Joven Leyendo Una Carta
de Jean Raoux
Hace no mucho comentaba con una conocida cómo había cambiado la correspondencia. Actualmente es rarísimo que alguien te mande una carta escrita a mano. Yo tengo una amiga que aún lo hace. Para mí sus cartas son pequeñas joyas que espero a veces hasta con ansiedad.
Es una pena que se haya perdido esa costumbre. Estoy de acuerdo en que hay que dar paso a los nuevos avances, sobre todo cuando se trata de enviar un mensaje con la mayor rapidez. Pero nada es comparable a recibir una misiva escrita a mano. En ella se puede leer más allá de las líneas escritas. Es muy difícil engañar cuando se deja sobre una hoja en blanco un mensaje hecho de nuestro puño y letra. Nada más ver cómo se han escrito las letras, en qué dirección se inclinan las frases, la intensidad con que se marcan los signos de puntuación, descubrimos pequeñas pistas que el que nos escribe nos ha ido dando acerca de su estado de ánimo en el momento de redactar la carta, acerca de su personalidad.
Es época de campaña electoral. Eso significa que nuestro correo aumenta. Ayer mismo, al abrir mi buzón, cayeron sobre mí, varios sobres de varios grupos políticos que me enviaban sus listados de candidatos para las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Son cartas escritas en un ordenador que una impresora habrá multiplicado por miles, incluso por millones. Su presentación es absolutamente pulcra. Tanto, que crea desconfianza. Me recuerdan a aquellas redacciones que hacía en el colegio cuando era una niña. Lo importante es la presentación, me decía a veces mi padre. Porque si la presentas bien, la profesora verá que has tenido interés al hacer el trabajo. Cuanto menos tenía que decir, más me esmeraba en la presentación. La pulcritud era una forma de disimular la vaciedad del contenido. Aquellas redacciones tan ñoñas: "Tengo una casita en medio de un bosque, rodeada de un bello jardín..."
¿Quién no ha hecho alguna vez una de esas composiciones?
Para evitar que se notara lo poco que tenía que contar, hacía la letra un poco más grande, y los márgenes eran también considerables.
Tengo una de las cartas de la campaña electoral a mi lado.
"Querido amigo, querida amiga:" -empieza-.
Me pregunto qué habré hecho yo para merecer el honor de que un candidato político me considere amiga suya.
Luego me recuerda lo importante que pueden llegar a ser las decisiones que se toman en la Unión Europea que pueden cambiar la vida de cada persona, de cada familia, de cada empresa.
A mí me lo van a decir, que he visto cómo, utilizando como disculpa el rescate de la tan manida Unión Europea, se me iba arrebatando, entre otras cosas, mi poder adquisitivo.
Habla a continuación de la imposición que se nos ha hecho de una política equivocada.
Si se sabía con tanta claridad que era equivocada ¿por qué se ha estado manteniendo tanto tiempo? ¿por qué no se ha variado de forma de actuar?
Seguidamente detalla todo lo que la unidad de Europa trajo, y todo lo que se ha perdido en el camino.
Si el partido que ha estado presidiendo el Parlamento Europeo, no estaba actuando como debía, y el resto de los partidos lo sabían, ¿por qué no han dicho nada hasta ahora?
Más abajo indica lo que el Partido firmante del escrito quiere conseguir si gana las elecciones, y los grupos sociales más desfavorecidos a los que va a ayudar: jóvenes, trabajadores que han perdido su empleo, mujeres...
Si ya conocían la situación de estos grupos más golpeados por la crisis ¿cómo es que no han hecho nada aunque fuera desde la Oposición?
Casi al final del escrito hay una frase que empieza con la tan repetida expresión por parte de los políticos:
"Hay que..."
Se despide, como no podía ser de otra manera pues para eso manda el escrito, pidiendo el voto para su Partido.
Al acabar de leer esta carta, como después de haber leído las otras de otros Partidos que he recibido, me queda la sensación de haber estado posando mis ojos en un papel mojado en el que no se podía ver nada. Vaciedad, ese es el término que mejor define este tipo de escritos.
Me pregunto qué más nos descubriría este mismo escrito si se hubiera hecho a mano.
Las cartas que me envían los grupos políticos merecen la misma repuesta que éstos me han estado dando a los enormes problemas que ellos mismos me iban creando: una completa indiferencia.
Sin duda me quedo con las cartas de mi amiga, llenas de sinceridad y buenos sentimientos.
Las cartas de las elecciones son un cliché prefabricado, nos instan a que les dejemos seguir con su tren de vida de alto nivel. Sin embargo, aunque nos tapemos la nariz hemos de ir a votar a estos señoritos (léase con voz de Gracita Morales).
ResponderEliminarBesos, amiga.
Y yo que creía que era la única que madrugaba los domingos...
ResponderEliminarCuando me pregunto en mi entrada qué descubriríamos si este tipo de cartas se escribieran a mano, lo digo con un tono de ironía, porque estoy segura que una de las cosas que descubriríamos sería a su verdadero creador, que no es, obviamente, el abajo firmante.
Lo que haga cada uno en estas y otras elecciones es cosa personal, pero se me ocurrió utilizar como tema las cartas, para hacer una reflexión en alto.
Me encanta tu agudo sentido del humor.
Recibe un abrazo entre los rayos de sol de esta iluminada mañana de domingo.
Yo he vuelto a la pluma estilográfica, a escribir despacio sobre el papel, meterlo en un sobre, humedecer con la lengua la solapa, cerrarlo y pegar un sello. Lento, medido, personal. Qué satisfacción enviar una carta. Qué satisfacción recibirla. Besos.
ResponderEliminarCuando envías una carta así, parte de tí va en ella. Y quien la recibe lo nota.
EliminarUn abrazo.