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miércoles, 4 de junio de 2014

J U N I O






Junio acaba de empezar. Huele a verano. A nervios de exámenes finales.  A dias festivos, tardes que se alargan, noches interminables.
El campo está en su mejor momento. Fresco, aún húmedo, con la hierba casi sin estrenar. El paisaje es sólo una promesa.
Aquí en Burgos, el calor se resiste. Tenemos un día con veinte grados y al siguiente, un viento que nos corta la cara. Pero el frío ya no es amenazante como en invierno. Vamos hacia la luz.
Una de las cosas que más me gusta del verano que se proyecta, son las golondrinas. Siempre fieles a su cita. Siempre puntuales mensajeras de los días de sol.
Desde finales de Mayo, han empezado a llegar. Cuando por la mañana temprano abro el balcón para ventilar mi habitación, las veo. Con su veloz aletear. Con su vuelo aerodinámico. Los madrugones no resultan desagradables estando ellas ahí. Me pasaría horas mirándolas. El sonido que hacen no sé si se puede denominar canto. No son tan musicales como los ruiseñores, aunque tampoco tan desagradables como los grajos. Apenas es un pequeño sonido lo que sueltan, pero me gusta.
Un libro que he vuelto a ojear estos días, hace mención a estos pájaros de buen agüero. Se titula: "El Snobismo de las Golondrinas" de Mauricio Wiesenthal. Confieso que cuando me lo compré, hace tiempo, fue por el título. Pero cuando empecé a leerlo, ya no pude dejarlo hasta el final. El autor es un viajero incansable. Va recorriendo diferentes países y de ello deja testimonio escrito en sus páginas. Pero no habla sólo de lugares, habla también de sus gentes, de sus paisajes, de sus poetas, de sus pintores. Habla de la vida, de los sentimientos. Es un ensayo, un poemario, un cuaderno de filosofía. Es una delicia. Es viajar sin moverte del sitio, pero estás en cada uno de los lugares que te describe. Puedes verlos,  puedes captar sus olores. Sentir el  aire, el agua.
Es un canto a la libertad porque como el autor dice: "ser libre es saber huir de los que quieren cazarnos".
El señor Wiesenthal va desgranando historias de las personas que se encuentra en su camino, o de historias que otros le van contando. Una de ellas es la de Vasile, " Un  acróbata de circo que se encuentra en París a una niña delicada y frágil que baila mientras su padre toca el violín en los túneles del metro. Él  la enseñará a dejarse llevar por los cielos en sus brazos de mármol.
La gente se emocionaba cuando les veía arriesgar la vida mirándose a los ojos, como si hiciesen el amor sobre el vértigo de la muerte".
Cuando habla de su estancia en Sevilla,  dice cosas como ésta:
"Cuando regresaba a mi casa en la madrugada, llevando en las manos la rama de romero que me daban las gitanas, pensaba -como algún poeta andalusí- que los jardines sentían celos de nuestra juventud ociosa y que las estrellas brillaban sólo para espiarnos. Hablaba a solas con la estrella remendada de mi capa, pensando en rosas, en prisiones y en antiguos poetas que necesitaban ocho versos para pintar un membrillo y un silencio muy puro para evocar un nombre de mujer".
Ya les advertí que es pura poesía.
Hace unos días vi este libro en edición de bolsillo, además estamos con la Feria del Libro, y siempre es interesante aprovecharse del descuentillo. Otra opción es la biblioteca. Lo importante es que no se lo pierdan. Rebosa vida.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Además tiene la ventaja que no hay ninguna traducción por medio. Leyendo una novela que he acabado hace poco, me acordé de la pauta que seguías al elegir los títulos de tu tertulia, que fueran escritos originalmente en español.
      Tienes razón, a veces en la traducción se pierde parte de la magia.
      Este libro de Wiesenthal es una maravilla.
      Saludos, Pedro.

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  2. Ya las golondrinas chillan...y gozamos con sus garabatos. Aunque a mí, de chica, lo que más me gustaba era ver la bocaza abierta de los golondrinos pidiendo pitanza a mamá golondrina.
    Un traductor, un traidor.
    Un abrazo, amiga paseante. A ver si veo tu mochila...

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    1. Hola Abejita:
      No he tenido la suerte de ver esa imagen de los golondrinos que me cuentas, sólo en algún documental.
      No he entendido lo que quieres decir con "un traductor, un traidor".
      Sigo escapándome siempre que puedo a caminar, pero no tengo horarios fijos. A ver si coincidimos un día y nos pegamos una charlotada. El campo ahora está precioso.
      Alguna vez cuando me dirigía a la playa artificial, me encontré al pie de un árbol una ardilla. Hace tiempo que no la veo ¿habrá emigrado también?
      Un abrazo.

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