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jueves, 31 de marzo de 2016

MIMETIZÁNDOME

"El Camino a Ninguna Parte"
De Julian Alden Weir


Miércoles tarde. Mi reloj marca las siete en punto, pero la luz del sol dice que son las cinco.  El termómetro que está a espaldas de El Cid Campeador, indica que son diecisiete los grados que hay. Claridad, temperatura cálida. Mis pies instintivamente buscan campo. En los primeros pasos ya decido desabrocharme la prenda de abrigo. Unos pasos más, y la prenda entera acaba colgada de uno de mis brazos. Me cruzo el bolso para caminar más cómoda, y me voy hacia el lugar donde los árboles son los protagonistas. Entonces me percato que bajo ellos la hierba está tierna, con ese verde que, de tan fresco, parece estar cubierto de agua de arroyo. Avanzo. Un par de pájaros me advierten con su canto que los pequeños árboles donde ellos están, tienen otro color. Que la luz del sol ha hecho que de ellos brotasen unas pequeñas flores de color malva. 
El sol calienta mi espalda. Decido bajar hacia el margen del río. Allí su agua, que aún baja con fuerza, me recibe con su retahíla de corriente y frescura. 
Un conocido que ya va de vuelta, me grita irónico:
-¡Estas no son horas! Hay que venir a las seis.
¡Vale! -le contesto en el mismo tonillo-, se lo diré a mi jefe para que lo tenga en cuenta a partir de mañana.
Se despide alzando su mano y sigue a paso ligero.
Los pasos que en un principio daban mis pies con un ritmo acelerado, se van acortando. Mi ritmo se adapta al paisaje. Se ralentiza. Según avanzo me voy desprendiendo de tensiones y malos humos. Mi cuerpo se adhiere  al silencio que lo rodea. Me visto de hierba. Mis ojos toman el tono de la luz del sol. Respiro profundamente, y el aire que absorbo me sabe a libertad. Los dedos de mis manos parecen transformarse en  raíces de árboles. 
Vuelvo a aspirar aire, entonces mi cuerpo parece crecer. Me mimetizo en ese espacio de naturaleza. Soy árbol, soy aire, soy sol. Soy luz y calor.  Mis pies se funden en la tierra y mi rostro desaparece entre la frondosidad de las hojas verde fresco. Con ese disfraz de camuflaje nadie puede reconocerme. Soy árbol, soy bosque. Dejo que la leve brisa de la tarde me acune, mientras me susurra los secretos del lugar. De nuevo los pájaros hacen que alce mi mirada hacia el cielo que ellos han dominado con su seguro vuelo.
El tiempo ya no existe. 
De nuevo la brisa, pero esta vez lo que me trae es el olor a flor. Instintivamente busco algún pequeño árbol con sombrero floral. Lo veo. De ahí debe venir este olor tan agradable. Lo aspiro. 
De repente, el grito de un niño hace que despierte de ese maravilloso letargo. Las hojas, las ramas que me cubrían, se caen al suelo. Ellos tiran del color hierba que me cubría. Me siento desnuda y a la vez arropada. 
El niño vuelve a gritar y yo vuelvo definitivamente a la realidad. Miro mis manos, ya no reconozco en ellas las raíces toscas de los árboles. Me he quedado sin disfraz. Vuelvo a ser humana. 
Desando los pasos que me han llevado hasta allí. Voy hacia casa. Ahora más que lentos, mis pies parecen pesados. Quieren quedarse donde están, pero no puede ser. Me pertenecen, los necesito para caminar.
Atrás queda el paisaje. Frente a mí los primeros edificios parecen querer imponerme su alta presencia. 
Regreso a la "civilización". Mañana volveré allí donde mis pies querían estar.  


"Pienso que la tierra se acuerda de mí: me toca la espalda sinceramente, vistiéndome con sus oscuras camisas, llenándome los bolsillos de líquenes y semillas. Duermo como nunca lo había hecho, una piedra en el lecho del río, nada entre mí y la luz blanca de las estrellas a no ser mis pensamientos".
(Mary Oliver)

(Extracto sacado del libro de Xuan Bello: "Historia Universal de Paniceiros").
Un viaje de regreso a los tiempos en que paisaje y hombre realmente vivían  juntos. No se lo pierdan.


5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Pisamos hierba y recordamos que somos seres naturales, igual que la flor o el pájaro. Una nueva Dafne pero sin malvado Apolo, así te he visto.

    Besos, avísame si paso a tu lado cuando recorro las arboledas. Si agitas las ramas sabré que estás ahí.

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    1. Es tan fácil sentirse bien entre la naturaleza.
      Me ha hecho mucha gracia tu comentario. Si en plena transformación veo que estás cerca, no dudes que me haré sentir.
      Que disfrutes tú también de toda la belleza que hay.
      Un abrazo.

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  3. El poder de la naturaleza para marcar sus propios ritmos...

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    1. Y con ellos cambia los nuestros. Nada como un buen paseo reparador.
      Saludos, Pedro.

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