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domingo, 15 de noviembre de 2015

LO QUE NOS PARTE EN DOS

El viernes pasado quedé con unas amigas para celebrar el cumpleaños de una de ellas. Estuvimos charlando y riendo. La protagonista abrió regalos envueltos en papeles de bonitos colores. Después seguimos hablando y disfrutando de una velada agradable. Llegué a casa con una sonrisa en los labios. Al acostarme decidí poner la radio para oír un programa de cine que suelo escuchar las noches de los viernes. Fue entonces cuando me enteré de lo que había pasado en Francia. Todo el bienestar que me envolvía en ese momento, se calló al suelo, como derrumbado. En ese instante me acordé de lo que había escrito en mi entrada anterior: "No todos los días nos deparan cosas buenas..." . Este viernes trece de noviembre, parecía ser uno de esos días para mucha gente.
Puse la televisión y cuando empecé a ver las imágenes, no fui capaz de seguir viéndolas. Me fui a la cama y en lugar de dormir, me dio por hacer una serie de reflexiones. Reflexiones que quiero compartir aquí, por si a alguien le sirven de algo.
Muchas veces me he preguntado ¿qué es lo que separa a unas personas de otras en el mundo? ¿qué es lo que nos hace enfrentarnos unos contra otros? Yo no creo que lo que nos distancia sea el pertenecer al judaísmo, cristianismo, islamismo o budismo. Ser blanco, negro, indio o mestizo. Haber nacido en el Norte o en el Sur. Para mí lo que realmente abre una brecha entre unos y otros es una única diferencia: la de ser buena o mala persona. Y es de esa diferencia, de la que manan otras, convertidas en causas de enfrentamientos. De la maldad mana la miseria que hace que personas que podrían vivir con dignidad, como el resto, tengan que vivir reptando. Del ejercicio de la maldad de unos pocos, brota la pobreza, la ignorancia, el sufrimiento de muchos. 
Con frecuencia he oído decir que en el interior de cada ser humano hay un ángel y un demonio, y que el problema que tienen algunas personas es que no saben mantener atado a éste último. Tal vez el verdadero problema sea que es a ese ángel interno al que han encadenado.



"EL ÁNGEL ENCADENADO"
De Odilon Redon


Siempre he pensado que ser malo no conlleva demasiado esfuerzo. Basta con ir dejándose caer poco a poco en un pozo de ambición. Rodearse de personas que carezcan de escrúpulos y, que estén dispuestos a hacer lo que sea por unas monedas, o por cualquier falsa promesa de alcanzar lo que sólo con buenas obras podrían alcanzar, y esperar que todo se vaya destruyendo alrededor. Es para ser buena persona para lo que se requiere un esfuerzo. Ser capaz de mantenerse en el camino correcto, cuando hay otros caminos menos largos y duros, que prometen resultados más inmediatos, parece cosa de tontos, pero no lo es. Porque sólo lo que se gana con el esfuerzo, con la honradez, con el trabajo diario, merece la pena.
Ser malo, lo puede ser cualquiera, independientemente de la actividad profesional que realice. Es el alcance de esa maldad lo que varía según el puesto que ocupe en la sociedad cada cual. Las malas obras de un político, por poner un ejemplo, tienen un alcance y unas consecuencias superiores a las malas obras que pudiera realizar cualquier otra persona sin el poder, la información y los medios que ese político tiene a su disposición.  De la corrupción de un político puede nacer la miseria de muchas personas, de muchos países. Pero el político corrupto solo, no puede conseguirlo, necesita la "colaboración" de más gente. Y es ahí donde entra en juego el equilibrio, el sentido común de cada uno de nosotros, necesario para dejar suelto al ángel que llevamos dentro. Que su voz, liberada de toda cadena, se oiga fuerte cuando alguien nos proponga hacer algo incorrecto, por pequeña que parezca esa acción, al pronunciar, con contundencia, un simple NO.

Hay un poeta que he descubierto hace poco, Juan Leyva, que desde su libro titulado "Caja de Resistencia", con unos sencillos versos bajo el título de "Derramas", lo dice mucho mejor que yo. Ya saben como son los poetas, capaces como ellos solos de decir las verdades sin rodeos, envolviéndolas en una capa de belleza.

Hoy amo al mundo
quizá sólo sean diez minutos
pero son tremendos.

(Juan Leyva)


2 comentarios:

  1. Todos tenemos malo y bueno, buenos con vetas malas, malos con vetas buenas. Pero los malos malos son los que no empatizan, los incapaces de ponerse en el lugar del otro, de andar con sus zapatos. Quiero pensar que hay pocos malos malos. Lo malo es cuando se te cruza en tu camino uno de esos bichos. Como los de París.
    Besos amiga caminante.

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    1. El problema de los malos malos es que suelen encontrar adeptos entre los que, sin ser tan malos como ellos, no están lo suficientemente seguros de sí mismos como para rechazar las malas compañías y, sobre todo, los malos consejos.
      Un abrazo amiga de caminos.

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