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jueves, 12 de octubre de 2017

COSTUMBRE VINTAGE

"El Escritor de Cartas"
de Henry Nelson O´ Neil

Esta entrada podría considerarse una segunda parte de la que el 15 de Septiembre publiqué con el título "Correspondencias". Esta vez traigo otro de los libros fruto de la colaboración de dos escritores no sólo "separados" por la distancia de los lugares donde habitan, sino también por   su edad y género. Sin embargo, nada de esto impide un acercamiento. Una vez más el puente de unión será la literatura. La literatura en su caso vista desde sus ojos de lectores y de escritores, transmitiéndonos sus experiencias, sus dudas, sus conclusiones, a través de sus cartas. Quienes protagonizan esta vez la relación epistoral son el escritor vasco Cano Harkaitz Jaúregui (Lasarte,Guipúzcoa-1975) y la escritora croata Dubravka Ugresiá (Kutina,Croacia-1949). 
El escritor vasco se pregunta qué se espera de un escritor cuando presentadores de televisión y futbolistas se dedican a publicar libros a diestro y siniestro, y si es posible escribir sin viajar pues son las experiencias de los viajes y las propias reflexiones lo que alimentan la creatividad. Viajar, como menciona el escritor portugués en uno de sus poemas: "perder países". Viajar, aunque a veces ello conlleve incomodidades, como cuando explica irónicamente los métodos de ahorro de algunas aerolíneas. Comenta lo fácil que es traspasar fronteras cuando se ha nacido en un país pequeño. Habla de los cambios que pudo ver de adolescente en la ciudad de  San Sebastián, lo que costaba a finales de los años ochenta, distinguir lo normal de lo cotidiano cuando se había nacido en un entorno dominado por un conflicto armado. Le cuenta a la escritora croata que hubo una época en que se utilizaban los nombres de astros y personajes mitológicos vascos  para bautizar los bares.
Una de las cartas que más me ha gustado del señor Harkaitz es en la que le explica a la señora Ugresiá las razones que le movieron a elegir la profesión de escritor. Una de ellas, y no quiero desvelarles todas para que puedan descubrirlas por ustedes mismos, es que a la edad de diez años regalaba libros hechos por él mismo al resto de su familia. Una historia que él había escrito expresamente según los gustos de cada uno de ellos. 
En el caso de la señora Ugresiá empieza contando cómo se topó con unas cartas de amigos, cartas que eran largas  cálidas e inteligentes y las compara con los breves correos que solemos mandarnos ahora, algunos ni siquiera llegan a responderse porque se han perdido  en el camino.
La escritora croata que por su firme postura antibelicista durante la guerra antigua de Yugoslavia fue catalogada  de traidora y tuvo que abandonar su país, sabe también sobre las consecuencias que un conflicto armado puede acarrear.
Menciona que parte del oficio de escritor debería ser lanzar preguntas aquí y allá, inesperadas a veces, clásicas otras. En otra de sus cartas ensalza la grandeza del escritor Bohumil Hrabal por su amor por el género humano.
Según avanzan en sus misivas, línea a línea, va transcurriendo el tiempo. Nos van desvelando cosas sobre ellos mismos y sobre su entorno. Nos van descubriendo lecturas y autores, (curiosamente Shakespeare y Chejov no son el tema principal) y cuando llegas a la última página, a la última de las cartas en las que el escritor vasco se despide de la escritora croata con un : "hasta que nos veamos en San Sebastián", te dices: cómo me gustaría estar allí con ellos.



miércoles, 4 de octubre de 2017

EN BLANCO Y NEGRO

Mi árbol el áloe
mi flor la cáscara del cactus
mi río no hay
en mi país
mi universo basalto en el desierto
mi entorno camélidos
mi arma el puñal
mi sombra es rectilínea 
la supervivencia es mi obra
esencial
mi paisaje el horizonte inmutable
el polvo levantado por
las suelas en cuero de carnero
el territorio siempre 
delante de mí 
mi guía el desierto
mi libro el cielo cada noche
recobrado
mi palabra cada piedra
cada sílex
mi sueño siempre el mismo:
el nómada engendrado
en la más estricta economía...
"Pequeño Discurso a la Manera de Edmond Jabes"
de Mazisi Kunene
(Sacado del libro de Poemas "Voces Africanas"



Fotografía de Sebastiao Salgado
(Imagen sacada de Internet)

Hace no mucho estuve viendo la exposición  "Génesis" de Sebastiao Salgado, fotógrafo nacido en Aymorés (Minas Gerais- Brasil) Una de las cosas que más me sorprendió de este fotógrafo fue la manera de captar las dunas. En sus fotografías la arena es un personaje más, a veces el verdadero protagonista. El blanco no es blanco del todo, el negro tampoco. Ambos colores parecen ir transformándose por la luz o por la sombra en un abanico de grises. Como si de  una metáfora de la vida se tratara, nada es del todo de un sólo color. 
En la fotografía que encabeza esta entrada,  hay un hombre sentado en la arena, frente a él, el desierto. Un grano frente a la inmensidad. Las formas que el viento y el calor han tallado en la arena parecen hacerla etérea. Surcos que esconden sombras. Al fondo sin embargo, todo parece luz. 
El hombre no está sólo, le acompaña el silencio. Alguien le ha dejado sus huellas, quizá para marcarle el camino, tal vez sólo para recordarle que el recorrido empieza con un primer paso. Al hombre le acompaña también su propia sombra. El blanco de su turbante quiere competir con la blancura de la arena, pero ésta es tan inmensa, que lo convierte en apenas un puntito. Quizá es éso lo que intenta decirnos este artista de la imagen con esta fotografía, que sólo somos éso, un puntito en mitad de la nada. 
Muchos de los que han estado en el desierto dicen haber vuelto transformados. El silencio hace que el "yo" se interiorice primero y salga después para  fundirse en ese paisaje de claroscuros. Aunque hay quien asegura que en el desierto no todo es silencio, que hay voces.  Tal vez sean las voces del interior que en cualquier otro lugar lleno de gente y ruido no se atreven a hacerse sentir. Hay mensajes que sólo pueden recibirse en plena soledad. 
En las fotografías de Sebastiao Salgado a veces la arena, en su movimiento, parece transformarse en agua y las olas, en su quietud,  se convierten en imágenes de arena. En las fotografías de este artista las personas, los animales, su mirada, se cristaliza, se clava en quien los contempla y le atrapan.
Una de mis fotografías preferidas es ésta que he colocado a continuación:


 
                                                   Fotografía de Sebastiao Salgado
                                                     (Imagen sacada de Internet)

Un joven sentado en una silla hecha con ramas de un árbol. Su estampa parece la de un príncipe, Apenas un par de adornos, uno en su cuello, otro en su muñeca. Su espalda completamente recta. Parte de su cuerpo está desnudo y muestra una piel tersa, brillante. Sus facciones son muy marcadas. Ojos grandes, mirada penetrante. Nariz ancha, labios prominentes. Sus brazos son largos, lo que nos indica que el joven es de una cierta altura. Pero lo que más me llama la atención son sus manos. Dedos largos, delgados. Sus uñas parecen haber absorbido parte de la blancura de la tela con la que se viste. A su derecha, hay un símbolo grabado en la pared, me pregunto si tendrá algún significado.  Pero mi mirada apenas se ha detenido en éso, vuelve una y otra vez a sus manos, a sus ojos. Su belleza, la armonía de su estampa, lo convierten en un dios de ébano.
Cuando contemplas las fotografías de Sebastiao Salgado captas imágenes, sensaciones, miradas. Y si te detienes en la contemplación, puedes llegar a atisbar los ojos del artista.