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sábado, 17 de enero de 2015

EL ARTE DE VENDER

Uno de los oficios que más he admirado es el de vendedor. Recuerdo esos hombres que ambulaban de pueblo en pueblo. Solían ponerse en la plaza, y voceaban para atraer la atención de los futuros compradores. Llevaban artículos de lo más variopinto. Lo mismo ofrecían un elixir que curaba todo tipo de males, incluso los de amores, que prendas de vestir o artículos de alimentación. Nada se les resistía a estos magos de las ventas. Cualquier cosa en su boca, parecía algo extraordinario, fuera de lo común, lo nunca visto.
Según fueron pasando los años, las técnicas de venta se fueron adaptando a los tiempos. Hasta acabar siendo los clientes los que se desplazaban para conseguir una prenda deseada o un artilugio de cuyas enormes ventajas, algún conocido les había hablado. El coche propio ofreció la posibilidad de acortar distancias de una ciudad  a otra, facilitando el ir de "shopping".
Uno de los artículos que siempre me ha parecido más difícil de vender, es un libro. La venta de un libro se ha estado haciendo desde muchas vías. Mediante la visita a domicilio, el envío de catálogos. Y más indirectamente, pero no por ello con menos éxito, por medio de las críticas literarias en todo tipo de prensa. Y en este último caso es en el que me voy a detener.
De repente surge un título o un autor por ejemplo, de una novela, y todo el mundo habla bien sobre ambos.  Aparecen en todas las revistas, en todos los periódicos, en radio, en televisión. Eso tiene como consecuencia que el libro en cuestión esté de forma presente en los escaparates de todas las librerías. Hasta acabar haciéndote pensar si es que no hay más libros o más escritores  que sean tan buenos como ése con el que te encuentras hasta en la sopa.
Sin embargo, no sé si a ustedes les habrá ocurrido que cuado han querido enterarse de un título que sí les interesaba, parecía que se le hubiese tragado la tierra, pues ha resultado imposible encontrar alguna mención, aunque fuera pequeña, en alguno de los medios de comunicación arriba mencionados. 
¿Y qué me dicen de esas críticas literarias, que después de leerlas, no te han aportado la más mínima información sobre la trama o los personajes del libro comentado? ¿No les ha hecho pensar que, quizás, el comentarista no se ha leído el libro del que ha estado hablando?
Al principio de esta entrada he dicho que uno de los arículos que me parecen más difícil de vender es un libro. Y lo digo porque tan perjudicial para su venta puede ser la falta de pasión en la descripción de su trama, o la escasez de elogios hacia su autor, como el excederse en ambas cosas.
Recuerdo que estando un día en la Biblioteca Pública, cuando ésta aún estaba situada en la céntrica calle Valladolid de nuestra ciudad, no pude evitar oir la conversación entre dos mujeres. Una de ellas le decía a la que parecía ser su amiga, que estaba buscando una novela para leer, pero que no sabía exactamente cúal coger. Una especie de resorte me hizo meterme en la conversación y le aconsejé una novela que yo acabada de leer, y que me había prendido los cinco sentidos, su titulo: "Los Hilos del Corazón" de Carole Martínez.
Sin darme cuenta empecé a elogiar la novela por la belleza de su lenguaje. Por la riqueza de sus personajes, sobre todo la de la protagonista, Frasquita Carrasco, una costurera que era capaz de crear, como en sus labores, puntada a puntada, la belleza, aunque la vida le hubiera reservado mucha fealdad, mucha dureza.
Como suelo hacer cuando hablo de un libro que me ha gustado, me fui apasionando en mi descripción-resumen de la historia que nos cuenta la autora.  En un momento determinado añadí un dato de la historia, que creí que podía ayudar a hacerla más atractiva a los oídos de la mujer que estaba buscando algo que leer, y dije que parte de la trama de la novela estaba situada durante los años de la Guerra Civil española. Fue entonces cuando esa mujer me interrumpió:
-Ah, si es sobre la Guerra Civil no me interesa.
En esos momentos sentí como si algo en mí se desinflara de repente.
No se preocupe, señora -intenté explicarle-. La Guerra Cívil no es el tema principal. Lo importante de esta novela, es la forma que tiene de contarnos la historia su autora. Utiliza un lenguaje de tal belleza, que le hará olvidar la dureza de la historia.
Pero ya era demasiado tarde para convencerla. No obstante, haciendo gala de mi tenacidad que a veces roza la cabezonería, le insistí:
-Señora, por favor, coja este libro.  Abrálo por la primera página y leála. Si después de leer esa primera página no se ha quedado prendada de él,  vuelva a colocarlo en la estantería y coja otro. Pero al menos no se vaya sin hacer lo que le digo. Verá como no es capaz de dejarlo.
La mujer se despidió de mí con una sonrisa, y se dirigió hacia las estanterías donde estaban los libros. Yo me fui con el que ya había cogido, hacia el mostrador de Préstamos. Había cola. Cuando llevaba unos minutos esperando, llegó la mujer con la que había estado hablando con su amiga. La primera llevaba un libro en la mano. Una brisa de esperanza me rodeó el corazón. Cuando me tocó el turno para ser atendida por una de las bibliotecarias, coincidió que la mencionada mujer se colocó al lado mío para que le atendiera otra funcionaria, al dejar el libro que había tomado prestado sobre el mostrador, pude ver que no era el título que yo, con tanta pasión, le había aconsejado. Me despedí con un escueto "adiós",  y salí a la calle. Tuve que apretar los puños para no echarme a llorar. 
Puede que les parezca ridícula mi reacción, pero jamás he podido entender que alguien tenga tan cerca la belleza, y no sea capaz de agarrarla.
Para que juzguen ustedes mismos, les trascribo la primera página correspondiente al prólogo de la maravillosa novela de Carole Martínez "Los Hilos del Corazón", en ella se nos anuncia toda la dureza que la vida reserva a Frasquita, sin concesiones. Pero se atisba también en la belleza del lenguaje, lo que esta novela nos va a ofrecer, que no es otra cosa que pura literatura. Yo sí puedo decirles que es una buena novela, porque la he leído y desde entonces, la llevo muy dentro.

"Mi nombre es Soledad.
Nací en ese país donde los cuerpos se secan, con los brazos muertos incapaces de abrazar, y grandes manos inútiles.
Mi madre tragó tanta arena antes de encontrar un muro tras el cual dar a luz, que la arena me pasó a la sangre.
Mi piel oculta una larga ampolleta que nunca se vacía.
Desnuda bajo el sol puede que se viera al trasluz ese fluir arenoso que me atraviesa.
LA TRAVESÍA
Algún día tendrá que volver toda es arena al desierto.

Cuando nací, mi madre leyó mi futura soledad.
Nunca sabría ni dar ni recibir, nunca.
Está escrito en la palma de mis manos, en mi obstinado rechazo a respirar, a abrirme al aire viciado del exterior, en esa voluntad de resistirme al mundo que trataba de irrumpir por todos mis orificios, rastreando a mi alrededor como un perrillo.
El aire penetró contra mi voluntad y grité.

Hasta entonces nada había podido aminorar el paso de mi madre. Nada había domeñado su obcecación de mujer jugada. Jugada y perdida. Nada, ni la fatiga, ni el mar, ni las arenas.
¡Nadie nos dirá nunca cuánto duró nuestra travesía, cuántas noches hubieron de dormir mientras caminaban aquellas niñas que seguían a su madre!






6 comentarios:

  1. Los libreros están a punto de tirar la toalla, difícil oficio y difícil negocio.
    A esa señora lo de guerra civil le sonó a cosa de rojos, seguro...
    Yo no me hubiera resistido a tu consejo apasionado.
    Besos, amiga caminante

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  2. No sé si conocerás la novela de la que hablo. Si no las has leído, te la recomiendo. A pesar de la dureza de la historia, la mujer protagonista, Frasquita, y el resto de los personajes, están creados con una fuerza impresionante. La belleza del lenguaje hace que vayas deslizándote por la historia como hipnotizada.
    Como no te lo he dicho en la respuesta que te he dado en el comentario que me has dejado en la entrada anterior, te lo digo ahora: quiero agradecerte que seas una de las pocas personas que me deja su opinión, incluso cuando hablo de temas en los que no todos están dispuestos a mojarse.
    Gracias por estar ahí siempre.
    Un abrazo.

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  3. De tu magnífico texto me quedo con el rechazo irracional de la gente a determinados temas, sean o no los principales de un libro (de una película, de una obra de teatro), en vez de dejarse llevar por lo más importante que tiene un libro: su lenguaje. Se ha convertido en un tópico de algunos sectores en España despreciar todo lo que trata de la Guerra civil: es un prejuicio ideológico. Y como prejuicio, les impide crecer en cultura y en tolerancia.

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    1. Puedo entender que gente que haya vivido los horrores de una guerra, prefiera no recordar. Pero en este caso, por la edad de la mujer, no creo que fuera el caso. Podría ser más lo que tú apuntas, prejuicios heredados de generaciones anteriores. Cúantas cosas dejamos de aprender, cúantas cosas quedan sin descubrir, y como bien dices, cúanta cultura perdida en el camino. Por eso es tan importante que desde todos los medios que tenemos a nuestro alcance, planteemos temas de este tipo y que la gente participe, sin miedos. Cada uno desde su perspectiva puede aportar su grano de arena para llegar a una mayor conocimiento de cualquier tema planteado. Pero cuesta que la gente se exprese, no hay más que ver los pocos comentarios que a veces tienen mis planteamientos. Sé que hay gente que lo expresaría mucho mejor que yo, pero lo importante es que la gente se atreva a participar. Por eso agradezco muchísimo que ese, aún, pequeño grupo de personas como tú, Pedro, se acerquen de vez en cuando por mis páginas y dejéis vuestros siempre sabios comentarios. De cada uno de ellos aprendo algo.
      Gracias y un abrazo.

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  4. Está claro no se lo supiste vender. Hay gente muy dura de pelar, que tiene la mente cuadriculada. Y es que para poder juzgar algo hay que conocerlo, esa es la cuestión.
    Hay tantos libros interesantes con el transfondo de la Guerra Civil, sin tomar partido, lo malo es cuando el lector, muchas veces sin querer, lo hace. Me lo miraré, no lo conozco. Gracias.

    Besos.

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    1. Cúantas buenas historias se dejan de conocer y disfrutar por no decidir por uno mismo, por dejarse llevar por viejos prejuicios o miedos.
      La curiosidad, la sed de conocer, de saber, no siempre se puede transmitir porque hace falta que el que te está escuchando, deje una ventanita abierta en su mente.
      Aunque reconozco que en esa ocasión fallé como "vendedora".
      Un abrazo.

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