Mi lista de blogs

domingo, 16 de octubre de 2016

EL PODER DE LAS PALABRAS

"UNA PUNTADA CUIDADOSA"
De Emile Munier


Una palabra a tiempo te puede salvar la vida. Una palabra fuera de lugar, condenarte de por vida. El dominio de la palabra es un don que no todo el mundo posee. 
Las palabras tienen fuerza propia. Hay quien necesita meditar antes de pronunciarlas, otros, poseen la elocuencia necesaria para no hacerse esperar en sus exposiciones. 
En cuanto a la palabra escrita se refiere, sobre los que utilizan las palabras como si de puntadas cuidadosas se trataran, habla en el libro "Los Ensayos" de Michel de Montaigne, fuente de sabiduría inagotable, y advierte sobre lo que en principio podría ser una cualidad, el exceso de cuidado:
"Pero, además la preocupación por hacerlo bien y una aplicación demasiado rígida y tensa del alma a su tarea, la quiebran y obstruyen, como le ocurre al agua, que, a fuerza de comprimirse a causa de su propia violencia y abundancia, no logra salir por una abertura estrecha".
Sobre el poder de la palabra habla también Santiago Posteguillo en su libro, que acabo de terminar, "La Sangre de los Libros". En él,  el autor hace un recorrido a través de distintas épocas, de escritores y sus obras. Hay dos títulos que quisiera resaltar como ejemplo de lo que la palabra y el buen uso de ella, pueden conseguir. El primero es "Un Calambur", dedicado a Francisco de Quevedo. En él, el señor Posteguillo nos cuenta como en una noche de  fanfarronería impulsada por el licor, Quevedo apostó con un grupo de amigos, cena gratis durante un mes,  a que sería capaz de llamar coja a la mismísima reina consorte Mariana de Austria, esposa de su real majestad Felipe lV, que, aunque  era cierto que sufría una cojera evidente, no iba a tolerar que nadie se lo dijera a la cara.
Una tarde en la que los reyes paseaban por el Prado, el grupo de amigos que había aceptado la apuesta, estaba reunido allí. Para su sorpresa vieron que su colega y poeta, con dos flores en la mano, una rosa y un clavel, se acercaba hacia sus majestades. Se detuvo ante Mariana de Austria, y haciendo una gran reverencia, mirándola fijamente a la cara, le dijo:
"Está su majestad tan radiante como siempre y le he traído un presente para festejar semejante lozanía. -Miró entonces de reojo a sus amigos y de nuevo a la reina. Allá iba: a por la apuesta-: Entre el clavel y la rosa, su majestad escoja".
La leyenda sostiene, según nos explica el señor Posteguillo que "la reina aceptó de buen grado el regalo y que se tomó con buen humor el ingenio del poeta al responder:
-Que soy coja ya lo sé y el clavel escogeré."
El segundo capítulo que quisiera resaltar es "Literatura en Coma". En él, el autor nos explica como la palabra puede ser medicinal. El capítulo dedicado a Ángeles Mastretta, nos relata el período de la larga enfermedad de la hija de la autora, quien yacía en la cama sin conocimiento. A la escritora se le ocurrió entonces empezar a escribir historias sobre su familia, que luego leía en alto a su hija. Cuando la historias de su familia se acabaron, se inventó otras tantas. Todas ellas forman el libro de relatos: "Mujeres de Ojos Grandes". Hasta que un día, su hija abrió los suyos. 
Sobre la palabra y su buen o mal uso tenemos también ejemplos en el cine. En uno de las escenas más deliciosas de la serie británica "Crandford", (basada en la novela de Elizabeth Gaskell), el contable de la rica y poderosa hacendada de la región, (dama tenaz donde las haya en eso de negar el conocimiento a sus empleados), enseña a uno de los muchachos contratados por dicha dama, a escribir y leer. No es necesario decir que lo tiene que hacer clandestinamente, y empieza nada menos que con la palabra LIBERTY. Según el muchacho va plasmando en la pared de un corral, cada una de las letras, el hombre le pone un ejemplo para que se acuerde de ellas. Al llegar a la "R", le dice de "Read" (leer), "T" de "Transcend" (transcender, estar por encima de las circunstancias), y por último "Y" de You. Por usted,- salta el chico refiriéndose al hombre que tanto le estaba enseñando.
Del poder de la palabra podríamos hablar eternamente, al igual que de su dominio  en el habla y en la escritura. Y la prueba de ello es la insistencia que, aún en nuestros días, tienen ciertas personas en intentar que otras no tengan acceso a su conocimiento.
Al igual que Santiago Posteguillo, extraño mucho a personas como Francisco de Quevedo, capaces de decir verdades a la cara con ironía y elegancia.



13 comentarios:

  1. Un buen libro, un autor interesante.
    Una palabra puede matar, puede salvar. Por eso mismo hay que conocerlas en su precisa forma.
    Buena, buena entrada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es común decir domino este u otro idioma, ¿dominar? Uff, para mí es muy difícil. A veces las palabras que conocemos se nos quedan cortas, otras, utilizamos expresiones excesivas que no hacen más que dar rodeos innecesarios. Al final, como dices Pedro, es cuestión de conocimiento.
      Saludos.

      Eliminar
  2. Hola, me llamo Cris y sigo tu blog desde hace un tiempo.
    Tu entrada me parece muy interesante. Es cierto, las palabras tienen un gran poder; pueden herir, reconfortar, doler y muchas veces son inolvidables.
    Por ello creo que es muy importante estar siempre alerta y no olvidar a quién, cómo y por qué las decimos.
    Muchas gracias
    Cris

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Cris, me alegro de que te hayas asomado a esta ventana.
      Hay palabras que parecen tener una especie de fuelle que las expulsa con fuerza. Si son agradables caen como gotas de agua en un desierto, pero si son desacertadas... Al final son como un boomerang, siempre vuelven al lugar de donde salieron.
      Saludos.

      Eliminar
  3. Pobres niñas de ese pintor, tan hermosas y tan viejecillas.
    Puntada a puntada, palabra a palabra, tejemos nuestra vida, a veces nos salen corcujos.

    Besos, amiga caminante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. Poco a poco vamos creando nuestra propia labor. Por cierto, ¿qué es un corcujo?
      Un abrazo grande, compañera de paseos.

      Eliminar
  4. Un corcujo es un cosido chapucero. El verbo es corcusir. Yo coso muy mal, por eso me gustan esas palabras.

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  7. Tapar a base de puntadas mal hechas los agujeros de la ropa.

    ResponderEliminar
  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Encontré la definición de corcusir como verbo y la de corcusido como sustantivo, pero no la de corcujo. Gracias por dejarla aquí.

      Eliminar