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martes, 7 de octubre de 2014

EN OTRO MUNDO



"St.George con Armadura Besado por Una, 1914"
De Phoebe Ann Traquair




Había tenido uno de esos días en el trabajo, que es mejor olvidar. Cuando salí estaba más cansada de lo normal, así que decidí darme una vuelta. De vez en cuando venía un airecillo fresco, que me ayudaba a despejarme de la tensión. Iba sin rumbo fijo. Paseando por las calles posando mi mirada en cualquier escaparate. Las ropas que allí se exhibían, me decían que estábamos en Otoño, que había que ir abrigándose porque nos venía el frío. Que la luz del sol tendría cada vez menos fuerza. Que los días se harían más cortos porque las noches irían alimentándose, cada vez más, de su claridad.
Recordé, no sé si por intentar no dejarme llevar por la melancolía, que tenía que coger unos caramelos, así que me fui directa a mi tienda habitual de chuches, (sí, lo confieso, soy golosa). Al entrar, me encontré a la dueña besándose con su pareja. Sostenía tiernamente la cabeza de él entre sus manos. Cuando sintieron mi presencia se separaron, y se me quedaron mirando durante un momento. En su mirada se notaba que estaban los dos en otro mundo, quizás por eso tardaron en reaccionar. Él tenía la sonrisa más placentera que he visto en mi vida.
¡Uy! -exclamó por fín ella-, ¡Nos has pillado!.
Me eché a reir.
Bueno -siguió diciéndome-, mejor encontrarse con ésto que no con otras cosas más desagradables.
Sí -le contesté-. Deberían de estar los lugares llenos de gente besándose.
Él no decía nada. Seguía con su expresión de felicidad. Todavía no había vuelto del lugar, adonde el beso recibido le había transportado.
Me fui a servir los caramelos que había ido a comprar y, sí, vale, confieso que cogí algo más para picar.
Cuando fui a pagar, la pareja dejó de hablar entre ellos. La mujer pesó las dos bolsitas que me llevaba,  y me dijo su importe.
Cogí las vueltas y ya me iba a ir, cuando un duendecillo travieso, de esos que a veces nos tira de la lengua, me hizo decir:
-Bueno, ahora ya pueden seguir con lo de antes, que ya me voy y les dejo tranquilos.
¡No, hombre! -exclamó ella-. ¡Ahora ya no! .
Y los tres nos echamos a reír.

Hoy habría sido uno de esos días para olvidar. Y aunque el aire seguía siendo frío, el melancólico  Otoño se anunciaba por doquier, la  luz del sol tenía cada vez menos fuerza porque la noche iba creciendo, con el deseo de engullirla, en mi mente se había quedado grabada la imagen de una pareja dándose un beso,  rodeados de un montón de chuches de todos los colores. Y eso me hizo sentir, a mí también, que estaba en otro mundo.

4 comentarios:

  1. Hay días malos que terminan bien. Dulce beso.
    Un abrazo, amiga.

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    1. Por eso no hay que desechar ningún día, ningún momento. A veces a la vuelta de la esquina te encuentras con algo que te renueva la esperanza en el ser humano.
      Un abrazo grande, amiga caminante.

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  2. ¡Que bonito Dorcas!
    Escenas como esas pueden alegrar cualquier día gris. Sabes, creo que cuando te fuiste no pudieron evitar compartir otro beso. Quién sabe si le alegraron el día a otro de sus clientes :)
    ¡Un abrazo!

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    1. Me encanta que en medio del caos que parece que nos rodea, todavía haya gente que es capaz de, con un beso, llenar de magia el lugar donde están. Espero que tengas razon, Marie, y que con muchos besos más, alegrasen ese y otros días a más gente.
      Un abrazo grande.

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