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martes, 23 de febrero de 2016

TRAS LA SOMBRA DE LAS AVENTURERAS

Teatro de Sombras
(Imagen sacada de Internet)


Recuerdo la vieja casa abuhardillada en una calle céntrica de Burgos, donde viví hasta los doce años. Tenía una estructura un tanto curiosa. Una de las peculiaridades de su distribución era su largo pasillo. En él mi hermana y yo jugamos y corrimos más de una vez, para disgusto de los vecinos del piso inferior, un matrimonio mayor, que mostró bastante paciencia con nosotras.  Ese pasillo fue testigo de nuestros juegos y trastadas, y del despertar artístico de mi hermana, que siempre adornaba una de sus paredes con sus pintadas hechas, para enfado de mi madre, con unos rotuladores de resistente tinta. Pero es que además, la parte que pintaba era la que estaba justo enfrente de la puerta de la calle. Así que cada vez que alguien llamaba a nuestra casa, se daba de morros con el "cuadro" del día. Mi madre siempre decía: mira que es largo el pasillo, pues tiene que pintar justo frente a la puerta, para que todo el mundo lo vea. 
Pensándolo bien, ¿de qué hubiera servido crear una obra si no hubiera podido exhibirla?
Uno de los juegos que más nos gustaba era el que compartíamos con las nietas de los vecinos del primer piso (nosotras vivíamos en el quinto). Era un juego que se me ocurrió uno de esos días en los que aquellas niñas y mi hermana, que eran más pequeñas que yo, estaban especialmente revueltas. Para intentar que se calmaran, les dije que se sentaran en unas sillas, que íbamos a ver una representación de sombras. Aquel anuncio les resultó tan sorprendente, que obedecieron sin rechistar. La representación consistía en apagar la luz del pasillo, encender una linterna dirigiendo su luz hacia la pared del fondo y,  poniendo mis manos delante de la luz, hacer figuras cuyas sombras, se reflejaban en la pared. La que mejor me salía era la de la cabeza de perro. Mientras hacía diferentes figuras,  iba contando pequeñas historias. Así conseguí mantener entretenidas a aquel grupo de traviesas niñas,  durante más de una tarde. 
Todo ésto me ha venido a la memoria al ver un programa que ponen en la segunda cadena, los sábados por la tarde: "Mujeres Viajeras", cuyo primer capítulo titulado "Madam Tíbet", pude ver mediante los postcads en Internet, con un bastante defectuoso sonido, por cierto. Lo que hago saber aquí por si le llegase a alguno de los responsables de su distribución, para que solucione dicho problema. 
Mezclando imágenes hechas con sombras, de los personajes correspondientes a cada biografía de las mujeres que en su día fueron pioneras en  recorrer el mundo viajando solas, con las de antiguas fotografías, van relatando la vida de dichas mujeres. La del primer programa era la de Alexandra David-Néel, Madam Tíbet.
Alexandra nació en Francia, en el seno de una familia acomodada. La madre era una beata que se pasaba el día rezando, y quien hubiera preferido tener un hijo barón para que llegara a ser obispo. El padre, por contra, era un libre pensador cuya amplia biblioteca, hizo que aquella niña comenzara su largo recorrido entre las páginas de aquellos libros, que despertaron en ella la curiosidad y las ganas de conocer todos esos lugares que allí se describían. Eso avivó más su espíritu libre.
Nada en la vida de Alexandra fue como se esperaba de una jovencita de su clase social. Comenzó viajando por Europa. Se hizo adepta a la teosofía, los Rosacruces, la masonería y el budismo. Viajó a  África. Se hizo amante del seductor impenitente, Philippe Néel, con el que no pensaba casarse, pero hasta en ésto fue imprevisible, porque al final sí lo hizo, en Túnez. Alexandra intentó llevar una vida convencional junto a su esposo, llegando incluso a hacer varios viajes con él, pero no pudo. Decidió entonces viajar sola, con el consentimiento de su marido (por aquel entonces era necesario) hacia Oriente, concretamente hacia el Tíbet. Como conocía lo suficiente sobre Asia para saber que era inútil intentar llegar al Tibet desde la India, emprendió viaje hacia Japón, hacia Mongolia. Atravesó la China a paso lento, aceptando indistintamente la hospitalidad de los monasterios budistas y la de los misioneros cristianos. Se fue para tres meses, y permaneció allí durante dieciocho años. 
En su largo recorrido por Asia, conoció al que fuera su alma gemela, el joven Yongden. Ella vestía como un hombre. Ambos tuvieron que hacerse pasar por mendigos para evitar posibles peligros.
Fue bautizada como "Lámpara de la Sabiduría"
Ya de regreso, la gloria la esperaba en Europa y en Estados Unidos. Libros, conferencias, artículos, medallas. Cuando regresó a su hogar, su marido, a pesar del largo tiempo transcurrido, la aceptó. Decidieron adoptar a Yongden como hijo. 
Dio conferencias, escribió libros. Su frenético trajín se vio interrumpido por la muerte de Yongden. Ella entonces tenía ochenta y siete años. Pensó que no iba a sobrevivirle muchos años, pues él había sido el único hombre al que ella había amado de verdad. Sin embargo, Alexandra viviría hasta los ciento un años. 
Hay quien crea historias hechas con sombras. Otras,  mujeres viajeras como Alexandra David-Néel,  prefieren protagonizarlas.



2 comentarios:

  1. Eran increíbles aquellas aventureras en viajes mucho más azarosos que los de ahora. ¡Y eran mujeres lo que añadía más peligro! Las malas lenguas dicen que se aburrían del té de las cinco. Malas y machistas.
    He asistido a tu sesión de sombras, en un pasillo de juegos y sueños infantiles. Y a tus recuerdos, ay esos dibujos en la pared.
    Besos amiga caminante.

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    1. Es curioso cómo en el cajón de la memoria tenemos imágenes guardadas, y cuando en el presente ves otra imagen, ¡chas! salen las tuyas.
      Para mí esas mujeres eran valientes, decididas y tenían unas ansias de libertad inmensa. Admirables. Las malas lenguas acaban hundiéndose siempre en sus propios desechos.
      Un abrazo grande.

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