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jueves, 1 de octubre de 2015

EN ZAPATILLAS

Uno de los recuerdos que más grabado tenía mi padre en su memoria era el de los fríos inviernos de su niñez, cuando tenía que andar entre la nieve, (y en aquellos años treinta, las nevadas en Burgos, sí eran de campeonato), con sus zapatillas ya desgastadas de tanto caminar. Como el que le compraran unas nuevas estaba descartado, para evitar el frío y la humedad en lo posible, metía un cartón que hacía de aislante y de plantilla a la vez. El mismo par tenía que durar hasta que se fueran cayendo a trozos.


Imagen sacada de Internet

En un suplemento de la prensa del pasado fin de semana venía un artículo que me ha llamado la atención. Trataba sobre la fiebre que se está extendiendo por algunas ciudades, la de hacer cola durante varios días incluso, con el único propósito de conseguir un determinado modelo de zapatillas super-molonas, que salen a la venta en un número de pares muy reducido. Esa debe de ser una de las razones por las que alcanzan precios que, a mí por lo menos, me causan mareo. El caso es que es tal el fanatismo al que ha llegado el tema, que hay gente que es capaz de hacer cualquier cosa por conseguir uno de esos exclusivos modelos. Los hay que llegan a pagar a un mendigo para que haga cola por él, hasta que abran la tienda. Están los que incluso  van por las bravas, esperan a que otro las compre, y luego se las roban utilizando cuchillos y machetes. Algunos puntos de venta ya han sido saqueados. Todo vale para adquirir ese "tesoro". Pero aún hay más. En esto como en cualquier otro tema siempre están los espabiladillos que intentan sacar el máximo provecho. Así es como se ha llegado a la reventa, y ahí sí que las cifras se disparan. ¿Se pueden creer que hay gente que ha llegado a pagar por un par de zapatillas hasta 8.000 euros? Sí, han leído bien, son tres los ceros que siguen al número ocho. 
Antes he mencionado la palabra fanatismo. Cuando se llega a ese límite en cualquier tema, surgen los gurús. Y ahí tienen ustedes a más de uno que presume de haber coleccionado incluso miles de pares de zapatillas.
Según indicaba una editora en dicho reportaje, es una lucha de egos para ver quién es más influyente. El típico: "yo las tengo y tú no".
Al terminar de leer el artículo me dio por pensar que sólo faltaba que esas super-mega-zapatillas hubieran sido fabricadas en una de esas empresas en las que trabajan, no empleados, sino esclavos. Uno de esos lugares tanto de Oriente, como ahora ya también de Occidente, en los que conceptos como: derechos laborales, les suena a sus responsables, a chino.
Dirán ustedes que lo que les he contado de mi padre fue hace mucho, mucho tiempo. Y es verdad. Pero es que ahora en pleno siglo XXI, todavía hay gente, mucha gente, que sigue sufriendo una situación parecida. Y eso me ha hecho reflexionar sobre el tema.
Según un proverbio árabe, para ser capaz de conocer realmente al otro, de ponerse en su lugar, hay que calzar sus babuchas. Pienso que, en ocasiones, lo que deberíamos hacer es justo lo contrario, ir descalzos, como van los que no tienen nada, para que llegásemos a saber realmente todo lo que están padeciendo. 










2 comentarios:

  1. Mi padre tiene una única foto de su niñez, en la escuela, junto al maestro. Luce unas zapatillas rotas, a través de la punta se ve el calcetín. Tal vez tu padre jugó con el mío y sintieron el mismo frío en los dedos.

    De aquellas zapatillas que fabricaba en Burgos el señor Ruiz a las deportivas de marca hay un gran trecho. Las zapatillas burgalesas "argentinas"las fabricaban mujeres que recibían un salario más mísero aún que el de los hombres. Las carísimas deportivas son obra de manos infantiles esclavas, las mega zapatillas, cómo molan, chincha rabia para el que no pueda comprárselas. Seguimos igual...o peor.qué pena.

    Un abrazo, amiga caminante.

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    1. Con tus palabras has hecho un perfecto retrato de los niños de la época de tu padre y el mío. Eran tiempos duros. Ahora también lo son a pesar de la insistencia de crear una imagen falsa de bienestar. Mientras en una parte del mundo gente derrocha dinero por tener un montón de zapatillas que ni siquiera van a calzarse, no lejos de ahí, otros van descalzos.
      ¡Cómo mola!
      Un abrazo compañera de caminos.

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