"MARIA MAGDALENA"
De Juan Carlos Boveri
Dicen que las cosas se ven con el color del cristal con que se miran. Me pregunto qué cristal llevaran en los ojos esas personas que ven en todos y en todo lo que les rodea, suciedad, incluso pecado.
Ayer fui al cine. Hacía tiempo que no iba. La película que vi fue: "Filomena", protagonizada por Judi Dench que, como siempre, nos regala una soberbia interpretación.
Lo que nos cuenta esta película es la historia de una mujer irlandesa, cuyo nombre es el que da título al film. Una mujer que en su primera aparición en la pantalla, ya mayor, vemos rezando y encendiendo una vela a la imagen de una Virgen con su niño. Mientras lo hace, una serie de recuerdos vienen a su mente, y con ellos los que estamos al otro lado de la pantalla, vamos conociendo su historia. Filomena, como todos, fue joven. Siendo una adolescente, en una de sus salidas para divertirse, como haría cualquier chica de su edad, conoce a un chico. Ambos se sienten inmediatamente atraídos. Fruto de ese encuentro, es un embarazo al que Filomena tiene que hacer frente sóla pues ni el chico, ni los padres de ella, quieren saber nada al respecto. Así es como Filomena acaba en una especie de residencia para madres solteras que regentan, con mano de hierro, un grupo de monjas.
Para pagar la deuda que desde el primer día de estancia en esa residencia, Filomena contrae con las monjas, tiene que trabajar en la lavandería. Y por el tiempo que trabaja diariamente y los años que está allí, la deuda debía ser bastante grande. Para cualquier empresario sin escrúpulos como los que actualmente tenemos, un lugar como ese, sería una especie de paraíso.
Las chicas que llegan allí sólo trabajan, no reciben ningún tipo de formación académica, tal y como, de una manera sutil, nos lo hace ver el director, en un maravilloso diálogo, que no quiero desvelarles aquí, para darles la oportunidad de descubrirlo por ustedes mismos, si van a verla.
Por si fuera poco, a Filomena sólo se le permite ver a su hijo una hora al día. Y hasta ese privilegio se le quita, el dia que una de las monjas decide, sin consultar con ella, vender en adopción al hijo de Filomena a un matrimonio americano. Y es en el personaje de esta monja en el que quiero centrarme, porque es ella la que me hizo hacerme unas cuantas preguntas a la salida del cine. Preguntas que quiero decirles en alto.
¿Cómo una mujer puede robarle el hijo a otra mujer? ¿Cómo puede serguir viviendo con toda normalidad después de haber hecho algo así?
Tengo el convencimiento de que para ejercer cualquier profesión como es debido, hay que tener vocación. Si además esa profesión se ejerce desde un puesto de poder ya sea político o religioso, la condición vocacional es obligatoria. Sólo siendo feliz haciendo lo que se hace, se puede dar un buen servicio a los demás. Y viendo cómo nos maltratan algunos de nuestros responsables, éstos deben ser bastante desgraciados.
En un momento determinado de la película, están reunidos, Filomena, con el periodista que le está ayudando a encontrar a su hijo, y varias monjas, entre las que se encuentra la que dio al niño al matrimonio americano. Cuando le preguntan a la monja en cuestión por qué lo hizo, ella contesta que toda su vida había estado conteniendo sus deseos carnales, y no entendía por qué esas jóvenes no podían haber hecho lo mismo. Es en ese momento, cuando se ve a ese personaje tal cual es. Una mujer no ha sido feliz durante toda su vida, y eso parece otorgarle el derecho de negar la felicidad a todos los que la rodean. Algo que debiera ser una vocación, como es el ser monja, ella, dejándose llevar por la amargura en la que ha convertido su vida, la transforma en un castigo. Me pregunto qué falta tan grave tuvo que haber cometido esa monja para tener que estar expiándola durante toda su existencia. Qué acto tan horrendo tuvo que llevar a cabo para creerse en el deber de estar pagando por él , y con el derecho de hacérselo pagar también a los demás. Qué pecado llevaba tatuado en su retina para ver como tal, algo tan natural como es el traer a un hijo al mundo.
No sólo monjas, abundan los boicoteadores de felicidad. No son felices y no soportan la felicidad ajena. No voy casi nunca al cine, de esa película no tenía noticia, la apunto, que tiene buena pinta, aunque el tema sea terrible.
ResponderEliminarDeseemos no tropezar con uno, o una, de esos boicoteadores de felicidad.
Un abrazo, amiga paseante.
El problema es cuando además de boicoteadores de felicidad, como tú acertadamente les calificas, están en algún puesto que les da ciertos poderes y privilegios.
EliminarUn abrazo, Abejita.