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domingo, 3 de noviembre de 2013

ARBOLES QUE NO DEJAN VER EL BOSQUE


En Burgos, mi ciudad, tenemos la suerte de poder disfrutar de amplios espacios verdes. Lugares con árboles centenarios que han dado sombra a unas cuantas  generaciones.  Y además los tenemos tan cerca, que no es necesario coger el coche para poder disfrutar de ellos. Es más, como mejor se disfrutan es precisamente así, caminando. Uno de esos lugares es Fuentes Blancas. Desde que era una cría, este lugar para mí ha sido muy especial. En él nos hemos reunido cantidad de veces la familia para disfrutar de comidas domingueras llenas de tortilla de patata, ensaladilla rusa, y risas. Bajos sus árboles nos tumbábamos para echarnos una buena siesta, que no era cosa de ponerse a andar bajo la solana con el estómago lleno. Después merendábamos y, cuando la noche ya se hacía presente, regresábamos a casa, caminando. Me gustaba ir mirando hacia arriba, para ver hasta dónde llegaban los árboles más altos. Había tantos tonos de verde... Llegaba el otoño y entonces, se ponían sus mantos color oro viejo. Mantos que el invierno con sus gélidas temperaturas les arrancaba, dejándoles completamente desnudos, hasta que una nueva primavera se apiadaba de ellos, y volvía a cubrirles de tonos verdes.
Con los años, las comidas campestres familiares dejaron de celebrarse, pero no por eso yo dejé de ir a ese lugar. Todos los domingos me levantaba antes de lo que solían hacerlo mis amigas, me ponía mi chandal, y volvía a encontrarme con los árboles, que siempre fieles, estaban aguardando para darme cobijo con sus ramas, y marcándome el camino con sus fuertes raíces que, como enomes garras, permanecían aferradas a la tierra. Esos árboles fueron testigos de mis días buenos, y de los malos. De mis risas y de mis lágrimas, que más de una vez intenté ocultar tras sus fuertes troncos. Y cada vez que me agarré a uno de ellos, sentí  su savia correr por él. Me trasmitieron su energía, y toda la fuerza que absorvían de la tierra.  Cuánto he recibido de ellos, y siempre a cambio de nada.
Hoy venía en el Diario de Burgos, que han decidido talar 1.000 chopos en este mes de Noviembre.  Éstos se unen a los 1.675 que ya talaron en el mes de Febrero. La razón que esgrimen para justificar esta nueva sinrazón, es que lo hacen por seguridad de los ciudadanos, para evitar que alguno de los árboles que van a talar, según ellos por ser muy viejos, puedan caerse encima de algún paseante, y ocasionarle daños.
Llevo paseando por Fuentes Blancas desde hace 40 años, y hasta hoy no se me ha caído ningún árbol encima. Quizás alguien debiera decirles a los que han tenido la genial idea de ponerse a talar árboles "viejos" sin parar, que precisamente, los árboles centenarios lo son por eso, porque tienen muchos años.
Para "compensar" van a reponer los árboles cortados con otras especies como tilos, abedules, álamos.  Y yo me pregunto, suponiendo que cumplan su palabra, que es mucho suponer, ¿cúantos años vamos a tener que esperar para que éstos nuevos árboles nos empiecen a dar sombra?
No crean que no les entiendo. Comprendo perfectamente que ese lugar, Fuentes Blancas, es un lugar perfecto para, por ejemplo, construir casas. La de adosados que se podrían hacer allí. Por no mencionar que ese lugar se podría convertir en una maravillosa zona residencial.  Y qué me dicen de la  cantidad de puestos de trabajo precario que se podrían ofrecer, ¿eh?, ¡menudo chollo! Es sólo cuestión de dejar que se enfríe la "crisis" tan bien horneada,  y ya está . El verdadero problema es ése: que hay unos cuantos árboles que no les permiten ver "su" bosque. Un inmenso bosque de cemento y hormigón.

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