Imagen sacada de Internet
Tendría yo unos once o doce años, cuando una de las monjas del colegio al que yo asistía, nos advirtió que no viéramos una película titulada "Gilda" que iban a poner en la televisión esa misma noche. La razón que dio para tan extraña advertencia es que dicha película tenía alguna escena erótica que, dada nuestra corta edad, no nos convenía ver. Y que hacía que la película no fuera tolerada para nuestra edad. Ni que decir tiene que en cuanto oímos esa advertencia, las ganas de ver la película en cuestión aumentaron considerablemente.
En esa época de censura, las películas eran en blanco y negro y la mayor parte de ellas, sobre todo las mejores, las programaban los miércoles por la noche, en un programa de cine presentado por un señor con una enorme calva y voz gangosa. Lamento no poder decir el nombre del progama ni del presentador, pues mi memoria no llega a tanto.
Esa noche cené antes para poder ponerme ante el televisor sin perder detalle. El programa empezaba con un breve comentario acerca de las características de la película por parte del presentador. Y luego, al empezar, ponían unos rombos negros en la parte superior derecha de la pantalla, como indicación, en caso de que la película no fuera tolerada para menores de dieciocho años. Yo estuve rezando durante el tiempo que duró la presentación de la película, para que el encargado de poner semejantes horrendos rombos, sufriera esa noche un ataque de algo, que le impidiera ponerlos. Pero no hubo esa suerte. Así que no tuve más remedio que cuando mi madre me preguntó desde la cocina si la película era tolerada, mentir, y decir que sí.
Al finalizar la película, a la que, cuando apenas había empezado, se incorporó mi madre, yo no sabía exactamente a qué escena se refería la monja cuando habló de erotismo. Obviamente se refería al momento en que Rita Hayworth, la protagonista femenina, se quitaba su largo guante negro mientras cantaba ese tema que, aún hoy, no se me ha olvidado "Put de Blame on Me" ("Échame a mí la Culpa).
Está claro que a cada uno le llama la atención una cosa diferente, bien sea al leer un libro, contemplar un cuadro o un paisaje o, como era el caso, al ver una película.
Al día siguiente, mientras que la mayoría de la gente hablaba del "desnudo" de Rita Hayworth, yo tuve que permanecer callada pues no lo había captado. Sin embargo, hubo una escena que sí se me quedó grabada para siempre en la retina: La bofetada que el protagonista masculino, interpretado por el, hasta entonces, mi muy admirado Glenn Ford, le propina a Gilda. Y digo "hasta entonces", porque a partir de ahí, ese actor me gustó bastante menos, hasta el límite de dejar de ver las películas que protagonizaba, durante un tiempo.
Años después volví a ver "Gilda" y, lógicamente, mi percepción fue más amplia. Además de la famosa escena del guante, me percaté de otra, esa en la que unos oficiales alemanes que estaban sentados en una de las mesas del local donde la protagonista actuaba, le decían al encargado del local, (Glenn Ford), que querían que la cantante se sentara a su mesa. El encargado intenta poner una disculpa diplomática, pero cuando uno de los alemanes insiste, él le contesta sin miramientos:
-Ella es mía.
Lo que aumentó aún más mi perplejidad.
Hace unos días al poner el televisor, me topé con la noticia de un hombre que había matado a su ex-esposa y a la nueva pareja de ésta. Como consecuencia de ello, los dos hijos de corta edad de la pareja asesinada, quedaban huérfanos.
Ya no sé cúantas son las víctimas de lo que se denomina "malos tratos". No sé cúantas mujeres y hombres, han caído ya. Porque no nos engañemos, también hay hombres que los sufren. Y no lo entiendo, de verdad. Estamos en el siglo XXl. La era de la comunicación. Tenemos mil y una maneras de expresar nuestra opinión, cuando tengamos que darla. ¿Por qué se sigue utilizando la fuerza bruta? ¿Por qué hay personas que se creen dueñas de los demás?
Si alguien nos elige para estar con nosotros, lo único que debemos sentir es agradecimiento. Y hacer de cada momento una razón para que esa persona se sienta feliz de habernos elegido. Y si la historia de amor, o de amistad, acaba, pues acaba y ya está. Cada uno por su lado. Y a empezar un nuevo camino con una nueva compañía o, sólos, que también tiene sus ventajas. Pero sin molestar a los demás. Que hay sitio suficiente en el país y en el planeta, para que quepamos todos sin necesidad de darnos codazos.
Que se enteren de una vez esa gente que intenta apoderarse de vidas ajenas. No sois, no somos, nadie, dueños de nadie ni de nada. Estamos aquí de paso. De préstamo. Así que mejor relajarse, disfrutar, vivir y dejar vivir.
¿Do you understand?
Gilda se quita un guante y parece que se quita todo y no se ha quitado casi nada, la magia del cine. Las monjas os motivaron a ver la película, metieron la pata hasta el corvejón. Lo prohibido siempre es más atractivo.
ResponderEliminarTe fijaste en lo de la bofetada, yo también...
Besos, amiga paseante
Para mí la palabra "erótico" con once años me sonaba a un sinónimo de "exótico". Te puedes imaginar que con esa edad, y en esa época, era bastante inocente. Por eso no capté la escena en toda su profundidad. Sin embargo, la de la bofetada, me impactó. No podía entender que un hombre pegase a una mujer, y sigo sin entenderlo. Igual que si fuera una mujer la que ejerciera su fuerza bruta contra un hombre. Es curioso que nadie nos advirtiera sobre esa escena.
EliminarMe alegro que hayamos coincidido. Y me ha encantado tu comentario sobre la metedura de pata de nuestras educadoras. Supongo que estaban tan obsesionadas con la prohibición de ciertos temas, que le ponían tanto entusiasmo, que al final conseguían el resultado opuesto.
Un abrazo, amiga caminante.