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viernes, 10 de junio de 2016

QUEDARSE DE PIEDRA

Eugéne  Delacroix
(Imagen sacada de Internet)


Poco después de la llegada de Delacroix a Marruecos, el 25 de Enero de 1832, le escribió a su amigo Pierret: "Hemos desembarcado en medio del pueblo más extraño (...)  Habría que tener veinte brazos y cuarenta y ocho horas por día para dar abasto y dar una idea de todo esto (...) En este momento, soy como un hombre que sueña y ve cosas que teme se le escapen."
Este retazo de la carta de Delacroix lo he sacado de un libro donde se recogen algunas de las acuarelas y bosquejos donde el pintor dejó reflejado todo lo que le rodeaba. Casas, patios, calles, hombres, mujeres, color, luz. El libro es "Viaje a Marruecos-Acuarelas" de la Bibliothèque de l´Image. Uno de mis cuadros preferidos es el titulado "Dos Mujeres en la Fuente". He intentado encontrar la imagen en Internet, pero no lo he logrado, así que me van a permitir el atrevimiento de intentar hacer una "copia" con mis palabras.
Dos mujeres están junto a una fuente. Una (a la izquierda de la imagen), apoya su mano siniestra sobre la parte superior de la fuente, como si buscando la frescura de la piedra, deseara fundirse en ella. Sus brazos parecen masculinos, por lo musculado. Son brazos acostumbrados a cargar con peso. En la mano derecha sujeta una tinaja de barro, que por la postura un tanto inclinada del cuerpo de la mujer, parece que está ya llena. Al lado de esta mujer, hay otra, quien a espaldas de la fuente, parece observarla. Ésta sujeta otro gran recipiente de barro, con su fuerte brazo derecho, sobre su hombro. El rostro de esta mujer no está tan definido, quizá para darle mas dulzura que al de su compañera, que sí tiene líneas en negro que acentúan sus facciones. Uno de sus pies asoma por debajo de la tela de su largo vestido. Los ojos de ambas mujeres son negros, más grandes los de la primera. 
La primera vez que vi este cuadro, las dos figuras femeninas me parecieron imágenes talladas. Por los tonos utilizados parecerían de piedra. Da la impresión que en cualquier momento las dos mujeres, sobre todo la primera, podría salir del lienzo y adentrarse en nuestro mundo "real".
Quédate quieto. Siente
esa sutil textura
que está tejiendo tu respiración.

El mundo entero entra
en ti en un poco de aire.

Hay varias cosas que me han sorprendido de esta pintura. Parece sencilla en sus trazos, y sin embargo, tiene fuerza en cada uno de ellos, así como  en su conjunto. Delacroix utiliza pocos colores: el marrón terroso en diferentes tonos sobre el blanco del lienzo, que utiliza como un color más. Apenas se ve algún trazo también en negro.
No sabría decir si la primera de las mujeres descritas mira de frente a quien la está inmortalizando, o es que sus ojos han captado algo que atrae su atención.

Los  árboles, el mar, la tierra, el resto
de las respiraciones de los hombres
son ya tu territorio y, de algún modo,
tomas su savia, esencia o luz recóndita
y las vas disolviendo allá en tu sangre.

Mujeres  que parecen talladas en piedra, y desprendiendo tanta fuerza, que se espera en cualquier momento de la contemplación del cuadro, que se pongan en movimiento.

Estás fundiendo frutos y cortezas,
salitre y piedra y polvo y corazones,
y con ello apuntalas tu esqueleto
y vas creciendo, a la velocidad 
no vista a la que crece lo que vive.

Su quietud nos invita a entrar en el cuadro. Acercarnos a la fuente, junto a ellas. Refrescarnos con la sombra y con el agua, para luego quedarnos quietos, como ellas, volviéndonos de piedra.

Quédate quieto. Siente
esa sutil textura
que tejen tus pulmones.

Piedra, sol, agua. Barro. 

Con naturalidad, como si nada
-plena labor del aire vuelto ritmo-
estás creando mundo. 
Así.
Respira.



Los bellos versos que he ido salpicando entra las líneas de esta entrada, los he sacado del "Libro de los Elementos", libro de poemas de Lorenzo Oliván.

Hoy la tarde estaba más fresca que la de ayer, quizá por eso mis ojos han buscado, instintivamente, una imagen llena de calor. Las acuarelas de Delacroix, lo desprenden con su luz y su gama de terrosos colores.

Piedra, sol, agua. Barro.





4 comentarios:

  1. Leo tu entrada y estoy en el lavadero de Campo Real, un día de calor en que se me ocurrió jugar a mujer antigua sin agua corriente ni lavadora. Qué fresquita la piedra mientras enjabonaba una alfombra. No la ropa, no. Salí empapada de allí y la mujer moderna no contaba con el peso de la alfombra mojada. La dejé allí, encima de una especie de barandilla. La recogería más tarde abrasada de sol. Todo esto te cuento por una fuente, dos mujeres y un cuadro de Delacroix que me pongo a buscar.
    Besos, amiga caminante.

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    1. Dicen que una imagen vale por mil palabras, pienso que a veces es mejor utilizar las palabras para crear la imagen. La que tú has creado con tu descripción está llena de sol, e incluso puedo oír las gotas de agua que caen de la alfombra recién lavada.
      Ese trabajo lo hacían hace un tiempo muchas mujeres, casi diariamente. Somos unas privilegiadas.
      Un abrazo grande, amiga de caminos y paisajes.

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  2. Fue un choque cultural y visual para él desde luego. Incluso hoy sigue siéndolo, más en aquella época.

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    1. En la época en que viajó Delacroix, conocer nuevas culturas era desde el viaje en sí, toda una aventura. Hoy en día está todo más cerca por los medios de transporte tan eficaces. Es más importante llegar al destino que el recorrido. Pero aún así siguen existiendo paisajes y, sobre todo, personas que merecen la pena conocer.
      Un abrazo, Pedro.

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