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miércoles, 12 de agosto de 2015

EL TAXISTA LETRAHERIDO


"EL TAXI BLANCO"
De Dimitry Spiros



"El placer más alto en literatura es prestar realidad a lo inexistente"
(Oscar Wilde)


Todo viaje es una aventura, aunque el recorrido sea corto. 
Hace unos días tuve que coger un taxi. Siempre he pensado que cuando se coge un taxi, es como apostar por un número de lotería. El viajero no sabe qué taxista le va a tocar. Puede ser agradable, o de carácter arisco. Puede gustarle la conversación, o ser de esos que ponen la radio a toda pastilla para que nadie le dé la tabarra con conversaciones que no le interesan nada. Los hay, por el contrario, que les gusta tanto hablar, que hablan hasta con las manos. Una vez me tocó uno de esos, y tuve que recordarle varias veces que no soltara el volante, pues cada frase que decía la enfatizaba haciendo volar sus manos en el aire.
Para el taxista también es un riesgo. A saber quién le toca de pasajero. Puede ser alguien que le tome por su psicoanalista y le cuente toda su vida. Claro que peor son los que no dicen nada  y, en cuanto pueden, saltan del taxi para no pagar el viaje. Que de esos alguno hay.
En situaciones de contacto breve se produce lo que yo denomino un  "flash anímico". No sabría decir el por qué, pero de repente alguien te cae bien o mal a primera vista. No es nada personal. Simple instinto. Y supongo que eso es recíproco. Claro que hay elementos que pueden ayudar a hacer caer la balanza hacia el lado de la empatía o hacia el contrario.
Como les he dicho hace unos días tuve que coger un taxi. Nada más sentarme en la parte trasera, me fijé que el taxista era un hombre joven. Llevaba unas gafas de sol que convertían sus ojos, reflejados en el espejo retrovisor,  en un misterio tras los oscuros cristales. Llevaba el pelo tan rapado, que se podía  ver su nuca. 
Cuando bajé la mirada hacia el volante, me di cuenta que cerca de éste llevaba un libro. Era un libro de bastantes páginas, de tapas duras. Aunque lo había colocado del revés, pude leer el nombre del autor: Ken Follet. 
¿Qué tal está ese libro? -le sorprendí preguntando.
Está bastante bien -me contestó regalándome una sonrisa.
-Yo de Ken Follet sólo he leído "Los Pilares de la Tierra". Me gustó. Creo que últimamente ha sacado una trilogía recorriendo los períodos más importantes de la Historia Mundial.
Sí -se animó con la conversación. Me he leído el primero de los títulos . Y me ha gustado.
Así fuimos haciendo el recorrido. Según iba hablando, miraba a través del espejo retrovisor. Cuando tocaba parar por un semáforo en rojo, soltaba su mano derecha del volante, y daba forma a su pasión de lector con la mano. 
Me fue diciendo los títulos y los autores que más le habían gustado. Tenía buena memoria para los nombres. Me contó que según había podido leer en un artículo, algunos escritores famosos tienen una especie de equipo que se encarga de escribir, a cuatro o seis manos, sus libros. Cada uno un capítulo. 
Al final -dijo con un tono de desengaño en su voz-, cuando lees un libro no sabes realmente de quién es. 
Ahora la literatura la han convertido en puro marketing -le dije-. Se trata de vender lo más posible, en el menor de los  tiempos. Es una lástima porque nos están dando libros que no valen la pena y  sin embargo, otros que pueden ser de verdadero interés, acaban no viendo la luz. 
Cuando llegamos a mi destino, al pagarle el importe del viaje, le dije que había sido un placer haber podido hablar con alguien que le gustase la lectura. 
Es que yo, en cuanto me hablan de libros, pierdo el sentido de la realidad. Menos mal que tenemos la literatura -añadí-, que si no...
Sí -contestó él-, porque lo que es la realidad, da miedo.
Cerré la puerta del taxi y el conductor emprendió la marcha en busca de un nuevo pasajero. Un nuevo destino le esperaba. Quienquiera que fuera su próximo viajero -pensé-, debería  sentirse afortunado de que le tocase un taxista letraherido.







3 comentarios:

  1. Nunca vi un taxista leyendo un libro; pero seguro que los hay letraheridos. Pasan muchas horas en la parada, un libro es una buena compañía que espera con paciencia. El periódico, la charla con los colegas y poco más. Hay una taxista que hace punto de cruz...Hablar con taxistas, siempre de política general o local, qué ladrones nos gobiernan. Y si lo coges en Madrid, los hay de mitín ultraderechista que no se paran en pensar si tú eres de los suyos o de los otros, la emisora episcopal a todo volumen.

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  2. Ahora pasemos a hablar de libros. Ese taxista del que hablas lee a Ken Follett, conozco esos libros y te doy mi opinión. Me gusta mucho la historia y disfruté mucho con "Los pilares de la Tierra", también la cosa discurrió bien con su continuación: "Un mundo sin fin". Aprobado en Edad Media. Pero luego se ha metido en la historia del XX y eso no se le da tan bien, en mi opinión. El primer ladrillo aguantó en mis brazos, el segundo cayó con estrépito, se lo regalo a quien lo quiera. ¿Que cuenta con un equipo para documentarse? Seguro, se lo puede permitir, cosas de millonario.

    Una novela histórica necesita mucha y buena documentación para evitar anacronismos, incluso Miguel Delibes tuvo historiadores a mano para "El hereje". Y muchos escritores famosos tuvieron un "negro" o más. El caso más comentado es Dumas, y no vamos a ponerle pegas a "El Conde de Montecristo", una novela con la que tanto hemos disfrutado. Pero Ken no les llega a esos ni a la suela de los zapatos.
    Un buen día el que comienza hablando de libros. De letraherida a letraherida, un abrazo,amiga caminante.

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    Respuestas
    1. Cualquier escritor que quiera hacer una buena novela histórica tiene que documentarse,incluso recurrir a personas que le asesoren sobre datos concretos, en eso estamos de acuerdo. Otra cosa es que escriban el libro por él.
      En cuanto a Ken Follet, la única novela que he leído de él es "Los Pilares de la Tierra". Según me comentas las que sitúa en la historia del siglo XX, ya no están tan bien. Siempre me he preguntado cómo es posible que un mismo escritor varíe tanto de estilo o de formas de expresión de una novela a otra. Aunque el tema sea completamente diferente y el tratamiento deba ser también distinto, en el fondo, el tono debería ser reconocible si fuera la misma voz la que lo creara.
      Yo también tengo más de un "ladrillo" en mis estanterías.
      Me gusta la pasión que pones en tus comentarios.
      Un abrazo grande.

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