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sábado, 11 de octubre de 2014

PESCADO CON CIERTO OLOR A PODRIDO



"PESCADO"
De William Stephen Coleman



Hoy quiero contarles una de esas historias pequeñitas con las que nos regala nuestra vida cotidiana. Desde hace muchos años mi madre primero, y ahora yo, hemos estado comprando el pescado en la misma pescadería. Nuestra pescadería de siempre, como se suele decir. Hace unas semanas, ocurrió algo que ha trastocado toda esa "tradición". Ocurrió un sábado en el que en esa pescadería, además del dueño, estaba también su hija adolescente. El padre acababa de cortar un pescado que le había pedido una clienta, al hacerlo la tabla donde lo había posado, se llenó de la sangre del animal despedazado. Cuando me tocó el turno de ser atendida, lo hizo la hija del pescadero. Ya iba a envolver lo que le había pedido para pesarlo, cuando la joven hizo el ademán de posar el papel de un blanco reluciente,  sobre la tabla llena de sangre, que su padre se había olvidado de limpiar.
¿No irás a posar el papel limpio sobre esa tabla llena de sangre? -le dije.
La joven me miró como si le hubiera lanzado un insulto.
No tiene importancia -intervino el padre-. Es sangre buena.
Buena o mala -le contesté-, es sangre que mancha.
La joven entonces cogió con gesto de desgana un paño, y limpió la tabla.
Desde ese día las cosas entre nosotros cambiaron totalmente. Cada vez que he ido a ese puesto y estaba la joven, no he recibido más que miradas airadas por su parte. Llegando incluso a aprovechar la circunstancia de que no hubiera más clientas que yo, para lanzarme alguna que otra indirecta. Y lo más irritante es que lo ha hecho con la complicidad del padre, que no ha dudado en apoyar la actitud de su hija. Y la verdad, no logro entenderlo puesto que lo que le dije, no iba en su perjuicio, sino más bien todo lo contrario. ¿No beneficiaría a su negocio el mantener todo lo que está a la vista del público en un estado de limpieza?
Cuando llegué a casa estuve pensando en lo importante que es tener a alguien desde pequeño, que te dé buenos consejos. Porque la diferencia es tan enorme como el llegar a ser una buena persona o no. Y no me negarán que el mundo está ahora muy necesitado de buenas personas.
Esta historia que puede parecer una anécdota sin importancia, quizás no lo sea tanto. Vamos a imaginar que el padre de esta joven siga alimentando en ella la creencia de que haga lo que haga, y diga y lo que diga, ella va a tener siempre razón, además de contar con el apoyo incondicional de su padre, en lo más extenso de la palabra "incondicional". ¿Se imaginan que la joven en cuestión acabados sus estudios, llegue a ostentar un puesto de responsabilidad en una banco, en una empresa, o incluso, puestos a imaginar, que llegue a ocupar un puesto de poder en la política? ¿Cómo creen que va a gobernar un país una persona que, desde niña, se le ha transmitido la peregrina idea de que da igual hacer las cosas mal que bien?

Lo que ha podrido árboles milenarios, no han sido sus ramas, sino sus raíces.
Mi abuela siempre decía que cuando un pescado estaba podrido, donde más se concentraba toda esa pudedumbre era en su cabeza.

En esta historia han perdido los tres protagonistas de ella, y permitan que lo ponga en orden de menor a mayor pérdida:
Yo, porque ahora tengo que buscar una nueva pescadería donde comprar el pescado. Entenderán que no quiera volver a un establecimiento donde se me trata con desdén.
El pescadero, porque ha perdido, sino una de las mejores clientas, sí una de las más fieles.
La joven hija del pescadero, porque desoyendo un buen consejo, ha dejado escapar la oportunidad de corregir una actitud equivocada, y aprender algo de una desconocida que, lo único que intentaba, era ayudarla a ver lo que su joven y despistada mirada, no había captado.


4 comentarios:

  1. Bravo, bravo y bravo Dorcas. Cuanta razón tienes y que reflexión tan acertada has sacado de este episodio cotidiano. En ese grupo de perdedores la peor parada es la hija del pescadero. Cuanto bien puede hacer una corrección o un consejo paterno a tiempo. O a falta del paterno el de una cliente, fiel, y dotada de mucho civismo y sentido común.

    Hiciste muy bien en hacerle esa observación. La limpieza es esencial en cualquier negocio de comestibles y ¿sabes? aún es más esencial ser servicial y humilde al reconocer un error.
    Supongo que fueron dos cosas que su padre no le enseñó. Peor para ellos. Animo y que encuentres pronto una buena pescadería :)
    ¡Un beso!

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    1. Según recordaba esta historia, pensé en lo difícil que debe ser para la gente que se dedica a la enseñanza, el transmitir una serie de actitudes a sus alumnos. No sólo tienen que luchar contra su cabezonería o ceguera, sino también con la herencia que llevan algunos de ellos en sus mochilas de años de malos consejos recibidos en el seno de sus familias.
      Esta misma tarde me comentaba una amiga que en la India, una mujer no vale nada. Se la trata como una simple mercancía de usar y tirar. Y lo malo es que esa idea se transmite de generáción en generación, con lo cual es dificilísimo romper la cadena de injusticia. Además se da la paradoja de que quien más castiga a las mujeres, suelen ser otras mujeres de la familia de los maridos. Y lo hacen por el simple hecho de que ellas han recibido el mismo trato. Es horrible.
      ¿Qué educación va a transmitir la joven de la pescadería a sus hijos, si llega a tenerlos? Pues la misma que ella ha recibido. Una pena.
      Intentaré buscar un pescadero con mejor "feeling".
      Un abrazo grande, Marie.

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  2. Sostenerla y no enmendarla. Hay gente incapaz de reconocer las equivocaciones. Pienso que todo nace de la soberbia. Y qué duda cabe que una de las lecciones que deberíamos aprender todos es la humildad. Me imagino a la soberbia pescaderita y a su soberbio padre, ellos se lo pierden, no sobran los clientes hoy en día. Les pasará factura su actitud.

    Buena reflexión la tuya. Un abrazo.

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  3. En cada rincón hay una historia, hay una lección, para mí también, no creas. Lo importante es eso, el aprender. Tener los oídos y los ojos abiertos. Da igual el tamaño de las historias, al final todas pueden ser importantes. Y tienes razón, los clientes no sobran.
    Un abrazo.

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