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lunes, 28 de abril de 2014

¡ESTORBO DE VIEJOS!



Imagen sacada de Internet


Cúantas noches te pasaste sin dormir, pendiente de cada uno de los tres hijos que la vida te dio. Que si una gripe, que si una diarrea, que si el apendicitis del más pequeño, que casi te mata del susto. A veces te turnabas con tu marido, pero las menos, porque él tenía que madrugar para ir al trabajo. Y como tú no trabajabas...
Según iban creciendo tus hijos,  se iban haciendo también más grandes sus problemas. Que si el examen de matemáticas, que el pequeño no podía suspender, porque ya era su última oportunidad. Que si la chica que le gustaba al mediano le había plantado sin explicación, y empezaba a salir con gente poco conveniente y, lo que es peor, a beber, por aquello de olvidar. Y tú ahí, haciendo guardias, como los guardabarreras, para que ninguno de ellos descarrilara.
Luego te fueron trayendo a casa a sus novias. Que si hoy comemos con vosotros, para que podáis ir conociéndola. Que si no te importa que celebremos mi cumpleaños en casa todos juntos, por aquello de que estamos ahorrando para dar una entrada para nuestro pisito. Como el pisito, ya caro de por sí, encima había que amueblarlo, pues ya se sabe: que si nos podéis echar una manita, que estamos empezando. Y tú y tu marido, os arrascásteis los bolsillos, y no una, sino tres veces. Que no era cosa de ayudar a uno y al otro no. Todos eran hijos, y todos merecían vuestro sacrificio.
Luego fueron llegando los nietos. Primero de uno en uno. Pero luego, hasta hubo un parto doble.  
Como tu marido ya se había jubilado y tu no trabajabas... Pues que si no os importaba echar una manita con los niños. Y, ¡hala! vuelta a empezar. Que si una gripe, que si una diarrea, que si esta noche te quedas sin dormir como la anterior. Esta vez tu marido te turnó más a menudo, pero al final a ti te tocaron más guardias, por aquello de la experiencia.
Un día tu marido te dejó, se fue a ese lugar del que nadie ha vuelto. Todos te dijeron entonces que no ibas a tener ningún problema. Que ellos iban a estar ahí siempre, ayudándote y haciéndote compañía. Y tú te lo creíste, como es natural. Así que cuando te pusiste enferma y tuviste que ir al médico, llamaste al mayor, que era el que tenía un horario más flexible, pues daba clases en la universidad sólo unas horas a la semana. La lógica te indicó que era a él, al que mejor podías pedirle el favor. Y entonces empezaron los problemas. Que ya lo sentía pero no le venía bien, que mejor llamases a sus hermanos. Y así marcaste cada uno de sus teléfonos y,  al final, tuviste que ir  sóla a la consulta. Y no esa, sino todas las siguientes veces, porque cuando te dijeron que tus hijos no podían, se te ocurrió la mala idea de proponer que te acompañara alguna de tus nueras, y fue peor: Que si mamá, como se te ocurre, con el trabajo, y los niños,  y la casa. Hasta que te enteraste de que el horario de su trabajo no era de 24 horas al día. Los niños, los más pequeños, estaban ya en la guardería, y los otros en el colegio. Y en cuanto a la casa, estaban tan poco en ella, que no sabían ni dónde se guardaba la mopa.  Y lo viste normal, los tiempos estaban cambiando, y para bien. Y eso te alegró, por ellos.
Decidiste que lo mejor era no molestar, y ya no llamaste más para pedir que te acompañaran a ningún lugar.
Hasta que un día fue uno de ellos, el mediano, el que te llamó para invitarte a comer en su casa, con su mujer y sus dos hijos. Y con las mujeres y los hijos de sus dos hermanos. Y tú te pusiste más contenta que unas castañuelas, pensando que no eran tan descastados como habías creído.
Te agasajaron con un ramo de flores, y besos, y abrazos. Y te pusieron una mesa digna de una reina. Todo estaba riquísimo. Hasta repetiste postre. Y fue entonces, en los postres, cuando calló el chaparrón. Estabas aún rebañando el plato donde te habían servido un trozo de tarta de manzana, tu preferida, cuando el mayor de tus hijos te hizo saber que habían hablado entre ellos, y habían llegado  a la conclusión que como la casa donde vivías era muy grande para tí sóla, habían pensado que estarías mejor en una residencia de esas tan bonitas, alegres y confortables que había ahora, y así se podía vender la casa, tú casa, y sacar un buen precio. Una de tus nueras aseguró que ahora era el mejor de los momentos para vender propiedades. Y entonces la tarta de manzana se te agrió en el estómago. Todo lo que habías comido se volvió vinagre. Y las bonitas flores que te habían regalado, parecieron marchitarse ante tus ojos.
Todavía no sabes de dónde sacaste la fuerza para contestarles:
-¡Ni hablar! No se os ocurra ni pensarlo.
Y el mayor volvió al ataque:
- Pero mamá, si lo hacemos por tu bien, para que no estés tanto tiempo sóla.
-Esa casa la compró tu padre con el sudor de su frente, y no voy a venderla.
La conversación se fue calentando, así que decidiste cortar por lo sano. Ya ibas a levantarte, cuando el más pequeño dijo la frase menos afortunada que podía habérsele ocurrido.
-Mamá, no deberías ser tan egoísta. Podías tener un gesto con nosotros.
Fue como una puñalada directa al corazón. Se te congeló la sangre, ibas a decirle algo que no hubiera podido olvidar, cuando, en una fracción de segundo, se te ocurrió que tu hijo podía tener razón, deberías tener un gesto hacia ellos. Y, entonces, como mediante un resorte que salió de lo más profundo de tu ser, se te ocurrió ese gesto, que uno de tus nietos, que durante vuestra conversación estaba jugando con su cámara de fotos, inmortalizó para la eternidad. Después de lo cúal te levantaste de la mesa, cogiste tu chal y tu bolso, y saliste de esa casa, a la que no volviste jamás.
Aún deben estar preguntándose por dónde andas.








Con motivo de la proximidad del 1 de Mayo, Día del Trabajo, dedico esta entrada a esa generación de hombres y mujeres que siendo hijos, padres, y ahora abuelos, no han hecho otra cosa en su vida más que trabajar.

jueves, 24 de abril de 2014

LECCIÓN DE VIDA

Autorretrato de Van Gogh

"Puede haber un gran fuego
en nuestra alma, y, sin embargo,
nadie viene a calentarse en él,
y quienes pasan a su lado sólo
ven una voluta de humo."

Extracto de una de las cartas que Van Gogh escribió a su hermano Theo, hablándole de su soledad. (Sacado del libro "Vincent Van Gogh" de Jen Green. Editorial Blume).



En mi entrada anterior titulada "Cómplices", sugería la lectura de unos cuantos títulos con motivo del día del libro. Pero en esa pequeña lista, faltaba uno que no pude incluir, porque no había terminado de leerlo. Ahora que lo he hecho, puedo sugerir, incluso aconsejar, que lo lean. Se trata del libro "Mi Cabeza Me Hace Trampas-Historia de un Trastorno Bipolar", escrito por Carlos Mañas, de Auga Editora. En él nos describe el Trastorno Bipolar, como una enfermedad crónica que se manifiesta a través de cambios caprichosos del estado de ánimo, desde la extrema euforia hasta la más produnda tristeza.
Me temo que al hablar de este libro no voy a ser nada objetiva. En primer lugar porque, sin conocer al autor personalmente, siento ya una gran admiración por él. Pienso que es una persona muy valiente. Se ha atrevido a hablar públicamente de su enfermedad, cuando la mayoría intenta ocultarla, muchas veces como el mismo autor nos dice, por la presión social. Esa que nos obliga a ser igual que los demás, como si eso fuera posible. Pero es que además al hablar de la bipolaridad desde dentro, nos da una información muy útil para todos. No sólo para aquellos que puedan tener a alguien entre sus más allegados que sea bipolar, porque todos, en algún momento de la vida, nos podemos encontrar con una persona con esa enfermedad, porque todos, en algún momento de nuestra vida, podemos llegar a padecerla. Lo que nos explica el señor Mañas es en qué consiste dicha enfermedad, las crisis por las que las personas que la padecen pasan, y cómo las viven. La indefensión de esas personas al verse bloqueadas por esas crisis, y lo importante que es que reciban el apoyo, el cariño de los que les rodean.
Nos da pautas de comportamiento, aconsejándonos qué debemos hacer y qué debemos evitar hacer.
Explica cómo a veces los medios de comunicación contribuyen, con su forma de redactar sucesos en que están implicadas  personas con problemas mentales, a que la sociedad haga un juicio de ellos generalizado, y les vea como una amenaza social.
Habla del desamparo legal que las personas con una enfermedad mental pueden llegar a sufrir,  olvidándose en muchos casos, de los derechos que tienen.
Habla del día a día de una persona que tiene que luchar con una parte de ella misma que no controla, y del miedo que esto puede producirla hasta llegar a anularla. Y parte de ese miedo lo crea la propia sociedad, como antes he comentado, que desde la base de la educación que da a los ciudadanos, alimenta la inseguridad en ellos mismos. Y lo dice en frases como ésta:
"Toda educación recibida en el marco de la docilidad, obediencia y miedo excesivo estimulan la baja autoestima." (página 25).
También habla de las obligaciones que los políticos tienen en materia sanitaria y concretamente en temas de salud mental. Y lo dice así de claro:
"Estamos exigiendo al ciudadano de a pie una pureza de comportamiento mucho más estricta de la que dan ejemplo nuestros gobernantes. Es necesario menos conato político y más amplitud de miras. La política sanitaria debe ser el reino de las formas al tratar temas tan delicados como la salud mental. La simbiosis mental y física sólo se puede llevar a cabo gracias a un enfoque competente de temas éticos en un marco institucional, ajeno a la exhibición del dolor y la agonía." (página 21).
Este es un libro que todo el mundo debería leer. Y lo único que lamento es que no se hubiera escrito antes.
Libros como el que ha escrito el señor Mañas, nos abren los ojos hacia una realidad que está ahí por mucho que no queramos verla.
Hay enfermedades que pueden destruir a un individuo. Pero nada destroza más a toda una sociedad que la ignorancia.
Gracias señor Mañas porque con su valentía, nos ha dado una lección de vida.



Nota: Entre los personajes famosos que se mencionan en el libro arriba comentado, está Vicent Van Gogh.

lunes, 21 de abril de 2014

CÓMPLICES



Imagen sacada de Internet



Se ha levantado temprano, sin hacer ningún ruido, para no despertar a su marido. Se ha puesto encima la ropa que había dejado preparada la noche anterior. Ha cogido su bolso donde estaba el dinero, y ha salido pitando. Este es el día, su día. 
Una sonrisa asoma en su boca. El paso decidido. La cabeza alta. Sabe exactamente adonde va.
Nada más girar hacia la calle principal, le ve. Está esperándola en la puerta, tal y como habían quedado: antes de que las tiendas abrieran.
Cuando él se percata de su presencia, le hace un gesto con la cabeza, mientras esboza una sonrisa cómplice.
Por fín iban a hacer aquello que tanto anhelaban.
Antes de que ella llegue a su altura, él saca unas llaves y abre la puerta del local donde habían quedado.
La espera, sosteniendo la puerta para cederle el paso.
Ella, tras saludarle cortésmente, entra en el local. Él  la sigue. Están rodeados de libros.
Bueno -dice él, casi en un susurro-. Al fín estamos aquí.
El hombre se dirige hacia un mostrador de madera. Coge un paquete que había guardado tras él, y se lo entrega a la mujer.
-Espero que le guste.
Seguro que sí -le contesta ella mientras saca el dinero del bolso. No sabe cómo le agradezco todo lo que ha hecho para conseguir este libro. Mi marido había estado intentando localizarlo por varias vías, y no lo había conseguido. Espero sorprenderle. Luego, en un impulso, se acerca al librero y le da un beso en la mejilla.
-Gracias, no sabe lo que esto significa para mi marido.
El hombre le sonríe y se despide de ella, mientras le abre la puerta:
-Gracias a usted por confiar una vez más en mí.
La mujer vuelve sobre sus pasos de regreso a su casa.
Las calles siguen vacías, pero el corazón de ella va lleno de alegría.
Cuando llegue, entrará sigilosamente, volverá a desnudarse, y se meterá en la cama. Que su marido no se percate de su corta ausencia.
Pero antes, dejará el paquete sobre su mesilla,  para que cuando, minutos antes de levantarse, estire el brazo buscando el reloj  y mire la hora, como siempre hace, se percate de él.
Hoy es una de esas mañanas en las que no apetece nada, pero nada, levantarse de la cama.






Ante el cercano día del libro, dedico esta entrada a todos los libreros, que con su profesionalidad y entera dedicación, siempre nos consiguen los libros que nos hacen más soportable la, cada vez, más dura realidad.
Gracias por estar ahí.

¿Se creían que me iba a ir sin sugerir ninguna lectura?  Pues no. Ahí van unos títulos que pueden interesarles:

"PEQUEÑAS ALEGRIAS" De HERMANN HESSE.
Una joya que un buen amigo me envió por correo. Es de esos libros que hacen que te detengas y te percates de lo que realmente vale. Con su lectura se recupera el derecho a la lentitud, la observación de las pequeñas cosas y el disfrute de ellas. Que se nos está olvidando, de tanto correr y mirar pantallitas.

"LOS HILOS DEL CORAZON" De CAROLE MARTINEZ
Es la historia de una mujer que la vida no se lo pone nada fácil. Pero ella es de esos seres que llevan tanta luz dentro de sus corazones, que pueden ver la belleza, incluso estando rodeados de fealdad.
La forma de contar esta historia que tiene la autora, es una belleza en sí misma.

"LOS FABULADORES"  De Saki
Son relatos cortos. Irónicos, crueles, cínicos, pero tan seductores, que no se puede dejar de leer hasta terminarlos.

"LEER <LOLITA> EN TEHERÁN"  De AZAR NAFISI
Es una historia de amor, de libros. De amor por ellos, y de lo que en lugares donde anidan los fanatismos, cuesta ese amor. Ni siquiera los hombres se libran de pagar su alto precio.

El día del libro no hay que celebrarlo obligatoriamente buscando estos u otros títulos en las librerías, también se pueden buscar en las bibliotecas. Sobre todo ahora que las cosas están un poco difíciles. Lo importante es no privarse del placer de leer.

viernes, 18 de abril de 2014

HASTA SIEMPRE, GABO

"Lo único que me duele de morir es que no sea de amor"
(Sacado de "El Amor en los Tiempos del Cólera")


Ultimamente se nos están yendo grandes hombres. Ahora le ha tocado el turno a Gabriel García Márquez. Aunque ya se había ido poco a poco en cada historia que inventó. Él, al igual que el enamorado Florentino Ariza, inolvidable personaje que creó en su preciosa novela "El Amor en los Tiempos del Cólera", se incineraba en cada línea que escribía.
Nos queda la magia de sus palabras, de sus personajes, de lugares inexistentes en los mapas, pero de sólida presencia en nuestra imaginación.
En el pueblo de Macondo están de luto, pues uno de sus más insignes hijos se ha ido para siempre. Pero su espíritu seguirá vagando por el pueblo, con los espíritus de los Buendía.
Hasta siempre, Gabo.

miércoles, 16 de abril de 2014

CARTA A UN EMPRESARIO


"UNA MUJER ESCRIBIENDO UNA CARTA"
De Gerard Ter Borch



Me dirijo a Vd. señor empresario, al que puedo ver  ya de camino a ese lugar que ha elegido para pasar estos días vacacionales. Vacaciones que se ha ganado, despues de un largo período de trabajo sin descanso. Y  lo hago no con el ánimo de molestar, sino sabiendo que por tener esos días libres, gozará de más tiempo para leer estas líneas y reflexionar sobre ellas.
Si yo le preguntara qué es más importante para usted: el dinero o la salud. Posiblemente usted me contestaría que lo segundo.
Ahora le pido que haga un ejercicio de imaginación. Imagínese que una mujer va  al médico porque le ha salido un bulto en un pecho. Tras una serie de controles que debe hacerse en varias consultas, se le hace una biopsia para determinar el tipo de tumor que es. El resultado es: positivo. Es decir, tiene cáncer.
Está totalmente en manos de lo que digan los médicos. Antes de la operación, tendrá que pasar por unas cuantas sesiones de qimioterapia con todo lo que eso significa: pérdida del cabello, pérdida de fuerzas que le dejaran durante, por lo menos, varios días, sin fuerza física. Pérdida de glóbulos en la sangre, que si no se recuperan antes de la siguiente sesión de quimioterapia, causará que ésta se tenga que retrasar  por lo menos una semana.  Eso sin mencionar los vómitos que  a veces los dos litros diarios de agua que tiene que beber, aunque sea invierno y no tenga mucha sed, no podrán evitar.
Despues viene la operación, que en caso de esta persona acaba en mastectomía, es decir, se le corta el pecho.
Cuando se le da el alta hospitalaria, insisto, hospitalaria, no médica, tiene que volver a nuevas sesiones de quimioterapia, para asegurar que la zona donde estaba el tumor, quede bien limpia. Vuelta a beber, durante varios días, dos litros diarios de agua. Vuelta a sufrir posibles vómitos. Nuevamente no poder ni con el propio cuerpo. Y manteniendo en todo momento una sonrisa en la boca, porque eso le recuerda que todavía está viva.
Después de eso siguen nuevas pruebas para ver cómo va evolucionando.
Tendrá que cambiar de hábitos de vida. Llevar una peluca que no soporta, ponerse una prótesis para que no se note que le falta un pecho. Y aunque es una mujer fuerte, podrá necesitar ayuda psicológica para enfrentarse a su nuevo yo.
Enfermedades como el cáncer no son como la gripe. Llevan un proceso de curación, que suele ser más largo que el de esta última.  Y eso significa tener, entre otras cosas, que dejar de ir a trabajar.
No sé si es sólo debido a la actual crisis económica o, a otras cosas, como la falta de respeto hacia el otro, el caso es que se están banalizando las enfermedades, incluso de gravedad.  Y con ello se está intentando obligar a las personas enfermas a que aceleren su proceso de curación y vuelvan al trabajo cuanto antes, a riesgo de perder su puesto de trabajo si no lo hacen. Esto no lo digo yo, también lo ha dicho algún médico en la prensa,  cuyos pacientes han pedido el alta antes de tiempo, con el peligro para su salud que eso conlleva. Pero es que además, desde algunos medios de comunicación, en un alarde de excesivo optimismo, extienden el falso mensaje de que una persona que tiene cáncer puede hacer una vida totalmente normal. Y ponen como ejemplo algún personaje famoso.
Una misma enfermedad no tiene el mismo desarrollo, ni consecuencias, ni proceso de curación en unas personas que en otras. Por lo que, lo que le ocurra a Menganito por muy famoso que éste sea, no siempre es lo mismo que le puede estar ocurriendo a cualquier otra persona, más o menos famosa que él.
Si ha leído hasta aquí, abusando un poco de su paciencia, le voy a pedir un último esfuerzo.  Ahora imagínese que la mujer de mi historia es su hija, o su esposa.
Esto se lo digo para que la próxima vez que una de sus empleadas le comunique que tiene que coger la baja por enfermedad, antes de inclinarse por la postura más cómoda, que sería aprovecharse de su posición, reflexione y responda, no como un jefe, un mal jefe, sino como un ser humano. Y actúe con esa empleada de la misma manera que le gustaría que, otro en su lugar, actuase con su hija o su esposa.
Le deseo felices días de descanso.

domingo, 13 de abril de 2014

TENTANDO A LA BUENA SUERTE

"DESAYUNO"
 De Thomas H. Hope




Hace tiempo oí una historia muy curiosa que quiero compartir con ustedes.
Era sobre un joven judío que mientras desayunaba, estaba escuchando las noticias en la radio. Fue así como se enteró de que había habido varios accidentes mortales en distintas carreteras. Continuaban los conflictos bélicos en varios lugares del planeta. Se había acordado subir varios impuestos y, por si fuera poco, anunciaron mal tiempo para los próximos quince días. Eso sin contar con que a él le había anunciado la empresa donde trabajaba, que iban a prescindir de sus servicios.
El hombre había quedado tan abrumado por tanta noticia negativa, que cuando estaba untando mermelada en una de las tostadas, ésta se le cayó al suelo. Al ir a recogerla, se dio cuenta de que había caído con el lado untado de mermelada hacia arriba.
¡Cielos! -exclamó lleno de sorpresa. No puede ser que en un día como éste me haya ocurrido semejante cosa.
Durante un buen rato estuvo pensando que las probabilidades de que cada vez que cayera una tostada al suelo, quedase con la parte untada hacia arriba, eran mínimas. Y que encima esto le ocurriera a él, ya era para ponerse a pensar. Y eso precisamente estuvo haciendo, hasta que cansado de no llegar a ninguna conclusión, decidió consultarlo con los sabios de su comunidad.
Cuando los ancianos supieron del hecho, no daban crédito a lo acontecido. Entre las posibilidades que barajaron estaba la de que el joven en cuestión, hubiera tenido un golpe de buena suerte. Pero enseguida lo rechazaron por pura lógica, pues sabido es que un judío no podía disfrutar de semejante don. Así que le comunicaron al joven, que iban a reunirse para seguir estudiando el caso y, en unos días, le darían una respuesta.
Pasado el plazo acordado, los ancianos sabios del lugar convocaron una reunión con el joven, para anunciarle la conclusión a la que habían llegado. Ésta no era otra que la siguiente:
El joven había untado la mermelada en el lado equivocado de la tostada.

Llevaba un tiempo que yo no recibía más que malas noticias por todos los lados, y eso estaba empezando a hacer mella en mi buen carácter. Cuando el viernes pasado, en la televisión, dieron una noticia que me hizo suponer que todo se iba a arreglar. Anunciaban que el día en que el salvador iba a llegar a este país tan ajado, estaba cerca. No, no me refiero al Domingo de Resurrección, sino al 25 de Mayo, el día de las Elecciones al Parlamento Europeo.
Según informaba la periodista de turno, nuestro presidente del gobierno estaba dando instrucciones a los miembros de su partido político, para que animaran a los ciudadanos a ir a las urnas el día arriba indicado.
No está todo perdido -pensé-. Todavía queda dinero y energías para gastar en unas elecciones. Es normal, sobre todo en lo que al dinero se refiere. Porque con lo que se ha ahorrado últimamente en gastos de mantenimiento en partidas como la educación pública, la sanidad pública, y los servicios sociales, es normal que haya dinero de sobra.
Como ciudadana que soy de este país, se me ocurrió que debía colaborar también de algún modo. Me temo que no en lo económico, pero sí en eso de dar ánimos. Así que ahí va mi granito de arena:
Ciudadanos, seamos positivos. La solución está cerca. Ya se sabe que europeos unidos, jamás serán vencidos. Si después de haber sido despedidos de sus trabajos o, echados de las casas que ustedes no pudieron terminar de pagar. Si teniendo que vivir sin luz y sin calefacción por corte de suministro, al no cumplir con los plazos para saldar los correspondientes recibos, aún les queda un suspiro de vida, resérvenlo para que el día 25 puedan depositar su voto en la urna.  Luego, si quieren, pueden expirar.
Por el contrario, si es usted de los privilegiados que aún goza de una tostada sobre su mesa cada mañana para desayunar, agárrela con las dos manos. Ni se le ocurra dejarla caer al suelo, que no es cosa de tentar a la buena suerte.

jueves, 10 de abril de 2014

NADA FASHION

Modelo en Pasarela
(Imagen sacada de Internet)




Recuerdo un día que estaba tranquilamente leyendo la prensa. Mi padre, como solía hacer mientras esperaba a que yo acabase, cogió el suplemento que venía con el periódico que yo estaba leyendo, y empezó a ojearlo. Es sabido  que algunas de esas revistas están cada vez más llenas de fotografías de modelos. De repente saltó la siguiente frase:
-Estas chicas, cada semana, llevan menos tela.
Como es natural me hizo gracia. Pero es que, además, tenía razón.
Por lo visto lo que se impone por cuestión de diseño, es que las prendas sean cada vez más reducidas. Además hay gente que está dispuesta, a meterse en dos o tres tallas menos de la que necesitan, pasando hambre durante unos cuantos días. El problema lo tenemos quienes nos negamos a entrar en ese juego, como es mi caso. Más de una vez me ha pasado que cuando me han preguntado mi talla y se la he dado, al ir a ponerme la prenda, no podía ni abrocharla. Me ocurrió con una blusa, que no podía darme los botones. La señorita que me atendía, me sugirió que pusiera un corchete en la parte imposible de abrochar. Yo le contesté que lo que necesitaba esa blusa no era un corchete, sino medio metro más de tela.
La moda, no se puede negar, es un negocio y, como tal, tiene que dar beneficios. Si se vende una prenda talla 50 a un determinado precio, se gana menos que si se vende esa misma prenda al mismo precio, pero dos tallas menos, puesto que al poner más materia prima, el margen que queda de beneficio, es menor. Luego es cuestión de coser a esa prenda, una etiqueta que indique una talla a la que no corresponde, y ya está. Si paralelamente a este tipo de prácticas, se hacen machacanates campañas publicitarias mostrando modelos delgadas, sólo queda esperar a que la gente pique. Por si esto fuera poco, siempre está la picaresca para convencer al cliente de que la prenda que se está probando, le queda como un guante, aunque no sea así.
Hace un tiempo acompañé a una amiga a comprarse ropa. Entramos en una tienda, escogió varios vestidos, y se metió en el probador. Como éste no era muy grande, una vez que se había puesto uno de los vestidos, salió para mirarse en un espejo que tenían fuera. Entonces le surgió la duda de si le quedaba mejor el que tenía puesto o el que había dejado colgado de la percha del probador. Para quitarse de encima esa duda, me pidió que cogiera el vestido que había dejado dentro, y se lo sacara para mirarlo nuevamente. Al entrar en el probador, me di cuenta que la imagen que de mí reflejaba el espejo, era más estilizada que la que había visto en el espejo del exterior. Cuando se lo hice saber a la dependienta, ésta, en un rasgo de honradez, me confesó que los espejos que se colocaban en los probadores estaban graduados, para hacer más delgada a la gente que se estaba probando.

Cuando he tenido que hacerme alguna revisión médica, me ha tocado en una consulta en cuya sala de espera, coincidí con chicas, normalmente jovencitas, que me llegaron a llamar la atención por su aptitud. Solían ir solas, cabizbajas. Sus caras reflejaban una tristeza que no correspondía a la edad que aparentaban. Algunas de ellas tenían las uñas comidas hasta los codos, y parecían nerviosas pues no dejaban de mover las manos o los pies, otras por el contrario, ni se movían. Un día no pude resistir la tentación, y me fijé en el letrero que indicaba la especialidad de la consulta, junto a la que esas chicas habían tomado asiento para esperar su turno. Era la consulta que trataba de desórdenes en la alimentación y tenía otra puerta al lado que rezaba: "Psicología".
Pensé que esas jóvenes no deberían estar a esas horas ahí, sino asistiendo a alguna clase de matemáticas, o trabajando por primera vez en alguna empresa. Que lo único que debería ponerlas nerviosas era el nuevo compañero que le habían puesto en el pupitre de al lado.  Pensé que en un mundo en el que mueren a diario de hambre un montón de personas, no debería ocurrir que alguien pasara hambre por la simple estupidez de poderse poner un modelito, que en algunas ocasiones, ni siquiera es bonito. Pensé que entre todos estamos creando una sociedad donde cada vez más, parece imperar la imbecilidad. Y eso se ve en la forma de vestir  y hasta en la forma de hablar. ¿Alguien me puede explicar que es un "icono de la moda"? esa expresión que tanto se utiliza últimamente. Lo digo porque he buscado la palabra "icono" en el diccionario, y no veo que tenga mucho que ver con el tema. Será que a mi diccionario le pasa lo mismo que a los diseños de hoy en día, que se quedan pequeños. O quizás el problema sea que, como me suele recordar una amiga mía, yo no soy nada "fashion".

domingo, 6 de abril de 2014

SIN DERECHO AL PATALEO


(Imagen sacada de Internet)


Hace muchos años, estando con mi familia viendo una procesión de Semana Santa, mi padre me contó el caso que ocurrió en una ciudad, que ahora no recuerdo cual era,  en la que los trabajadores de una fábrica llevaban sin cobrar unos cuantos meses. Trabajando, como estaban, muchas más horas de las que entraban en la, ya de por sí, larga jornada laboral. Se pueden imaginar la situación de esos trabajadores pues, de lo poco que cobraban, dependía algo tan esencial como que sus familias tuvieran o no, comida en sus platos.
Eran años en los que la huelga era ilegal. Se perseguía y castigaba a los que se atrevían a manifestar su descontento. Así las cosas, había que buscar soluciones por otro lado, y nada mejor que hacer uso del ingenio. Fue así como a uno de esos hombres se le ocurrió, en mitad de una procesión de Semana Santa, ante el paso de Jesús atado a la columna, ponerse a cantar una saeta, que decía más o menos así:

Mírale por donde viene
descalcito, sin sandalias
esperando a que le paguen
las horas extraorinarias.


Se pueden imaginar la que se armó. El hombre fue encerrado entre rejas por las fuerzas del orden. Se le acusó de desorden público y de falta de respeto hacia la imagen de Jesús.
Pero si ustedes leen atentamente la estrofa que el hombre cantó, verán que no hay ni una sóla palabra irrespetuosa. En cuanto al desorden público, no creo que ese fuera el fin del hombre al lanzar al aire su voz desgarrada. Más bien lo que intentó fue que se oyera su grito de desesperación por el hambre que sus compañeros, él, y sus familias, estaban pasando. Y lo hizo ante el único que podía entenderle. Ante la imagen de un hombre que, como él, sabía de injusticias, de abusos de poder: Jesús el Nazareno, quien estaba recibiendo los latigazos que le corespondían a otro. Otro que, por intereses políticos del momento, se había librado de recibirlos: el ladrón que había sido absuelto en su lugar, en uno los juicios más injustos y corruptos de la historia del mundo.
Han pasado muchos años y muchas cosas desde entonces. Durante un tiempo en nuestro país se fue avanzando mucho, conquistando muchos derechos laborales y sociales para conseguir una sociedad más justa para todos. Hasta que llegó la hecatombe. Bastó que un grupo de poderosos se pusiera a jugar a los dados, para que todos esos derechos se fueran  reduciendo a la mínima expresión. Y como entonces,  no son los que han ocasionado esa hecatombe los que están siendo castigados. Y como entonces, ni siquiera podemos quejarnos. Y para impedírnoslo, lo mismo lo hacen con la contundencia de la aprobación de una nueva ley que nos ponga, cada vez más difícil, el ejercicio del derecho de manifestarnos como, sibilinamente, extendiendo entre la población la idea de que tenemos que ser positivos a toda costa. Aquí no ha pasado nada. En ambos casos la meta es siempre la misma: dejarnos sin ningún derecho. Incluso sin el derecho al pataleo.

miércoles, 2 de abril de 2014

A VUELTAS CON LOS LIBROS



"EL RATÓN DE BIBLIOTECA"
De Carl Spitzweg (1850)




En el periódico  El País del sábado 29 de Marzo, Manuel Rivas comentaba el libro de Pierre Ménard "Veinte Buenas Razones para Dejar de Leer".  Según iba leyendo las ideas que en dicho libro plasmaba su autor, pensaba que ha debido de tener una muy mala experiencia como lector, para hablar como habla de ellos. A la vez que avanzaba por sus rotundas declaraciones, me iban viniendo a la memoria unos cuantos libros que yo había leído, y con los que había disfrutado muchísimo. Y fue entonces cuando se me ocurrió hacer un juego de palabras, mejor dicho, de opiniones, rebatiendo cada uno de los argumentos que recogía de este autor Manuel Rivas en su artículo, con otros argumentos que defendían una postura totalmente contraria, que encontré en alguno de esos libros que tanto me habían gustado.Y me quedó así más o menos:


En el libro de Pierre Ménar,  se demuestra que leer causa miopía, insomnio, pereza, esnobismo, soledad, locura, tristeza, e incluso mata.

Efectivamente "tienen su destino los libros": el compromiso de la inteligencia y la amistad de quien los cuida, de quien los mira, de quien los lee. La lectura, los libros, la experiencia y el tiempo que en ellos reposa, el arte y sus ideales, el cultivo de la inteligencia, el amor a la vida, a toda la vida, y no solo a la nuestra, tal vez sean la única posibilidad de escapar a la ignorancia y a la "cólera de los imbéciles". (Sacado de:  "Los Libros y la Libertad" de Emilio Lledó)

Del libro de Pierre Ménard: Leer es reaccionario, leer es inútil, leer es un fastidio, y leer es cosa de mujeres.

Intento tratar a los libros como ellos me tratan a mí, es decir, de hombre a hombre.
Los libros son personas, o no son nada. (...)
En cuanto se quiere encontrar una utilidad utilitaria a la literatura se la ve languidecer, encogerse y perecer.  Una librería es ese lugar gratuito y perfecto que no puede servir para nada.
(Extracto de "El amante de las Librerías" de Claude Roy, que aparece al final del 5º Capítulo del libro:"Librerías" de Jorge Carrión)

Pierre Ménard termina la declaración anterior con una frase de Paul Valéry: "Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, la humedad, las bestias, el tiempo... y su propio contenido"

Como lo han sabido siglos de dictadores, una multitud analfabeta es más fácil de gobernar; dado que el arte de leer no puede desaprenderse una vez que se ha adquirido, el segundo mejor recurso es limitar su amplitud. Por consiguiente, los libros, más que ninguna otra creación humana, han sido la perdición de las dictaduras. El poder absoluto requiere que toda lectura sea lectura oficial; en lugar de bibliotecas completas, con todas las opiniones, la palabra del gobernante debe bastar. Los libros, escribió Voltaire en un panfleto satírico titulado Del terrible peligro de la lectura, <disipan la ignorancia, que es custodia y salvaguarda de los Estados bien gobernados>.
(Sacado de "Una Historia de la Lectura" de Alberto Manguel)

Que cada uno escoja las ideas que desee. La única manera de poder elegir entre dos opiniones contrarias, es tener ambas frente a frente. Espero que les haya interesado un poquito mi "experimento". Si no es así, por lo menos que sirva para despertar curiosidades lectoras y busquen los autores y los libros mencionados, o cualquier otro.
Si quieren saber mi opinión sobre lo que el señor Ménard dice, creo que puede tener algo de razón. Por eso he decidido no comprar ni un libro... suyo. Pienso que alguien que demuestra tan poca estima por los libros, no merece cobrar ni un céntimo de euro de derechos de autor.
Para dejar esta entrada con algo bello. Finalizo con este extracto del libro: "Leer o no Leer y Otros Escritos" de Virginia Woolf:

Pero ese placer -aunque sea misterioso, desconocido e inútil- es suficiente. Ese placer es tan curioso, tan complejo, tan inmensamente fecundo para la mente de cualquiera que lo disfrute y tan copioso en sus efectos que no resultaría en absoluto sorprendente descubrir el día del juicio, cuando los secretos se revelen y lo oscuro se haga claro, que la razón por la que hemos pasado de ser cerdos a hombres y mujeres, por la que hemos salido de las cuevas y soltado los arcos y las flechas, por la que nos hemos sentado alrededor del fuego para charlar, beber y pasarlo bien, por la que hemos dado a los pobres y ayudado a los enfermos, por la que hemos construido casas y aceras, y por la que hemos levantado algún tipo de refugio y sociedad sobre la tierra yerma no es otra sino ésta: hemos amado la lectura.