"LA LÁMPARA"
De William Henry Hunt
Hace unos días acabó el viejo año y empezó el nuevo. Esos días para mí tienen un no sé qué, que invita a mi mente a hacer un recorrido hacia atrás, una especie de flash-back. Entonces vuelvo a ver momentos que creía olvidados. Escenas cotidianas que vuelven a mí, como si de una vieja película se tratara. Me da por pensar lo que tenía que a ver hecho en esa situación, o lo que tenía que haber evitado hacer en ese otro momento. Palabras que dije que no debían haber salido de mi boca. Otras que quedaron posadas en la punta de mi lengua, y que si hubiera dejado que brotasen, quizás hubiera sido mejor. Con todo este ovillo de pensamientos, me propongo a mí misma comenzar el año con buen pie, y evitar viejos errores. Es entonces cuando empiezo a crear una lista de deseos. Porque, seamos sinceros, ¿quién no ha deseado algo, alguna vez? Yo lo he hecho continuamente. Eso sí, cada vez con más cuidado. Debe ser la experiencia que da ir teniendo una edad.
Hará cosa de una semana que en el correo me llegó una carta de una amiga, que es una de las pocas personas que aún me escribe a mano. Me envió un sobre grande que contenía una revista literaria y en la que me señalaba dos artículos que podían interesarme. Por supuesto los leí, al igual que el resto de la revista. Uno de esos artículos era la entrevista que se le hacía a Pedro Solís, creador de un corto titulado "Cuerdas". Corto que fue inspirado por su situación personal, pues es padre de un niño con parálisis cerebral, y con el que ganó dos Premios Goya al Mejor Cortometraje de Animación. En un momento de la entrevista el señor Solís habla precisamente de eso, del cuidado que hay que tener con lo que se desea porque se puede cumplir, y contaba que unos quince días antes de que naciera su hijo, cenando con unos amigos les dijo: * "Voy a tener un niño, qué rollo". Los niños somos tontos. Cumplimos 15 años y nos volvemos tontos detrás de las chicas y hacemos el loco con el coche por presumir, y hacemos el loco con el botellón. No quiero estar pendiente de un hijo con esas cosas. Con lo contento que estoy con mi hija".
Quince días después nació su hijo, con un problema en el parto y con la parálisis cerebral. Entonces se dio cuenta de que nunca iba a tener que estar preocupado de si volvía tarde o si hacía el loco con el coche.*
Esta historia me ha hecho reflexionar sobre la cantidad de veces que he pedido un deseo, como si le hablase a una lamparita mágica, y las veces que ese deseo se ha cumplido. Más de las que hubiera deseado en realidad. Pero de eso me he dado cuenta después, claro, cuando ya no había remedio. Recuerdo, por ejemplo, la de veces que pedía, casi a gritos, tener una habitación para mí sóla, era la época en que reivindicaba el derecho a tener una habitación propia, como Virginia Wolf. Entonces tener siempre pegada a mí una hermana más pequeña, era algo que me resultaba insoportable.
Ahora ya la tengo, la habitación propia, digo. Para mí solita. Y no saben lo que desearía volver a tener esa presencia que antes tanto me molestaba.
Las palabras del señor Solís, han hecho que me viera reflejada en un espejo. Y me he propuesto para este año que acabamos de estrenar, no pedir nada en concreto. Simplemente tener el corazón, la mente, y mis cinco sentidos bien despiertos, para que cuando la vida me dé lo que ella sabiamente crea oportuno, pueda ser capaz de captarlo y aprovechar la lección que, seguro, llevará consigo.
Y una prueba de que hay que tener bien despiertos los cinco sentidos es el hecho de que a veces, nada más salir a la calle, te encuentras con una grata sorpresa. Como me pasó a mí hace un par de días que descubrí según iba al trabajo, escrito en una pared, este poema del que no sé quién es el autor, ni a quién va dirigido, pero que me ha parecido bello, y he pensado que sería bueno compartirlo con todos ustedes, lo trascribo tal y como estaba escrito.
Un presente y un futuro
una pareja y una amiga
sin fronteras ni barreras
tu sonrisa la frontera donde de todo me cubro
sin prejuicios ni barreras...
Las palabras que están entre este signo (*) las he copiado de la revista SL, donde se le hace la entrevista a Pedro Solís.
Cuidado con los deseos porque se cumplen. Y se pueden cumplir de forma indeseable. A mí me pasó...
ResponderEliminarBesos, amiga paseante.
Cuando pedimos algo, lo hacemos con tanta fuerza, que se hace realidad. Así que antes de decir nada, hay que pensarse bien cómo hacer el deseo. Cuidar hasta la última palabra.
EliminarHace tiempo que no coincidimos en los caminos.
¿Has visto qué bonita está la ciudad con la niebla? Los lugares llenos de árboles tienen que tener una aspecto de misterio muy atractivo.
Besos, amiga del camino.
Creo que todo son casualidades, ¡cuántas cosas se dicen, se desean, en muchos momentos de la vida y de vez en cuando algo sucede. Aunque es inevitable que el echo, o la casualidad puede hacernos sentir mal, culpables.
ResponderEliminarBesos.
Es parte de nuestra naturaleza, desear algo que no se tiene. Cuando lo conseguimos, solemos tener distintas reacciones, o no estamos contentos con lo conseguido,o como tú dices, nos sentimos culpables de haberlo pedido. También suele suceder que no lo valoramos y empezamos a desear otra cosa. Humanos, ¿quién nos entiende?
EliminarUn abrazo.
Perdón; quise decir, hecho.
EliminarAsí lo entendí. A mí estas cosas también me pasan continuamente. Cuando escribo va más rápida mi cabeza creando ideas y opiniones, que mis dedos.
EliminarOtro abrazo.