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sábado, 6 de diciembre de 2014

EL PASTORCILLO COJO



PASTORCILLO
(Imagen sacada de Internet)



Hoy he estado poniendo nuestro belén. Es un belén muy sencillo formado por las tres figuras principales: María, José y el Niño. Según iba colocándolo, me han venido algunos recuerdos a la cabeza. He pensado cuanto ha cambiado mi vida desde que colocara mi primer belén. Cuanta gente ha pasado por ella.
El belén que teníamos anteriormente era más clásico. El que tenemos ahora, es de figuritas rusas. Un día decidí cambiarlo.  La "culpa", en parte, la tuvo un pequeño pastorcillo que me regaló un niño, al que mi familia y yo teníamos mucho cariño. Quizás quieran saber la historia.
Durante años pusimos las figuras del Nacimiento que nos regalara mi abuela. A las tres figuras que formaban el misterio,   le añadimos unas cuantas ovejillas, para que no fuera tan serio. Un día el hijo de una vecina, que por entonces tendría seis o siete años, decidió regalarme una pequeña figura de un pastorcillo. Era de plástico, y al ponerlo junto a las ovejas, me di cuenta que no se posaba bien del todo, pues la base donde tenía pegados los pies, estaba un poco torcida.
Parece que el pastorcillo está un poco cojo -dijo mi hermana.
No importa -contesté yo al ver la cara de preocupación que se le había quedado al crío. Aunque esté cojo, le pondremos cerca del Niño.
Nos lo había traído con tanta ilusión, que me pareció que debíamos agradecérselo, colocándo la figura en un lugar de honor.
El chaval volvió a su casa, más contento que unas castañuelas.
Los años pasaron, y seguimos montando el belén con el pastorcillo cojo, aun después de que el niño que nos lo había dado, y sus padres,  se fueran a vivir a otra casa.
Por esos azares que tiene la vida, un día tuvimos que enfrentarnos legalmente a un familiar del niño en cuestión, quien ocupaba la casa donde viviera el crío,  y que estaba teniendo un comportamiento incívico contra mí y el resto de los vecinos de nuestra Comunidad.  El niño, convertido ya en un hombre, apareció entonces en escena. Cuando le ví, recordando el buen corazón que, en más de una ocasión, había demostrado tener siendo pequeño,   pensé, inocentemente, que iba con el ánimo de que se supiera la verdad, y de mediar para que se solucionara la situación definitivamente. Pero resultó que no fue así. Decidio tomar partido a favor de su familiar. Sin importarle que para ello  tuviera que ayudarle a tergiversar la versión de los hechos, incluso mentir.
Cuando a la salida del juicio le miré a la cara, lo que vi me causó un dolor inmenso. Ese no era el rostro del niño que me había regalado el pastorcillo. Su mirada estaba llena de cinismo, de hipocresía. En ese momento, él supo que yo ya no le iba a creer jamás, dijera lo que dijera. Los dos supimos en ese instante que, independientemente de quién ganara el juicio, (que finalmente gané yo) , los dos ya habíamos perdido algo. Yo había perdido a aquel niño de buen corazón. Él, su credibilidad.
Cuando meses después, llegó la Navidad y fui a poner nuestro belén. Al sacar las figuritas, y ver la del pastorcillo "cojo",  no pude evitar sentir una punzada en el corazón. Cogí la figura en cuestión, y la tiré a la basura. 
Pocos años después, cambiamos también de Nacimiento.

8 comentarios:

  1. Y como dice la canción:
    La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y no todos sabemos encajarlas, tú parece que sí, a pesar de la decepción.

    Besos.

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    1. De todo se aprende, de las decepciones también, claro. Al fin y al cabo de eso se trata, de ir recorriendo camino, intentando esquivar los "baches" que a veces éste tiene.
      Un abrazo.

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  2. Los pastorcillos buenos pueden volverse malos. Este tuyo cojeaba más de la cuenta.
    ¡Qué ilusión nos hacía poner el Belén! La Navidad es para los niños...y los centros comerciales.
    Un abrazo, amiga caminante.

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    1. Como bien dices, su cojera iba más allá de sus piernas.
      Yo creo que no hay que crecer del todo, y no sólo en Navidad. Es bueno tener un puntito de ilusión. Donde menos encuentras la Navidad es en los centros comerciales. Cada vez me parecen más tristes.
      Un abrazo.

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  3. A las cosas se les pegan los recuerdos de las manos por las que pasaron. A mí me ha pasado también algo similar.

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  4. Qué razón tienes. Cualquier objeto puede hacer que el engranaje de nuestra memoria se ponga en funcionamiento. Espero que tus recuerdos fueran agradables.
    Saludos.

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  5. Los belenes están llenos de historias. Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es el acto de poner el belén, lo recuerdo como si fuera ahora y en esos recuerdos residen muchas historias, aunque nunca han llegado a regresar como la que cuentas.

    Saludos!

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  6. A veces no somos conscientes de la "grabadora" que tenemos en la mente. Cosas que no damos importancia, se nos quedan grabadas. Otras, como la historia que he contado, sí la tienen. Y nos dan una buena lección.
    Gracias por tu visita, José.
    Saludos.

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