No soy muy aficionada a las películas con mucha acción envuelta en un montón de efectos especiales, por eso cuando oí en la radio que la película "Batman-El Inicio", era de las dedicadas a este personaje, la que menos cantidad de esos ingredientes tenía, (de hecho el comentarista atribuía a esta circunstancia el que no hubiera tenido tanto público como el esperado), me decidí ir a verla. Por eso y por la actuación en el papel principal de uno de mis actores favoritos: Christian Bale. Actor camaleónico hasta límites extremos. He ido viéndole crecer a través de sus interpretaciones, madurando como actor, a la par que como persona.
En esta película conocemos al héroe antes de que supiera él mismo el potencial que tenía.
Todo comienza cuando un niño, jugando, se cae por un agujero que le conduce a una cueva. Cueva que sirve de refugio a un grupo de murciélagos. La entrada estrepitosa del crío, perturba el descanso de los animalitos, quienes asustados, comienzan a volar alrededor de él.
Cuando el padre rescata a su hijo del posible ataque de las criaturas voladoras, se inicia una interesante conversación entre padre e hijo.
Papá -pregunta el crío que aún no se ha repuesto del susto-, ¿Para qué caemos?
Para aprender a levantarnos -le contesta el padre.
Se inicia así un aprendizaje por parte de ese niño, que guiado por los sabios consejos de su padre, decide no tener miedo. Eso añadido a los poderes que se le ha otorgado, le convierten en un ser especial, diferente a los demás. Pero lo que forja su personalidad de héroe no son los poderes en sí, sino la decisión de utilizarlos para ayudar a quien lo necesite, olvidándose incluso de su propio bienestar. Sabido es que los héroes a veces han tenido que renunciar a su vida privada en aras de luchar por el bien común.
La manera que tiene de enfrentarse a sus propios miedos, es mirando de frente a aquello que se los causa. Y la prueba más evidente de que así lo hace, es cuando tiene que elegir un símbolo que le sirva de tarjeta de presentación. Elige un murciélago, el animal que una vez le causó esos temores.
Muchas veces me he preguntado cómo se forja un político. Una persona decide dedicarse a la política, y es entonces cuando centra su preparación para esa carrera. Pero no basta con conocimientos académicos. Se trata de dedicarse a una profesión que debería estar encauzada al servicio a los demás. Hará falta por lo tanto tener unas dotes. Espíritu servicial, firmeza de carácter para ser capaz de defender una postura, cuando ésta sea la más conveniente para el bien común. Y supongo que valor, mucho valor. Porque las tentaciones van a estar continuamente a la vuelta de la esquina. Así que va a tener que armarse de ese valor para decir no cuando haga falta, aunque eso le pueda crear enemigos.
Un político debe llevar también una buena capa, como Batman, pero no para que le sirva de alas, sino para que le sirva de escudo protector contra uno de sus peores enemigos: los falsos alagos. Esos que le podrían hacer creer que ejercer de político le convierte en un dios, y le hagan levitar tan alto, que se olvide de los que están debajo de sus pies. Un político no debería dejar de pisar tierra firme, nunca. Tampoco debería anteponer sus necesidades personales a las comunes.
No se le puede exigir que acierte al cien por cien, eso no está al alcance de nadie. Pero si cae, sí se le va a exigir que aprenda de esa caída, que se levante, que se enfrente a sus miedos, que dé la cara ante quien tenga que darla y, que a partir de ahí, se comprometa a trabajar por y para los intereses comunes.
Lo de volar, se lo dejaremos a los murciélagos y demás seres alados.
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