"The Rain It Raineth Every Day"
de Norman Garstin (1889)
Nos están tocando días de lluvia y frío. Lo único que se puede hacer con los elementos naturales es no rebelarse, fundirse con ellos. Son días de cobijarse en casa y ver caer la lluvia tras los cristales, mientras se saborea una taza de té o chocolate caliente. Deberíamos recuperar estos instantes de tiempo muerto. Abandonarlo todo y simplemente vivir el momento. Si además tenemos un buen libro cerca, la felicidad está asegurada.
Hace un tiempo un amigo me "presentó" a Lorenzo Oliván, regalándome un libro suyo. En días como éstos de húmedo invierno, vuelvo a sus poemas, y me transformo en cualquiera de los cuatro elementos. Hoy toca agua. Gotas de agua que purifican.
Lean y disfruten.
LLUVIA DE CIUDAD
La lluvia te regresa a algún principio.
Con avidez de tus ojos escudriñan
su altísima caída cenital,
su profundo surgir desde la noche.
Ella es semilla y mano que la aventa.
No hay siembra tan ligera y sin esfuerzo,
que encuentra en todo un surco y que convierte
que encuentra en todo un surco y que convierte
en paisaje de espigas el asfalto.
Por las calles mojadas cruzan coches
tras fuegos fatuos que ellos mismo trazan,
con ecos de rodar entre las calles
de otra ciudad, camino de otras horas.
Bajo un intenso iluminado eléctrico
ves la constelación de blanca lluvia
que une tu cuerpo al aire y a la tierra
y esa fusión es como un desnacerse.
Bello es sentir tan envolvente tacto,
respirar, vuelto anfibio, su olor líquido,
borrarse, y salir, limpio, a luz más limpia,
como a vida que empieza de repente.
(Sacado del "Libro de los Elementos" de Lorenzo Oliván
VI Premio Internacional de Poesía Generación del 27).
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