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miércoles, 27 de julio de 2016

VIOLINES, AGUA, LUZ DE LUNA...

Siempre he pensado que la vida tiene su propia sabiduría. Es capaz de presentarte algo bonito, en el momento menos bello. ¿No les ha ocurrido a ustedes alguna vez, que justo en el día más gris ha aparecido algo o alguien ante sus ojos, que lo ha llenado de rayos de luz?
Debe ser porque estos días a pesar del sol, no veo luz a mi alrededor, por lo que me ha venido a la mente una imagen de una noche de invierno de hace ya unos cuantos años. Por aquel entonces yo iba a una asociación donde me enseñaban a pintar y a hacer diferentes manualidades. Aquella tarde de invierno, se presentó la directora anunciándonos un sorteo de unas entradas para ir a ver una representación de ballet. Yo nunca había estado en un Teatro viendo ballet, así que cuando me pidieron que dijera un número al azar, lo dije al tun-tun. Y miren por donde, acerté. 
Cuando llegué a casa y les conté a mis padres y a mi hermana que me había tocado una entrada para el ballet, todos se alegraron. Mi hermana quería ir también, mi madre le advirtió que todo dependía del precio de la entrada, intuyendo que no iba a ser barata. 
Por aquel entonces vivíamos en una casa de alquiler, antigua, más bien vieja, abuhardillada, (entonces las buhardillas no eran tan "chick" como las de ahora). La nuestra tenía un par de goteras y algún que otro ratón que nos visitaba de vez en cuando.
Yo no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar al traspasar las puertas del Gran Teatro. Tenía unos once años. A esa edad siempre iba acompañada por alguien cuando iba al cine de la Caja de Ahorros. Así que cuando entré y vi las lámparas, las cortinas, los cuadros, los tapices tan bellos, tan grandes, me quedé sin habla. 
Al llegar a la zona de butacas de patio, ni se me ocurrió pensar que debía esperar al acomodador para que me indicara donde tenía que sentarme. Guardé la entrada en el bolso de mi pantalón vaquero y me fui directa a la fila y a la butaca que más me gustaron, centraditas, para verlo bien. Nada más sentarme, empezaron a llegar algunas señoras. Una llevaba un precioso vestido largo, de tela drapeada con un tono dorado. Un collar de perlas adornaba su cuello, haciendo juego con los pendientes. Su pelo iba perfectamente peinado, con ondas que parecían estar sujetas por un velo invisible. Luego llegó otra, igualmente adornada por un vestido largo, éste más austero en color y forma que el de la primera mujer. Azul oscuro, liso, sin ningún adorno, excepto el de las formas de su cuerpo, realzadas por alguna que otra costura que ceñían la tela a sus curvas. Sus labios iban pintados de un rojo intenso. Creo recordar que llevaba unos pequeños pendientes. No hubiera necesitado ningún adorno, las facciones de su rostro, ojos rasgados y labios carnosos, eran suficiente adorno. 
Cuando fueron entrando más personas, hombres y mujeres elegantemente vestidos, me percaté de mi indumentaria. Un pantalón vaquero, un jersey y unos zapatos de suela de goma. Entonces me acurruqué en el asiento, intentando mimetizarme hasta conseguir mi desaparición. Pero no lo conseguí. Vino el acomodador y me pidió la entrada, diciéndome que posiblemente ése no era mi asiento. Me tuve que levantar, y pasar por donde estaban aquellas personas bellamente vestidas.
Cuando llegué a mi butaca, mis mejillas estaban llenas de calor. Me senté y dirigí mi mirada hacia el escenario. Anunciaron que el ballet iba a empezar. Se apagaron las luces, lo cual fue un alivio para mí. Se corrieron las cortinas que cubrían una gran pantalla. Empezó con una luz tenue, y luego una música que yo no había oído de una manera tan limpia, tan profunda. Notas suaves al principio, luego en ascenso. Y entonces lo vi.


"EL LAGO DE LOS CISNES"
De Tchaikovski


Apareció una bailarina. Parecía hecha de espuma, de aire. Apenas tocaba el suelo y sin embargo, se movía con agilidad, con seguridad.  Soplo de fragilidad y fuerza. Bellísima.  Y la música. Violines de tenue sonido que de repente van in crescendo. Me quedé con la boca abierta. No había visto nada tan bello en mi vida. Sentí que los que estaban sentados a mi alrededor desaparecían. Únicamente estábamos aquella bailarina y yo. El mundo real dejó de existir. Sólo existía la magia que era capaz de transformar a una doncella en cisne. Violines, agua, luz de luna... Belleza y armonía. 
Siempre me ha llamado la atención que una historia tan dramática como ésta, fuera capaz de dejarte con un poso de serenidad. Lo de dramática lo digo porque a ningún ser humano le gustaría ser convertido en cisne por un encantamiento. Y sin embargo, no es el drama lo que prevalece, al menos no en mi mente cada vez que la escucho. 
Mi hermana se quedó sin poder ver el ballet, el precio de la entrada era prohibitivo para nuestra economía. Cuando llegué a casa se lo conté, e incluso intenté imitar alguno de los pasos. Me temo que me salieron más que de cisne, de pato. Quizás no conseguí que mi hermana se hiciera una idea, pero al menos valió para echarnos unas risas.
Hoy ha vuelto a mi mente el lago de los cisnes. Un lugar, que una vez conocido, puedes visitar tantas veces como quieras. No necesitas ninguna entrada. Sólo cierra los ojos, respira profundamente y,  escucha. Entonces oirás violines y verás, a lo lejos, la luna reflejada sobre las aguas de un lago. Un lago de aguas aparentemente serenas que esconde el secreto de una joven que es cisne por el día, y humana a la luz de la luna.

Imagen sacada de Internet

"... En una fracción de eternidad, todo cambia y se transfigura. Un fragmento de música desprendido de una pieza desconocida, un poco de perfección en el flujo de las cosas humanas -inclino despacio la cabeza, pienso en la camelia sobre el musgo del templo, en una taza de té mientras el viento, fuera, acaricia las hojas de los árboles, la vida que se escapa se inmoviliza en una joya sin mañana ni proyectos, el destino de los hombres, salvado del pálido suceder de los días, se nimba por fin de luz y, más allá del tiempo, exalta mi corazón tranquilo"

(Extracto sacado de "La Elegancia del Erizo" de Muriel Barbery). Este libro es como el Lago de Los Cisnes, un lugar al que hay que volver.









2 comentarios:

  1. El lago de los cisnes de quedó dentro de ti para que vuelvas a él siempre que lo necesites. Es un placer viajar contigo a ese momento de tu infancia, en el Gran Teatro. Puedo ver a esas hermosas damas, la luz de apaga y nos quedamos a solas con la mujer cisne. Todas las niñas probamos a andar de puntas, nos fascinaban las bailarinas de ballet.
    La elegancia del erizo es una buena reflexión, la portera es elegantísima y se ríe de los patos.
    Hay patos que se creen cisnes y cisnes que se creen patos.
    Un abrazo, amiga caminante.La belleza nos alivia la pesadumbre de la vida.

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    1. La belleza está para que se la contemple. A veces la tenemos cerca y ni siquiera hay que pagar por disfrutarla.
      Un abrazo,compañera de caminos.

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