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sábado, 25 de octubre de 2014

TECNOLOGÍA GREMLIN

Fotograma de la película
"LOS GREMLINS" De Steven Spielberg
(Imagen sacada de Internet)



Hace unos días leí que la película de Steven Spielberg "Los Gremlins"  había cumplido ya nada menos que 30 años. Para los que no la conozcan diré que la historia que en ella se nos cuenta, comienza cuando un padre que busca algo especial para regalarle a su hijo, entra en una tienda de antigüedades venidas de países lejanos, y allí encuentra el regalo perfecto: una especie de oso de peluche con orejas de murciélago, y ojos grandes de mirada tierna. El problema es que no se trata de un juguete al uso. Está vivo, es mágico pero, por lo mismo, es frágil y requiere que se respeten una serie de normas de comportamiento con él, pues de lo contrario, su poder "mágico", acabará siendo trágico.
Parece que todo le ha quedado claro al comprador, y cuando se lo entrega a su hijo, le recuerda las normas a seguir. Pero éste, en un descuido, rompe dichas normas y de ese ser tierno y peludo, empiezan a brotar otros parecidos en aspecto a él, pero de intenciones totalmente contrarias. Creando el caos y la destrucción allí por donde pasan.
Enterado el dueño de la tienda de antigüedades de lo ocurrido, acude a la casa del chico. En un momento determinado este hombre le dice al padre del muchacho: quizás lo que ocurre es que el hombre todavía no está preparado para convivir con los gremlins.

Es impresionante lo que en pocos años ha ido evolucionando la tecnología. Ordenadores, televisores, teléfonos móviles. En estos últimos se han ido incorporando cada vez más funciones que, en principio, estaban creadas para una mejor y más amplia comunicación entre los habitantes de nuestro planeta. Una de estas funciones es el WhatsApp. Ha sido toda una revolución que se ha extendido a velocidad de vértigo, sobre todo por el hecho de que es gratis. Quizás por eso, la gente más que uso está haciendo abuso de él.
La semana pasada venía un artículo en uno de los suplementos de la prensa titulado "Miedo en las Aulas", y hablaba precisamente de ese abuso de las nuevas tecnologías que yo mencionaba antes, que se estaba haciendo por parte de alumnos que acosan a sus compañeros de clase. O los que se dedican a acosar a los profesores, y no sólo alumnos, también algunos padres de éstos, se han montado en esta ola de, no sé si llamarla locura o simplemente estupidez.
No seré yo quien critique las nuevas tecnologías, pues soy la primera en reconocer que nos han facilitado algunos trabajos. Pero al fin y al cabo, sólo son eso: máquinas, que deberían estar a nuestro servicio. Máquinas que carecen de cerebro, ése, se supone que debe aportarlo el dueño o usuario de dichas máquinas.
Desde hace tiempo he notado como estos artilugios están cambiando incluso mis relaciones personales. No hace mucho quedaba con mis amigas y hablábamos de mil y una cosas mientras nos tomábamos un café. Eran conversaciones inolvidables, que daban pie a las risas a veces, otras, al debate, pero siempre enriquecedoras. Desde hace algún tiempo, como digo, esto está cambiando. Ahora lo que parece imponerse es mandar constantes mensajes con el WhatsApp, y cuando quedamos alrededor de una taza de café, parece que se hubieran desconectado, y no tuvieran nada que contar, al no ser que alguien saque su móvil y nos quedemos todas mirando la pantallita, como hipnotizadas. Esto me ha provocado más de una vez la triste sensación de volver a casa, con un sentimiento de vaciedad.
La imagen más triste que tengo grabada en la retina que puede documentar todo lo que estoy diciendo es la que pude ver,  hace una semana, en uno de los puestos del mercado de abastos. Éramos varios esperando que nos atendieran, cuando el dependiente preguntó de quién era el turno, nadie contestó, hasta que por fín una mujer que estaba peleándose con su WhatsApp, casi le gritó: me toca a mí, pero por favor, espere a que acabe de mandar este mensaje, es urgentísimo y no sé lo que le pasa a este cacharro.
La mujer tenía la frente perlada de gotas de sudor, las manos le temblaban.
Nos quedamos todos boquiabiertos, sobre todo, cuando unos minutos después, ella misma comentó el mensaje "urgentísimo" que tenía que enviar, justo, en ese momento: preguntarle a su marido qué quería que comprara en la pollería.
Todo esto que les he contado y el hecho de que últimamente mi propio móvil estaba cargado de bastantes mensajes inútiles, me decidieron a desactivar el WhatsApp de mi teléfono. Puede que ahora esté menos conectada. Puede incluso, que sea menos "way". Puede que, como decía el dueño de la tienda de antigüedades de la película de Spielberg, no esté aún preparada para convivir con todo lo que la nueva tecnología me ofrece, pero hay algo que no pueden saber si no se lo digo ahora, desde ese día, me siento muy, pero que muy a gustito.



8 comentarios:

  1. Los gremlims si se mojan, los aparatejos nuevos si se abusa de ellos...
    ¡Cuidado!
    Un abrazo, amiga paseante

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    1. Hay que leerse bien los folletos de instrucciones antes. Podemos tener algo peligroso en nuestras manos sin saberlo.
      Digan lo que digan, donde esté una buena charlotada con alguien, frente a frente, sin maquinitas de por medio, que se quite todo lo demás.
      Besos.

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  2. Esa cara negativa de las nuevas herramientas tecnológicas de la comunicación me preocupan cada vez más. Estamos cada vez más lejos pese a estar más cerca...
    Buen tema para un debate.

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  3. Pienso que ahora más que nunca se necesita hablar, debatir sobre todos los cambios tan rápidos que estamos viviendo. Es importantísimo que la mente humana esté preparada, bien amueblada, para sacar el buen partido que, sin duda, tienen la nuevas tecnologías. Aún así no debemos permitir que las máquinas sustituyan, hasta el punto de anular , nuestras relaciones personales. Ahora más que nunca es necesario que nos reunamos y charlemos. Debemos recuperar ese territorio, que bien puede estar en uno de esos cafés, que tú tan bien describías en una de tus últimas entradas, o en cualquier otro sitio. El hombre debe siempre ir por delante de las máquinas, y no al revés.
    Un saludo, Pedro.

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  4. Es cierto, vivimos súper conectados, en exceso diría yo, tampoco cambio la calidez de una buena conversación con amigas, ante un rico café por ningún artilugio, utilizo la tecnología con precaución, no quiero que invada mi vida y mis relaciones...
    Un abrazo desde Caracas

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  5. Hola Maria:
    Me da mucha pena ver cómo las máquinas nos están comiendo, poco a poco, los momentos más bonitos. Como tú dices la calidez que nos da el contacto con los demás, no es sustituible por ningún cachibache.
    Gracias por tu visita, y un abrazo también para tí desde esta ciudad que, hasta hace poco, tenía fama de ser una de las más frías de España, y ahora las temperaturas parecen haberse vuelto locas. Hoy hemos tenido 24,5º. Esto en Burgos, a finales de Octubre, es casi un milagro.

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  6. Es verdad que las maquinitas nos están gobernando la vida. Salir de casa sin el móvil es casi una tragedia. Pero también sirven para quedar a tomar un café, bien es verdad que a veces ves en un grupo de personas y todas mirando el móvil.
    Es muy frustrante que suene un móvil en sitios públicos y el que es llamado ponerse a hablar a grito pelado como si estuviera en su casa.
    El progreso es inevitable.

    Besos.

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  7. Como tú dices, no podemos evitar el progreso, pero eso no está reñido con utilizarlo para nuestro servicio, y no que seamos nosotros serviles con él. La tecnología nos está abriendo muchas ventanas. Se puede aprovechar para ampliar conocimientos, e incluso para el disfrute, por qué no. Pero sin dejarle nuestras parcelas más preciosas.
    Un abrazo.

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