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miércoles, 21 de mayo de 2014

EL DESCONOCIDO

"Sobre el Mar de Niebla"
de Caspar David Friedrich




Como animales de costumbre que somos, repetimos todos los días el mismo recorrido. Nos cruzamos a diario con las mismas personas y, sin embargo, sin saber por qué, un día nuestros ojos topan con otros ojos y es entonces, cuando esa persona deja de pertenecer al río diario de gente y se convierte en uno, en él, o ella, en concreto. No sé cúando me ocurrió a mí eso con aquel desconocido. Probablemente nos habríamos cruzado ya varias veces. Pero ese día me fijé en él. Su pelo era liso y oscuro. Lo llevaba con un corte perfecto. Su rostro tenía luz, incluso a esa temprana hora de la mañana, en que todas las caras visten la misma palidez del medio despertar. Quizás fuera esa luz lo que me atrajo, como a un mosquito ante una lamparita de noche,  hacia su cara. Llevaba puesta una bonita sonrisa. Caminaba decidido, posando su mano derecha sobre la banda de la cartera que llevaba cruzada. No pude evitar quedarme mirándolo.  Él  se dio cuenta, pero siguió con su sonrisa, y me la contagió. Llegué al trabajo sonriendo también. Durante varios días volví a cruzarme con él, y llegó el día en que, instintivamente, mis ojos le buscaron antes de que apareciera. Era una imagen reconfortante. La felicidad hecha hombre. Andaba como si todo a su alrededor fuera perfecto, y contagiaba la paz que irradiaba. Llegué incluso a preguntarme qué corbata llevaría ese día.  Porque iba con corbata. Y zapatos brillantes y, a veces, en los días de más frío, llevaba un abrigo que me recordaba a los que vestían los actores, en las películas de cine negro de los años cuarenta.
Un día no apareció. Se habrá dormido, pensé. Pero su ausencia se repitió otro día, y otro, y otro... Hasta que decidí no preocuparme, después de todo sólo era un desconocido.
Hace un par de semanas volvió a aparecer en mi camino rutinario. Al principio dudé si era mi desconocido o era alguien que se le parecía, porque había algo que no encajaba. Cuando llegó a mí altura,  me di cuenta que sí era él, pero estaba cambiado. Su pelo era algo más largo, y no tenía un corte totalmente perfecto, más bien lo llevaba con un estilo informal. Su rostro ya no tenía luz y en su parte inferior, lucía una barba del mismo color que su cabello. Mis ojos no pudieron encontrar los suyos, pues los tenía ocultos tras unas gafas de cristales oscuros. No irradiaba paz. Su  mandíbula parecía tensa, como si un relámpago se hubiera colado bajo su barba, e intentara salir.
Su mano derecha ya no reposaba sobre ninguna tira de cartera colgante. Ahora llevaba una de mano.  La izquierda estaba cerrada casi en un puño.
Andaba como si quisiera cortar el aire con cada uno de sus pasos.
¿Qué te habrá ocurrido? -pensé-. ¿Estás así porque alguien te ha hecho daño?
Ese día fui a trabajar un tanto preocupada, pensando en lo frágiles que somos, en lo mucho que nos pueden influir, incluso dañar, determinadas personas o circunstancias que más que rodearnos, nos invaden la vida.
Volví a recordar cómo era ese rostro antes y decidí que prefería el recuerdo, aunque fuera ya sólo eso. 
Mientras caminaba cabizbaja, me dio por pensar: Ojala vuelva a ser algún día, el de antes. Ojala recupere lo que sea que haya perdido hasta el límite de cambiarle tanto. Ojala le vaya bonito.

4 comentarios:

  1. La vida tiene altibajos y se notan en nuestro aspecto externo. Espero que tu desconocido vuelva a ser el de antes y que tantos conocidos y desconocidos salgan de este agujero donde nos han metido. Tampoco te fíes tanto de lo que se ve por fuera, hay personas que parecen un brazo de mar y están hechas polvo. Y hay torpes aliños indumentarios que esconden mucha alegría de vivir.
    ¿Amor?

    Besos

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    1. Me ha hecho gracia tu comentario, Abejita. Lo que me llamó la atención de la persona que me llevó a escribir esta entrada fue no sólo su cambio de imagen, sino su cambio de aptitud. Me pareció ver tensión donde antes había serenidad. Es verdad que si no conoces a alguien es muy arriesgado hacer este tipo de comentarios, pero me dio pie a crear una especie de historia sobre cómo nos influyen los cambios que, a priori, parecen ajenos a nosotros.
      Ahora veo más rostros que reflejan cansancio. Y más bolsas bajo algunos ojos. Eso no tiene que ver con ir vestido de una u otra manera.
      Supongo que su atractivo, porque era un hombre atractivo, tuvo algo que ver a la hora de fijarme más en él. Pero la historia se podría aplicar, por desgracia, a mucha más gente.
      Un abrazo.

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  2. La vida, la vida, es la vida la que a veces nos borra la sonrisa, ¿verdad'

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    1. Sí, así es Pedro. La vida nos alimenta a veces y otras, nos machaca. Lo que más me molesta de todo este caos económico que han montado es que además de sin medios materiales, a algunas personas les han dejado también sin espíritu, sin alegría. Y eso es imperdonable.
      Saludos.

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