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martes, 10 de junio de 2014

EL HUNDIMIENTO

Imagen Sacada de Internet



La primera vez que fui al Hospital Universitario de Burgos, me quedé sin habla de la impresión que me causaron los bloques de edificios que lo formaban. Me pareció un especie de central nuclear. Iba al servicio de Urgencias, y por ser la primera vez, los nervios los tenía a flor de piel. Por circunstancias que ahora no vienen al caso, he sido una asidua visitante de ese servicio, y eso ha hecho que las siguientes veces me lo tomara con más tranquilidad.
Hoy he estado allí de nuevo. La situación ha sido parecida a las anteriores. Espera en una primera sala. Pasar por diversas pruebas. Nueva espera para los resultados de las mismas y, luego, en mi caso, ingreso hospitalario de la persona a la que acompañaba.
Cuando te toca esperar, y suele tocar esperar bastante, te da tiempo a fijarte en las personas que te rodean. Cada una va con su historia,  pero ante una misma situación: la espera, cada uno reacciona de una manera.
Dos de las personas que estaban esperando en mi misma sala era un matrimonio, no muy mayor, que acompañaban a una joven con discapacidad psíquica que, por lo que deduje, era su hija. La mujer se sentó a mi lado. Pequeña, delgada, con unos ojos que tenían el brillo apagado por el cansancio. Sostenía sobre su regazo un bolso y una carpeta, que agarraba como si guardara en ella el alma. El marido poco más alto que la mujer, el rostro curtido por el sol.  En la mano llevaba una chaqueta la cual sobraba, por el calor reinante.  Sobre su espalda, una mochila.
La joven a la que acompañaban, estaba sobre una camilla. Se entretenía haciendo figuras en el aire con los flexibles dedos de su mano derecha. La mirada indicaba a cualquiera que se fijara en sus grandes ojos negros, que estaba en su mundo. Y  por su expresión de tranquilidad, era un mundo feliz.
Lo que me llamó la atención fue que el padre se acercó varias veces a la camilla donde estaba su hija, y en cuanto lo hizo,  la expresión de su rostro cambió totalmente. Se le iluminó con una sonrisa. Los surcos que el sol había forjado en su rostro, desaparecieron,  y en su lugar, surgió una luz especial. Cuando la joven hacía volar su mano atravesando el aire, formando las figuras que a ella le hacían feliz, el padre la miraba casi con veneración. Tanto, que en un momento determinado, el hombre  se emocionó. Dio la espalda a los que estaban más cerca, supongo que para escapar de posibles miradas indiscretas,  y para mi asombro, se frotó los ojos intentando devolver al lugar de donde habían brotado, un par de lágrimas.
Jamás he visto una escena igual. Cuanto amor había en esas dos personas, cuanta dignidad.
Según volvía a casa, pensé que este tipo de historias, a los que están intentando especular con el Hospital Público, les trae al pairo. Entre otras cosas, porque no habrán pasado nunca por una de sus salas de espera. Para eso son los "dueños" del tinglado.
A la enorme cantidad de dinero que ha costado el mencionado hospital, hay que añadir el montonazo de millones que se pasaron del presupuesto. Todo eso lo pagamos entre todos. Sin embargo, la  última "buena" noticia que he tenido del susodicho hospital es que están intentando quitar setenta camas. "Quitar" aquí no significa que se las lleven a otra parte, quiere decir que dejarán de funcionar para lo que fueron creadas: para su uso Público.  Parece ser que la nueva maquiavélica idea, que se les ha ocurrido a los grandes responsables del edificio en cuestión, es ir dejando poco a poco servicios del hospital, como las mencionadas camas,  para uso privado.

Cuando el Titanic inició su mortal viaje, en él iban pasajeros de varias clases. Los que más habían pagado, eran los de Primera Clase.  Por eso tuvieron acceso a más botes salvavidas. Por el contrario, los que iban en Tercera Clase, el reducido precio que habían abonado por su billete de Tercera (reducido para un viajero de Primera, pero no para ellos, a quienes les supuso un sacrificio conseguir el dinero), les dio el único derecho a morir ahogados a pelo. Es decir, sin bote salvavidas. Hasta ahí podíamos llegar.
Algo parecido quieren hacer con nuestro hospital, convertirlo en un barco donde naveguen varias categorías de ciudadanos. Y a los de categoría más baja, a la que pertenecemos la mayoría, ya se sabe: a...jo y a...gua. La suficiente como para hundirnos.
El jueves día 12 a las 20 h. de la tarde, va a haber una Concentración en la Plaza del Cid, a favor de la Salud Pública. Dicha Concentración va a conincidir con cosas tan atractivas como el buen tiempo, que puede dar pie a quedarse en una terracita tomando una caña con los amigos, o a quedarse viendo el tan cacareado Mundial de Fútbol que se celebra en Brasil,   pero eso ahora para mí es secundario (sobre todo la última opción, la primera se puede adelantar o atrasar).
Voy a ir a la Concentración, y lo voy a hacer por las personas, como ese matrimonio con su hija discapacitada que estaban hoy en el servicio de Urgencias del hospital. Por ellos sí, y por todos los demás.  Y por mí, también, porque creo en lo Público, y en el derecho que todo ciudadano tiene a ello.
Y a los usureros y caraduras que quieren convertir el Hospital Universitario en una mera máquina tragaperras, les deseo que alguna vez tengan que ir a visitarlo en calidad de pacientes. Y que ese día, los antídotos que necesiten para la solución de su problema,  estén caducados, o hundidos en el fondo de un inmenso mar.



Nota: Esta entrada ha sido revisada y corregida. En la anterior versión, sufrí un error y puse "setenta habitaciones" en lugar de "setenta camas",  que era lo correcto. Igualmente he hecho una puntualización en cuanto a las dos opciones alternativas que hay a la Concentración. Disculpen.

4 comentarios:

  1. Estaré trabajando, siento no poder asistir. La sanidad pública ha de ser, eso, pública y de primera calidad. No nos vale una sanidad de beneficencia, como en otros tiempos.

    Tus imágenes victorianas son encantadoras.

    Un abrazo, a ver si diviso tu mochila...

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  2. Hola Abejita:
    En la manifestación había bastante gente pero un poco apáticos, no sé si era por el calor o porque estamos bajos de ánimo.
    El problema es, como tú comentas, que los derechos nos los quieren reducir a la categoría de limosna.
    Me alegro que te gusten las imágenes que escojo. Normalmente suelen ser reproducciones de cuadros. Me gustan aquellos que representan personajes y ambientes de finales de siglo XVlll, principios del siglo XlX. Hay verdaderas preciosidades, no sé por qué, pero contemplar escenas de esa época, me dan paz.
    Hoy he andado bastante en la manifestación, hemos ido desde el Teatro Principal hasta la Junta de Castilla y León, no es lo mismo que ir por el campo, y además iba sin mochila, pero ahora tengo las piernas bastante cansadas. Debo de estar perdiendo facultades.
    Un abrazo.

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  3. No deberíamos dejar que especulen con la sanidad y con la educación. No deberíamos dejarlos.
    Gracias por estar en esta lucha.

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    1. Ojalá pudiera hacer mucho más Pedro. Lo más importante es que no nos rindamos, porque ellos otra cosa no tendrán, pero tenacidad...
      Un abrazo, y gracias por tu comentario.

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