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sábado, 25 de enero de 2014

MI GORRITO PERUANO





En el suplemento de hoy de El País, S Moda, viene un interesante artículo sobre una posible nueva ciencia: la psicología de la apariencia. Entre otras, incluye las palabras del catedrático de Neurociencia Arnaud Aubert. Palabras que copio textualmente: "La imagen nos basta para decidir, de manera inconsciente, si alguien es honrado".
Dichas palabras me han hecho tener una reflexión y un recuerdo. La primera es: lo buenos que tienen que ser los consejeros estilistas de los políticos que nos está tocando sufrir, para conseguir que éstos transmitan una imagen de honradez, cuando algunos de ellos no tienen esta cualidad, ni en el forro de los elegantes trajes que visten.
El recuerdo que ha venido a mi memoria es el de una anécdota que viví en primera persona. Se lo cuento:
Hace un par de años me compré un gorro peruano o como lo llaman otros, un gorro orejero. Ya saben, de esos que son calentitos y con los que llevas bien abrigadas la cabeza y las orejas. En Burgos, dadas las frías temperaturas de nuestros inviernos, el uso de este tipo de prenda, más que una cuestión estética, es una cuestión de necesidad. Vengo observando durante el tiempo que he estado usándolo, que dicho complemento me ha hecho merecedora de un sentimiento de simpatía por parte de unos y, de rechazo, por parte de otros, sin saber muy bien el porqué pues no he hecho méritos para ganarme ninguna de las dos reacciones. Lo "max" de lo "max" fue lo que me ocurrió en una oficina bancaria una fría mañana de no hace mucho tiempo, en la que yo llevaba mi adorado gorrito peruano.  Se lo cuento:
Al llegar a la ventanilla del banco saludé:
-Buenos días.
Buenos días, ¿qué quieres? -me preguntó solícita la empleada de la oficina.
Le dije la operación que deseaba realizar, a lo que me contestó:
-¿Me dejas tu carnet de identidad?
Se lo dí. Cuando lo miró, se debió fijar en las letras doradas que indican que mi país de origen es España. Y entonces en un sorprendente cambio de trato, mientras me devolvía mi D.N.I.,  me dijo.
-Gracias. Aquí tiene usted su carnet.
No me extraña que se le dé tantísima importancia a la apariencia. Últimamente tanto en la prensa hablada como en la escrita, parece que los únicos temas trascendentes son la moda y la comida, a parte del tema rey: el fútbol, claro.
Si esto me llega a ocurrir  cuando tenía quince o dieciseis años, me hubiera dejado en un sin vivir, pensando en lo que tendría que ponerme la próxima vez que pasara por dicha sucursal bancaria. Menos mal que la experiencia es un grado, esa,  y los añitos que ya llevo acumulados. Así que lo estoy mirando desde el punto de vista de la ironía. Y pensando, pensando, he decidido que cuando vuelva por dicha oficina, en lugar de llevar mi gorrito peruano, decoraré mi cabeza con unas plumas como las que llevan los guerreros sioux, por aquello de estar en armonía con la atmósfera reinante. No fuera a ser que a la mencionada señorita le diera, y permitánme el juego de palabras, por volver a hacer el indio.

2 comentarios:

  1. Cuánta razón tienes, muy buena tu observación.
    Hay mucho miserable con traje circulando por ahí, una pena.

    Saludos.

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    Respuestas
    1. Hola Pamisola:
      Perdona que no te haya respondido antes. A veces me despisto.
      No entiendo que traten de uno u otro modo a las personas, dependiendo de su aspecto externo. Ojala fuera tan fácil como saber sólo con echar una ojeada a una persona, si ésta merece la pena o no.
      En el caso de los que trabajan cara al público, deberían utilizar la educación y la diplomacia, como herramientas de trabajo.
      Gracias por dejarme tu comentario.
      Saludos.

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