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jueves, 4 de septiembre de 2014

COMIDA FAMILIAR

"AL ESCONDITE"
De James Charles




Siempre he dicho que me siento ciudadana del mundo. Que el haber nacido en un determinado lugar, no me impide querer conocer otros lugares y a otras gentes de costumbres muy distintas a las mías. Quizás por eso cuando me he encontrado con gente con esa especie de cerrazón en defender el lugar donde ha nacido por encima de cualquier otro, hasta el punto de no reconocer que hay belleza por descubrir en cada rincón del planeta, sencillamente no lo he entendido.
Tengo la suerte de pertenecer a una familia donde hay personas nacidas en distintas regiones incluso en distintos países. Eso me parece enriquecedor. Pero en mi familia no todos piensan así.
Recuerdo que un día mi padre tuvo un accidente con la bicicleta, lo que obligó a mi madre a estar con él en el hospital. Como mi hermana y yo éramos unas crías, nos llevó a casa de mis padrinos a comer. A mi madrina le dejó nuestra comida para que nos la preparara, y pudiéramos llegar a tiempo de vuelta al colegio. Recuerdo que de segundo plato había carne.
Conocida era la poca aceptación por parte de esta mujer del hecho de que mi madre fuera gallega. Aún hoy, no me explico de dónde venía ese rechazo.
Para mí sin embargo, como ya he dicho en alguna entrada anterior, el ir los veranos a Galicia, era como ir al Paraíso, pues allí me esperaban colores, olores, sabores nuevos. Y sobre todo un puñado de buenas personas a las que siempre he llevado en mi corazón y en mi pensamiento. No es extraño que me pasara el tiempo recordándoles, y añorándoles en voz alta.
No sé cómo empezó la cosa el día en el que se dio la historia que voy a contarles. El caso es que recuerdo que estábamos en la mesa comiendo, cuando mi madrina dijo que deberíamos sentirnos muy orgullosas de ser castellanas. Tampoco sé por qué dije lo que dije, el caso es que las palabras se me escaparon de dentro, como catapultadas por una fuerza que yo no controlé en ese momento, y tal cúal las pensé, las dije:
-Yo no soy castellana. Yo  soy gallega.
¿Cóooomo? -casi gritó mi madrina-. ¿Acaso no has nacido en Burgos?
-Sí. Pero uno no es de donde ha nacido sino de donde se siente.
Esta frase la había oído,  y pensé que éste era el momento y el lugar precisos para exhibirla.
Craso error.
Mi madrina, que en ese momento se disponía a servirnos los filetes que nos había frito, se detuvo, dejando en el aire la fuente con la carne.
-O dices ahora mismo que eres burgalesa, o te quedas sin probar el resto de la comida.
Me da igual -contesté ahora engrandecida por la furia que me iba creciendo dentro-. Aunque me mates de hambre, sigo siendo gallega.
Mantuvimos una rifi-rafe verbal durante unos minutos.
Mi padrino intentó apaciguar el ambiente, pero lo único que consiguió fue que su mujer le mandara callar.
Nunca me he considerado fanática, pero en ese momento algo me decía que por nada del mundo tenía que ceder ante semejante intento de abuso de autoridad. Y les juro que hubiera sido capaz de quedarme sin comer, sin cenar, y  hasta sin desayunar al día siguiente. Pero entonces sentí que un pie golpeaba levemente mi pierna por debajo de la mesa. Cuando alcé mi mirada,  me topé con un par de enormes ojos castaños, resguardados por unas espesas pestañas, que prometían un huracán cada vez que su dueña parpadeara. Y la dueña de esos ojazos de mirada suplicante, era mi hermana. Lo que me decían es que tenía hambre, y que ella no estaba por defender ninguna postura que no fuera la de comer un buen filete, y el postre, claro.
Reconozco que me pudo el corazón. Y cedí. Dije que era burgalesa. Cosa que, por otro lado, era cierta.
Lo que vino después fue bastante humillante. Aguantar la cara de triunfo de mi madrastra. ¡ Uy perdón !, quise decir madrina, fue una de las cosas más duras que tuve que superar en mi niñez.
Así me gusta -se regodeó-. Que seas obediente. Y ahora a terminar de comer.
Los dos primeros bocados fueron duros de tragar pero, luego, quizás por puro instinto de supervivencia, o tal vez por es capacidad que tienen los niños de escapar de una situación que para ellos es difícil de digerir, mediante el uso de la imaginación, el caso es que empecé a recordar las tardes calurosas del mes de Agosto en el pueblo de mi madre. El olor de las manzanas que caían, ya doradas, del arbol que una de mis tías tenía frente a su casa. El sonido que el viento arrancaba de los maizales, cuando los sacudía anunciando tormenta. O el de las olas, cuando íbamos a la playa de Vigo. Recordé la sonrisa de mi gente de allí, cuando nos veían llegar, y extendían sus brazos para acogernos entre ellos. El olor de su ropa. De su piel curtida por los rayos del sol.
Mi corazón se fue acelerando. Sus latidos parecían reproducir el ruido del tren cuando nos ibamos a pasar las vacaciones. Entonces me empecé a sentir como en el cielo, y no pude evitar sonreir al oir esa voz que llenaba mi cabeza, haciendo danzar, al son de las palpitaciones de mi corazón, una y otra vez, las mismas palabras, como si de una hermosa letanía se tratara:
-Soy gallega. Soy gallega. Soy gallega...

No fue hasta años después que le conté a mi madre lo que aquel día nos había ocurrido en casa de mis padrinos. Ella con su claridad, a la par que rotundidad de siempre, dijo:
-Qué pena que no estuviera yo allí. La hubiera puesto el filete de sombreiro.
Y todavía es el día de hoy, que cuando me enfado con ella me dice que no sabe de dónde he sacado yo este carácter.

7 comentarios:

  1. ¡Menuda comida más familiar!

    ¿Y qué más le daba a tu madrina? ¡Qué nacionalismo castellano el de esta señora! Algo rarísimo además porque los castellanos suelen ser poco castellanistas, en todo caso son nacionalistas españoles. Y tú gallega, gallega y gallega. Qué personalidad la de la niña Conchi.
    En mi caso, soy andaluza, andaluza, andaluza...por parte de madre. Y algo se me revuelve cuando oigo los tópicos: vagos, exagerados, etc. Aunque no haya tenido ocasión de vivir allí, solo brevísimas visitas. Algo hay en estos sentimientos...
    Viví en el País Vasco, no se me hubiera ocurrido semejar una nacionalidad tan cara. Viví en Madrid donde a nadie interesa de donde eres, me encantó, soy madrileña, madrileña, madrileña...y campeña. En Burgos me sentí extranjera, hace siete años, me voy reconciliando con mis paisanos.
    Soy ser humano y habitante del Planeta Tierra.

    Un abrazo, amiga paseante gallega, gallega, gallega.

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  2. Corrijo:

    Viví en el País Vasco, no se me hubiera ocurrido identificarme con una nacionalidad tan cara.

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  3. Hola Abejita:
    En esta historia se dan dos circunstancias atenuantes: una esa obsesión de obligar a otra persona a sentir o a pensar de determinada manera, y la otra, el hecho de que a quien se quiere obligar es una niña. Supongo que en el fondo, lo que le ocurría a la buena señora es que le gustaba ejercitar un cierto poder, y eligió a alguien a quien tenía a mano.
    El que hayas estado en tantos sitios te ha aportado muchas cosas. Lo más importante de los lugares, es siempre la gente. Y hay gente estupenda en todos los sitios.
    Un abrazo, habitante terrícola.

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  4. Acabo de dejar un comentario, y veo que no se ha guardado...
    Intentaré repetir más o menos lo que he dicho...
    Yo también me siento ciudadana del mundo, o mejor dicho de distintos rincones del mismo...a pesar de que el lugar de nacimiento no pertenezca al mismo de donde te puedas sentir.
    Y por su puesto, en numerosas ocasiones, especialmente cuando hice parte del Camino de Santiago, me sentí gallega.
    Los lugares los suele hacer la gente, pero también hay parte "intocable" que pertenece a la naturaleza...y esos rincones, suelen tener también algo especial.
    Bueno, espero que estes teniendo un buen día con o sin la familia alrededor...y que te sientas de donde te sientas, no seas juzgada por ello...la vida es más enriquecedora cuanto más la viajamos y conocemos...con las puertas abiertas y al mismo tiempo reconociéndonos de mil y un lugar diferentes.
    De algún modo, a veces, soy algo noruega, y también africana...(del Sur) o británica e irlandesa (aunque ambos pueblos a veces, parezca que no se llevan nada bien)...y también Siria, o pakistaní...nunca se sabe de donde te vas a sentir que eres...jajaja...
    Un abrazo gigante.

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    1. No has podido explicarlo mejor. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que lo más enriquecedor es conocer lugares y personas de todas las partes del mundo. Tienes toda la razón al decir que hay partes del mundo que son intocables porque pertenecen a la naturaleza. Estaban aquí cuando llegamos, y deberíamos conservarlo para los que venga detrás nuestro. Pero me temo que no va a ser así.
      Como tú, me siento de todas las partes del mundo, y cualquiera de buen corazón que se acerque a mí con una simple sonrisa, me tendrá ganada de antemano.
      Es curioso que cuando alguien intenta deviarnos de un sentimiento o una forma de pensar por la fuerza, es cuando consigue que más nos aferremos a ellos.
      Un abrazo cariñoso, María. Y gracias por pelear con los problemas técnicos para poder dejar tu opinión aquí. Yo también estoy teniendo dificultades últimamente. A veces pienso que las máquinas tienen vida propia.
      Saludos.

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  5. Si es a una niña, no es atenuante, es agravante. Un abrazo, amiga caminante.

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    1. Tienes toda la razón, Abejita. Me he liado con los conceptos legales, que como ha quedado claro, no domino. Y a veces me dejo llevar por la pasión al escribir. Gracias por tu corrección.
      Un abrazote.

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