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sábado, 25 de marzo de 2017

PISTAS FALSAS

Escena de "El Lazarillo de Tormes"
(sacada de Internet)


Lázaro es un niño que nació a orillas del  rio Tormes, de ahí que le conozcan por El Lazarillo de Tormes. No tiene una infancia feliz, en realidad no tiene infancia. Debido a su humilde origen, se ve obligado a servir a diferentes señores, a cual más avaro, injusto, incluso cruel. 
Lázaro guía a su señor, ciego, hasta la mesa donde le espera el condumio, que no es otro que un humilde huevo frito. Junto al plato, un buen pedazo de pan de hogaza, cuya miga espera a que alguien sepa mojarla, y exprimirle con ese gesto, todo el sabor posible. El hombre ciego extiende su mano en busca del plato primero, y del pan después. 
El zagal, en un rápido movimiento, coge el pan y parte dos trozos. Uno lo deja cerca de él, el otro se lo acerca a la mano del hombre. Cuando éste lo coge, el niño dirige la mano del hombre, pero en lugar de llevársela al lugar exacto donde el huevo frito reposa, se la pone en un hueco vacío del plato. El ciego posa el pan repetidamente sobre lo que cree ser la sabrosa yema del huevo, mientras el niño coge el pedazo de pan que había reservado para él y en rápidos movimientos exprime, con la miga, gran parte de la yema del huevo. Cuando el invidente se da cuenta que el pan que creía mojado, ha llegado seco a su boca, recrimina al zagal su torpeza en el arte del guiar. Pero es ya demasiado tarde porque el niño se ha comido prácticamente toda la yema.

Se cuenta que en una de las muchas cenas o comidas sociales a las que el  Nobel de Las Letras Camilo José Cela asistió, el escritor tuvo el infortunio de dejarse escapar un pedo. Pero no uno cualquiera, lo que no es de extrañar tratándose de Don Camilo, sino uno de esos rotundamente sonoros. La reacción del escritor fue tan inesperada como el sonoro escape de aire. Dirigiéndose a una dama que se sentaba a su siniestra, Don Camilo le dijo: No se preocupe, señora, diré que he sido yo. 
Puro arte, éso es lo que demostró el señor Cela con su habilidad de desviar el foco de atención. Al igual que el joven Lazarillo, que pícaramente guió la mano de su ciego amo a un lugar indebido. 
En estas dos historias ese "arte" queda en algo casi anecdótico. El problema es cuando esa habilidad se utiliza para desviar responsabilidades de hechos más serios, incluso delictivos, y se intenta hacerlas recaer sobre inocentes. Dicho problema se multiplica por dos cuando los inocentes que saben lo que está ocurriendo, se atreven a denunciarlo públicamente, y nadie les cree, abocándoles a la soledad e impotencia más absolutas, mientras que el verdadero culpable, agazapado en la sombra, saborea su triunfo. Un triunfo que gotea sobre la comisura de su boca, como si de un resto de exquisita yema de huevo se tratara, con el consabido regusto de saber que ha hecho el mal que deseaba, quedando impune de cualquier cargo.
Supongo que la única solución a esta injusticia es hacer caer la luz sobre la sombra que cobija al verdadero culpable. Contra los que se dedican a alimentarse de lo que les corresponde a otros, como buenos vampiros que son, sólo hay una forma de derrotarles, destruir la sombra donde se cobijan, dejando que la luz caiga sobre ellos.






4 comentarios:

  1. Lázaro no tuvo más remedio. Cela sí podía hacer otra cosa. He ahí la diferencia...
    Besos.

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    1. Es verdad y curiosamente cuando los que eligen no lo hacen de la forma más acertada, tienen el privilegio de que sus actos suelen caer en gracia.
      Un abrazo.

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  2. Lázaro lucha por sobrevivir. Estos sinvergüenzas que nos roban ahora lo hacen por puro vicio. Y nos dicen que tenemos la culpa por vivir por encima de nuestras posibilidades.
    Besos amiga caminante.

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  3. Lázaro es capaz de valerse por sí mismo, es un pequeño héroe, lo otros no.
    Un abrazo compañera de caminos.

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