundo viajando solas, con las de antiguas fotografías, van relatando la vida de dichas mujeres. La del primer programa era la de Alexandra David-Néel, Madam Tíbet.
Alexandra nació en Francia, en el seno de una familia acomodada. La madre era una beata que se pasaba el día rezando, y quien hubiera preferido tener un hijo barón para que llegara a ser obispo. El padre, por contra, era un libre pensador cuya amplia biblioteca, hizo que aquella niña comenzara su largo recorrido entre las páginas de aquellos libros, que despertaron en ella la curiosidad y las ganas de conocer todos esos lugares que allí se describían. Eso avivó más su espíritu libre.
Nada en la vida de Alexandra fue como se esperaba de una jovencita de su clase social. Comenzó viajando por Europa. Se hizo adepta a la teosofía, los Rosacruces, la masonería y el budismo. Viajó a  África. Se hizo amante del seductor impenitente, Philippe Néel, con el que no pensaba casarse, pero hasta en ésto fue imprevisible, porque al final sí lo hizo, en Túnez. Alexandra intentó llevar una vida convencional junto a su esposo, llegando incluso a hacer varios viajes con él, pero no pudo. Decidió entonces viajar sola, con el consentimiento de su marido (por aquel entonces era necesario) hacia Oriente, concretamente hacia el Tíbet. Como conocía lo suficiente sobre Asia para saber que era inútil intentar llegar al Tibet desde la India, emprendió viaje hacia Japón, hacia Mongolia. Atravesó la China a paso lento, aceptando indistintamente la hospitalidad de los monasterios budistas y la de los misioneros cristianos. Se fue para tres meses, y permaneció allí durante dieciocho años. 
En su largo recorrido por Asia, conoció al que fuera su alma gemela, el joven Yongden. Ella vestía como un hombre. Ambos tuvieron que hacerse pasar por mendigos para evitar posibles peligros.
Fue bautizada como "Lámpara de la Sabiduría"
Ya de regreso, la gloria la esperaba en Europa y en Estados Unidos. Libros, conferencias, artículos, medallas. Cuando regresó a su hogar, su marido, a pesar del largo tiempo transcurrido, la aceptó. Decidieron adoptar a Yongden como hijo. 
Dio conferencias, escribió libros. Su frenético trajín se vio interrumpido por la muerte de Yongden. Ella entonces tenía ochenta y siete años. Pensó que no iba a sobrevivirle muchos años, pues él había sido el único hombre al que ella había amado de verdad. Sin embargo, Alexandra viviría hasta los ciento un años. 
Hay quien crea historias hechas con sombras. Otras,  mujeres viajeras como Alexandra David-Néel,  prefieren protagonizarlas.



jueves, 18 de febrero de 2016

CUANDO A LAS MUSAS SE LES APAGA LA LUZ

Lady Scarlett, la musa de la
Literatura 
(Imagen sacada de Internet)


Hay temporadas que la vida te pega a la realidad. Las responsabilidades tiran de ti con ánimo de exprimirte hasta la última gota de energía. En esos días no tienes ganas ni de leer, que ya es decir. Hasta que un día alguien menciona el título de un libro, o una autora, y entonces salta la chispa. No sabes de dónde porque ya pensabas que no tenías ninguna chispa de reserva. Pero ahí estaba, agazapada, dispuesta a saltar en cualquier momento. Y entonces preguntas a quien te está hablando:
- ¿Tienes ése libro? 
Y resulta que sí lo tiene, y además te ofrece la posibilidad de prestártelo cuando quieras. Y vas y dices:
-¿Me lo puedes dejar ahora?
Y entonces te das cuenta que no hay cansancio, responsabilidad, ni realidad, por dura que sea, que pueda apartarte de aquello que más te gusta: leer. 
Abres el libro y en ese instante, todo tu cuerpo se relaja para emprender el viaje hacia una nueva aventura. Quien te acompaña en ese recorrido es una autora que leíste hace mucho, mucho tiempo y que te dejó tan buen recuerdo, que no has podido olvidarla. Hablo  de Isabel Allende y su última novela: "El Amante Japonés". Una historia que nos presenta a Irina Bazili, una mujer que entra a trabajar a una Residencia de Ancianos llamada Lark House. Allí conocerá varios personas que nos irá presentando. Entre ellas: Alma. Alma guarda entre sus recuerdos,  una historia de amor digna de una novela.
Lo que hizo que saltara el resorte de mi atención cuando se mencionó esta novela, fue precisamente el nombre de su autora. De Isabel Allende tenía un buen recuerdo de sus "Cuentos de Eva Luna y de "La Casa de los Espíritus", que me aficionaron a la literatura. Me gustaban las palabras llenas de magia que utilizaba para describir personajes u objetos, que sin ese lenguaje, hubieran sido sólo éso: meros objetos. Pero a veces, el volver a un autor no te devuelve antiguos momentos de placer. El tiempo no pasa en balde. Tu mirada como lector ya no es nueva y en ocasiones, el estilo del escritor no sólo no es nuevo, sino que parece haberse quedado corto y algo vacío. La magia que conocías de ese autor, parece haberse extinguido. Como si a las Musas que hubieran estado acompañándole en el resto de su obra, se les hubiera apagado la luz, y anduviesen caminando detrás de él, como tristes sombras.
En el caso de la autora mencionada, ha habido un antes y un después a partir de la muerte de su hija Paula, hecho que ella misma cuenta en un libro con el nombre de su hija como título.
Hablando con una amiga muy lectora hace unos días, me decía que últimamente parece que a la mayoría de los escritores les da por escribir novelas realistas. Cualquier escritor se alimenta de lo que le pasa en la realidad, pero éso no le obliga a contarlo tal cual es. Para eso ya tenemos los Telediarios. Siempre he pensado que el novelar consiste en describir, con un lenguaje literario, cualquier situación que puede ser común, pero que ese lenguaje, la convierte en extraordinaria. Y precisamente, es en tiempos a veces duros, a veces tristes, como los que nos ha tocado vivir, cuando más se necesita de la magia del lenguaje literario, poético, metafórico. Lo necesita el escritor como herramienta que esculpe historias y poemas. Y lo necesita el lector como bálsamo curativo de los mordiscos de la realidad. 
¡Venid, Musas, traed la inspiración a quienes gustan de contar historias, de escribir poemas, venid cargadas de luz para hacer nuestra realidad cotidiana más soportable!



sábado, 13 de febrero de 2016

MEDICINA PARA CONCIENCIAS ADORMECIDAS

"EL DOCTOR (1891)"
De Sir Luke Fildes


Que la medicina ha avanzado una barbaridad es algo que nadie puede negar. Ahora las operaciones no son tan agresivas como hace unos años. Todo se hace más rápido, más limpio y, aparentemente, más fácil. 
Donde más se ve la fragilidad del ser humano es en un hospital. No importa lo mucho que se sepa o que se tenga, ni lo guapo, o alto que se sea, cuando se está enfermo, se depende totalmente de un médico. De sus manos, de su mente, depende nuestra vida o nuestra muerte. Así de frágiles somos. En España tenemos grandes profesionales de la medicina, sin embargo, de un tiempo a esta parte, estamos viendo una serie de comportamientos que no parecen propios de esos buenos profesionales. No sé ni cómo, ni cuando, ni el porqué, se ha instalado una regla o protocolo en algunos hospitales, que consiste en dar  las altas una vez transcurrido un período de ingreso  más o menos de una semana. Caiga quien caiga. Y ésto es literal. A los que nos ha tocado en más de una ocasión ir al nuevo Hospital Universitario de Burgos, hemos podido comprobar hasta dónde son capaces algunos médicos de llevar esta regla a rajatabla.  Hablando sobre ésto con varias personas que han padecido la misma situación, una de ellas me comentaba: el problema es que ahora quien manda en el hospital no son los médicos, sino los políticos. La regla parece ser que del Presupuesto que se da para Sanidad, hay que ahorrar lo más posible. Si para ello hay que mandar a los enfermos que tienen que recibir un tratamiento hospitalario a sus casas, se les manda sin ningún tipo de problema. Y búscate la vida. El problema es que al enfermo, esa vida, se le está escapando de las manos. Y por si ésto fuera poco, no reparan en argumentos para basar su ilógica decisión. Si es necesario ponen en tela de juicio tu responsabilidad ante ese familiar. Como si fueras tú el culpable de su deteriorado estado de salud.
De todo ésto a mí me surge una pregunta que quiero lanzar aquí: Todo el dinero que se está ahorrando en Sanidad, y por la manera tajante de actuar de algunos profesionales del gremio, debe ser mucho, ¿a dónde va? Porque si, por poner un ejemplo, lo que se ahorran conmigo, se utiliza para otro enfermo que está peor que yo, a mí no me importa, pero ¿es ahí realmente donde acaba el dinero ahorrado? Por otra parte, si  conmigo no han completado el tratamiento que debería haber recibido, y eso repercute en una recaída, y al poco tiempo me tienen que volver a ingresar en peores condiciones de salud que cuando salí, el tener que estar por segunda vez ingresada, y quizá por más tiempo, al final ¿no se traduce en más gasto para la Seguridad Social?
A todos esos "cerebros" que desde sus despachos dan órdenes sobre temas que desconocen, puesto que ni aparecen por los hospitales, les agradecería como ser humano frágil que soy, recordaran una regla de oro: Con la salud, no se juega. Y menos si la salud es ajena. Donde deben estar los enfermos, es en los hospitales. Ni en casa, ni en residencias, en el caso de las personas mayores, porque en ninguno de estos dos sitios tienen ni el personal ni el material adecuado. Dejen trabajar a los buenos médicos. Es a ellos, y sólo a ellos, a quien corresponde decidir cuando a un enfermo se le puede dar de alta. 
Por si no les ha quedado claro,  transcribo aquí, literalmente, un párrafo del interesantísimo libro de Adela Cortina titulado: "¿PARA QUÉ SIRVE REALMENTE ...? LA ÉTICA."

"¿Y qué hacer con el dinero ahorrado? La respuesta es bien sencilla: invertir en lo que realmente vale la pena. En prevenir  y curar enfermedades, anticiparse en lo posible a las catástrofes naturales para evitar  muertes y sufrimiento, empoderar a las personas para que puedan llevar adelante aquellos planes de vida que consideren valiosos, crear puestos de trabajo, universalizar la educación y la sanidad, y tantas cosas que ayudan a humanizar la vida. Habrá que priorizar sin duda, empezando por los más vulnerables. Y no deja de ser escandaloso que no sea a ese mundo al que va la riqueza despilfarrada por falta de ética."

Gracias a todos esos buenos médicos que, incluso enfrentándose a quienes no lo son tanto, anteponen el bienestar y la salud de sus pacientes y trabajan día a día, con ilusión, por ellos.
A lo otros, ésos que, cegados por falsas promesas, se han olvidado de su verdadera misión, quiero hacerles una pregunta:
¿Cómo se puede ejercer una profesión tan noble como la médica, sin alma?



martes, 9 de febrero de 2016

LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA

"DÍA VENTOSO"
De Jane María Bowkett


Me gustan los días en que el aire se revoluciona y se convierte en viento, en fuerte viento. Me dan ganas de abrir los brazos, como si de dos alas de un avión se tratara y quedarme parada, esperando que su fuerza de huracán contenido, se me lleve con él. 
Alzo la cara y dejo que el viento de mañana, me arranque de ella los últimos rastros  de somnolencia de la noche anterior. 
El viento cuando coge velocidad, se lleva todo lo que no tiene solidez. Se lleva las lágrimas de cocodrilo. Las falsas sonrisas las convierte en muecas. Arranca de cuajo los malos pensamientos. Las tristezas las convierte en volátil polvillo de flor del diablo.
Cuando el viento coge fuerza, me dan ganas de ponerme a gritar. Gritarle al viento. Dejar que me arranque todas las penas que llevo dentro, todo el dolor embutido entre pecho y espalda.  Después, cuando pasa y se queda todo cubierto por una silenciosa quietud, una sensación de cansancio me envuelve, pero es un cansancio grato. El tipo de cansancio que se siente cuando te han desprendido de una pesada carga. 
A veces el viento no se lleva, sino que trae. Trae en su susurro de monotonía musical,  las voces de los ausentes. El sonido de sus antiguas risas se mezcla con él, y es entonces, cuando la monótona melodía se torna en bella pieza musical.
Hay que saber ponerse la capa, según sople el viento -me aconsejó, mas de una vez,  mi padre.  En estos tiempos de oportunismos hay quien lo hace, sin pensar. Vamos, que por no necesitar, no necesitaría, ni viento. 
Cuando la naturaleza exhibe sus fuerzas, lo hace envolviéndolas en distintas formas. El viento es una de ellas.  


jueves, 4 de febrero de 2016

OJOS COLOR AVELLANA

"LULLABY"
("NANA")
De William Adolphe-Bouguereau



"Es curiosa la transformación que se da en el físico de una persona  a través de los años". Éste es el pensamiento que me vino a la mente un día, mientras observaba el rostro de mi madre. Con los años han ido apareciendo las arrugas y la palidez sobre él. Sin embargo, en sus ojos se ha producido un cambio curioso, parece que en ellos el tiempo fuera hacia atrás y no hacia delante.
Los ojos de mi madre tienen el mismo color de las avellanas cuando sobre su cáscara, se posan los rayos del sol. El terreno que ha perdido su cara al reducirse con la edad, lo han ganado esos ojos. Ahora parecen mucho más grandes. En ellos se ha quedado una mirada más aniñada. Cuando la miro, puedo ver entre los surcos de su cara, otro rostro más pequeño, de piel más lisa. El rostro de la niña que fue. 
A veces nos quedamos mirándonos la una a la otra. Luego viene el premio, su sonrisa de oreja a oreja, que consigue alegrarme el corazón. 
Hace unos días una amiga me dijo que yo debía aprender a decir que no. Supongo que me intentaba reprochar diplomáticamente,  las horas que paso con mi madre en lugar de estar paseando con ella, (con mi amiga, quiero decir). Y el caso es que tiene razón, yo no sé decir que no a mi madre. Me gusta estar a su lado cuando está enferma o triste. Me encanta escucharla cuando me cuenta por enésima vez la dolencia que tiene en su pierna derecha. Pero lo hago por puro egoísmo, porque cuando la presto atención, a ella se le ilumina el rostro sabiéndose escuchada. Por eso le digo a todo que sí. Por eso y para pagarle todos los noes que a lo largo de la vida he recibido de ella. Verán:
Cada vez que al levantarme temprano para ir a trabajar, le decía que se quedara en la cama, durmiendo un poco más, que no hacía falta que me preparase el desayuno, ella me contestaba: 
-No. Prefiero estar contigo este ratito, hasta que te vayas. Tengo todo el día para dormir. 
Ella y yo sabíamos que ésto último no era cierto. Que una vez levantada, ya no se volvía a acostar, que se quedaba trajinando por la casa.
Cuando me estuvo acompañando en mi peregrinaje de consulta en consulta de médicos porque necesité recibir un tratamiento específico, y le dije que no hacía falta que me acompañara, que podía ir perfectamente sola, ella, que no se tenía de pie de cansancio,  me volvió a decir:
No. Es mejor que vaya contigo, por si te marearas.
O cada noche que se quedaba sentada a mi lado, haciendo que veía la tele mientras yo estudiaba para algún examen, y vencida por el sueño y el cansancio, daba cabezadas, al decirla que se acostara, que ya era muy tarde, ella volvía a decir: No.
Y así podría seguir contando.
Cuando miro su rostro, puedo imaginar perfectamente la niña que fue. Esa niña que recibió una paliza de su padre porque dejó abandonadas sus tareas de casa para escaparse,  e ir a la escuela.
Recuerdo que cuando me contó esta terrible historia, le dije que me hubiera gustado conocer a mi abuelo. Ella me preguntó con mirada de sorpresa:
-¿Para qué?
Y yo, haciéndome la bravucona, contesté:
-Para devolverle cada uno de los golpes que te dio. Le daría así y así -añadí mientras daba golpes de boxeador en el aire.
Entonces ella, riéndose a carcajadas me dijo:
-¡Ay, mi peleoncilla! ¿A dónde vas tú con esos bracillos que tienes como dos palillos? 
Mi madre tiene los ojos de color avellana y cuando te mira, es capaz de leerte con ellos, el alma. Donde algunos sólo ven a una pobre vieja, yo veo a una mujer valiente, inteligente, fuerte, tierna. Una mujer bandera. Los ojos color avellana de mi madre, no engañan. Pueden expresar la más profunda de la tristezas o la más chispeante de las alegrías. Miran siempre de frente, y cuando les da el sol, parecen licuarse, como la miel cuando se pone al baño maría. 
Supongo que  a estas alturas ya no haría falta decirlo, pero la realidad es que yo quiero mucho a esa mujer de ojos color avellana.