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martes, 4 de marzo de 2014

HEMBRAS


"UNA CONFESIÓN"
De William Tom Warrener



Laura nació en una aldea de galicia, en el año 1931. Cuando tenía unos seis años, viendo que sus hermanos varones iban a la escuela, ella también quiso ir con ellos. Pero su padre le dijo que las hembras no tenían necesidad de aprender a leer y escribir, puesto que no hacían el servicio militar. Y así fue como Laura, como otras niñas de aquella época, se quedó primero en casa, ayudando en las labores y en el cuidado de sus hermanos más pequeños , y luego salió a trabajar en el campo. Ese sería el principio de un largo recorrido de trabajo duro y muchas penurias. Pero en la cabeza de Laura, nunca se esfumaron las ganas de aprender las letras y los números. No fue hasta que se casó que, a base de ahorrar de aquí y allá, consiguió un dinerillo extra para pagar a una profesora particular que le enseñara a leer y escribir, mientras sus hijas estaban en el colegio. Porque eso siempre lo tuvo claro, que sus hijas sí iban a estudiar, para que ninguna de ellas pasara por lo que ella tuvo que pasar.
Hace unos días una amiga me invitó a que fuera con ella y otro grupo de féminas a una cena que han planeado celebrar el día de la mujer, el próximo 8 de Marzo. Conociéndola lo mucho que alarga las noches cuando sale, preferí rechazar la proposición, porque al día siguiente me va a tocar madrugar. Ya en casa pensando, llegué a la conclusión de que no necesitaba ninguna celebración especial, a no ser como excusa para estar con un grupo de amigas, claro. Porque para mí, todos los días son el día de la mujer. Me explico. Hace unos años sufrí una enfermedad que casi me lleva al otro barrio. Como es lógico, lo compartí con un grupo de buenas amigas. Y allí estuvieron todas. Todas, como una piña. Pendientes de mí, animándome, haciéndome reir. Sacando el lado gracioso hasta de lo más triste.
Una me dió consejos de belleza. Otra, me mantuvo siempre puntualmente informada sobre la dieta más conveniente. Otra me llevó lecturas al hospital, para que no se me olvidara que había vida más allá de él. Y todas, todas, me dieron un montón de cariño. Y entre ellas estuvo también Laura, mi madre.
Siempre he estado rodeada de mujeres, hembras hechas así mismas. Ustedes se preguntarán y los hombres ¿dónde estaban? Eso quisiera saber yo, porque amigos también he tenido alguno. De esos que cuando las cosas van bien, caminan erguidos, sacando pecho, como diciendo: aquí estoy yo, para lo que quieras, nena. Y resulta que cuando hicieron falta, no estaban. Sería injusto por mi parte decir que no hay hombres capaces de apechugar con lo malo que la vida a veces nos trae, porque sé que sí los hay. Pero yo no he tenido la suerte, hasta ahora, de encontrarlos. Sin embargo, con ellas, qué diferente ha sido todo.
No hay más que observar en las salas de espera de cualquier consulta médica. De cada diez hombres, nueve suelen ir acompañados, por una mujer. Sin embargo, en las consultas de temas femeninos, de cada diez mujeres, ocho van sólas y las que van acompañadas,  es por otra mujer. A excepción de las consultas de control de embarazos, claro.
Cada vez que algún sesudo de los que hacen debates en radio o televisión,  pregunta públicamente dónde están las mujeres, que no acceden a puestos de responsabilidad en los trabajos, a mí me entra la risa floja. Y me da por contestarle, aunque no me oiga a través de las ondas: dónde van a estar, donde han estado casi siempre. Cuidando niños, atendiendo ancianos, acompañando enfermos. Sólo alguna catástrofe como la crisis que estamos sufriendo ahora, hace cambiar un poco la situación. Y no será porque ellas no están preparadas. Y  es que se  equivocan, se siguen equivocando una y otra vez a la hora de valorar a las mujeres. Porque, pongamos como ejemplo el tema de la economía.  ¿Conocen mejor economista que cualquiera de esas mujeres que son capaces de estirar un sueldo de 600 Euros hasta el día 30 ó 31 de cada mes? Si es casi un trabajo de milagrero.
Y en cuanto a efectividad en cualquier responsabilidad, ¿hay alguien más efectivo que una mujer que es capaz de atender a un niño, controlar la comida que está guisando, repasar apuntes de una oposición y vigilar la lavadora en la que ha puesto ropa en lejía, para pararla en el punto exacto antes del centrífugado, y que la mencionada lejía no se escape antes de cumplir su misión limpiadora?  Si eso no es ser responsable, efectiva y capacitada, ya me dirán ustedes qué es. Claro que además hace falta una formación académica. Pues resulta que muchas de ellas, sí la tienen. Otras, no han podido acceder porque sus trabajos de laaaaarga jornada y escaso sueldo, no les han permitido asistir a clases. Algunos de ustedes me pueden argumentar que esto mismo le puede pasar a un hombre, y es verdad. Pero seamos sinceros, como una especie de tradición histórica , el peor papel del reparto de derechos sociales y laborales, les ha tocado a las mujeres.
Sin embargo, yo me siento feliz de ser mujer, por eso lo celebro cada día. Cuando me levanto por las mañanas y me miro en el espejo del cuarto de baño, pienso: qué suerte tienes de estar viva, de ser mujer, y de tener siempre cerca a un puñado de hembras, como la copa de un pino.
¡Arriba las mujeres del mundo!.
Os deseo a todas que cada día de vuestra vida sea un maravilloso 8 de Marzo.

2 comentarios:

  1. Gracias por la parte que me toca.
    La mujer civiliza al mundo, no me cabe duda.

    Un abrazo

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    1. Mujeres y hombres somos necesarios en el mundo. Lo inteligente sería que tanto unas como otros, tuvieran las mismas oportunidades, y que cada uno aportara lo suyo, y se le valorara. Al final ganaríamos todos. Pero por lo visto, va en la naturaleza de algunos seres humanos, intentar ponérselo difícil a los demás.
      Un abrazo.

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