"UNA CASITA EN BERKSHIRE"
De William Kay Blacklock
Recuerdo un día que siendo una niña, mi madre me dio un paragüas rojo para que me resguardara de la lluvía que en esos momentos estaba cayendo. Era uno de esos paragüas un poco antiguos, de loneta gorda y cachaba de madera tallada. Me pareció un bonito paragüas. Cuando llevaba un tiempo con él abierto, al alzar la cabeza, me di cuenta que casi en el centro de la tela, había un agujero, no muy grande, pero lo suficiente para que, de vez en cuando, se colara alguna gota fría despistada. En principio eso me dejó un tanto descolocada ¿cómo era posible que mi madre me hubiera dado algo roto? Pero enseguida mi mente de niña quiso ver más allá de lo que en principio parecía ser algo desagradable, y me dio por pensar que me había dado un paragüas con un agujero para que cada vez que alzase mi cabeza, pudiera ver el cielo, el sol y las nubes por el día, y las estrellas por la noche.
He sido siempre de ese tipo de personas que cuando tenía algo cerca que no me gustaba, procuraba mirar más allá buscando algo agradable, que siempre lo había.
Uno de los golpes más fuertes que la vida me ha dado ha sido la muerte de mi hermana. Fue en el año 2002. En el mes de Julio de aquel año, mi hermana decidió que esta vida no era suficiente para ella, y se fue. Detrás de ella quedó una nota de despedida para la familia y un haz de dolor inmenso. A partir de ahí todo cambió. Fue como si el tsunami hubiese entrado en mi casa y lo hubiera destrozado todo. Ante un hecho como éste cada uno reacciona como sabe, quiere o puede.
Mis padres se sumieron en un pozo de dolor que cada uno decidió expresar a su manera. Mi padre haciéndose okupa de un pozo de silencio en el que lleva viviendo desde hace 12 años. Mi madre quejándose por todo y acabando siendo una mujer casi amargada. Ambos han caído en una espiral de deterioro físico.
Cuando alguien decide ser padre o madre, se le da una serie de consejos. Hay incluso manuales que indican qué tipo de leche hay que dar a los niños, consejos sobre su aseo, las vitaminas que hay que aportarles, etc. . Ningún manual le enseña a los padres cómo han de enterrar a un hijo, entre otras cosas, porque se da por hecho que, por ley de vida, va a ser el hijo el que tenga que llevar a cabo esa acción antes. Si la muerte de un hijo se debe al suicidio, el tema se complica. Hay alrededor de este tipo de muerte una especie de pacto de silencio incluso a nivel social, que yo no logro entender. Teniendo en cuenta que según he leído en varias informes, cada minuto se suicida una persona en el mundo, ¿cómo es que nadie quiere hablar de ello? Sobre si guardar silencio o no hay defensores y detractores, como en todo. Uno de los argumentos que se esgrimen en contra de hacerlo es que se puede ocasionar el efecto de imitación y causar que el número de muertes por esta causa aumente. Sin embargo no se tiene este tipo de reparo a la hora de dar noticias sobre las guerras o los malos tratos, por ejemplo.
Yo creo sinceramente que es al contrario, que cuando se guardan ciertos sentimientos o ciertas opiniones, se pueden acabar enquistando. Que el hablar con naturalidad de este tipo de cosas, ayuda a intercambiar opiniones, información, y eso siempre es enriquecedor.
Lo que me ha decidido a plantear este tema en esta entrada es el pensar que, como parte que he sido de un hecho doloroso, puedo aportar mi visión y quizás ayudar a alguien que pueda estar viviendo esta misma experiencia.
Como he dicho antes cada uno vive el dolor como puede. Yo decidí no dejarme vencer por él. He estado leyendo sobre el tema, buscando información aquí y allá, intercambiando opiniones con gente que ha tenido la misma experiencia.
Tras la pérdida de un miembro de la familia en estas circunstancias que les comento, se pasa por tres etapas: el shock al recibir la noticia. Te quedas bloqueado, todo se apaga a tu alrededor, te cuesta hasta sujetar la cucharilla del café. Te obligas a hacer lo que tienes que hacer, pero eres un autómata. La segunda etapa es la del dolor. Ése aparece a partir del segundo año de la pérdida, durante el primero no se nota tanto por el propio shock. Dicen que los golpes duelen más en frío y es así. Después cuando va pasando el tiempo y no tienes más remedio que ir aceptándolo, viene el período más duro, el de los reproches, las culpas. Hay que salir de ahí como sea. En mi caso fue la lectura, que al principio realizaba como el resto de mis actos, de una manera autómata, tanto es así, que cuando tiempo después volví a leer alguno de los libros que había leído en la época más dolorasa, me dí cuenta que no me había enterado de gran parte de ellos. Lo único que había hecho era pasar mis ojos por encima de las palabras, pero sin asimilarlas. Pero aún así me sirvieron de bote salvavidas.
Los amigos son una baza importantísima, y en eso me siento una privilegiada. Siempre he tenido a mis buenas amigas cerca, cuidándome, escuchándome incluso cuando mis palabras era repetitivas. La mayoría de ellas han estado magníficas. Luego hay por ahí alguna torpe que puede en un momento determinado meter la pata. Como aquella que en su afán de buscar una explicación a lo inexplicable, le dio por soltarme esta frase:
-Lo que ha hecho tu hermana es un pecado.
Utilizando esa habilidad que al parecer he tenido desde niña, quise ver en esta frase tan lapidaria como poco acertada, una simple torpeza. Viniendo como venía de una persona a la que considero buena persona, no pude pensar que lo hiciera por maldad. También ayudó el hecho de que cuando me lo dijo yo ya era una persona adulta. Pero eso me llevó a pensar ¿qué hubiera ocurrido si ésto se lo hubieran dicho a una niña o un niño, a alguien que por su edad pudiera no tener tantas herramientas mentales como puede tener un adulto?
Una de la situaciones que se produce en el seno de una familia con varios hijos donde ha habido un suicidio, es que el hijo muerto se hace más presente, incluso más carnal, mientras que los vivos, parecen convertirse en seres invisibles. No es justo. Si además todo esto sucede en el entorno de una familia con niños, las consecuencias pueden ser fatales para el desarrollo de esos niños.
Por eso me decidido a hablarles de este tema. Si alguno de los que lleguen a leer esta entrada está viviendo una situación parecida, o tienen a alguien cerca que la está viviendo, por favor, no olviden quererse, intentar hablar del tema. Con la mayor naturalidad posible. Sin buscar culpables porque no los hay.
Una de las consecuencias de la crisis económica ha sido el aumento de suicidios. Esto se ha callado en todos lo medios de comunicación por un interés meramente político. Se quiere dar la imagen de que en España todo va bien. Una más de las muchas mentiras que nos han contado. Es necesario que se hable de ello, entre otras cosas para que los familiares no se sientan sólos ni raros, que no lo son.
Una de las consecuencias de la crisis económica ha sido el aumento de suicidios. Esto se ha callado en todos lo medios de comunicación por un interés meramente político. Se quiere dar la imagen de que en España todo va bien. Una más de las muchas mentiras que nos han contado. Es necesario que se hable de ello, entre otras cosas para que los familiares no se sientan sólos ni raros, que no lo son.
La razón que tiene una persona para decidir quitarse la vida, la sabe sólo ella. Hay que recordarles con cariño y respeto. Y sobre todo evitar frases como la que mi amiga me dijo, que puesto que no ayudan, se convierten en totalmente inútiles.
Ojala que los niños y los adultos que han vivido o están viviendo una situación parecida a la mía, encuentren a alguien que les dé un paragüas con un agujero desde el que poder seguir viendo el cielo, las nubes, el sol y las estrellas. Porque siguen estando ahí, para que los difrutemos, a pesar de todo el dolor que nos esté tocando vivir.
No lo sabía y me ha puesto muy triste leer tu entrada, iba a contestar antes a la anterior pero después de esta...no imaginaba que tras el paraguas rojo hubiera un agujero tan grande. ¿Pecado? ¿Cómo pudo alguien decirte algo así?
ResponderEliminarTe diré como veo yo lo del suicidio, una tragedia que no he vivido. Sólo te puedo hablar de un tiempo en que mi padre, bastante deprimido porque el tabaco le estaba matando y no se sentía capaz de dejarlo, , le decía al portero que quitase los tiestos de la azotea para poder tirarse, no lo hizo, pienso que buscaba llamar la atención, no lo sé. En mi familia, cuentan el caso, yo no lo pude conocer, de una tía abuela mía que se suicidó porque su marido le engañaba con otra mujer e incluso la llevaba a casa...¿Fue realmente por eso? Porque yo soy de la opinión de que si no hay enfermedad no hay suicidio por fuertes que puedan parecer las motivaciones desgraciadas. Para que a una persona le falle el instinto de supervivencia tiene que haber un fallo en su organismo y nadie, nadie tiene la culpa. Yo me creo eso de se suicidó porque...
Lo malo es para los que se quedan...Te comprendo lo que dices de la lectura, cuando pasas por malas épocas relees más que lees y te enteras de muy poco. Recuerdo un año malo en que no leí más que las de Agatha Christie que ya había leído...
Hay que seguir viviendo aunque sea con cojera, ánimo y sigue con tu psicología de buscar agujeros que nos permitan ver el cielo. Un abrazo muy grande, amiga.
Hola Abejita:
EliminarAntes de hacer esta entrada me lo he estado pensando mucho porque puede ser un arma de doble filo, según cómo se lo tome el que lo lee. Pero creo que es importante hablar sobre ello, intercambiar pensamientos, ideas, posibles soluciones a todo lo que algo así trae a una familia.
Tienes razón al decir que suele haber una enfermedad detrás de una reacción como ésta. En el caso de mi hermana, estaba en tratamiento psiquiátrico. Tenía bajones anímicos muy fuertes y de uno de ellos, no remontó.
Lo importante es aceptarlo. El dolor está ahí siempre, y cuando menos te lo esperas, pincha. Pero no podemos quedarnos ahí. La vida continúa y creo que es lo suficientemente hermosa como para perdérsela.
En el caso de las madres suele ser más duro, porque se creen dueñas de los hijos y no aceptan que la vida se los arrebate. Pero tienen también que intentar seguir a pesar de todo.
Mi intención ha sido ayudar relatando mi experiencia. Espero que los que lo lean lo entienda así.
Una abrazo para tí Abejita. Y gracias por estar siempre ahí, leyendo mis entradas.
Son esas experiencias las que nos hacen tejer la vida. Esta es triste y alegre, en porcentajes variables. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarTodo lo que nos pasa nos va forjando. Como el escultor que golpea la piedra para sacar de ella toda la belleza. Al final eso es lo que queda. C.S.Lewis lo explicaba muy bien en su libro:"Una Pena en Observación". Cuando leí por primera vez este libro, me quedé prendada por sus palabras. Fue tiempo después, cuando había tenido varias penas, cuando comprendí el verdadero sentido de esas palabras.
ResponderEliminarGracias Pedro, por tu visita.