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domingo, 30 de noviembre de 2014

LA FRAGILIDAD DE LA BELLEZA



JILGUERO
(Imagen sacada de Internet)



Hay veces que tu mirada se posa en un objeto, sin saber el porqué, y su imagen se queda grabada en tu disco duro durante un tiempo. Eso me pasó hace unos días con un libro que estaba en casi todos los escaparates de las librerías de mi ciudad: "El Jilguero" de Donna Tartt. Supongo que estarán pensando que no es raro que me fije en una novela. Pero es que esta vez no fue la novela lo que me llamó la atención, sino la imagen del jilguero en cuestión. Días después, pasando por otra librería, mis ojos captaron ese mismo pájaro, en otro libro. Al detenerme, me di cuenta de que no era la novela arriba mencionada. El caso es que no pude contenerme y entré a preguntar por él. Al final acabó en mi bolso, y he estado leyéndolo durante varios días. Se trata de "El Jilguero y Fabritius". Un ensayo de algo más de cien páginas en el que su autora, Deborah Davis, nos descubre la vida del pintor del cuadro que adorna la portada de su libro. A través de sus páginas conocemos la situación política y económica de Holanda,  país donde nace el creador del cuadro que tanto ha llamado mi atención, Carel Fabritius. Nos descubre la situación social que se vivía en el siglo que le tocó vivir, el XVll, en su país y en el resto de Europa, y nos explica el estilo pictórico del artista, así como de sus maestros y contemporáneos. Cómo los nuevos pintores iban abriendo nuevas puertas a la expresión de la realidad que contemplaban. Y al hacerlo, creaban nuevas técnicas, nuevos estilos. En el caso de los retratos, por ejemplo, dejaron de ser el centro del cuadro, haciendo llamar la atención del que contemplase la obra, en objetos secundarios, como pudiera ser un simple clavo colocado en una pared.
Habla también del significado que el jilguero tenía en varias culturas y lugares del mundo. Llegando a considerarle, incluso, como una especie de talismán de la buena suerte, y portador de dones como la buena salud por lo que, no era raro ver jilgueros en muchos hogares.
En el caso de los cuadros de tema religioso, este pájaro tenía también su parte de protagonismo, según resalta la señora Davis, como demuestra el hecho de que en algunos cuadros donde aparece la Virgen con el Niño, éste tuviera posado en una de sus manos, un jilguero.
Este libro nos habla de belleza y de la relación y el uso que el ser humano hace de ella. Que, como se ve a través de las páginas del libro, no siempre ha sido para bien.
Hay seres humanos que llegan a obsesionarse tanto con la posesión de la belleza en todas sus formas, que son capaces de hacer cualquier cosa por conseguirla y conservarla. No se dan cuenta de que parte de esa belleza, que pueden tener objetos como un cuadro, es su fragilidad. Y la obsesión por poseerla, puede llevar a quien la padece, no sólo a no conseguirla, sino a destruirla para siempre.
Eso ocurrió con los jilgueros, que al considerarlos talismanes de buena suerte y otros dones, así como transmisores de belleza por medio de su canto, se convirtieron en objetos de deseo. Acabándo por ser encadenados para evitar que alzaran el vuelo. En ese exceso de "protección", iba también encadenada su destrucción.
Al ir avanzando por las páginas de este interesante libro, no he podido evitar acordarme de las   últimas víctimas de la violencia denominada de género. Guardando las distancias que hay entre un tema y otro, no he podido ver un cierto paralelismo. Es curioso que a la hora de elegir a su pareja, el ser humano desee que sea la más hermosa,  la más inteligente, la que tenga la voz más bella. Y en el momento en el que la tienen viviendo con él, obsesionado con el miedo de que se la puedan quitar, o pueda utilizar las alas que tiene desde el día en que nació, decide ponerle una cadena. O lo que es peor, destruirla. Y teniendo en cuenta lo retorcida que puede llegar a ser la mente humana, esa destrucción se puede hacer de forma directa o indirecta. Como ha ocurrido en el caso del hombre que hace muy poco, decidió matar a sus dos hijas pequeñas.  Haciéndolo no sólo ha destruido a las niñas, ha puesto, de por vida, una cadena de dolor a la madre.
La belleza está para contemplarla, para disfrutarla. Pero sólo la merece aquel que sepa respetarla. Porque la belleza que nos rodea es un regalo que nos da la vida. Nadie es dueño de ella.

2 comentarios:

  1. Últimamente yo aprecio la belleza de las cosas más simples: por ejemplo, las flores silvestres del campo.

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    1. Lo bueno que tiene Burgos, como tú apuntabas no hace mucho en una de tus entradas, es que tenemos la naturaleza cerca. Basta con mantener los ojos abiertos. La belleza, aunque a veces sea en pequeñas dosis, siempre se manifiesta.

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