Mi lista de blogs

sábado, 27 de diciembre de 2014

PUERTA DE SALIDA/PUERTA DE ENTRADA

"UNA VIDA SOLITARIA, c. 1873"
de Hugh Cameron

El año se nos ha hecho viejo. Está agotando sus últimos días. Hay que ir soltando lastre. Desprenderse de todo aquello que ya no nos sirve, guardarlo en una cabaña, y cerrar la puerta con llave. Seguir hacia delante, ligeros de peso, porque en el camino por descubrir, encontraremos vivencias, personas, situaciones, que nos irán llenando los días por estrenar. Nosotros también nos iremos haciendo más mayores, pero si tenemos bien abiertos los ojos, los oídos y sobre todo, el corazón y la mente,  nos convertiremos en más sabios.
Atrás quedarán encuentros, momentos de risa y de llanto. Los éxitos que unos pocos han alcanzado a costa del fracaso de otros muchos.   
Llevaremos en nuestro disco duro el recuerdo de las personas que queremos, los que aún podemos encontrarnos en el recorrido,  y el de los que hemos perdido para siempre.
Este año -me decía el señor que atiende el kiosko donde suelo comprar los sábados la prensa-, es el primer año que la gente no dice eso de: bueno, si el Año Nuevo no es mejor, por lo menos que sea como éste. Nadie quiere que se repita la situación que estamos viviendo. Todos dicen que quieren que cambie. Que es necesario que sea mejor, pero mucho mejor.
No es de extrañar,  porque hay gente que lo está pasando muy mal.
Un modelo socio-político-económico que permite que una gran parte de una sociedad esté abandonada en la miseria por aquellos que mienten al decir que les representan, es un modelo no sólo inútil, pues no cumple su verdadero fin, que es el de acoger a todos los ciudadanos, sino vergonzoso y  letal.
Que haya gente que ni siquiera trabajando tenga sus necesidades más vitales cubiertas, demuestra hasta dónde ha caído nuestra sociedad.
No valen las falsas promesas de aquellos que dejan caer de vez en cuando una limosna, que ni siquiera sale de sus bolsillos, como si de alimentar a un grupo de gallinas se tratara. Se trata de cubrir los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Derechos como el de educación y sanidad públicos. Derecho a una vivienda digna. Derecho a poder manifestarse pacíficamente en público, sin ser tratado como un delincuente.
El Viejo Año está a punto de marcharse definitivamente.

El Nuevo está por llegar...

"LA VISITA"
de Arthur Hopkins



Como esa visita-sorpresa que aún no ha crecido lo suficiente para alcanzar al llamador.
De nosotros depende "alimentarlo" para que crezca sano, fuerte, o dejarlo que se vaya convirtiendo en un ser débil, famélico, fantasmagórico.
El Año Nuevo está a punto de tocar a nuestra puerta. Recibamóslo con ilusión, con alegría, con ganas de darle todo lo bueno que podamos crear entre todos. Cada uno de nosotros, desde los que están en puestos de máxima responsabilidad, al resto de los ciudadanos, todos tenemos la obligación de dar a este Nuevo Año lo mejor de nosotros. Cometeremos errores, porque como escribió Kafka: "El camino verdadero, pasa por una cuerda que no está tendida en alto, sino a un palmo del suelo. Parece dispuesta más para tropezar con ella que para que se la recorra", pero se pueden ir corrigiendo sobre la marcha. Lo que no debe faltar en cada una de nuestras decisiones, en cada uno de nuestros actos es: la conciencia, la voluntad de hacer las cosas correctamente. ¿Lo intentamos?

domingo, 21 de diciembre de 2014

QUE NADIE SE QUEDE FUERA

"LOS PEQUEÑOS ESPÍAS"
De Augustus Edwin Mulready



Hay personas que desde que nacen se les destina, a la fuerza, a vivir desde fuera de la vida. A contemplar, y no disfrutar, las cosas buenas que les rodean. Son los "invitados" a mirar desde una ventana, o desde un escaparate, cómo otros se atiborran de comida, de dinero, de todo.
Su vida está al otro lado del cristal, pero ya no les pertenece, porque otros se han quedado con ella.  Les han dejado fuera, en el lado del frío, del hambre, de la miseria. Son los expulsados de su casa, de su ciudad, de su país, de la propia existencia. Obligados a vagar de uno a otro lado, como si estuvieran en este planeta por equivocación, y no tuvieran derecho a ocupar ni un rincón en él.
Y yo me pregunto ¿quién tiene derecho a decirle a alguien que no puede vivir en un determinado lugar, que no merece comer, beber, vestir, reír, como lo haría el mismo que se lo está prohibiendo? ¿Quién puede creerse tan poderoso como para cerrarle a otro la puerta que le conduce a la vida?
<La pobreza del otro es el fracaso de mi historia como ser humano: no le puedo echar la culpa a ningún otro. Soy yo el que estoy detrás de esa puerta clausurada. Soy yo el equivocado>
¿Quién puede creerse tan supremo como para, imaginarse siquiera, que puede perseguir a otro porque piense, sienta, o quiera vivir de una manera diferente a él? ¿Es osadía, prepotencia, estupidez, o un poco de todo ello envuelto con una gruesa capa de egoísmo?
Está cerca la Navidad y yo tengo varios buenos deseos para todos los desheredados de este mundo. Les deseo Fortaleza para soportar los empujones de quienes desean echarles del mundo. Valor para enfrentarse a todas la injusticias con las que se les quiere castigar.  Y una Saludable Larga Vida, para que puedan sobrevivir a sus opresores.
*Para hacer del mundo un lugar justo debería importarnos el daño que hacemos, por lo menos, tanto como el daño que nos hacen.

A toda la gente buena del mundo, no les deseo sólo Feliz Navidad, también les deseo Feliz Existencia.





Las frases que aparecen entre estos signos < >, las he sacado del libro "Echo al Fuego los Restos del Naufragio" de Pedro Ojeda Escudero.
Las que comienzan con el asterisco (*), las he tomado de el libro: "Gotas sobre el Polvo" de Alberto Pérez Ruiz.

jueves, 18 de diciembre de 2014

ESOS MOMENTOS TAN MIOS


"MAÑANA DE DOMINGO"
De Jozef Israels



En estos días previos a las fiestas navideñas, siempre he deseado alejarme del bullicio. Como un caracol que cuando ve movimiento a su alrededor, se recoge en sí mismo, intentando hacerse invisible.
Cuando alguien me ha preguntado cúales serían para mí las navidades ideales, siempre he contestado lo mismo: descansar en una cabaña en mitad del bosque. Una buena chimenea, algo de comer en la despensa, y una pequeña biblioteca a la que ir arrancando historias. Si todo esto lo pudiera compartir con una buena compañía, mejor, claro. Pero tampoco me importaría pasar unos días retirada de todo y de todos.
Para mí, uno de los momentos mejores de la lectura, es cuando cierro el libro tras haber leído unas cuantas páginas, y reflexiono sobre lo que el autor me ha estado contando. Levanto la vista mirando hacia ninguna parte,  y pienso: que bella frase ha construído o, por el contrario, ésto yo lo hubiera dicho de otra manera, (así de atrevida soy cuando leo). A veces la duda también acecha entre líneas, ¿qué habrá querido decir con esta expresión? ¿Tendrá este comentario una segunda intención que no acabo de captar? Y así pasar las horas. Dejar que el tiempo me adelante, sin tener la necesidad de perseguirle. Quietud, silencio. Belleza con forma de palabra, con aspecto de naturaleza. Tierra, madera, hierba. Hojas, río, aire. Lluvia, frío, nieve.
Que los árboles que rodeasen mi cabaña, tuvieran como únicos adornos navideños los débiles rayos del sol en la mañana, o el plateado brillo de las estrellas en la oscura noche. Y que el sonido de sus ramas azotadas por el viento, fueran el único villancico que me amenizara estos días.
Leer, pasear, escribir, reflexionar. Leer.
Que el crepitar de la leña en la chimenea intentase sacarme la cabeza de entre las páginas de un libro, recordándome que debería retirar la tetera, antes que, enfadado,  con su calor, el fuego la hiciera estallar.
Tiempo. Tiempo para descansar, disfrutar, perder. Sin remordimientos. Que cuando llegase la noche, la invitase a quedarse conmigo, compartiendo con ella varias tazas de té, más allá de la madrugada. Tiempo. Tiempo para poder disfrutar de esos momentos, ya tan míos, a base de recrearlos una y otra vez en mi mente.

lunes, 15 de diciembre de 2014

SOBRE LOBOS Y CORDEROS

Robin Hood
(Imagen sacada de Internet)


La mejor definición que yo he oído de la palabra "lider" fue en una película que un anciano le dijo al joven protagonista: El líder es aquel que se atreve  a decir "NO".
A lo largo de los libros que he ido leyendo y de las películas que he visto, esta definición encajaba perfectamente con cualquiera de los protagonistas, los valientes que acababan siendo los líderes de la comunidad a la que pertenecían.
Uno de esos valientes líderes era Robin Hood. Su destreza con el arco y las flechas, su descaro para enfrentarse a los poderosos corruptos de la época, y su solidaridad con los más débiles, le convirtieron en un auténtico héroe ante mis jovencísimos ojos, la primera vez que le ví encarnado en la persona de Errol Flynn. Luego vinieron otros actores como Kevin Costner. Y últimamente le hemos visto con el impresionante físico de Russell Crowe.
Es un personaje que rebosa fuerza, seguridad, valentía. Sin embargo acaba como un proscrito, todo porque cae en el error de fiarse de la palabra de un rey. Al final, es la astucia, y no la fuerza, lo que parece desviar la balanza a favor de alguien que nadie esperaba que ganase.

Cuando yo tenía unos once o doce años, solía ir al antiguo barrio donde mi abuela había tenido su casa, el barrio de San Esteban. Hoy en día, después de la fiebre de la construcción y rehabilitación del casco antiguo, ese barrio se ha convertido en una zona casi residencial. Pero en la época de la que yo estoy hablando, era un suburbio donde vivían los menos favorecidos de esta ciudad. Si eras una chica y decías que vivías allí, ningún chico quería acompañarte porque lo consideraban un barrio "peligroso". Y si eras un chico, te miraban como si fueras un ladronzuelo. Lo cual no era del todo justo porque, si bien es verdad que había gente de no muy buen vivir, también había  personas decentes que no merecían que se les metiera en el mismo saco que a los primeros.
 Para rematar la mala imagen, esa zona, como otras que estaban un poco apartadas del centro, también tuvo que sufrir el azote de la droga. Pero eso fue años después al tiempo al que yo me estoy refiriendo.
Un día, mientras mis padres estaban hablando con un conocido, me fui a dar una vuelta por una de las callejuelas del barrio mencionado. No había llegado a la mitad, cuando me salió un chaval que parecía tener unos cuantos años más que yo.
¿A dónde vas? -me preguntó muy serio.
A dar una vuelta -contesté extrañada.
-¿No sabes que esta calle es mía? Por aquí sólo puede pasar quien yo diga.
Fue entonces cuando me percaté de la presencia de un perro de esos que tienen el morro chato y la mirada fiera, que permanecía pegado al chico.
Vale -contesté casí en un susurro. Ya me voy.
Cuando había dado unos pasos, el chico aún insistió:
-Y no vuelvas a pasar por aquí.
Al girarme ví su media sonrisa, mitad de satisfacción, mitad de cinismo, y algo se revolvió dentro de mí.
Cuando llegué a donde estaban mis padres, mi madre enseguida me preguntó por qué estaba tan colorada. Les conté lo que me había pasado. Y entonces vi las dos reacciones, tan diferentes, de cada uno. Mi madre quería que le dijera dónde estaba ese chico para decirle dos cosas. Mi padre, queriendo restarle importancia, dijo que lo olvidáramos, y luego añadió algo que me revolvió más que lo que me había dicho aquel chico:
-Procura no meterte en problemas.
¡Ésta sí que es buena! -pensé. Así que soy yo la que se mete en problemas.
Cada vez que volvíamos por ese barrio, yo no podía olvidar la callejuela "prohibida". Llegó a ser una especie de fijación en mi mente. Hasta que un día, decidí que iba a cruzarla entera.
Mi temperatura corporal subió por lo menos a cincuenta grados. Eso sí, exteriormente, intenté mantener el tipo.
No había andado media docena de pasos, cuando apareció el "sheriff" del condado. Acompañado, como no podía ser menos, por su fiel perro.
Cometí el error de arrimarme a una pared, en un intento desesperado de fusionarme con ella y hacerme invisible.
El chico aprovechó la ocasión para echarme el perro encima.
Mi espalda notaba la dura pared, mientras mi cara estaba casi pegada a la de un perro, que puesto en pie, con sus dos patas delanteras sobre mí, sobrepasaba mi estatura. La boca le babeaba, pero en lugar de causarme asco, lo que pensé fue: si la abre, ahí dentro quepo yo entera.
-¿No te había dicho que ésta es mi calle?
Además de chulo, tenía memoria, el tío.
Con el perro encima no puedo hablar -le dije en un intento desesperado de ganar tiempo, no sabía bien para qué.
Bájate -le ordenó al animal.
No sé cómo ni de dónde me salió entonces la frase:
-Enséñame la escritura de propiedad.
Durante unos segundos vi el rostro del chico desencajado.
-¿Cómo dices?
-Que me enseñes la escritura de propiedad. Si esta calle es tuya, tienes que tenerla.
Pues no la tengo -casi gritó, cayendo en la trampa.
-Si no hay escritura, no hay propiedad. Asi que seguiré pasando por esta calle cuando quiera.
Antes de que pudiera contestarme, empecé a andar, esta vez sin mirar atrás. Toda erguida. Con poderío.
Aquel debió ser uno de esos días milagrosos. Porque el chico se quedó atras, sin decir nada.
Cuando llegué a casa, mi ropa estaba empapada a la altura de la espalda.
Volví a pasar poco después, uno, dos, tres días. El chico no volvió a aparecer.

Hace apenas unas semanas, me crucé con ese chico, ya un hombre.  Es curioso lo que el transcurrir del tiempo, cambia la perspectiva de las cosas y de las personas. Me pareció más bajito, y ya no tenía aspecto fiero, no sé si sería por el hecho de que ya no iba acompañado por su perro, (supongo que el pobre animal ya se habrá muerto). Entonces fui yo quien esbozó una sonrisa irónica, acordándome de mi "proeza". Y recordé también las palabras que Robin Hood había heredado de sus antepasados: "Rise and rise again til lambs become woolves" ("Alzaos una y otra vez hasta que los corderos se conviertan en lobos").
A mis padres no les conté nunca el final de la historia. Como mi padre sabiamente me aconsejó, a veces, lo mejor es no meterse en problemas.

jueves, 11 de diciembre de 2014

¿QUIÉN SOY?

"COMEDIA, DESDE EL SALÓN CHEVET"
De Jules Cheret



Hace unos días una amiga me dijo que tenía apartado un libro que ella había leído. Al leerlo, se había acordado de mí. Pensó que podía interesarme. El libro en cuestión es: "Más o Menos Yo" de Miquel Duran. Éste es uno de esos libros que es difícil comentar. Cuando lo empecé a leer me llamó la atención el lenguaje. Fresco, ligero, metafórico, irónico, inteligente. A través de sus páginas, el protagonista nos va presentando a su peculiar familia, y su secreto. Así como a alguno de sus amigos, y a su chica. Y poco a poco se va viendo  la personalidad de cada uno de ellos. Pero hay más, porque el recorrido no es sólo hacia afuera, va también hacia dentro. Según se va abriendo el telón, lentamente, vamos conociendo igualmente, las "entrañas" del protagonista. Sus pensamientos, sus deseos, sus miedos. También a  sus seres queridos ya para siempre ausentes,  aunque parecen estar muy presentes, como su tio Oriol.
Nos describe los lugares por donde han pasado él y los suyos. Y los paisajes que ahora habitan.
Éste es uno de esos libros cuya tapa te echa para atrás, porque tal y como está diseñada, parece más que una novela, uno de esos libros de instrucciones que vienen con los muebles que la gente se compra por Internet, y tienen que montar ellos mismos en sus casas. Pero cuando lo vas leyendo, te das cuenta que no se podía haber elegido mejor ilustración, pues tal y como está construida la historia, es comparable al montaje de un mueble. Las diferentes partes o piezas, parecen no encajar, incluso se diría que nos han metido alguna de más. Y sin embargo, al llegar al final, descubres que todo encaja, y que, para sorpresa tuya, lector, lo que se estaba construyendo no era sólo una historia.
Para que vean que no exagero  en mis halagos, les pongo a continuación algunas frases que me han llamado la atención.
Hablando de la chica que le gusta, cuando el amigo del protagonista y él, la ven por primera vez:
"Ciertamente, era una chica invertida. Del revés como un calcetín, aclaró Pol, con la personalidad afuera y la apariencia dentro".

"A mi padre le presentas una reflexión del tamaño de una maceta y te siembra una idea".

"...volar es muy fácil, no hay más que tirarse al suelo y fallar".

"Oriol solo pintaba nubes cuando se le acababa el azul".

"...las fotos de un difunto siempre salen ensayadas".

"En el parvulario, uno de los momentos más estresantes del día era cuando, al salir coriendo al patio, nos esperaban decenas de madres con los brazos abiertos y teníamos que acertar con la nuestra".

Tengo que añadir, por si lo dicho fuera poco, que con esta novela su autor quedó finalista del premio Joaquim Ruyra. Será cuestión de enterarse de quién fue el ganador, porque para superar esta historia, hay que ser muy, pero que muy bueno.
Si pueden, no se lo pierdan.

Me halaga que una amiga se acuerde de mí, pero que además lo haga cuando lee un libro como éste, ha hecho que mi ego cogiera sobrepeso.

sábado, 6 de diciembre de 2014

EL PASTORCILLO COJO



PASTORCILLO
(Imagen sacada de Internet)



Hoy he estado poniendo nuestro belén. Es un belén muy sencillo formado por las tres figuras principales: María, José y el Niño. Según iba colocándolo, me han venido algunos recuerdos a la cabeza. He pensado cuanto ha cambiado mi vida desde que colocara mi primer belén. Cuanta gente ha pasado por ella.
El belén que teníamos anteriormente era más clásico. El que tenemos ahora, es de figuritas rusas. Un día decidí cambiarlo.  La "culpa", en parte, la tuvo un pequeño pastorcillo que me regaló un niño, al que mi familia y yo teníamos mucho cariño. Quizás quieran saber la historia.
Durante años pusimos las figuras del Nacimiento que nos regalara mi abuela. A las tres figuras que formaban el misterio,   le añadimos unas cuantas ovejillas, para que no fuera tan serio. Un día el hijo de una vecina, que por entonces tendría seis o siete años, decidió regalarme una pequeña figura de un pastorcillo. Era de plástico, y al ponerlo junto a las ovejas, me di cuenta que no se posaba bien del todo, pues la base donde tenía pegados los pies, estaba un poco torcida.
Parece que el pastorcillo está un poco cojo -dijo mi hermana.
No importa -contesté yo al ver la cara de preocupación que se le había quedado al crío. Aunque esté cojo, le pondremos cerca del Niño.
Nos lo había traído con tanta ilusión, que me pareció que debíamos agradecérselo, colocándo la figura en un lugar de honor.
El chaval volvió a su casa, más contento que unas castañuelas.
Los años pasaron, y seguimos montando el belén con el pastorcillo cojo, aun después de que el niño que nos lo había dado, y sus padres,  se fueran a vivir a otra casa.
Por esos azares que tiene la vida, un día tuvimos que enfrentarnos legalmente a un familiar del niño en cuestión, quien ocupaba la casa donde viviera el crío,  y que estaba teniendo un comportamiento incívico contra mí y el resto de los vecinos de nuestra Comunidad.  El niño, convertido ya en un hombre, apareció entonces en escena. Cuando le ví, recordando el buen corazón que, en más de una ocasión, había demostrado tener siendo pequeño,   pensé, inocentemente, que iba con el ánimo de que se supiera la verdad, y de mediar para que se solucionara la situación definitivamente. Pero resultó que no fue así. Decidio tomar partido a favor de su familiar. Sin importarle que para ello  tuviera que ayudarle a tergiversar la versión de los hechos, incluso mentir.
Cuando a la salida del juicio le miré a la cara, lo que vi me causó un dolor inmenso. Ese no era el rostro del niño que me había regalado el pastorcillo. Su mirada estaba llena de cinismo, de hipocresía. En ese momento, él supo que yo ya no le iba a creer jamás, dijera lo que dijera. Los dos supimos en ese instante que, independientemente de quién ganara el juicio, (que finalmente gané yo) , los dos ya habíamos perdido algo. Yo había perdido a aquel niño de buen corazón. Él, su credibilidad.
Cuando meses después, llegó la Navidad y fui a poner nuestro belén. Al sacar las figuritas, y ver la del pastorcillo "cojo",  no pude evitar sentir una punzada en el corazón. Cogí la figura en cuestión, y la tiré a la basura. 
Pocos años después, cambiamos también de Nacimiento.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

PAJARITOS EN LA CABEZA

"EL CONTADOR DE HISTORIAS"
De Jules Zennati


Desde el principio de los tiempos, el hombre ha necesitado oir historias y también contarlas. Al principio fue la palabra. Más adelante la escritura en una tablilla de arcilla. Después los egipcios utilizarían los rollos de papiro. En cada lugar del mundo la escritura iba evolucionando de distinta manera, pero siempre con el mismo fin: que las historias, que los datos, que el conocimiento, no se perdiera.
¿A quién no le ha gustado que le contaran un cuento de pequeño?
Recuerdo que cuando llegaban las navidades, mi abuela paterna (fue la única de los abuelos que llegué a conocer), pasaba con nosotros bien la Nochebuena, o bien la Nochevieja. Lo mejor de esas noches era cuando nos íbamos a la cama, ( mi hermana, mi abuela y yo, compartíamos dormitorio), y nos contaba viejas historias que ella también un día, oyera de boca de personas mayores. Entonces yo empezaba a preguntarla por detalles de los protagonistas de esas historias. Quería saberlo todo. A veces eran historias que me daban miedo, pero como era más grande mi ansia de saber el final, que el temor que esas historias me hacían sentir, para intentar disimular el miedo, me pegaba a mi abuela, pensando que mientras tuviera ese trozo de su cuerpo pegado al mío, nunca podría ser atrapada por los "malos" de las historias. Había veces que me quedaba con la mitad de una respuesta, pues me vencía el sueño. Pero eso no evitaba que al día siguiente cogiera el hilo del relato, y volviera a marear a mi pobre abuela, con un montón de preguntas.
Cuando fui a Galicia, se me abrieron varias ventanas al mundo, porque allí había gente que había viajado a otros ciudades, incluso a otros países. Hombres que habían estado mucho tiempo embarcados, surcando infinitos mares. Cuando estas personas relataban lo que habían visto u oído, me quedaba sentada cerca de ellos, escuchando. Muchas noches de verano nos dieron altas horas de la madrugada, ellos hablando, yo escuchándoles,  mientras mi imaginación creaba dentro de mi cabeza cada escena que me narraban.
Más tarde fui independizándome, buscando por mí misma más historias en los libros. Cuando encontraba alguna que me gustaba especialmente, o cuando descubría un personaje que me resultaba admirable, aprovechaba cualquier momento que estuviera con mi familia para compartir esa magia con ellos. Ponía tanta pasión en mis descripciones, que un día mi padre me llegó a decir que no debía hacer demasiado caso a esas historias, que evitara tener pajaritos en la cabeza. Supongo que de lo que me quería advertir era del peligro de creerme todo lo que leía. Él era un hombre muy terrenal. Pero a mí no me bastaba el terrreno que mis pies pisaban, o lo que captaban mis ojos físicos. Yo necesitaba algo más. Palabras, frases, pensamientos, ideas. Todo lo que alimentase mi hambriento espíritu.

Hoy me he enterado que han cerrado una pequeña librería que, no hacía mucho, había abierto sus puertas. Se llamaba Tiovivo. Estaba en la céntrica calle burgalesa de San Pablo. Cuando acababa de abrir, fui a comprar unos cuentos para regalar, y me quedé charlando con el dueño. Era, y sigue siendo, un hombre joven. Lo que más me gustó fue la pasión con la que hablaba de los libros, de sus libros. Aquellos con los que quería llenar su librería. Una librería que había decorado con gusto. Todas las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas de historias. En el centro tenía una estantería más pequeña, que también tenía cuentos, algunos de diferentes países en su lengua original. Había puesto una pequeña mesa redonda, con unas cuantas sillas bajitas, para que los sábados pudieran ir los más pequeños a leer con sus padres, si les apetecía.
Todavía puedo ver la chispa en sus ojos cuando me decía que él iba a buscar libros especiales. Que tuvieran historias, ilustraciones originales. Y lo consiguió, puedo dar fe de ello. Porque los cuentos de Tiovivo no eran sólo para niños. Había verdaderas joyas para adultos, que no hubieran querido terminar de crecer. Recuerdo que le compré unos libros preciosos, llenos de canciones de la tradición judía y rusa. Ambos iban con un CD para poder escucharlas. Pero es que los libros te explicaban de dónde venían esas canciones y la tradición de cantarlas. Aprendías historia de esos países. Te trasladaban a otros lugares, a otros tiempos. Te empapaban de sentimientos y belleza.
Nada más salir del trabajo, me he acercado por allí con la esperanza de que todavía estuviera el dueño dentro, para poderme despedir de él, y darle las gracias por compartir tantas cosas bonitas con los que pasábamos por su librería. Me he encontrado el pequeño local vacío, oscuro. Y con un letrero que cruzaba el cristal del escaparate que indicaba un teléfono para el que estuviera interesado en alquilarlo.
Entonces un sentimiento mezcla de tristeza y rabia, me ha hecho revolverme por dentro.
Qué clase de tiempos estamos viviendo que no dejan espacio para los pequeños comercios. Ya sé que en Internet hay de todo. De todo, menos el contacto humano, que ya lo he dicho en otras entradas, para mí es muy necesario.
Lo bonito de comprar un libro, no es el hecho de conseguirlo, sino el tocarlo, ojearlo. Pero sobre todo, tener a alguien cerca que te dé unas pistas sobre lo que cuenta ese libro. Y que te lo cuente mientras le salten  chispas de los ojos, y haga volar sus manos, como queriendo coger al vuelo a alguno de los protagonistas de la historia que esconde ese libro. Lo mejor del libro es el tener cerca a la única persona que te puede transmitir la pasión que ha dejado el escritor entre las líneas impresas: el librero. Porque, lo confieso, los libreros me recuerdan a esas personas que, ahora lo sé, he tenido la enorme suerte de conocer, que me contaban de pequeña, maravillosas historias venidas de lugares remotos. Y porque, dijera lo que dijera mi padre, de vez en cuando, es necesario tener un buen nido de pajaritos en la cabeza.

domingo, 30 de noviembre de 2014

LA FRAGILIDAD DE LA BELLEZA



JILGUERO
(Imagen sacada de Internet)



Hay veces que tu mirada se posa en un objeto, sin saber el porqué, y su imagen se queda grabada en tu disco duro durante un tiempo. Eso me pasó hace unos días con un libro que estaba en casi todos los escaparates de las librerías de mi ciudad: "El Jilguero" de Donna Tartt. Supongo que estarán pensando que no es raro que me fije en una novela. Pero es que esta vez no fue la novela lo que me llamó la atención, sino la imagen del jilguero en cuestión. Días después, pasando por otra librería, mis ojos captaron ese mismo pájaro, en otro libro. Al detenerme, me di cuenta de que no era la novela arriba mencionada. El caso es que no pude contenerme y entré a preguntar por él. Al final acabó en mi bolso, y he estado leyéndolo durante varios días. Se trata de "El Jilguero y Fabritius". Un ensayo de algo más de cien páginas en el que su autora, Deborah Davis, nos descubre la vida del pintor del cuadro que adorna la portada de su libro. A través de sus páginas conocemos la situación política y económica de Holanda,  país donde nace el creador del cuadro que tanto ha llamado mi atención, Carel Fabritius. Nos descubre la situación social que se vivía en el siglo que le tocó vivir, el XVll, en su país y en el resto de Europa, y nos explica el estilo pictórico del artista, así como de sus maestros y contemporáneos. Cómo los nuevos pintores iban abriendo nuevas puertas a la expresión de la realidad que contemplaban. Y al hacerlo, creaban nuevas técnicas, nuevos estilos. En el caso de los retratos, por ejemplo, dejaron de ser el centro del cuadro, haciendo llamar la atención del que contemplase la obra, en objetos secundarios, como pudiera ser un simple clavo colocado en una pared.
Habla también del significado que el jilguero tenía en varias culturas y lugares del mundo. Llegando a considerarle, incluso, como una especie de talismán de la buena suerte, y portador de dones como la buena salud por lo que, no era raro ver jilgueros en muchos hogares.
En el caso de los cuadros de tema religioso, este pájaro tenía también su parte de protagonismo, según resalta la señora Davis, como demuestra el hecho de que en algunos cuadros donde aparece la Virgen con el Niño, éste tuviera posado en una de sus manos, un jilguero.
Este libro nos habla de belleza y de la relación y el uso que el ser humano hace de ella. Que, como se ve a través de las páginas del libro, no siempre ha sido para bien.
Hay seres humanos que llegan a obsesionarse tanto con la posesión de la belleza en todas sus formas, que son capaces de hacer cualquier cosa por conseguirla y conservarla. No se dan cuenta de que parte de esa belleza, que pueden tener objetos como un cuadro, es su fragilidad. Y la obsesión por poseerla, puede llevar a quien la padece, no sólo a no conseguirla, sino a destruirla para siempre.
Eso ocurrió con los jilgueros, que al considerarlos talismanes de buena suerte y otros dones, así como transmisores de belleza por medio de su canto, se convirtieron en objetos de deseo. Acabándo por ser encadenados para evitar que alzaran el vuelo. En ese exceso de "protección", iba también encadenada su destrucción.
Al ir avanzando por las páginas de este interesante libro, no he podido evitar acordarme de las   últimas víctimas de la violencia denominada de género. Guardando las distancias que hay entre un tema y otro, no he podido ver un cierto paralelismo. Es curioso que a la hora de elegir a su pareja, el ser humano desee que sea la más hermosa,  la más inteligente, la que tenga la voz más bella. Y en el momento en el que la tienen viviendo con él, obsesionado con el miedo de que se la puedan quitar, o pueda utilizar las alas que tiene desde el día en que nació, decide ponerle una cadena. O lo que es peor, destruirla. Y teniendo en cuenta lo retorcida que puede llegar a ser la mente humana, esa destrucción se puede hacer de forma directa o indirecta. Como ha ocurrido en el caso del hombre que hace muy poco, decidió matar a sus dos hijas pequeñas.  Haciéndolo no sólo ha destruido a las niñas, ha puesto, de por vida, una cadena de dolor a la madre.
La belleza está para contemplarla, para disfrutarla. Pero sólo la merece aquel que sepa respetarla. Porque la belleza que nos rodea es un regalo que nos da la vida. Nadie es dueño de ella.

martes, 25 de noviembre de 2014

PARA OTRO AÑO



"EL BUEN SAMARITANO"
De Ferdinand Hodler"



Durante varios años estuve subiendo hasta la Biblioteca Pública de Gonzalo de Berceo cada vez que quería buscar un libro para leer. Lo hacía por dos motivos, en esa biblioteca solían tener las novedades literarias y, además, al estar lejos del centro, me obligaba a darme un buen paseo, que siempre me venía bien, por aquello de mover las piernas. Para llegar hasta allí, tenía que pasar por un Centro Cívico en cuya fachada, lucía una enorme pancarta que anunciaba con grandes letras el noble reto que, al parecer, se habían comprometido a alcanzar nuestros políticos,  de acabar con el hambre en el mundo. Lo que me llamaba la atención es que el reto se proponía a largo plazo. Ésto es, si estábamos en el año 1997, se anunciaba en dicho cartel que el hambre se erradicaría para el año 2000. Llegado este año, el plazo se extendía para el año 2003, y así fui viendo como, cada vez que cambiábamos de año, se cambiaba también el esperado año en el que, por fín, finalizaría la penuria de la hambruna para un montón de gente. El problema era que mientras tanto, los que ya estaban hambrientos, al límite de sus fuerzas, no iban a poder resistir más extensiones de plazos.
Cada vez que pasaba por ese Centro Cívico me preguntaba: ¿cuántos habrán muerto ya en el cortísimo plazo de cambiar un cartel por otro?
Hace unos días que leí en otro cartel, éste colocado en la pared de un edificio en el centro de la ciudad, en el que se anunciaba que ante el absoluto fracaso por parte de los poderes políticos en el cumplimiento del reto de atajar definitivamente el hambre en los países más pobres, era ya urgente que se intentara a nivel de ayudas y colaboración ciudadanas.
Entonces me vino a la cabeza la historia que me contaron de niña de El  Buen Samaritano, y pensé lo diferente que hubiera sido su final, si el hombre que decidió ayudar al moribundo que se encontró en su camino, se hubiera dicho: mejor, dejo el ayudarle para otro año. Y entonces se me ocurrió que podía hacer una especie de diálogo, a varias voces, sobre la pobreza, sobre el hambre, sobre la vergüenza o la indiferencia que éstas hacen sentir  no a los que las padecen, sino a los que pasan (pasamos),  incluso viven (vivimos)  cerca de ellos. Y éste es el resultado.

Volveremos
Con la palabra
Sola
Erecta como un relámpago
Tenue
Con el pan
Solo
Amasado con lágrimas
Y sangre
Derramadas
Con una simetría
De sol
Puro
Volveremos
Mañana
A unirnos al hombre
Anónimo

¿Puedo contemplar el dolor de alguien
sin sentir con él tristeza?
¿Puedo ver el pesar de alguien
sin inentar aliviarlo?
¿Puedo contemplar la lágrima derramada
sin compartir el dolor?

Observa cualquier día sus poses indiferentes, mira
Su diestro manejo de un gabán mientras
Entra en los coches, envidia del mendigo.

"Hay alguien libre", dicen muchos, pero se equivocan.
Él no es ese conquistador que vuelve,
Ni tampoco el circunnavegador de los polos.

Sino que, confiado entre horribles caídas sobre el filo de la
navaja,
Se  ha enseñado a sí mismo este equilibrado subterfugio
De un solícito perfirl, de un andar erguido.

Estremecido en la noche
Sobre mi tierra de cierzo
Y de frío
Cruel
Mi ciudad en ruinas
Alzada otra vez en el horizonte
En llamas
Con la densidad de nuestra hambre
Cotidiana


Occidente tiene una responsabilidad apocalíptica. Los gobiernos tienen que darse cuenta de que tienen que hacer actos heróicos, tomar decisiones políticas muy valientes para hacer frente al problema de la pobreza.

Si no hay compasión, la Humanidad no tiene derecho de existir.

El agua que corre siembra la vida a su paso. Del mismo modo la riqueza de un pueblo tiene que correr y dar vida donde hay pobreza.




¿Por qué dejar para mañana lo que podemos hacer hoy?


Nota: Lo versos escritos en rojo, pertenecen al poema "África" de Paul Dakeyo. Sacado del libro: "Voces Africanas".
Los versos escritos en color verde, pertenecen al poema: "Sobre el Pesar Ajeno" de William Blake. Sacado del libro: "Blake-Poesía Completa".
Los versos escritos en color marrón, pertenecen al poema: "Alguien Libre" de W.H. Auden, sacado del libro: "W.H. Auden-Poemas".
Las frases escritas en color malva,  son de Vicente Ferrer, sacadas de su libro: "Vicente Ferrer-El Encuentro con la Realidad".



sábado, 22 de noviembre de 2014

POBRES DE LOS POBRES

"CARIDAD O LA FAMILIA INDIGENTE, 1865"
De William-Adolphe Bouguereau


Siguiendo la sugerencia que Marie, desde su blog A Book a Day Keeps de Doctor Away, lanzaba en una de sus entradas (en ella hablaba de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial), de leer el libro "Ellas Solas" de Virginia Nicholson, fui a buscarlo a la biblioteca y ahora estoy sumida en su lectura. En uno de sus capítulos titulado: "En la Estantería" la autora relata la situación de la mujer en aquella época, describiendo el día a día de una mujer de clase baja y otra de clase media-alta. Voy a transcribir parte de ese capítulo literalmente, porque creo que puede resultarles interesante comprobar las enormes diferencias entre ambas clases.
"Cuando, en l9l9, la joven Frances Graham se fue a vivir con su marido Jim, un minero del condado de Durham, no tenían agua caliente, electricidad ni cuarto de baño. Su madre la había educado para las tareas domésticas:<No sé por qué éramos así, pero el día de mi boda, barrí yo misma el arroz del suelo>. Normalmente, Frances trabajaba de pie desde las seis y media de la mañana hasta las diez y media de la noche. Fregar, lavar e ir a por agua caliente eran tareas agotadoras; su vida se había convertido en una lucha permanente contra el hollín y los bichos.
Más adelante añade:
Las más desafortunadas tenían que lidiar con los malos tratos, el alcoholismo y la infidelidad de sus maridos.

Aunque no les oprimía la pobreza, se esperaba que las mujeres de clase media y alta, como sus hermanas más pobres, limitaran sus actividades al ámbito doméstico. Nadie pensó nunca en preguntar a una mujer casada por lo que hacía, pues todos lo sabían: su destino consistía en llevar una vida absurda dedicada al ocio. "Si había que avivar el fuego de la chimenea, llamábamos a la criada. Una dama no debía esforzarse", recordaba una joven que se había educado en la Inglaterra eduardina. Había que arreglar las flores, dar de comer a los canarios y devolver las llamadas. Era indispensable saber bordar y jugar al bridge. Había que llevar a las hijas a clases de baile e intercambiar los libros en las bibliotecas, pero en general la vida dedicada a recibir visitas no era precisamente dura".

Afortunadamente los tiempos han cambiado, o al menos, iban cambiando. Porque de un tiempo a esta parte, un enorme retroceso se ha ido instanlando en nuestra sociedad. Al crecer las diferencias en derechos laborables, se han ido engordando las diferencias sociales. Y ha ido ocurriendo de una manera tan sibilina, que no nos hemos dado cuenta, hasta que hemos tenido la soga al cuello.
Hace no mucho leí en la prensa que tras uno de esos sesudos estudios sociológicos que suelen encargar los iluminados de nuestro país a una empresa,  habían llegado a la conclusión que en las zonas de las ciudades donde vivía la gente de clase media-alta, poseedores en su mayoría de estudios superiores, estaban más mentalizados en temas como la conservación del medio ambiente, y lo demostraban, entre otras cosas, en el reciclaje de sus basuras. Por el contrario, en las zonas donde habitaban los ciudadanos de clase baja, en los que era menor el número de ciudadanos que terminaban sus estudios, este tratamiento de sus desechos no se daba.
Lo que no decía el informe era que en las zonas de clase alta, tenían, prácticamente a la puerta de su casa, un contenedor para plásticos,  otro para la basura orgánica y otro más para los cartones, mientras que en las zonas más humildes, se colocaba un sólo contenedor, y salvo en fechas previas a la celebración de elecciones, en que se cambiaba por otro en mejores condiciones, éste solía ser bastante viejo.

Ya lo dice el padre de Jane en la película "La Joven Jane Austen": Nada deteriora tanto el espíritu como la pobreza.
Quienes mediante una política descerebrada insisten en alargar las jornadas laborales, acortar los salarios, subir las tasas académicas, en un constante intento de privatizar la educación y la sanidad  en este país, lo saben bien.
Claro que el que nos dejen sin nada, no nos obliga a tragarnos todas sus mentiras.
Por cierto, y volviendo a la película arriba mencionada, ¿alguien me puede explicar por qué si se ve la película en versión original, la frase que arriba les indico la dice el padre de la protagonista, mientras que en la versión doblada al español se la han "colocado" a la madre?  Parece que es lo mismo, pero no lo es. Sobre todo si tenemos en cuenta que el padre de Jane es pastor de su iglesia.

martes, 18 de noviembre de 2014

CINEMA ANECDOTARIO

"NIÑOS EN EL CINE, USA (1958)
De Wayne Miller
(Imagen sacada de Internet)



De vez en cuando me gusta ir a ver una película de animación, o como decía cuando era pequeña, de dibujos animados. Hay que reconocer que éste es un género que ha avanzado mucho. Hay dibujantes muy, pero que muy buenos. A eso hay que añadir el desarrollo de las tecnologías. El resultado es que la movilidad de los personajes, la nitidez de los colores y las formas,  el sonido, son mucho mejor que hace unos años. Pero para mí este tipo de películas tiene un aliciente más: que puedo disfrutar de las caras y los gestos de los chavales que están en la sala. Son todo un espectáculo en sí mismos.
Recuerdo que hace ya unos años fui con una amiga a un pueblo de Cáceres, que tendrán que perdonar que no diga el nombre pues, la verdad, ahora mismo no logro recordarlo.  De lo que sí me acuerdo es de lo bien que lo pasamos una tarde-noche en particular. Habíamos salido a dar un paseo, y vimos un edificio cuya fachada nos llamó la atención. Parecía uno de esos teatros antiguos, cuya puerta principal estaba coronada por una gran piedra con forma de pirámide. La pintura de color amarillo de la fachada ya estaba un poco picada, aún así mantenía algo de la elegancia que en su tiempo debió de lucir. Al acercarnos a la puerta, vimos que en ella había un cartel que anunciaba una película para las veintidos horas de ese mismo día. No indicaba mucha información sobre la película, pero pensamos que podía ser interesante entrar y, de paso, conocer ese edificio antiguo por dentro.
Cuando llegamos por la noche, nos encontramos un montón de chavales en la puerta. Nos chocó ver tanto niño que no habíamos visto días anteriores por allí.
La taquilla consistía en una pequeña ventanilla, desde la que un hombre de mediana edad, con sonrisa tierna, vendía las entradas.
Nada más traspasar la puerta principal, a la izquierda,  había un pequeño mostrador donde una mujer servía las palomitas y demás golosinas. Avanzando hacia la derecha,  te encontrabas con otra puerta, que daba a la sala de proyección. Nada más entrar, sentimos como si hubiéramos retrocedido en el tiempo. Los asientos eran de madera, pero de madera antigua. Forrados con una tela de color granate. No eran muchas las filas que había, pero sí eran largas pues la sala era más ancha de lo que desde fuera podías imaginar. Al fondo había un escenario como el de los antiguos teatros de variedades. El suelo también de madera. En medio había una especie de caseta con adornos grabados en la misma madera, que supusimos era el lugar desde donde se indicaba los diálogos a los actores más olvidadizos. Y al fondo, la gran pantalla, custodiada, por ambos lados, por unas cortinas de terciopelo del mismo tono que la tela de los asientos.
Como las entradas no eran numeradas, buscamos una fila y unas butacas más bien centradas. Al mirar alrededor vimos que éramos, de momento, las únicas personas adultas que había en la sala. Apenas unos minutos después, empezaron a  aparecer algunos padres que acompañaban a sus hijos.
Los chavales entraban revolucionados. Imagínense: mes de Agosto. Vacaciones. Todo el tiempo del mundo para hacer lo que más les apeteciera. Sin límite de horario, no como en invierno. Parecían "olas" de gorriones en busca de una buena miga de pan.
Mi amiga y yo nos miramos.
Me parece que nos van a dar la pelí -dije casi en un susurro.
Pues sí -contestó mi amiga con una sonrisa burlona.
Ambas nos equivocamos.
Cuando se apagaron las luces, fue como si una mano invisible colocase cada uno de los cuerpecitos en sus respectivas butacas. Se oyó algún que otro "chist" para hacer que el silencio hiciera acto de presencia. Y ya nadie se movió.
La película contaba las peripecias de una joven inglesa que se iba de viaje a África. Allí tenía más de una aventura, pero como la joven en cuestión era valiente y decidida, salía airosa de todas las situaciones, por dificultosas que éstas fueran. Una de ellas en especial, hizo que la sala se llenara de risas. La joven viajaba con un montón de equipaje. Cosa que a ella no le impedía su avance por el paisaje africano, pues con ella iban porteadores que cargaban con sus pesados baúles.
Como buena inglesa, no podía pasar por alto la hora del té, estuviera donde estuviera. Y allí mismo, en mitad de una esplanada, con un calor de solemnidad, hizo que le pusieran el servicio completo del té. Y cuando digo completo, quiero decir eso. Hasta la porcelana fina se llevó la joven a África. Estaba degustando uno de los dulces que tenía para acompañar el té, cuando se sintió un temblor en la tierra. Aparecieron diferentes animales corriendo, como si huyeran de algo. Efecivamente, eso era lo que hacían: huir. Pues no lejos de donde se encontraba la joven tomando su té, se había producido una desbandada de elefantes, que en su carrera, hacían temblar la tierra por donde pisaban.
La joven, haciendo uso de su flema natural, ni se inmutó. Lo único que hizo fue sujetar su taza y el platillo donde reposaba ésta, para evitar que se rompieran,  y se derramara el exquisito líquido que la primera contenía.
La sala se llenó de un estallido de risas al ver semejante contraste: una joven en mitad de una desbandada de elefantes, sujetando unas piezas de porcelana inglesa, eso sí, sin despeinarse.
De repente, la proyección se cortó, las luces se encendieron.
Vaya -pensé. Algún fallo técnico.
Pues no. La razón de semejante corte nos la explicó un chaval sentado justo en la fila siguiente a la nuestra.
¡Tiempo de ir al baño! -gritó, a la vez que se ponía de pie.
Y la desbandada, esta vez de críos, se reprodujo en la sala.
Creo que es el *pipí-break  -comenté irónicamente a mi amiga.
Cuando poco después, una voz desde un altavoz, que parecía estornudar el mensaje, indicó que la proyección se iba a reanudar, los "gorriones" volvieron otra vez a sus asientos, y se volvió a producir el milagro del silencio.
Ésta fue, sin duda, una de las mejores sesiones de cine que yo he vivido.
¡Ah!, por si les ha quedado la curiosidad de saber cómo acabó la película, les diré que, como no podía ser de otra forma, la joven inglesa volvió a su país sana y salva, al igual que su completísimo servicio de té.

Sigo practicando la afición de entrar a ver cine de animación.  No hace mucho, estaba viendo la información sobre una de estas películas que habían puesto en la sala de espera de un cine de mi ciudad, cuando se acercaron dos chavales que tendrían, más o menos, siete u ocho años.
¿Te ha gustado esta película? -le preguntó uno al otro, señalando las fotografías de la película que yo había estado mirando.
Vaya -contestó el otro. Me ha parecido un poco infantil.
No pude evitar que se me escapara una carcajada. Entonces me fui resuelta a la taquilla para comprar una entrada y ver esa película.  Me lo pasé "bomba".

Hagánme caso, entren a disfrutar del cine "infantil".  Viene bien, de vez en cuando, dejar salir al niño que todos llevamos dentro.




*expresión inglesa para indicar el tiempo de ir al baño.

jueves, 13 de noviembre de 2014

CONQUISTANDO ESPACIOS

Reproducción de la nave Rosetta aterrizando en el
cometa
(Imagen sacada de Internet)


Ayer nos soprendía la noticia de que una nave, (Sonda Philae de la nave Rosetta), conseguía aterrizar en la superficie del cometa 67P. La imagen de los científicos que habían conseguido esta odisea, celebrándolo con abrazos y sonrisas,  se extendía por todo el mundo.
Según explicó una meteoróloga después, ésto había sido posible gracias a que se había aprovechado la energía, o fuerza, que desprendían la tierra y otros planetas, para hacer ir girando la nave en una especie de leve centrífugado, que la iba alejando de nuestro planeta, y acercando a la vez al                                                                                                                                                                                      cometa.



Hace unos días me contaba una amiga que su hijo se sentía muy sólo en la empresa donde trabaja. Al parecer le están apartando, ignorando.
Mi hijo tiene moral -me dijo mi amiga.
Como me la quedé mirando atentamente, ella debió pensar que no la había entendido bien, así que matizó:
-Moral en cuanto a ser legal,  quiero decir. Le gusta hacer las cosas bien. Por eso le están dejando de lado. Me ha dicho que quiere dejar el trabajo, pero yo le he aconsejado que aguante, que la cosa no está para irse, sin más. Y ahora se ha cerrado en banda, y ya no quiere contarme nada.




Imagen sacada de Internet




Ayer, aprovechando el día del espectador fui a ver una película de la que no había oído hablar, pero me llamó la atención que la definieran en el tablón de anuncios del cine, como una película delicada y serena. Como había tenido un día un poco duro, pensé que me vendría bien. Su título: "El Amor es Extraño". Es una producción de Estados Unidos y Francia. En ella se nos cuenta la historia de George (Alfred Molina), y Ben (John Lithgow), que tras muchos años de relación, deciden casarse. El problema surge cuando el primero, que es director de un coro en una escuela católica mixta, decide dar la noticia en dicho centro, y acaban despidiéndole. El director de la escuela argumenta que siendo un centro católico, tiene una serie de reglas que, como él ya sabía cuando fue contratado, deben ser respetadas. La escena de la conversación de los dos hombres, es digna de verse varias veces.
La pérdida de uno de los ingresos con los que contaba la pareja, les obliga a dejar el caro apartamento donde vivían, y "repartirse" entre las casas de familiares y amigos.
Pero el profesor no se rinde, y en un último intento, escribe una carta a la asociación de padres de familia del centro, diciéndoles que no entiende por qué se le ha despedido, si todo el mundo sabía que él era homosexual, y lo aceptaron  desde el principio sin ningún problema. No comprendía qué había cambiado por el hecho de haber querido formalizar su relación. Máxime cuando él lo había comunicado porque, entre otras razones, no quería que sus alumnos fueran educados en la mentira. Es decir, quería ser coherente con ellos y actuar según pensaba y sentía. Era también una manera de enseñarles una parte de la realidad, tal  y como se la iban a encontrar en la vida.


Si analizamos estos dos casos, el real y el del film, vemos que siendo historias totalmente distintas, tienen un denominador común. Una persona decide ser honesta, y como "premio",  se le aparta de un grupo social determinado. Por desgracia no son casos aislados. Suelen darse otros muchos como éstos, a menudo. Y es algo que no he entendido nunca. ¿Por qué no se acepta que otro elija una opción diferente a la de la mayoría? ¿Por qué se aparta siempre al que quiere ser coherente, honesto consigo mismo y con los demás? La única respuesta que se me ocurre es que los que le apartan lo hacen porque no desarrollan esa misma aptitud de coerencia, de honradez.
Pedirles a esas personas que recapaciten para que puedan intentar cambiar de opinión,  parece estúpido. A no ser, que intenten mirarlo desde otra perspectiva. A esas personas que tienen como norma apartar a todos los que son diferentes a ellos,  les voy a pedir que hagan un ejercicio de imaginación. Imaginénse que en lugar de gastar toda la energía que gastan en empujar fuera de su grupo a aquellos que piensan, sienten o viven de forma diferente a ustedes, hacen como los científicos que mencionaba al principio de esta entrada, y aprovechan la energía, la fuerza que estas personas desprenden, para conseguir aquello que desean en la vida. Porque doy por hecho que lo que ustedes desean en la vida, es lo mismo que desean ellos y que deseo yo, es decir, vivir lo mejor posible, ser felices.
¿Se han planteado alguna vez qué ocurriría si en lugar de hacer chocar su fuerza contra la de las personas que parecen estorbarles, pusieran ambas juntas, en la misma dirección? Pues que la energía se duplicaría. Aumentaría la fuerza y la velocidad de todos. Y todos conseguirían "aterrizar" antes en su "cometa" particular. El de la felicidad.
No me digan que no merece la pena, al menos, intentarlo.



P.D. Me encantó la interpretación de los dos actores que menciono arriba. Alfred Molina es un actor con muchos registros. En el film mencionado es capaz de pasar,  en apenas un segundo, a tener en sus ojos, desde una inmensa ternura, a la más dura de las miradas.
Otros de los aciertos de la película son la luz, y la preciosa banda sonora, con obras bellísimas de Chopín y Beethoven, entre otros. Me gustaron tanto las obras elegidas, que me quedé hasta que desapareció de la pantalla el último título de crédito.
Quizás por ponerle un "pero", diría que el final fue para mí poco acertado.

lunes, 10 de noviembre de 2014

BÁLSAMO PARA LA MIRADA


"SANDALIAS NUEVAS"
De Verónica Alcácer del Río



Las tres figuras del cuadro parece que están mirando hacia el mismo punto. La niña lo hace con un mohín mezcla de enfado y miedo. Su manita derecha está tensa y sus cortas piernas, abiertas, parecen dispuestas a echarse a correr. La sombra que las envuelve les da un aspecto de personaje de cómic. El rostro del niño parece más relajado, quizás al sentirse más seguro estando pegado a la espalda de la mujer, que bien pudiera ser su madre. El rostro de ésta, tiene una expresión de seriedad y firmeza. Todo su cuerpo femenino rebosa fuerza y juventud. Sus piernas están bien plantadas en la tierra. Un tanto musculadas, igual que su brazo. Sin embargo, su mano, tiene un gesto entre tierno y dubitativo. Quizás esperaba encontrar el pie del niño desnudo, y se ha sorprendido al palpar una sandalia. Y es entonces cuando me fijo en el título del cuadro: "Sandalias Nuevas". El color azul claro de éstas, junto con el rosa del vestido de la niña, añaden un toque de frescura a la calidez que desprende el tono de la tela que envuelve al crío. 
El paisaje tiene un papel secundario en la escena, por eso está simplemente bosquejado con unos trazos que muestran un árbol bananero.
Este cuadro es, como arriba indico, de Verónica Alcácer del Río. Supe de ella a raíz de la exposición que hace de sus pinturas en la ll Muestra contra la Violencia hacia las Mujeres, que se exhibe en el Espacio Tangente, y de la que di información en una entrada anterior.
Verónica es como sus cuadros. Está llena de nervio, fuerza, vida, luz.
Como su obra es muy extensa, la ha expuesto en un formato digital. Sus cuadros van pasando, como si las olas de sus paisajes marinos los arrastraran, por la pantalla de una tablet. Cuando me fijé en el primero de ellos, por su color, su luz, la vida que rebosaba, ya no pude desprender mis ojos del aparato en cuestión, y me dejé mecer por esas olas de belleza. Puro bálsamo para la mirada.

viernes, 7 de noviembre de 2014

COMO GATOS VERDES

Una de las palabras que he oído utilizar más inadecuadamente es: raro. Si buscamos su significado en el Diccionario de la Real Academia, una de las acepciones que da es: Extraño, distinto de lo que se espera, o de lo que es corriente, justo o razonable.




                                          "MARTE, DIOS DE LA GUERRA c. 1640"
                                            De Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
                                          



Quién no ha oído, e incluso dicho alguna vez la famosa frase: Ese es más raro que un gato verde.
No sé si les pasará a ustedes, pero a mí me ocurre que en cuanto me dicen de alguien que es un raro, enseguida pregunto: ¿por qué? Y me ha ocurrido incluso que el hecho de que calificaran de esa manera a una persona, ha hecho que me interesase más por saber la razón de esa fama. 
¿Quién puede juzgar un comportamiento como "raro" sin saber el porqué del mismo? ¿Los "raros" nacen o les hace así la vida? 
Todas estas cavilaciones vienen a raíz de una historia que conocí hace unos años y quiero compartir aquí.
Recuerdo que el primer año que fui a Galicia, mi madre me iba contando anécdotas de algunas personas que conocía. Al hablarme de uno de ellos, me aconsejó que no le hiciera mucho caso de las cosas que decía, porque siempre había sido un poco "raro". Supongo que lo que intentaba mi madre con esta advertencia, era evitar que me asustase al oir frases que para la mente de una niña, pudieran carecer de sentido. Sin embargo, la advertencia no sirvió para nada porque nada más conocer al hombre en cuestión, me resultó atractivo, por eso precisamente, porque contaba cosas diferentes a los demás. Yo entonces no entendía casi nada, pero su tono de voz, y sobre todo, su mirada cuando hablaba, me hipnotizaba. Era como si estuviera en otro lugar, como si fuera capaz de ver cosas que los demás no veíamos.
Los años pasaron, yo fui creciendo, pero cada vez que volvía a Galicia, no podía evitar acabar poniéndome al lado de él con la esperanza de desentrañar el misterio que para mí encerraban sus palabras. Y al ver que yo sí le escuchaba, empezó a dirigirse sólo a mí.
Un día paseando con él por mitad del campo,  se detuvo y miró hacia el horizonte y comenzó a hablar, como siempre, con frases inconexas, pero que parecían tener un sentido para él. Su mirada acuosa, azul como el mar, era de miedo y de dolor a partes iguales. Ese día decidí que tenía que saber algo más sobre la vida de ese hombre. Preguntando a unos y a otros supe que había estado en la guerra, en la guerra civil de nuestro país. Luchando en el frente. Que un día de esos que hubiese sido mejor no haber conocido, vio como su mejor amigo que avanzaba codo con codo con él, volaba por los aires en pedazos. Parte de la metralla que mató  a su amigo, le alcanzó también a él. Un pedazo se incrustó en su cabeza para siempre, y todavía quedó más para herirle en una pierna.
Cuando llegué a casa, iba hecha una furia.
¿Raro? -grité-. Raro  es que no entendáis el dolor que tiene que llevar ese hombre dentro de sí. Raro es que a nadie parezca importarle su sufrimiento, y se le ignore como si estuviera loco. Raro es que no hayamos hablado de todo esto en la familia.
Mi madre, con esa flema que siempre ha tenido,  y que tan nerviosa me pone aún hoy,intentó tranquilizarme diciéndome que eso había pasado hacía mucho tiempo, y que era mejor olvidar. Pero a mí esa historia se me quedó incrustrada en la memoria, como a ese hombre el trozo de metralla que llevaba en su cabeza.
Es curioso el disco duro de nuestra memoria, cuando menos lo piensas !zas¡, te saca los recuerdos más recónditos. Sólo hace falta un detonante.
Hace unos días al leer uno de los blogs  a los que soy asidúa, en el que se comentaba el libro "La Librería Encantada" de Chirstopher Morley en el que se hablaba de la Primera Guerra Mundial, me vino a la cabeza la historia que les he contado. Al fin y al cabo, da igual en qué país sea la guerra. Todas son iguales. Fui en busca del libro mencionado, que sabía que tenía y empecé a ojear sus páginas, deteniéndome en aquellas que había subrayado. En una de ellas, encontré esta frase: "Una causa verdaderamente buena no debería exigir el sacrificio de millones de vidas inocentes".
Ha pasado mucho tiempo, como me dijo mi madre. Pero no hemos aprendido mucho a tenor de las guerras que sigue habiendo en varios paises. Cuanta gente muere inútilmente. Y de los que quedan, ¿cúantos están realmente vivos?
Experiencias tan duras como la de vivir una guerra cambia inevitablemente a quienes la han sufrido. Lo menos que les puede pasar es que se vuelvan raros, como los gatos verdes.