"LA CONSTRUCCIÓN DEL PUENTE
DE WESTMINSTER 1750"
De Samuel Scott
Hace unos dos años, durante las fiestas de Navidad, quedé con una amiga en el Teatro Principal, pleno centro de la ciudad de Burgos, para tomar un café. Como podrán imaginar por esas fechas, el centro estaba a rebosar de gente, y gran parte de ella había decidido quedar en el mismo sitio que nosotras. Cuando llevaba unos minutos esperando, una pareja de policías que iban en moto, aparcaron cerca de donde yo estaba, y se dirigieron a un joven en el que, hasta entonces, no me había fijado. En ese momento se produjo un hecho bastante curioso. La gente que hacía tan sólo unos segundos abarrotaba la acera, se dispersó. Más aún, fue como si la tierra se los hubiera tragado. Sólo nos quedamos en el mismo sitio el joven, los dos policías, y yo. Si dijera que me quedé ahí por solidarizarme con el joven en cuestión, sería una mentirosa. Sencillamente me dejó tan perpleja lo que estaba viendo, que no pude ni moverme.
Por sus facciones me pareció que el joven podía ser de algún país de Latinoamérica. Su acento al responder a una pregunta de uno de los policías, me lo confirmó.
Llevaba una cazadora negra de piel en la mano. El policía le pidió su carnet de identidad, y le preguntó si era suya la cazadora.
No -contestó el joven mientras mostraba el documento que le habían requerido-, es de un amigo que me la ha prestado y voy a devolvérsela.
Justo entonces apareció otro joven, que sin preocuparse de los dos policías, se acercó al primero, le saludó y se quedó a su lado.
¿Es éste tu amigo?-quiso saber el policía que aún tenía en la mano el carnet del primer joven.
Sí -contestó escuetamente.
Entonces el policía se dirigió al amigo:
¿Esa cazadora -le preguntó señalando la prenda que el otro joven sostenía-, es tuya?
Cuando recibió una respuesta afirmativa, el policía le devolvió al otro su carnet. Sin más, los dos agentes se alejaron en sus motos.
En ese momento, los "desaparecidos", volvieron a emerger como de la nada, y se restauró la normalidad.
Esta escena me ha venido a la memoria a tenor de todo lo que se está hablando como consecuencia del brutal ataque que sufrieron los periodistas en la Redacción de Charlie Hebdo.
Hubo un tiempo en que se hablaba de construir puentes para unir las naciones del mundo. Romper barreras, anular fronteras. De hermanamiento entre los países, de ser todos ciudadanos del mundo. Ahora el mensaje ha cambiado totalmente. Se habla de más controles en aeropuertos. De la conveniencia de que se exija a los ciudadanos dar cuenta cada vez que viajen, de dónde vienen y hacia dónde se dirigen. De más controles fronterizos. Y esto me ha hecho pensar lo fácil que puede ser estigmatizar a una persona. Basta con señalarla, apartarla un poco del grupo. Y del resto, se encargan los demás ciudadanos, creando un vacío alrededor del "señalado". Lo de menos es si el "señalado" ha hecho algo malo o no. Mientras que sea otro ¿por qué va a preocuparnos?
Es como la historia de Jane Eyre, ¿recuerdan? Una pobre niña huérfana que es llevada a una institución que se encarga de "encauzar" por el buen camino a niñas como ella. Porque todas son como ella, sólo que Jane ha sido elegida como chivo expiatorio de los delirios de poder del director de la institución, quien se encarga de intentar minar la autoestima de la niña. ¿Y qué mejor manera de conseguirlo que apartándola de las demás, haciendo caer sobre ella falsas acusaciones, y sobre el resto de las niñas, un manto de miedo? Menos mal que entre todas esas niñas temerosas, hay una que decide no tener miedo, y ayudarla, acompañarla, ser su amiga.
Pero es que hay más, cuando se habla de controles, se refieren a controlar sólo a la ciudadanía porque, ¿alguno de ustedes ha visto alguna vez, en algún aeropuerto, que se le haya exigido a cualquier político que mostrara lo que portaba en su maletín? Quien sabe, de haberlo hecho, si no se hubieran llevado más de una sorpresa.
Supongo que tiene que ser difícil conseguir un equilibrio entre mantener la seguridad, y evitar caer en el abuso de poder. Difícil, pero no imposible. En todo caso, los responsables deberían poner todo su empeño en intentarlo. A no ser que lo que se quiera lograr es que acabemos siendo habitantes del planeta del miedo.
El miedo es un arma. Yo estuve una vez enferma de miedo y no se me puede olvidar.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga caminante.
Lo que más me gusta de la confesión que has hecho es que has utilizado el pasado imperfecto. Es señal de que ya todo pasó y ahora eres más fuerte, más valiente y más sabia. De las situaciones más duras es de las que más aprendemos.
EliminarUna abrazo muy grande.