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miércoles, 15 de enero de 2014

COTILLEANDO EN LA OFICINA DE CORREOS

Fotograma de la serie
"LARK RISE TO CANDLEFORD"
Elegir un nombre para mi blog no me costó demasiado. Enseguida me vino a la mente el nombre de Dorcas. Este nombre pertenece al personaje que brillantemente interpreta la actriz británica Julia Sawalha (a la izquierda de la fotografía), en una preciosa serie de la BBC, basada en la novela del mismo título escrita por Flora Thompson.  En ella se nos cuenta la historia de una oficina de Correos que se encarga de dar servicio a dos pueblos: Lark Rise y Candleford, el primero habitado por gente que principalmente se encarga de las labores del campo. El segundo, de nivel un poco más alto, lo habitan gentes dedicadas más bien al comercio.
La peculiaridad de esta oficina son los principales personajes que en ella trabajan y habitan ( en la época que la historia sucede, finales del siglo XlX, era corriente que la gente viviera en el mismo edificio donde trabajaba), empezando por la persona que dirige dicha oficina, que no es otra que la propia Dorcas.  Lo que ya en sí es bastante poco frecuente para la época, pues la mujer no tenía apenas presencia en el mundo laboral. Esta "peculiaridad" nos da una pista del tipo de mujer que es la tal Dorcas. Valiente, independiente, adelantada a su tiempo.
En esa oficina de Correos confluyen una serie de personajes, cada uno con su propia historia. Historias que se irán entremezclando con las del resto de personajes.
Cuando vi la serie por primera vez, pensé qué diferente era el servicio de Correos al de ahora. Entonces era todo manual, artesano. Las cartas se escribían a mano, el sello se pegaba mojándolo con la lengua, el reparto se hacía en un principio a pie, y eso que los recorridos eran largos. Poco después aparecería una de las primeras bicicletas.
Cuando a la oficina se incorpora la hija de una prima de Dorcas, para ayudarle en la atención al público, uno de los requisitos que tiene que cumplir es visitar al Lord del condado, que además es juez, y firmar ante él un documento en el que se compromete a guardar y hacer guardar el secreto de profesión así como la confidencialidad de lo que las cartas y paquetes contengan. Este requisito tiene mayor significancia en aquella época en la que, debido al gran número de personas que no sabían leer ni escribir, tenían que depender del empleado de Correos para enterarse de lo que decían las cartas que recibían, así como para responderlas. En esto también hemos avanzado, pero no sé si para bien. Me explico. Ahora la mayor parte de la gente sabe leer y escribir por lo que, ya no depende tanto del funcionario de Correos, lo que en un principio le hace menos vulnerable. Pero según pude descubrir en mi última visita a las oficinas del servicio postal, la confidencialidad está, según mi entender, puesta en entredicho por las nuevas normas. Concretamente me refiero al envío de un giro postal. Hacía tiempo que no lo hacía, así que me llevé una sorpresa cuando la funcionaria de turno me pidió el D.N.I., para hacer una fotocopia, que debía quedarse en la oficina. No me había repuesto del todo de la pequeña sorpresa, cuando llegó otra en forma de cuestionario. La funcionaria me indicó que tenía que responder a unas preguntas:
¿Tiente Vd. trabajo? -me preguntó tímidamente.
Sí. - le respondí.
 -¿Qué trabajo?
Estaba a punto de decirle que a ella qué le importaba, cuando me fijé en el rostro de la mujer. Entonces me dí cuenta que ella lo estaba pasando peor que yo, por la vergüenza ajena que estaba sintiendo.
-Es que ahora nos obligan a hacer este cuestionario.
Le dije cúal era mi profesión.
A continuación me preguntó qué cantidad quería remitir, y entonces dejó caer la "bomba".
-¿Para qué lo envía? Y me leyó una serie de posibilidades en un tono de voz que menguaba, a la par que aumentaba mi mal genio. Tanto, que mi rostro ya no podía contenerlo bajo la capa del disimulo.
Ahí, justo en ese momento, fue cuando empecé a acordarme, en voz alta, de todos los antepasados del que había hecho una norma tan estúpida y vergonzosa.
Me sentí controlada como si estuviera cometiendo algún delito.
No entendía entonces, y sigo sin entenderlo ahora, que cada vez que alguien pone un giro postal, tenga que dar detalles tan personales. Y me acordé de un refrán que solía decir mi abuela: Se cree el ladrón, que todos son de su condición.
¿De verdad creen los políticos que nos están tocando sufrir, que vamos a tragarnos que todo este sinsentido es para el bien de nuestra seguridad, o para un mejor funcionamiento de nuestro sistema?  ¿Dónde queda el derecho de privacidad? ¿Es que se están institucionalizando los cotillas? ¿Quién controla a los controladores? ¿A ellos también se les hace este tipo de cuestionarios cada vez que salen de su ciudad o país, o por el hecho de ser quienes son, están exentos de cumplir las normas que ellos mismos han dictado?
Por si ninguno de nuestros brillantes políticos tuviera respuesta a estas preguntas, les remito a las palabras que hace poco pronunció el presidente francés:
-Lo privado, en privado.
Y yo añado:
- *s' il te a vous plaît.
*Por favor (traducido del francés).

1 comentario:

  1. No sabía la exigencia de este cuestionario. No solo nos espían y controlan, sino que ya ni les importa que lo sepamos...

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