JOVEN LEYENDO
De Vanesa Bell
Son fácilmente reconocibles, incluso en lugares públicos llenos de gente. En un café, por ejemplo, es la que se apoltrona en una mesa del rincón, y con una consumición se pasa toda la tarde. Tan absorbida está por la lectura, que ni se da cuenta que se está convirtiendo en una especie de enemigo público, al no consumir con la asiduidad que la obligaría el hecho de estar ocupando ella sóla una mesa. En cuanto la ven sacar el libro del bolso, el camarero o encargado de turno, intentará disuadirla, utilizando los más variopintos recursos para conseguirlo. Pero con ella nada funciona. Ni siquiera poniendo el hilo musical a un volumen que ningún oído humano podría soportarlo. Ella ni se entera.
Es la misma que en la cola de un museo, cine, e incluso de una oficina de empleo, no pierde los estribos porque la hagan esperar. Abre el libro que siempre lleva con ella, y se pone a leer.
También es la que en el parque busca el banco que más alejado está del lugar concurrido por los paseantes y antes de sentarse, mira hacia un lado y otro para asegurarse de que realmente está sóla, como si fuera a cometer un delito. Entonces saca el libro, a veces de un volumen considerable, lo posa sobre su regazo, y hace que el tiempo se detenga y que cualquier persona o cosa que la rodee, se convierta en invisible.
Es también la que no se preocupa si hace frío o calor, si es verano o invierno. Es capaz de quedarse encerrada en casa leyendo, aunque fuera haya treinta grados. No importa ni el tiempo atmosférico ni el otro. Para ellas no parece haber estaciones ni temporadas. Tampoco parece preocuparles si van a la moda o no. Algunas parecen daltónicas, por las imposibles combinaciones de colores que llevan. Son anti-fashion total. Y no les importa.
Suelen estar sólas. No se las conoce pareja u otra compañía asidua.
Siempre con la mirada sobre una página.
Tienen pinta de aburridas, de raras. Pero quienes así las juzgan poco saben de ellas, puesto que ni siquiera han intentado acercarse, conversar, llegar a conocerlas. Si lo hicieran, se sorprenderían de lo mucho que se parecen a ellos mismos. Si se acercaran e intentaran captar su atención, les podría sorprender que son recibidos con una sonrisa y no con un gesto amargo, como podría esperarse. En cuanto a lo de aburridas, nada más lejos de la realidad. Son capaces de seguir una conversación, e incluso de hacerla amena. Precisamente por la información que adquieren en cada libro que leen.
Puede que también sean una especie a extinguir, como los dinosauros. Pero eso lo puede ser cualquiera que no se deje llevar por la ola de intolerancia e incompresión, de una sociedad que parece circular en rebaño.
Si se encuentran alguna de estas personitas, no las juzguen, no las maltraten con su mirada despectiva. Debajo de esa apariencia fría, hay un corazón latente.
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