Imagen sacada de Internet
Hoy traigo un par de historias de esas pequeñas, que ocurren a menudo en muchas partes del mundo, y que no suelen salir en ningún titular de prensa, ni en ningún noticiario de hora punta, quizás por eso, porque son tan pequeñas, que se cree que pueden no interesar a nadie.
La primera es sobre un joven español que conoce a una chica llegada de un país hispanoamericano en busca de una nueva oportunidad, de una nueva vida. Los dos son jóvenes, llenos de ilusiones y ganas de vivir. Se enamoran y deciden casarse y construir una vida juntos. Con gran esfuerzo llevan un pequeño negocio familiar en un pueblo de la provincia de donde es él. Para colmar más aún su felicidad, esperan su primer hijo. Entonces ella le sugiere a él irse a vivir a su país de origen, pues desea estar cerca de su madre cuando nazca el bebé. Tras mucho insistir, él accede pensando que si ella ha estado tanto tiempo lejos de los suyos, justo es que ahora estén una temporada cerca de la familia de ella. Así que desmonta el negocio que tanto esfuerzo le había costado levantar, cierra la casa donde vivían, y cogen los bártulos para cruzar el charco.
Ya allí, ella se encuentra pletórica de felicidad pues está de nuevo cerca de su familia. Tras los meses de embarazo, tienen al bebé esperado. Es una niña, sana y bonita. Pasan los meses y la vida sigue sonriendo a la joven pareja, pues él ha encontrado trabajo, y ella parece que tiene también perspectivas de conseguirlo.
Un buen día cuando él regresa del trabajo, se encuentra las maletas en la puerta de su casa. Al parecer ella ha conocido a otra persona, y quiere el divorcio. Él de la noche a la mañana, se ve en la calle.
Lo último que he sabido de nuestro joven protagonista es que ha perdido su trabajo. Su familia le ha aconsejado que regrese a España, pero él ha dicho que de eso, ni hablar. Ha decidido que no quiere perderse los primeros años de la vida de su pequeña hija, ni que ésta cuando sea un poco más mayor, piense que su padre no la quiere o no le importa. Así que ahí sigue, intentando sobrevivir como puede. Su familia le manda de vez en cuando alguna ayuda desde este lado del charco.
La segunda historia tiene como protagonista a una pareja que llevan ya varios años casados. Forman una de esas parejas que los que les conocen, no pueden menos que sentir un poco de envidia porque después de bastantes años juntos, siguen enamorados como desde el primer instante que se vieron. Porque lo suyo fue un flechazo en toda regla.
Un mal día ella nota que tiene un bulto en un pecho. Decide hacerse una revisión. El médico le indica que lo mejor es que le hagan una biopsia para ver lo que realmente puede ser. Y lo que resulta ser, no es bueno. Así que lo siguiente es operar y quitarle el pecho.
Desde el primer instante él ha estado con ella, apoyándola, animándola, dándole fuerzas cuando a ella las suyas se le venían abajo. Horas de pasillos y de salas de espera. Horas de sesiones de quimioterapia, que él también ha sufrido aunque estuviera al otro lado de la puerta de la consulta. Ha pedido en la empresa todos los permisos a los que tenía derecho y muchos más. No le ha importado incluso tener que humillarse ante el jefe. Lo importante era estar con su mujer. Él que nunca ha sorportado la sangre, ni las inyecciones, ha hecho de tripas corazón para estar lo más cerca posible de la mujer de su vida. Porque ella ha sido siempre la mujer de su vida. Y sin ella, esa vida ya no tendría ningún valor.
A base de fuerza interna, de tragarse lágrimas y orgullo. A golpe de ganas de vivir cuando la muerte parecía querer alcanzar la delantera, consiguieron que ella saliera bien de la operación, y lo consiguieron juntos, como han conseguido todo lo que tienen, que desde la dura experiencia, tiene más valor. Justo es decir que el equipo médico que la atendió hizo un gran trabajo.
Cuando la dan el alta hospitalaria, él no baja la guardia. Sabe que todavía queda un trecho por recorrer, y está dispuesto a resistir lo que haga falta.
Las primeras noches ella se da la vuelta para desnudarse y ponerse el camisón. Él piensa que quizás hay que darle un tiempo, pues todo está muy reciente. Pero cuando persiste en esa actitud de esconderse de él, decide que lo mejor es hablar del tema. Y lo que le dice es que no debe esconder su cuerpo, aunque ahora haya sufrido un cambio. Porque para él, ella sigue siendo su chica. Y la quiere y la desea tanto o más que antes, así que no más darle la espalda. Entonces ella se vuelve, y cuando le mira vuelve a ver al muchacho que la enamoró el primer día, y le sonríe mientras le caen lágrimas de los ojos. Esa noche se besaron y abrazaron tanto, que casi tienen que llamar a los bomberos para que los separen.
Han pasado ya unos cuantos años. El susto que les dio la vida en esa ocasión, solo es un recuerdo lejano. Y ahí siguen, juntos, casi fundidos el uno en el otro, y sin poder disimular lo mucho que se quieren.
Ocho de Marzo, Día Internacional de la Mujer, por eso he querido en esta entrada, hacer un homenaje a todos esos hombres que con sus pequeños-grandes gestos diarios, demuestran lo mucho que son capaces de amar a los mujeres.
Gracias a todos y feliz día también para vosotros.
¡Felicidades en nuestro día!
ResponderEliminar¡Qué complicada se muestra a veces la vida! Tus historias son una buena muestra. El camino llano no existe.
Besos, amiga caminante.
La vida es complicada porque nosotros lo somos. Sería fantástico que valorásemos lo que tenemos, pero debe ser parte de la psicología del ser humano el no hacerlo.
ResponderEliminarUn abrazo.