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jueves, 27 de octubre de 2016

LA PASIÓN HECHA POEMA

A veces me acerco a la estantería de mis libros, sin saber por qué, hay uno que de repente me atrae. Atrapa mi mirada y mi mano tira directa de su lomo. Lo abro por una página cualquiera y redescubro una frase, un retazo de texto que vuelve a absorber toda mi atención. En alguna ocasión el descubrimiento ha sido doble porque al abrir sus tapas, se ha deslizado tímidamente alguna foto, algún recorte de periódico o revista que tiene algo que ver con el título o el autor del libro que lo ha resguardado desde el día que lo leí.
Me ha ocurrido que en algún libro de segunda mano he descubierto un nombre, alguna palabra o frase escrita por un anterior lector, y al ver esa letra desconocida para mí, me he parado a imaginar cómo sería la persona que la había dejado ahí para la posteridad. ¿Hombre o Mujer?¿Joven,  entrado en la edad madura, quizá? ¿Sería ésa su primera lectura? ¿Qué sensación le causaría? La imaginación no tiene límites.
Recuerdo que de uno de esos libros, salió volando hacia el suelo, una fotografía. En ella se veían tres niños, uno ya cerca de la adolescencia. La fotografía era en blanco y negro. Por la ropas de los críos, pantalones cortos y camisas blancas, diría que era de los años treinta o cuarenta. Las camisas relucientes, perfectamente planchadas que llevaban puestas, hacían pensar que estaban disfrutando de un día festivo. A sus espaldas, la playa.  El muchacho más alto era también el más delgado. Tenían sus miradas fijas en el "pajarito" que debía salir de la cámara. Había serenidad en sus rostros. Sus sonrisas eran leves, pero bonitas. Todo el entorno parecía estar en paz, como ellos. Dada la antigüedad de la foto, me pregunté cómo sería ahora el aspecto de esos muchachos. Como serían sus vidas. 
Supongo que con las nuevas tecnologías se podría crear desde la base de la imagen de esa antigua foto, su nueva imagen. ¿Seguirían siendo sus miradas  y sus sonrisas tan serenas?
Esa técnica es la que utiliza, en un momento determinado, el director de cine Terence Davies en su última película "Historia de Una Pasión", sobre la vida de la poetisa americana Emily Dickinson, desde la base de antiguos retratos de la joven escritora y su familia. Poco a poco les va envejeciendo, hasta llegar a una edad más madura.


La historia que nos cuenta el señor Davies comienza en la adolescencia de la escritora, cuando se gradúa en un colegio de señoritas y vuelve a su casa. 
La directora del centro despide el curso y requiere que aquellas jóvenes que hayan decidido salvar sus almas se coloquen a su derecha, las que no, a su izquierda. El gran grupo de señoritas se bifurca entonces en dos grupos menores. Sólo queda una alumna en el lugar que estaba al principio, ésa es Emily, (papel interpretado en su adolescencia, por la actriz Emma Bele). La conversación que mantiene con la directora, demuestra  la rebeldía de una mujer, que ya desde joven,  ha decidido pensar, sentir y creer en lo que ella desee y no en lo impuesto por adoctrinamientos. Pero todo tiene su precio, como su hermana Vinnie ( a quien da cuerpo la fantástica actriz Jennifer Ehle, (a su derecha en la fotografía inferior) que ha dado muestras de su categoría interpretativa en series como "Orgullo y Prejuicio", dando réplica nada menos que a Colin Firth), le advierte: la rebeldía trae dolor. Y a veces soledad, diría yo. La imagen que arriba he puesto da fe de ello. Una soledad que sería su compañera y mejor aliada para su creatividad poética.


Una de las cualidades, para algunos, para otros defecto, de esta mujer, era su mordaz ironía. La conversación que tiene con una tía que va a visitarla a ella y a su familia, lo demuestra. Ironía que le viene "de raza al galgo", pues su madre, deja claro en una de las pocas intervenciones que tiene en la conversación, como se las gasta. Cuando la tía, defensora de la esclavitud, reprocha de algún modo el que la señora de la casa no intervenga en la conversación que están llevando el resto del grupo familiar y decida guardar silencio, la madre le responde: Prefiero guardar silencio antes que dar una opinión que pudiera parecer un prejuicio.
El uso de la palabra como espada defensora de ideas avanzadas, utiliza también la mejor amiga de Emily, Vrylimg Buffan (interpretada por Catherine Bailey), quien no se corta al ironizar sobre temas como el amor, el matrimonio, y el desencuentro que a veces se produce entre el uno y el otro.
El recordar hoy la película, me ha hecho volver a uno de los libros de poemas que tengo de esta escritora, y al abrirlo, he descubierto un recorte que tenía guardado en él, un artículo de Antonio Muñoz Molina, que vino en El País (lamento no poder indicarles de qué fecha pues no la recorté), sobre esta escritora. El artículo se titula: "El Mundo en un Jardín", si pueden buscarlo en Internet, les recomiendo que lo lean. En él dice cosas tan interesantes sobre la poetisa como:
"Cuando escribía a lápiz y no a pluma la sensación de cautela es todavía mayor, el lápiz sólo roza el papel, no lo empapa de tinta. Lo que el lápiz escribe parece que no quiere imponerse sobre la superficie blanca.
Otros poetas nos sobrecogen, o nos arrebatan, o nos ofrecen un amparo íntimo contra la intemperie áspera de la realidad, o nos alientan para hacerle frente. Emily Dickinson nos hipnotiza".

Emily siempre intuyó que no se iba a casar. No se veía hermosa como otras mujeres. Su hermosura, defendió siempre su hermana, estaba en su alma. Tenía la capacidad de ver lo que los demás no veían, como me hubiera gustado poder hablar con ella. Sentadas tranquilamente frente a una buena taza de té. 
Creo recordar que ya mencioné en otra entrada que yo descubrí a esta escritora en la película "La Decisión de Sophie", interpretada por la maravillosa Meryl Streep.
Emily se movió en espacios conocidos, entre gente cercana. Su casa, su jardín, su familia. Y sin embargo su creatividad no tenía límites. Cuando murió a los cincuenta y seis años, su hermana descubrió que tenía unos dos mil poemas escritos, guardados en el baúl de su habitación.
Era grande en su pequeñez. Sacaba jugo de las pequeñas cosas. Se embriagaba con gotas de rocío y luego tenía que agarrarse a los rayos del sol para no caerse.
No puedo resistirme a la tentación de cerrar esta entrada con uno de sus poemas.

Saboreo un licor como nunca lo hicieron:
en los jarros con perlas es servido.
Ni con todas las tinas del Rin podrá lograrse
alcohol parecido.

Estoy ebria de aire,
bebida de rocío, y voy con pie inseguro,
en estos largos días del verano, 
por posadas de azul fundido y puro.

Cuando los dueños echen la abeja que a la puerta
de alguna digital parece adormecida,
cuando las mariposas a su licor renuncien,
yo querré más bebida.

Hasta que agiten ángeles sus sombreros de nieve
y los santos acudan corriendo a la ventana,
para ver, pequeñita, a la beoda
que en los rayos del Sol se está apoyada.


("Saboreo un Licor Como Nunca lo Hicieron"
de Emily Dickinson, hacia 1860)

Lean a Emily Dickinson. Lean poesía, tan necesaria en estos tiempos. 

domingo, 16 de octubre de 2016

EL PODER DE LAS PALABRAS

"UNA PUNTADA CUIDADOSA"
De Emile Munier


Una palabra a tiempo te puede salvar la vida. Una palabra fuera de lugar, condenarte de por vida. El dominio de la palabra es un don que no todo el mundo posee. 
Las palabras tienen fuerza propia. Hay quien necesita meditar antes de pronunciarlas, otros, poseen la elocuencia necesaria para no hacerse esperar en sus exposiciones. 
En cuanto a la palabra escrita se refiere, sobre los que utilizan las palabras como si de puntadas cuidadosas se trataran, habla en el libro "Los Ensayos" de Michel de Montaigne, fuente de sabiduría inagotable, y advierte sobre lo que en principio podría ser una cualidad, el exceso de cuidado:
"Pero, además la preocupación por hacerlo bien y una aplicación demasiado rígida y tensa del alma a su tarea, la quiebran y obstruyen, como le ocurre al agua, que, a fuerza de comprimirse a causa de su propia violencia y abundancia, no logra salir por una abertura estrecha".
Sobre el poder de la palabra habla también Santiago Posteguillo en su libro, que acabo de terminar, "La Sangre de los Libros". En él,  el autor hace un recorrido a través de distintas épocas, de escritores y sus obras. Hay dos títulos que quisiera resaltar como ejemplo de lo que la palabra y el buen uso de ella, pueden conseguir. El primero es "Un Calambur", dedicado a Francisco de Quevedo. En él, el señor Posteguillo nos cuenta como en una noche de  fanfarronería impulsada por el licor, Quevedo apostó con un grupo de amigos, cena gratis durante un mes,  a que sería capaz de llamar coja a la mismísima reina consorte Mariana de Austria, esposa de su real majestad Felipe lV, que, aunque  era cierto que sufría una cojera evidente, no iba a tolerar que nadie se lo dijera a la cara.
Una tarde en la que los reyes paseaban por el Prado, el grupo de amigos que había aceptado la apuesta, estaba reunido allí. Para su sorpresa vieron que su colega y poeta, con dos flores en la mano, una rosa y un clavel, se acercaba hacia sus majestades. Se detuvo ante Mariana de Austria, y haciendo una gran reverencia, mirándola fijamente a la cara, le dijo:
"Está su majestad tan radiante como siempre y le he traído un presente para festejar semejante lozanía. -Miró entonces de reojo a sus amigos y de nuevo a la reina. Allá iba: a por la apuesta-: Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja".
La leyenda sostiene, según nos explica el señor Posteguillo que "la reina aceptó de buen grado el regalo y que se tomó con buen humor el ingenio del poeta al responder:
-Que soy coja ya lo sé y el clavel escogeré."
El segundo capítulo que quisiera resaltar es "Literatura en Coma". En él, el autor nos explica como la palabra puede ser medicinal. El capítulo dedicado a Ángeles Mastretta, nos relata el período de la larga enfermedad de la hija de la autora, quien yacía en la cama sin conocimiento. A la escritora se le ocurrió entonces empezar a escribir historias sobre su familia, que luego leía en alto a su hija. Cuando la historias de su familia se acabaron, se inventó otras tantas. Todas ellas forman el libro de relatos: "Mujeres de Ojos Grandes". Hasta que un día, su hija abrió los suyos. 
Sobre la palabra y su buen o mal uso tenemos también ejemplos en el cine. En uno de las escenas más deliciosas de la serie británica "Crandford", (basada en la novela de Elizabeth Gaskell), el contable de la rica y poderosa hacendada de la región, (dama tenaz donde las haya en eso de negar el conocimiento a sus empleados), enseña a uno de los muchachos contratados por dicha dama, a escribir y leer. No es necesario decir que lo tiene que hacer clandestinamente, y empieza nada menos que con la palabra LIBERTY. Según el muchacho va plasmando en la pared de un corral, cada una de las letras, el hombre le pone un ejemplo para que se acuerde de ellas. Al llegar a la "R", le dice de "Read" (leer), "T" de "Transcend" (transcender, estar por encima de las circunstancias), y por último "Y" de You. Por usted,- salta el chico refiriéndose al hombre que tanto le estaba enseñando.
Del poder de la palabra podríamos hablar eternamente, al igual que de su dominio  en el habla y en la escritura. Y la prueba de ello es la insistencia que, aún en nuestros días, tienen ciertas personas en intentar que otras no tengan acceso a su conocimiento.
Al igual que Santiago Posteguillo, extraño mucho a personas como Francisco de Quevedo, capaces de decir verdades a la cara con ironía y elegancia.



martes, 4 de octubre de 2016

M I R A D A S


(Imagen sacada de Internet)




Sentada en la hierba,
contemplo
del campo toda su grandeza
y su colorido tiñe mis ojos
 de azul, de verde,
de marrón tierra.

Un manantial de agua cristalina 
poco a poco penetra,
la tierra que el sol brillante
dejó sedienta.

El fuerte calor aminora
la brisa mañanera,
que mueve de los chopos 
las hojas,
que entre el trigal
serpentea.

Arriba, un cielo sin nubes
abajo la blanca vereda
y envolviendo el paisaje todo,
tu mirada, cerca,
muy cerca.


("Tu Mirada" de Concepción Saldaña)



Revolviendo papeles, mi mirada topó con este poema que hace muchos años escribí. Y algo se me ha removido por dentro. 


Hay miradas que parecen contener un desierto, un bosque, un inmenso mar. Miradas acariciantes que te hacen sentir  la temperatura de una cálida chimenea. Fuego.
Dicen los entendidos en eso de los asuntos amorosos que el primer beso se da con la mirada.

"JUEGO DE MIRADAS"

Luego están las heladoras, amenazantes incluso. Como incisivos de dorberman. 
Las miradas esquivas, algunas por timidez de su dueño, otras, por miedo. 
Las que menos me gustan son las de soslayo. Las de los ojos que no miran de frente, y que cuando los tuyos los buscan, huyen cobardemente.
Hay miradas de muchos colores, pero a pesar de su diferente apariencia, todas son capaces de mandar los mismos mensajes: cariño, amor,desprecio, odio, duda, miedo. 
Hay miradas que abrigan, otras, te desnudan.
Están las miradas de la experiencia. Ésas que contienen historias grabadas en sus retinas. Años encerradas en una burbuja de ámbar cual crisálidas a punto de abrir sus alas, deseosas de que alguien se cruce con ellas para compartir todos sus tesoros guardados.
En el otro extremo podríamos situar las miradas que están casi sin estrenar. Esas miradas limpias, de ojos vivos, deseosos de captar, grabar, todo lo que les rodea. Como pequeños telescopios de submarino, que recorre cualquier nuevo territorio para descubrir lo que en él habita.
Hay miradas que cuando se cruzan con la tuya, te invitan a quedarse a vivir en ellas. Otras, sin embargo, te echan a patadas.
Miradas hacia fuera. Miradas interiores, que suelen ser las propias. Miradas que escrutan hasta el último rincón de tu alma.
Miradas que leen las que tienen enfrente. Miradas que son ventanas abiertas de par en par  al corazón de sus dueños.
Miradas continentes, ésas que retienen las penas y las lágrimas que éstas le originan. 

(Imagen sacada de Internet)

Ojos de distintos colores y formas en los que anidan miradas maravillosas, o terribles.  Miradas que son el espejo del alma de quienes así miran. Miradas que reflejan, como espejos, el alma del que tienen frente a ellas.
Miradas, territorios sin límites, profundos, por descubrir.


P.D. Esta vez he tardado un poco más en incluir una entrada. Hay momentos en los que, más que contar, te  apetece recorrer con tu mirada lo que otros cuentan.
Echaba de menos escribir, espero que ustedes también me hayan echado  un poquito de menos.
Intenten compartir con los demás su mirada más bonita.